❁; capítulo seis
—Así que trataste de hacer una playera... —Louis musita, revoloteando lentamente las pestañas mientras analiza el caos de la prenda—. ¿Para qué?
Cabizbajo y con la visión sellada en sus dedos pintados de azul, Harry suspira.
—Porque así los demás sabrán que voy a las prácticas por ti —expresa, al codear discretamente a su otro amigo—. Liam me lo sugirió, ¿verdad?
—Sí, creí que era una buena idea para demostrar apoyo —Ladea los labios con descontento—. Nosotros lo hacemos en los partidos de mi hermano.
—Es un distinto, ¿verdad, Li?
—Distintivo, Hazz.
El crío de ojos verdes asiente, aunque todavía no se ha tomado la molestia de buscar el significado de dicha palabra en el diccionario.
Por el contrario, Louis se rasca la nuca, examinando el desastre de pintura que hay en la mesa de juegos y unas alucinantes ganas de sonreír le golpean de repente.
Tuerce los bordes de la boca, haciendo una especie de mohín que a todas luces, refleja el gusto que le da saber que Harry ha estado trabajando en una sorpresa para él.
Le da una escaneada rápida a la playera, el apellido mal escrito le causa una risa floja que no resuena en la habitación y se cruza de brazos, sin dejar de inspeccionar la tela maltratada.
—No se ve mal, les quedo bonita —farfulla, pasando un dedo por las letras que ya están secas—. Solo les faltó una "n".
—Me di cuenta hasta que la terminamos —sisea el rizado, al sentarse en la orilla de su colchón—. Puedes ser honesto, Lou.
—¿Honesto?
—Sí, di que está fea y no me voy a enojar.
De nuevo, pestañea a una velocidad cuestionable y se gira para encararlo, con una mueca de total desacuerdo.
—No está fea, ratón —concede, elevando una ceja—. ¿Por qué lo piensas?
—Liam dijo que lo estaba y yo también lo sé —resopla, inconforme—. No tienes que mentir.
Desconcertado, Louis frunce el entrecejo y enfoca al ojimiel, quien ya lo contempla como si esperara ver el ápice de enfado trazado en sus facciones.
—No me gusta mentir, perdón —Se precipita a decir, antes de ser cuestionado—. Lo siento, pero la verdad es que no nos quedó bien y no quiero que se burlen de Hazz por llevar algo así.
Al final, Liam es un buen amigo que no va a permitir ningún chiste mal intencionado en contra de las personas que aprecia.
Eso es un punto a su favor y por lo tanto, el breve episodio de enojo se barre de las emociones del ojiazul.
Continúa dándole el voto de confianza.
—Bueno, como quiera la intención es lo que cuenta, ¿no? —Intenta animar el triste ambiente—. A mí me gustó, y si no la quieres llevar, no importa, me la quedaré yo.
Harry alza la cara y sus labios se entreabren por el asombro.
—¿La quieres conservar?
—Sí, ¿o planeabas hacer algo con ella?
—No, la verdad es que la iba a tirar —confiesa, al frotarse los nudillos—. ¿Por qué querrías guardarla? Está fea.
—Ya te dije que a mí me gustó —establece, y toma la camiseta, desplegándola por el frente de su torso—. Así que yo la voy a conservar, ¿está bien?
Siendo sincero, el menor no entiende por qué desea tener algo tan horroroso.
El tejido se ha endurecido, al número le han salido grietas y el algodón ha perdido enteramente su suavidad gracias a que reemplazaron la pintura textil por vinílica.
No es la obra de arte esperada, tampoco es lo que quería enseñarle a Louis, pero él se apareció a devolverle un juego de mesa que hace meses le prestó y bueno, así se enteró de su creación fallida.
Y pese a que ya tenía planeado deshacerse de ella, Harry decide que no le arrebatará el propósito a su persona favorita.
—Está bien, puedes quedártela —Se resigna, con un chasquido de lengua—. Solo no se la muestres a nadie, no quiero que se rían de mí.
—Nadie va a reírse de ti —Aquello suena más como un juramento—. A mí me gustaría presumírsela a todo el mundo.
—¡No, está horrible!
—¡A mí si me gusta!
—¡Pero tú apellido está mal!
—¡¿Y eso qué?!
En tanto la corta y amigable disputa se lleva a cabo, Liam se halla intercalando su vista entre un niño y otro.
Sus orbes se entrecierran, meditando acerca del gran lazo que une visiblemente a ese par de amigos y se soba la barbilla, recordando una de las conversaciones que tuvo con su madre la semana pasada.
—Oigan, ¿puedo preguntarles algo? —No sé contiene a mascullar y por una sola vez en la vida, se atreve a interrumpir—. Tengo una duda.
Ambos chiquillos lo voltean a ver, pausando su inocente discusión y se quedan callados para oírle.
—Uhm, a ver —Cuando ya tiene la atención que necesita, el ojimiel murmura—: Ustedes dos son mejores amigos, ¿no?
—Lo somos —resuelve Harry—, ¿por qué?
—¿Desde cuándo?
—Poco más de un año —Ahora, es Louis quien interviene—. ¿Por qué?
Liam crispa los labios, haciendo un rápido recuento a la historia que su mamá le contó sobre cómo se conocieron ella y su papá.
Ellos también eran amigos de la infancia, se querían mucho y cualquier cosa que hicieran el uno por el otro, así saliera mal, la atesoraban muchísimo.
Dadas las circunstancias, había encontrado esa similitud en la bonita amistad de ese dúo y no podía quedarse con la duda que le brotó.
—¿Ustedes van a ser novios cuando sean grandes? —interroga, con una formalidad espeluznante para cualquier pequeñín—. ¿O no?
Y bien, quizá su forma de preguntar no había sido la correcta.
Porque al escucharlo, los rostros de los implicados se deforman con espanto.
Hasta parece que han visto al peor monstruo de la historia; pierden el color de sus mejillas usualmente sonrojadas, la boca se les seca y sus ojos se amplían por el embarazoso cuestionamiento.
—¿De qué estás hablando? —El mayor se atreve a refutar—: ¿Qué mosca te picó?
—Ninguna, Tommo —aclara, descansando las manos en su regazo—. Es que el otro día estaba platicando con mi mamá y ella dijo que cuando conoció a mi papá, tenían más o menos nuestra edad...
—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? —Vuelve a rezongar.
—Bueno, creo que nada, pero me contó como se llevaban y acabo de notar que ustedes son como ellos... —Sintiéndose abochornado por su intromisión, agita la cabeza y se retracta—. Perdón, olvídenlo, no quise ser un chismoso.
—¡No, espera! —En cambio, Harry si se deja manejar por la curiosidad—. ¿Por qué dices que somos como ellos?
Liam inhala, no tiene muchos detalles que contar, pero si tiene algunos fundamentos para avalar su conclusión.
—Pues ella me platicó que siempre estaban juntos, eran mejores amigos y lo siguieron siendo por muchos años hasta que se dieron cuenta de que estaban enamorados.
—... ¿Y qué más?
—Cuando terminaron la universidad se casaron —narra, relajando los hombros—. Tres años después llegó mi hermano y después vine yo.
La bonita historia familiar hace que Harry sonría de a poco.
Le da un vistazo a Louis; éste se ha quedado viendo fijamente las agujetas de sus tenis.
—Eso es muy bonito, Li —Le comparte, recorriéndose en la cama para estar más cerca de él—. Pero Lou y yo no vamos a ser novios, es imposible porque ninguno es una niña.
Como secuela a su razonamiento, cuatro ojos se le clavan encima. De maneras distintas, pero tiene a sus dos amigos escrutándolo paralelamente.
—¿Una niña? —Liam respinga—. No te entendí.
—Es que para ser novios, hay que ser niño y niña, ¿no? —Su interrogante es auténtica y la incredulidad lo acompaña—. Nosotros somos niños, varones...
El mayor siente un remolino en el abdomen que ciertamente, no es igual a los anteriores.
En esta ocasión, no se siente bien.
—Pues yo no sé mucho porque mis papás dijeron que lo hablarían conmigo más adelante —No obstante, Liam continúa—, pero los he oído decir que no está mal que un niño sea novio de otro niño.
—¿No está mal? —El ojiverde de verdad no está entendiendo nada—. ¿Cómo?
—No lo sé, solo lo mencionaron y ya.
Un torrente de preguntas surge en Harry, ahora tiene un millón de dudas que necesita resolver y debe recurrir a su madre en cuanto pueda.
Y Louis inhala, rescatando su tranquilidad porque afortunadamente, sabe que sus padres piensan igual a los de Liam.
Él ya tuvo esa conversación con ellos, fue una explicación muy acorde a su edad y que le hizo entender varias cosas elementales.
Sí, es terriblemente complejo, pero su madre le había dicho que no se preocupara.
El tiempo hablará por sí mismo.
── •∘°❁°∘• ──
Es la quinta vez que Harry exagera un bufido.
Y la verdad es que no está fastidiado, pero es un tipo de juego que tiene con Louis para informarle que no importa cuanto tiempo tarde en acabarse su almuerzo, siempre lo va a esperar.
Ellos se encuentran en una de las bancas del patio principal, viendo como el resto de los estudiantes de diferentes grados abandona el colegio sin ningún tipo de orden, apresurándose por llegar a la salida antes de que exista una acumulación terrible de alumnos en la puerta.
—Ya casi termino, solo me falta mi gelatina —agrega el ojiazul, sacando una cuchara de su lonchera—. ¿Quieres?
—No, gracias —Harry abraza su mochila, acomodándose mejor y recarga su barbilla en ella—. No te aceleres, no quiero que te vayas a ahogar como la última vez.
—Ugh, sí, creí que iba a morir por culpa de una fajita de pollo —Se mofa, al retirar la tapita plastificada del empaque—. ¿Seguro que no quieres? Es de uva.
De reojo, el menor detecta que efectivamente, la gelatina es morada. Con eso confirma que sí es de su sabor favorito y termina asintiendo con lentitud.
Louis le sonríe, acercándole la cuchara a la boca para que también deguste una generosa porción de aquel delicioso postre y él la recibe, relamiéndose los labios después de pasar el bocado.
—Gracias —Se limpia la comisura derecha con el dorso de la mano—. Oye, el sábado iremos a la casa de mi abuela, ¿quieres venir conmigo?
—Uhm... ¿A cuál de las dos vas a ver?
—A la mamá de mi mamá.
—¡Entonces sí! —exclama, moviendo su cubierto de un lado a otro—. Con ella sí voy, porque tú abuelita Romina me da miedo.
—A mí igual, pero te juro que es muy linda cuando está de buenas —constata, a la vez que juega con el cierre de su sudadera deportiva—. Además sí le caes bien.
El castaño difiere con un ademán, él no está tan seguro de eso.
—Me dijo niño latoso y malcriado —repite los adjetivos que le fueron otorgados en el pasado—. Lo del florero fue un accidente, no quise pegarle con el balón.
—Bueno, es que ella nos advirtió que no jugáramos en la sala...
—Y no lo hicimos, pero mi único pase se desvió y sin querer, le di al lugar equivocado.
Al revivir en su mente aquel regaño que recibieron por acabar con la pieza cerámica de su abuela, Harry libera una carcajada estruendosa y hunde el rostro en la parte superior de su mochila con el propósito de atenuar el sonido.
Y en consecuencia, otra sonrisa jovial se apodera de Louis, pues encuentra gran felicidad al ver a su ratón tan risueño por un incidente que él ocasionó.
Le complace enormemente ser una fuente de alegría para él, disfruta provocarle risas y adora ver cómo esos dos lindos hoyuelos adornan sus cachetes cada que algo le causa gracia.
Es algo que podría admirar las veinticuatro horas del día sin cansarse.
—Chicos, ¿nuevamente están aquí hasta tarde? —Una voz femenina irrumpe en la calmada atmósfera que les rodea—. Ya deben retirarse, no pueden quedarse más tiempo.
La profesora Ruth está parada a un costado de la banca. Al parecer, han sobrepasado el límite de minutos que pueden estar dentro de la escuela luego de que el timbre anuncie la salida de clases.
—Oh, sí, lo sentimos —El rizado se disculpa por los dos, descendiendo con un salto del asiento de concreto—. Ya nos vamos, disculpe, maestra.
—¿Sus padres ya los están esperando afuera?
—Sí, la mamá de Lou viene por nosotros —Señala al aludido, previo a colgarse la mochila en los hombros—. Nos vemos mañana.
—Hasta mañana, tengan bonita tarde —Ella dice cordialmente. A ese par lo reconoce porque habitualmente, son de los últimos alumnos en salir—. Vayan con cuidado.
Harry le ofrece una espectacular sonrisa a la profesora, ondeando a su vez la palma en despedida y acto seguido, presiona a Louis con la mirada, en un aviso silencioso de que se apresure a comer su gelatina.
No tardan en recoger la basura que tienen esparcida por la banca, asegurándose de no olvidar nada antes de cargar con todas sus pertenencias y avanzar juntos hacia el portón de salida, donde solo aguarda un guardia junto a un profesor; ambos esperan a que el colegio se vacíe para permitir la entrada al turno vespertino.
—De verdad, tienes que dejar de perder el tiempo a la hora del receso —reprende el menor, y a ciegas, busca sostener la mano ajena—. Siempre somos los últimos en salir.
Sus dedos encajan entre sí y a Louis le retumba el corazón en la caja torácica.
Últimamente, esas sensaciones lo atacan con mayor frecuencia.
—Ya lo sé... —titubea, afianzando el agarre de sus dígitos—. Pero es que a mí me gusta mucho jugar con Zayn y Niall.
—Aún así, debes comer a tus horas —Le reprocha, mirándolo momentáneamente con el ceño fruncido—. Mi papá dice que si no comemos bien cuando debemos, nos podemos enfermar.
—Sí como bien, ¡me terminé lo que me puso mi mamá!
—Pero debes hacerlo cuando estamos en el recreo, no después.
Es claro que Harry siente un instinto protector hacia su mejor amigo que no experimenta con nadie más.
Y Louis lo encuentra demasiado adorable, a veces se le dificulta tomarlo en serio.
No obstante, cuando ve que su mueca se modifica para dar paso a un gesto de aparente enfado, reconoce que no se lo dice en broma.
—Bueno, haré el intento de organizarme mejor para almorzar, ¿sí? —Sus cejas se mueven de forma chistosa, tratando de disuadirlo—. No te enojes, ratón.
—No me enojo —bufa, al entornar los ojos—. Solo hazme caso, ¿sí?
—Lo haré, te lo prometo.
El ojiverde le da el beneficio de la duda, confiando plenamente en su palabra y siguen dando pasos sincronizados hasta que cruzan la puerta alta, dejando atrás la escuela.
El auto de Julieth está aparcado en la esquina más próxima de la institución, ella tiene el vidrio abajo y disfruta de una buena playlist mientras aguarda en el interior a que los querubines aparezcan.
En cuanto los ve, les indica con una seña que se apuren porque ya es hora de irse y la dupla imparable corre hacia el vehículo, anhelando descansar un rato del ajetreado día que tuvieron.
—Mis amores, ¿cómo les fue hoy? —La señora Tomlinson los cuestiona, al momento en que se suben al carro—. ¿Tuvieron un buen día?
—¡Hola, Julieth! —Harry es el primero en contestar. Está acomodando su mochila sobre el tapete—. Muy bien, saqué una B+ en mi clase de lectura.
—Hola, mami —Prosigue Louis, depositando su lonchera en el cómodo asiento—. A mí me pusieron una B en mi dictado.
—Me alegro muchísimo por ambos, que bueno —Les responde con afecto y ajusta la posición del espejo lateral—. ¿Por qué salieron tan tarde? Ya son quince minutos más de la hora normal.
—Es que no encontraba mi cartuchera y al final recordé que la había dejado en el salón de artes... —La excusa es planteada por el infante de ojos cetrinos—. Perdón, fue mi culpa.
Ese pretexto fue ensayado en su cabeza desde que estaban en la banca.
Gracias a su repaso mental del guion, logra convencer fácilmente a Julieth.
—Está bien, no te preocupes, cielo —Estira la correa de su cinturón de seguridad—. Abróchense los cinturones, por favor.
Ellos se dan una mirada secreta, reconociéndose como secuaces de la mentirilla piadosa y el más joven guiña un ojo, porque eso de cubrirse las espaldas es un pilar básico de su amistad.
—Por cierto, mi amor —Antes de arrancar, la mujer toma una bolsa de regalo que trae en el asiento del copiloto—. Pasé a recoger esto.
Louis se muerde la lengua al recibir el obsequio que su madre le entrega, colocándolo sobre sus muslos en tanto se esfuerza por impedir que el sonrojo tiña su piel.
—Gracias... —susurra.
—¡Ay, un regalo! —Como era de estimarse, Harry se emociona al extremo por los dos—. ¡Ábrelo! ¿Qué es?
Su índice se enreda en las asas delgadas, permaneciendo estratégicamente callado por al menos diez segundos.
Luego, le tiende el regalo al ojiverde y se gira hacia la ventana, porque no tiene el valor de observarlo.
—Es para ti.
—¿Para mí? —Confundido, arruga la frente—. Pero no es mí cumpleaños...
—Eso ya lo sé —musita, apenas audible—: Aún así, eso es tuyo.
Sin más explicaciones, el auto inicia su ruta de regreso al fraccionamiento, y el incómodo silencio se desvanece gracias a que Julieth aumenta un poco el volumen de la música.
Harry se humedece el labio superior, inclinándose por explorar el interior de la llamativa bolsa y con cautela, se asoma por la abertura, descubriendo inicialmente una tela similar a la del uniforme de americano.
Oh, Dios.
Al pronosticar el posible contenido del presente, el mundo se le detiene. No tarda en romper los sellos que mantienen cerrado el regalo, lanzando un gritito de felicidad en cuanto confirma que sus sospechas son ciertas.
El obsequio es una playera nueva, con el número y el apellido de Louis estampado en la espalda. Es lindísima a la vista, el tono es divinamente vibrante y las letras amarillas crean el contraste ideal.
Ahora sí, podrá apoyar como se debe a su superhéroe.
Y lo más importante, es que la prenda ha sido elaborada especialmente para él.
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¡Hola, besties! Espero disfruten el capítulo, les mando todo mi amor. ♡ Recuerden que tengo una cuenta de ig dónde suelo interactuar y subir adelantos de los caps, pueden encontrarme como @mtommot91 ♥︎ Nos vemos allá, un besote.
María.
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