Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❁; capítulo veinticinco

⚠️ Advertencia de contenido sexual ⚠️

La fiesta de Niall está siendo un total y rotundo éxito.

El clima ha sido un aliado inesperado, regalándole al irlandés una de las pocas tardes soleadas del mes y él no puede dejar de agradecer a los dioses en el cielo que, al parecer, aceptaron el ritual que realizó con el propósito de disipar cualquier amenaza de lluvia.

Su meta de tener una celebración perfecta se ha materializado plenamente, pues cada rincón del jardín trasero vibra con la alegría de los invitados. Algunos chicos y chicas se lanzan a la piscina en el momento justo para refrescarse, otros disfrutan del fantástico ambiente que se ha formado gracias a la música y el resto goza de los alimentos dispuestos en dos mesas generosamente abastecidas.

Lentes de sol, trajes de baño e inflables navegando sobre el agua.

Sin duda, el festejo apunta a ser uno de los más destacados del año, y es posible que se convierta en el tema principal de conversación en la escuela durante semanas.

Apenas faltan unos minutos para las seis de la tarde, y el bullicio de risas animadas ya se mezcla con el constante chapoteo del agua en la alberca, lo cual es una fabulosa señal para saber que todos la están pasando fenomenal.

La cosa es que también debería ser preocupante que a solo tres horas de que la fiesta comenzó, la gran mayoría de los presentes se encuentre en un estado de ebriedad evidente.

A pesar de que algunos se hallan en peor estado que otros, al menos los baños en la planta baja continúan limpios y libres de cualquier rastro de vómito de los bebedores imprudentes, así que mientras la situación se mantenga en ese punto, se puede decir que la fiesta está bajo control.

Sí, quizá Niall tendría que estar muy pendiente de eso, pero francamente no desea convertirse en el niñero de sus propios compañeros. Afortunadamente, todos sus amigos son conscientes de su límite al ingerir alcohol, y reconocen cuándo deben detenerse para no terminar tirados en el césped.

La tarde es joven, la noche aún más.

Sin embargo, hay una persona que no la está pasando tan bien como los demás.

Harry estaba repleto de expectativas sobre ese día; realmente estaba muy animado cuando llegó a la lujosa vivienda junto a Louis. Tenía unas ganas inmensas de nadar, de probar la gran variedad de botanas que fueron compradas en una de las infinitas tiendas que visitó con Niall y de bailar hasta que sus piernas le suplicaran un descanso.

Malamente, esta vez su proyección cayó más allá del subsuelo.

Aunque lleva puesto su mejor traje de baño, sus gafas favoritas y las sandalias más bonitas que encontró en su zapatera, no logra sentirse cómodo en el lugar.

Y tal vez tenga que ver el hecho de que no le está gustando nada lo que ve a lo lejos, precisamente en el lugar donde Louis se encuentra charlando con sus amigos de americano.

—Entonces, le comenté a Karina que si no estaba satisfecha con los pasos de la nueva rutina, podía sugerir algunos mejores —Emilia relata, ajena al torrente de pensamientos que ahora invade la mente del rizado—. Pero en lugar de eso, solo me volteó los ojos y me dijo que hiciera lo que quisiera.

La cabeza de Harry se mueve con ligereza, en un intento de asentir o de al menos aparentar que sí está escuchando a su amiga.

—Ajá... —musita, sin siquiera tener el detalle de mirarla—. Qué mal.

—Creo que solo se comportó así por molestar —Ella se encoge un poco de hombros y oscila el popote en su bebida—. O quizá no le gusta la posición que le tocó en la escuadra... ¿Qué piensas?

—Sí, muy mal —Su tono suena maquinal, apenas percatándose de lo que está pronunciando—, pésimo.

La respuesta masivamente seca es muy extraña para Emilia.

Al alzar la mirada y encontrarse con un Harry totalmente desconectado del presente, con los ojos fijos en quién sabe qué, curva una de sus perfiladas cejas.

—Oye, ¿recuerdas a Roxanna? —pregunta, desviando la conversación hacia un tema arbitrario—. Le dije que debía traer un dinosaurio vivo si quería formar parte del equipo, ¿crees que lo consiga?

—Claro —murmura de inmediato—. Por supuesto.

De ese modo, la porrista de largo cabello ondulado confirma que está siendo vilmente ignorada y, como no piensa seguir hablando sola, chasquea sus delgados dedos frente a la nariz del menor.

—¡Hazz! —exclama, frunciendo el ceño con rigidez—. ¡No me estás prestando atención!

Harry sacude las pestañas al oír el reclamo y por inercia, también arruga la frente.

Ugh, lo lamento —gruñe, tensando la lata de cerveza que tiene en la mano—. Siento que me voy a volver loco.

—¿Por qué? —Emilia inquiere y desvanece la dureza de su expresión—. ¿Qué tienes?

Los labios del rizado se deforman en un puchero casi desolador.

—No sé si se deba a que ya me tomé tres cervezas, pero siento que estoy viendo cosas que no deberían existir.

Nuevamente, el rostro de la joven se contrae, pero en esta ocasión es a causa de la confusión.

—No te entiendo... ¿Qué clase de cosas?

Harry se pasa la lengua por los dientes superiores, antes de arrojar un resoplido que denota su disgusto.

—Beau —El nombre sale de su boca con cierto repudio que no puede esconder—. Es que... Siento que está demasiado encima de Louis.

Uhm, ¿dónde están?

—A un costado de los camastros. —Baja la vista hacia su cerveza cuando siente que la saliva se le atasca en la garganta—. Quizá estoy exagerando, pero no logro entender por qué lo está tocando tanto.

Y no, de verdad no comprende cómo diablos fue que ese chico adquirió tanta confianza.

Cuando Louis comenzó a trabajar en la cafetería, Beau asumió la responsabilidad de capacitarlo, enseñarle todo lo que necesitaba saber y orientarlo cada vez que se presentaban dificultades.

Al principio, Harry estaba muy feliz porque su novio fue bien recibido en el establecimiento y valoró mucho que el otro vendedor le ayudara a integrarse, pero actualmente ha surgido un conflicto en su interior que se debe a las recientes actitudes de Beau.

En resumen, comienza a irritarle que aquel joven sea tan complaciente con Louis, especialmente cuando no es algo que le corresponda hacer.

—Parece muy cómodo, ¿no? —agrega Emilia, después de analizar por un minuto la lejana escena.

Ella también encuentra extraña la sonrisa congelada de Beau y la insistente forma en que posa los ojos en el novio de su mejor amigo.

—Ajá, y ya van varias veces que se le cuelga del brazo cuando se ríe —complementa Harry, sintiendo cómo el estúpido ardor bajo su piel se intensifica—. Incluso está ahí, pegado como chicle a su lado.

—Sí, me di cuenta —La chica se soba el mentón, todavía reflexionando sobre lo inusual que es el comportamiento ajeno—. Aunque me atrevo a decir que Tommo ni siquiera le hace caso, él está ahí solo por Zayn.

Ese es un comentario acertado.

Louis es alguien respetuoso, que jamás faltaría al compromiso que tiene con Harry, pues ha prometido cuidar de él en cada cambio de estación durante todos los años que la vida les permita estar juntos.

A distancia, se ve que él simplemente ignora, cambiando de lugar cada vez que se siente asfixiado por las inesperadas acciones de su compañero de trabajo y luce como si estuviera lidiando con su propio impulso de gritarle que no rebase la línea.

El ojiverde está seguro de que su novio se encuentra en una situación particularmente complicada. Lo conoce tan bien, que casi puede adivinar cuánto se está conteniendo para no perder el control y terminar mandando al chico directo a la mierda.

—Me está colmando la paciencia —responde con un resoplido. Su entrecejo está aún más fruncido y ya no pretende disimular su molestia—. ¿Crees que sea bueno intervenir?

—¿Qué vas a hacer? —cuestiona, sabiendo que es su deber evitar que su amigo se vea atorado en conflictos innecesarios—. No se te ocurra pelear, por favor.

—No lo haré, no lo vale —concede, tomando otro sorbo de su cerveza para reunir el valor que le falta—. Espérame aquí.

Decir que tiene algo planeado en mente, sería mentir.

Harry se siente un poco aturdido, levemente mareado por la cerveza que ha bebido, pero está decidido a no permitir que ese tipo de cabello cobrizo siga intentando robar la atención de su novio.

Camina aparentemente calmado por el césped, con las manos metidas en los bolsillos de su traje de baño, mientras busca establecer contacto visual con Louis, quien hasta ese momento permanece distraído en la animada conversación que sostiene con Zayn y algunos otros amigos.

Pasa por un lado de las piscina, declinado las invitaciones de sus amigas para sumergirse en el agua, prometiéndoles que lo hará más tarde y cuando vuelve a levantar la vista, captura los topacios azules que usualmente brillan en las cuencas del mariscal de campo.

Su rostro cae levemente hacia un costado y una sonrisa tonta se cuela por sus comisuras, muy similar a la que Louis le dedica al percatarse de su cercanía.

Las mariposas enloquecen en su estómago, ocasionándole demasiadas cosquillas y tal vez olvida la insoportable presencia de Beau por un segundo, pues se pierde en el coqueto movimiento de cejas que el castaño realiza con toda la intención de ponerle nervioso.

Que Dios se apiade de su alma, por favor.

—Hey, chicos, lamento interrumpirlos —masculla, tan pronto como se acerca al pequeño círculo de adolescentes—. ¿Podrían prestarme por un ratito a mí novio?

Todos los jóvenes que integran la charla lo observan gestos amigables.

—No, tú lo tienes todo el día —Zayn pronuncia con un tono jocoso, aferrándose al brazo de Louis como si nunca deseara soltarlo—. Tommo es nuestro por hoy.

El menor entorna los ojos, manteniendo esa sonrisa encantadora que siempre provoca una revolución en el pecho de su novio.

—Envidioso —tararea con sorna—, solo serán unos minutos.

—Lo siento, me niego.

—Bueno, no puedes retenerlo en contra de su voluntad.

El pelinegro entreabre los labios, enfatizando una indignación que meramente se trata de una pose teatral.

—¡No está aquí a la fuerza! —parlotea, y rápidamente enfoca al causante del divertido debate—. ¿O sí lo estás?

La respuesta de Louis se sintetiza en una carcajada natural, tan melodiosa que Harry siente su corazón derretirse de amor por él.

Hasta cierto punto, es comprensible que Beau haya caído en su innegable encanto.

—No, no estoy a la fuerza —contesta, antes de estirar el brazo para tomar la mano de su ratón consentido—. Pero mí chico me necesita, así que ustedes tendrán que esperarme un rato.

—Perfecto —Zayn levanta ambas manos con dramatismo, declarándose el eterno perdedor—. Hazme quedar como un estúpido.

La linda pareja vuelve a reír, intuyendo que el alcohol ya está haciendo de las suyas en el organismo del morocho.

El otro par de muchachos presentes también se une a la risa, encontrando muy cómica la actuación ajena y el único que permanece en un silencio dudoso, es Beau.

Aparentemente, él no comprende qué es lo que los demás encuentran tan gracioso.

—Oye, Tommo —Después de darle un buen trago a su tequila, su lado servicial se activa—: ¿Quieres que te sirva algo más mientras regresas?

—No, muchas gracias —Sus pómulos marcados se alzan con ligereza—. No es necesario.

—¿De verdad? —insiste—. ¿O no quieres otra cerveza?

—No, tampoco, de nuevo gracias —repite, al sujetar con un poco mas de fuerza la mano de Harry—. Ya vuelvo.

Ese apretón es un tipo de advertencia, un código que comunica que él también se ha dado cuenta de las segundas intenciones de Beau.

El menor sabe interpretarlo; reconoce a la perfección que ambos entienden lo que está sucediendo con el joven mentiroso que finge venerar su relación.

Por ello, Harry adopta una postura altanera, algo inusual en él, pero justificada, ya que ir de la mano con uno de los chicos más atractivos del mundo no es cualquier cosa.

Y por supuesto, no pierde la oportunidad de lanzarle una breve mirada a Beau, que representa todo menos amabilidad.

── •∘°❁°∘• ──

La casa de la abuela de Niall es jodidamente lujosa.

Es una vivienda enorme, con cuatro relucientes recámara de visitas, una amplia sala de televisión, un maravilloso cuarto de juegos, un comedor ostentoso que está diseñado para dieciséis personas y una cocina impecable que resguarda la despensa del mes.

Según el irlandés, la familia Horan está compuesta por muchas personas, por lo que sus abuelos decidieron construir un amplio espacio en el que todos pudieran reunirse cómodamente durante las festividades anuales.

Gracias a tal consideración, Harry y Louis han encontrado el sitio perfecto para charlar, pues la extensa habitación de juegos en el tercer piso les brinda la privacidad que ahora necesitan.

—La señora Georgette debe ser millonaria —comenta el ojiazul, pasando la mano por el borde de la gran mesa de billar que permanece en una esquina del cuarto—. Mira esta hermosura...

La calidad de la madera con la que esa mesa está fabricada es, a simple vista, una de las mejores.

—Sí, además tiene muy buen gusto para la decoración —añade Harry, al tomar una de las raquetas que yacen sobre la superficie donde se juega ping-pong—. Es preciosa.

—Cuando nos casemos, no te daré menos que esto —espeta firmemente. Su meta de darle la vida que merece no ha cambiado—. Eso tenlo por seguro.

—No sé si me gustaría, esto es demasiado grande para nosotros —Se humedece los labios y contempla con detenimiento las finas persianas que cubren los ventanales—. Yo pienso más en un bonito departamento que permita mascotas.

Hablar del futuro se ha convertido en parte de su rutina.

Constantemente están en esa línea, compartiendo sus anhelos y metas a corto, mediano y largo plazo.

—Si lo que quieres es un departamento, será un penthouse —Louis promete, observando las quince bolas confinadas por su debido marco triangular—. Ya lo verás.

Harry sonríe suavemente, dándose la media vuelta y encarando por fin a su apuesto novio que luce extremadamente fascinado con el mueble de entretenimiento.

—El futuro lo dirá —masculla, andando hacia la orilla de la mesa donde Louis se encuentra embobado—. Cambiando de tema, hay algo de lo que quiero hablar contigo.

La última oración funciona para que el mayor se olvide de cualquier distracción, haciendo que ponga en segundo plano su inspección de los materiales y se concentre completamente en el precioso rostro que tiene enfrente.

—Te escucho, ratón.

Previo a comenzar, el rizado inhala y echa la cadera hacia un lado, descansando todo su peso en la pierna derecha.

—Beau no me está cayendo nada bien hoy —confiesa, cruzándose de brazos porque piensa que debe realzar su indignación—. Parece un perro sin dueño detrás de ti.

—Sí, yo también empecé a notar sus actitudes raras —Le otorga la razón sin objeciones, ya que también se encuentra desconcertado por culpa de su compañero—. Sé que debo decirle que no confunda las cosas, pero no sé cómo hacerlo sin ser tajante; es la primera vez que sucede algo así.

—¿En tu trabajo no se comporta así?

—No, de hecho, solamente cruzamos palabra cuando tenemos que surtir los pedidos; siempre hay mucha gente esperando. Y ahora que lo pienso, quizá está aprovechando esta oportunidad para tratar de acercarse.

La boca del ojiverde se frunce por el sentimiento de contrariedad que de repente lo asalta.

Por un lado, comprende que su jugador estrella no sepa manejar el asunto; jamás habían tenido que lidiar con algún irrespetuoso que no supiera controlar sus desesperadas ganas por hacerse notar.

En el instituto jamás falta el chico o la chica que suspira por ellos. Sin alardear, en cada clase y en cada aula que pisan, más de uno admira en secreto su envidiable apariencia. Sin embargo, todo se queda en eso; los estudiantes consideran que intentar coquetear con alguno es una pérdida de tiempo, pues está claro que su relación está sellada para la eternidad.

Y en el otro extremo de la situación, está esa cosquilla que tiene Harry por imponerse, por hacerle entender a Beau que, por más frappuccinos que le tire encima, eso no hará que Louis deje de adorarlo.

No es un bobo ingenuo; ahora puede decir con certeza que el numerito del accidente en la cafetería fue planeado.

—Pues es una lástima —gruñe, dejándose enviciar por el afán de reclamar su posición como novio—. Porque tú no estás disponible para nadie, mi amor.

Louis se muerde la esquina de la boca y, a su vez, sonríe con astucia.

—Eso es más que obvio —musita, copiándole la forma en que sus brazos permanecen entrelazados por encima del pecho—. A mí no me interesa nadie más que tú.

Al deslumbrarse con los músculos marcados que su novio ha moldeado a lo largo de los años, el ojiverde inhala profundamente, sintiendo una sequedad que le roba la saliva y una opresión en la garganta que le dificulta tragar.

Aunque la fascinación que tiene por sus bíceps no es ningún secreto, se esfuerza por mantener la compostura al situarse frente a él, escudriñándolo con una mirada inocente que podría engañar a cualquiera.

—Lo sé, pero si te soy sincero, no puedo evitar sentirme celoso. —Enrosca los dedos en algunos de sus cabellos y jala de ellos sin ser demasiado brusco—. No me hace sentir feliz que ponga sus manos en ti.

Los vellos del mayor se erizan y, simultáneamente, un tenue quejido brota de su boca.

—¿De verdad no te hace feliz? —murmura, reclamando más cercanía al sujetarlo tenazmente por la cintura—. ¿Hay algo que pueda hacer para levantarte el ánimo?

—Sí, tal vez —susurra, dibujando un sendero travieso por su pecho con la punta de dos dedos—. Podríamos jugar una partida de futbolito, encender la mesa de hockey...

—Suena bien.

—O tal vez podrías follarme.

Música. Aquella sugerencia es bella música para los oídos de Louis.

Han transcurrido apenas unas semanas desde su último encuentro, pero para él, cada día parece una eternidad y siente que está atrapado en una espiral de ansias, un deseo que quizás se haya intensificado por el rastro de alcohol que corre por sus venas.

—Creo que tomaré la última opción —declara sin dudarlo ni por un instante.

Es obvio que se muere de ganas por hacerlo.

Y no, no se trata solo de la avalancha de sensaciones que lo sacuden en cada encuentro, ni las estrellas que parece tocar al alcanzar el clímax. Es también la forma en que Harry se entrega sin límites, plasmando gestos alucinantes, clavando las uñas en su espalda y suplicando más de todo aquello que siempre le proporciona a la hora de tener sexo.

La realidad, es que han mejorado muchísimo en ese aspecto. Poco a poco han ido descubriendo, experimentando y conociendo distintas formas de brindarse placer en la cama, en los vestidores o incluso en los escritorios de sus habitaciones.

Siempre encuentran el lugar ideal.

—¿Y qué estás esperando? —Harry cuestiona un poco desesperado, echando la cadera hacia adelante para buscar algún roce que los haga temblar—. Hazlo.

La descarada fricción de sus entrepiernas provoca un estremecimiento mutuo, y apenas pueden contener un jadeo ahogado mientras comienzan a sentir la urgencia de satisfacer su hambre.

—¿Aquí? —pregunta, sintiendo cómo el calor tiñe sus mejillas de un rojo vivo—. Pero no tengo preservativos.

—Podríamos repetir lo que hicimos en los vestidores —sugiere, medio sofocado por el cambio de temperatura en su cuerpo—. Podemos tocarnos mutuamente.

La mandíbula de Louis se tensa, dibujando una línea definida en su barbilla cuando aprieta las muelas y se aferra con fuerza a los rizos en la nuca de Harry, revelando su aprobación ante la atrevida propuesta.

Recordar lo que pasó en los vestidores escolares es como un incentivo que lo anima a entregarse a la lujuria sin restricciones.

—¿Cómo es que puedes ser tan dulce y tan insolente a la vez? —cuestiona, porque realmente no entiende en qué momento el pequeño querubín que ojos verdes se convirtió en un muchacho tan lascivo—. Me tienes loco, Harry.

—Tú también me tienes mal, amor —Vuelve a empujarse en su contra, restregándose de manera obscena sobre su ya endurecida hombría—. Encárgate de mí y luego hazle saber a Beau que no hay lugar para él.

—... Lo haré, bombón.

No hacen falta más palabras; cualquier expresión verbal sobra cuando sus labios se juntan, desencadenando un beso que avanza a una velocidad irracional. El fuego en el pecho de ambos arde, como si existiera una chispa que encendiera cada poro de su piel, avivando sus más profundos deseos y llevándolos de la mano a ese sitio en el que tanto adoran estar.

Exploran sus torsos con dedos curiosos, palpando por encima de sus coloridas camisetas y tirando de la tela con impaciencia, demostrando que ninguno está dispuesto a esperar mucho para lograr el límite de la estimulación.

Louis no vacila al arrastrar su mano bajo la playera de Harry, ascendiendo lentamente por su abdomen hasta hallar esa pequeña protuberancia en su pecho que tanto le gusta morder.

Por el momento, se conforma con aplicar una presión suave, retorciendo su delicado pezón con las yemas de los dedos mientras continúa besándolo fervientemente, encontrando ese deleite supremo en la forma en que su chico ahoga los gemidos contra sus labios.

Sus lenguas tibias se enredan, explorando sus cavidades húmedas como si fuera la primera vez o como si hubieran pasado una vida sin besarse. Cada movimiento provoca chasquidos de saliva, y el menor tiene problemas para respirar con normalidad porque se encuentra aturdido con la atención que su pezón izquierdo está recibiendo.

—Si Niall se entera de que te voy a arruinar aquí mismo, no volverá a invitarnos —susurra el ojiazul, antes de estamparle la palma en una nalga—. ¿Valdrá la pena perdernos de la piscina en reuniones futuras?

—A mí no me importaría —espeta el otro, después de soltar un quejido por el inesperado azote—. Además, no lo sabrá.

—Tú eres muy ruidoso, bombón —Lo mira con devoción, adorando cómo se ven sus mejillas arreboladas—. ¿O piensas privarme de oírte gemir?

—Por supuesto que no, pero estamos en el tercer piso, así que no se escuchará.

—Sí, tienes un punto —Se humedece el labio inferior y presiona sus dígitos sobre el trasero del porrista—. Quizás no se escuche, pero puedo hacer que se vea.

Aunque su rostro está enrojecido hasta el borde de la vergüenza, el rizado alza una ceja.

—¿Cómo dices?

Louis le entrega un pico rápido en los labios en respuesta, y antes de que pueda volverle a cuestionar cualquier otra cosa, guía a Harry para que se recueste boca abajo sobre la mesa de billar, pidiéndole que apoye su pecho en la tela verde que recubre la superficie.

El chico de bonitos ojos cetrino obedece, porque jamás se negaría a nada que su novio le pidiera y porque confía hasta con los ojos cerrados en él. Además, está jodidamente excitado, y la idea de tener el culo a disposición de su único amor lo hace perder la razón.

Por lo tanto, sigue la orden, apoyando su pecho en la superficie donde usualmente se llevan a cabo las partidas. Coloca las manos a ambos lados de su rostro, suspirando al encontrar la posición no del todo incómoda, y separa ligeramente las piernas, aguardando lo que esté por venir.

—No tenemos lubricante, amor —Louis informa, aunque es algo de lo que ambos ya tienen consciencia.

Harry asiente como puede, a pesar de que en su postura actual apenas puede ser visto.

—Puedes usar mi saliva —canturrea, con ese tono cargado de insolencia que suele utilizar en esos casos—. Como lo hiciste aquella vez en tu habitación.

Mhn, ¿qué de bueno tendría repetir algo que ya hicimos? —Las letras ruedan por su lengua y se aproxima hacia el trasero regordete que espera por él—. Será mejor si utilizo la mía, ¿qué dices?

—Cómo quieras, amor.

Honestamente, a él ni siquiera se le cruza por la mente lo que su novio tiene ganas de intentar. Tiene la certeza de que se humedecerá los dedos con su propia saliva antes de introducirlos, porque cuando el lubricante les hace falta, recurren a otros métodos.

El short de baño que Harry llevaba puesto desaparece en un dos por tres, siendo retirado por Louis para que no le estorbe en el camino y al fin revela ese par de glúteos perfectamente bien formados, tan tentadores que lo invitan a clavar la mirada por un considerable lapso.

Queda cautivado por su exquisita apariencia, siendo incapaz de apartar los ojos de allí y solo confirma una vez más que ama su cuerpo, tanto que se ha vuelto un maldito adicto a él.

—Mira esto —farfulla, sujetando ambas nalgas casi con furia—. Todo en ti es tan bonito y lo sabes, ¿no es así?

El aludido gimotea, meneando débilmente la cadera para incitar a un agarre más fuerte.

—Eso creo —Se anima a musitar, aún cuando tiene un nudo en la garganta.

—No lo creas, ratón, es un hecho —espeta, al apartar con brusquedad las dos mejillas traseras, dejando a la vista el pequeño agujero dónde se ha hundido incontables veces—. Además, te encanta ser considerado un chico precioso, pero también te fascina que todos reconozcan lo inalcanzable que eres.

Harry derrocha un gemido alto cuando su culo es apretado con malicia y teme sufrir un ataque al corazón por el veloz modo en que le está latiendo.

—Yo soy tuyo —sisea a duras penas, sus párpados han caído—. Así como tú eres solo mío y todo el mundo lo sabe.

Louis está complacido con su contestación, porque es una verdad absoluta e irrefutable.

Entonces, pone en marcha la brillante idea que le ha estado rondando en la cabeza, sin dar ninguna explicación previa, y se arrodilla, repasándose los labios con nerviosismo al tener finalmente el trasero de su novio justo a la altura de la cara.

Acumula una importante cantidad de saliva en su boca, hunde los dedos en la tierna carne y, una vez considera que ha producido suficiente líquido bucal, lo escupe en el pliegue de esas dos nalgas redondas.

—¡Lou! —Harry se agita al percibir la humedad, y voltea por encima de su hombro, intentando vislumbrar lo que está ocurriendo detrás de él—. ¿Qué vas a...?

Y su pregunta queda en el aire, pues de repente se ve forzado a abrir la boca para liberar un gemido sórdido.

El sonido, más grotesco que nunca, se escapa de sus labios en un murmullo de placer y sorpresa gracias a que Louis ha enterrado el rostro en su trasero, sumergiéndose en la suavidad de su piel y ha dado una lamida caliente sobre su estrecha entrada, trazando un sendero que despierta cada terminación nerviosa de su cuerpo.

Harry no comprende qué demonios está pasando, pero ahora se remueve sobre la mesa de billar, jadeando como un insensato cada que la lengua ajena recorre los bordes de su agujero.

—Mierda, sí —chilla, con los ojos cristalizados y los pómulos ardiendo en un rubor intenso—. Justo así.

Sinceramente, Louis no sabe si está haciendo su labor de forma correcta, aunque en realidad, no le preocupa demasiado, porque lo está disfrutando, y a juzgar por los benditos gemidos que logra oír, intuye que su porrista también está enloqueciendo.

La punta de su lengua traza el contorno del anillo muscular, delineando aquel espacio diminuto que normalmente lo acoge con suma exquisitez y piensa que es hora de devolverle el favor, así que no tiene compasión cuando introduce su lengua caliente de lleno, como si fuera un condenado necesitado de calmar su propio apetito.

Nota como las piernas le tiemblan y goza de las malas palabras que expulsa en su nube de la inconsciencia. Estrecha sus nalgas con vigor, separándolas lo mayor posible para lograr comerle el culo como es debido, porque es un rey que se merece todo el placer del universo.

Está haciendo su mejor esfuerzo por desempeñar bien su trabajo, moviendo su lengua con una sincronía que él considera óptima y es tanta la presión que ejerce sobre la piel que posiblemente deje algunas marcas en ella.

Su saliva ya escurre por la cara interna de los muslos opuestos, la quijada duele un poco, pero lo omite y sigue devorándolo sin piedad, raspando sus dientes en un par de ocasiones con el objetivo de hacerlo lloriquear.

—Siempre seré yo quien te de placer, bombón —Hace una pausa y eleva el volumen de su voz, ya que necesita dejarlo en claro—. Eres mí porrista, mío y de nadie más.

Él no se imagina con otra persona, nunca podría poner su atención en alguien más porque su corazón le fue arrebatado desde que lo vio en el vecindario. No le parece irreal que hoy en día se encuentren en una situación tan indecente como esa, era algo que se veía venir y que en algún momento de su relación, iba a suceder.

Menos mal que hallaron el equilibrio en ese aspecto y que ambos son igual de calientes.

Harry es un total desastre; su erección ha comenzado a liberar líquido preseminal, y le es muy complicado jalar aire. Lo único que puede hacer es gemir con vehemencia, entregado ciegamente al huracán de sensaciones que lo está desbaratando.

—Puedes tomarme las veces que quieras —balbucea, empujando el culo hacia atrás para lograr más contacto—. Solo yo te puedo servir a ti de esta manera.

—Me encantas, de verdad —contesta, y no se contiene a morderle una nalga, haciéndolo sollozar—. Nadie se iguala a ti.

Enviciado por la sedosidad de su piel, deja otro mordisco directamente en su muslo, pasando después la lengua por el área marcada.

Harry solloza cada vez que los dientes de su novio se clavan en sus piernas, pero sabe cuánto las ama y por ello le permite hacer lo que le plazca con cualquier parte de su cuerpo.

Después de todo, tener a Louis Tomlinson de rodillas no es apto para ninguna mirada, solo para la suya.

—¿Sabes algo? —pregunta el ojiazul, volviendo a separar sus nalgas que ya tienen diversas manchas de color carmín—. Hay que ir a realizarnos exámenes.

—¿Exámenes? —Consigue indagar, al no entender el objetivo de la iniciativa—. ¿Por qué?

—Solo un chequeo de rutina para confirmar que estamos libres de infecciones —explica, antes de presionar su pulgar en la sensible entrada que todavía anhela más de él—. Porque quiero correrme en ti, amor.

Bueno.

El pulso del menor se ha disparado y la sangre a comenzado a bombear con extremo frenesí.

—Sí a todo, sí, sí, sí —Entusiasmado, golpea la mesa de billar con su puño cerrado y deja caer su frente en ella—. Vamos mañana mismo.

Pese a que ellos tiene una relación basada en la exclusividad, no está de más prevenir.

Con el acuerdo sellado y la estipulación de una visita al médico hecha, Louis retoma su actividad, hundiéndose nuevamente entre las mejillas traseras de Harry. Le roba una serie de gimoteos con cada lametón, haciendo que sus nudillos se pongan blancos por la rudeza con la que cierra sus manos y eso solo lo incita a chupar vigorosamente, introduciendo su lengua a un ritmo increíble que lo deja sin aliento.

El pensamiento de añadir un dedo para incrementar la estimulación resulta ser un beneficio doble porque siente que su erección late dolorosamente al instante en que Harry se aprieta con delicia alrededor de su dígito.

Escucha sus murmullos y sus súplicas, está pidiéndole a gritos que no se detenga, así que él cumple con la instrucción, bombeando de adentro hacia afuera con el índice, curvándolo ligeramente para tratar de rozar ese punto débil que pronto lo hará estallar.

Ambos están fuera de sí. Louis está presionando su dedo con empeño, derramando más saliva porque está embelesado con la erótica imagen de sus nudillos desapareciendo al interior de aquel agujero resbaladizo y Harry se encuentra ido, luchando por aplazar tan solo unos segundos más el orgasmo que inevitablemente, ya está tocando a su puerta.

—¡Ah, Louis!

Tras ese gemido que lleva el nombre del amor de su vida incluído, pierde toda capacidad de hablar y sus uñas pintadas de amarillo pastel se encajan en el recubrimiento verde de la mesa, dejando líneas visibles que testimonian la intensidad de su clímax.

Se corre abruptamente, manchando la madera de la mesa y salpicando algunas gotas en el piso de la habitación. Varias lágrimas desbordan por sus cuencas, creando un rastro de llanto en sus mejillas que ni siquiera es relevante porque no indica tristeza o malestar.

Es puro placer.

Justo por eso disfruta de cada jodido segundo, respirando por la boca cuando el pitido en sus oídos empieza a ser menos estruendoso y cierra los ojos, regocijándose con los espasmos que le recorren por dentro. Su apariencia externa también es un caos, tiene los labios maltratados gracias a lo mucho que se los mordió, y ni hablar de lo sudados que están sus rizos.

Y mientras la neblina del orgasmo se disipa en él, Louis aprovecha para sacarse la polla, que brilla húmeda en la punta porque él también ambiciona llegar al éxtasis.

Se masturba con codicia, su duro pene ha estado rogando por algún roce desde que el perímetro de la habitación se prendió en el fuego de la lascivia y con el trasero de su porrista a la vista, lleno de mordiscos y marcas bermellón, no le cuesta mucho rozar el clímax.

Su corrida caliente cae sobre las nalgas del rizado y lo oye jadear a medida en que se derrama en ese culo que lo hizo arrodillar. Con eso, reitera que no puede esperar mucho más para follarlo sin preservativo; ambiciona ver cómo su agujero se desborda con todo el semen que pueda ofrecerle.

—No puedo moverme —susurra Harry, extendiendo los brazos que todavía siguen hormigueándole—. Un día vas a matarme, te lo juro.

Louis se recarga en la orilla de la mesa, todavía siente que todo le da vueltas.

—Lo dudo, tú siempre quieres más —sisea, con la voz entrecortada. Aún no recobra la velocidad normal de su respiración—. Eres más descarado que yo.

La somnolencia parece invadir al menor, pero al no poder tirarse a los brazos de Morfeo, se ve forzado a entreabrir los ojos y girar el rostro para observarlo.

—¿Eso es un problema? —inquiere, aplastando una de sus mejillas en la superficie verde.

—Nunca lo sería, ratón. Yo siempre te voy a dar todo lo que me pidas.

—Bueno, entonces levántame, por favor.

El sonido alegre de la risa de Louis llena el entorno, tomándose un rato para asegurarse de que su ropa está perfectamente colocada y que no tiene manchas sospechosas en su traje de baño o camiseta.

Al cerciorarse de que todo se encuentra en orden, se acerca hacia su novio con la disposición de asistirlo, tomando unas servilletas del pequeño mueble bar de la habitación y gentilmente limpia las manchas blancas de su trasero, ayudándolo también a vestirse e incorporarse.

Le pasa los dedos por los tirabuzones de la frente, peinándolo con mucha paciencia antes de pasar otra servilleta por su rostro, eliminando el brillo en su tez y al final se ocupa de retirar cualquier salpicadura en los muebles que pudiera revelar lo que han hecho.

—Maldición, ahora entiendo cuando dijiste que no se escucharía, pero sí se vería —Harry maldice, al contemplar que sus muslos están cubiertos por hematomas de diferentes tamaños—. Excelente, ¿cómo voy a salir sin que parezca que me acabas de comer?

Con una ceja arriba, el castaño lo toma de la mano y como si se tratara de un suave susurro de amor, roba un beso delicado de sus labios.

—Tengo una idea.

Bien, tal vez su elección no fue la más acertada, pues eso de bajar las escaleras a toda prisa sin tener en cuenta que Harry aún siente las piernas como gelatina es un gesto poco considerado por su parte.

Aun así, resulta bastante divertido que, después de atravesar el enorme cancel para salir al jardín trasero, terminen saltando juntos a la piscina, provocando una lluvia de gotas que salpican el césped, previo a reintegrarse alegremente a la bulliciosa fiesta de Niall.

Nadie cuestiona nada, simplemente los invitan a pasar una gran noche en conjunto.

No importa cuánto se esfuercen otras personas por ganarse el amor de uno de ellos, Louis solo tiene espacio para Harry en su corazón, y viceversa.

── •∘°❁°∘• ──

── •∘°❁°∘• ──

hiii besties! ♥︎  aquí les dejo el capítulo, espero que lo disfruten un montón. nos leemos pronto, les amo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro