❁; capítulo once
Harry siempre se encarga de levantar la mesa cuando la cena termina.
Esa tarde ha sido rápido con su deber, ha colocado todos los trastos sucios en el fregadero y ahora, está sentado en la encimera, esperando a que su madre vuelva a la cocina.
Esa rutina le gusta, pues luego de que su progenitora termina de lavar algún plato o vaso, él se hace responsable de dejarlo totalmente seco al pasarle su paño con estampado de "monsters, inc".
Y aunque la idea de solo dejar la vajilla en el escurridor suena tentadora, él prefiere mil veces pasar el tiempo con la mujer que le dio la vida mientras terminan las tareas del hogar juntos.
—Entonces, Zayn tuvo que comerse una croqueta —Harry relata, plasmando el asco que anteriormente sintió con un gesto—. Casi la escupe, ¡pero al final sí se la comió!
—No, que horror, yo ni loca lo hubiera hecho.
—Es que no tenía opción, ¡era su reto!
Lisa cabecea en desaprobación, tan solo de imaginarlo el estómago se le revuelve.
—¿Y a ti que retos te pusieron? —Le pregunta, al entregarle un par de cucharas que ya pasaron por el proceso de limpieza—. No me digas que también comiste algo que no debías...
—No, mamá, yo solo tuve que pararme de manos, me pintaron un bigote e hicieron que me mantuviera en un solo pie por dos minutos completos —Retira el exceso de agua que hay en los cubiertos y sonríe—. Me divertí mucho, los compañeros de Lou son muy amables.
—¿Te llevaste bien con todos?
—Sí, ¡me trataron genial!
—Me alegra mucho, pimpollo —Ella cierra la llave del agua para enjabonar los últimos trastos que le quedan en la tarja y continúa—: Si te soy sincera, me sentí preocupada cuando te fuiste.
Harry deposita las cucharas ya secas en el porta utensilios y luego observa a su madre.
—¿Por qué? —Se seca las manos húmedas—. No me pasó nada malo.
—Lo sé, mi amor, pero me quedé inquieta porque todos ellos son mayores que tú —Le confiesa, al pasar una y otra vez la esponja sobre un sartén—. No quería que fueran groseros contigo, me dio miedo que te excluyeran o algo similar.
—Eso no pasó, al contrario, siempre fueron muy atentos —Mueve los pies con alegría—. Además, Lou estuvo conmigo todo el tiempo.
—Sí, tu padre me recordó varias veces que Louis también estaba allá y eso me hacía sentir más calmada.
—¡Así es! Él me cuidó e incluso durmió a mi lado porque vimos una película de terror y me asusté.
La señora Styles suspira, mirando de reojo a su pequeño clon.
Ese lazo tan lindo que Harry tiene con Louis, la hace sentir plena.
Conoce muy bien al hijo de los Tomlinson, sabe que ese niño de ojitos azules adora muchísimo a su querubín y se ha dado cuenta de que lo protege como si fuese un muñeco de porcelana.
Algo puro, sin maldad de por medio. Un cariño genuino y una conexión que ni siquiera ella sabe explicar.
—Me da gusto que te la hayas pasado excelente, cielo —retoma, al girar la llave para que el chorro de agua caiga otra vez—. Más tarde le agradeceré a Louis por haberte cuidado.
—Siempre lo hace... —murmura, inflando tiernamente las mejillas—. Jamás deja que me sucedan cosas malas, ¡de verdad es mi superhéroe!
—Sé que lo es, amor.
Harry inhala de forma ruidosa, dedicándose a secar el sartén que ya fue enjuagado con ayuda de su trapo de cocina.
De repente, llega a su mente cierto recuerdo de la pijamada, específicamente aquel momento dónde el mariscal de campo creyó que sería divertido interrogarlo al jugar verdad o reto.
"¿Quién te gusta?"
Bueno, él jamás se había realizado esa pregunta a sí mismo, o al menos no hasta esa noche.
Cuando los del equipo le explicaron a que se referían y mencionaron eso de sentirse atraído por alguna niña, él comenzó a reflexionar sobre el hecho de que nunca ha experimentado un sentimiento que sobrepase los límites de la amistad con las porristas.
Aunque reconoce que todas son muy bonitas y las admira muchísimo por las numerosas cualidades que poseen, nunca las ha visto como algo más que simples amigas; las quiere mucho, ha formado una hermandad fantástica con ellas, pero eso es todo.
Y aún así, después de un complejo análisis, concluyó que tal vez sí existe alguien que logra despertar en él emociones diferentes y curiosamente, no se trata de una de sus numerosas amigas.
Todavía no lo entiende, está muy confundido gracias al montón de pensamientos que últimamente tiene y hasta le cuesta trabajo conciliar el sueño en las noches porque no puede parar de darle vueltas al extraño asunto.
Es consciente de que sus padres son los únicos que pueden ayudarle a encontrar la punta del hilo que ya se enredó en su cabeza, así que debe armarse de valor para resolver las incógnitas.
—Oye, mamá —murmura, al frotarse las palmas en sus muslos cubiertos por mezclilla—. Yo... ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro que sí, pimpollo, lo que sea —Acepta, limpiando las gotas que salpicaron afuera del fregadero—. ¿Qué ocurre?
Harry se muerde el labio con indecisión, sin saber cómo estructurar lo que necesita expresar.
—Pues... es que-, yo... —titubea, intentando contrarrestar un súbito brote de desasosiego—. Verás... Ehm-...
—¡Ya estoy aquí!
Para su buena suerte, un grito masculino le concede unos segundos de ventaja, permitiéndole recuperarse al expulsar una extensa bocanada de aire.
Llámenlo exagerado, pero de verdad siente que el corazón se le va a salir.
Respira lo más hondo que puede, secándose la delgada capa de sudor que se ha acumulado en su frente y una pequeña sonrisa se asoma en su boca al percatarse de que su padre está ingresando a la cocina con un precioso ramo de rosas rojas.
—¡Llegué! —Ben repite el anuncio, mientras se aproxima a su linda familia—. ¿Cómo va todo?
Los pies del menor se balancean de lado a lado, desviando los ojos hacia su paño de Disney y solo escucha aquel chasquido que siempre se genera cuando sus padres se saludan con un beso en los labios.
—Hola, amor —Lisa sonríe en automático. La emoción que le genera ver a su esposo se nota a millas a distancia—. Todo bien, ¿a ti como te fue en el trabajo?
—Fue un día pesado, pero todo excelente —responde con serenidad, antes de dirigirse a su retoño—. ¿Y mí pequeña creación como está?
—Bien, papá. Estábamos terminando de lavar la loza —Le informa al enseñar su trapo mojado y mueve sus cejas de arriba hacia abajo—. Pero dime, ¿esas flores para quién son, eh?
—Oh, ¿hablas de esto? —El hombre finge analizar detenidamente cada una de las rosas—. No lo sé, ¿para quién podrán ser?
—¿Para la mujer más bonita del planeta? —dice, con voz cantarina—. ¿Acaso son para mi mamá?
Ben asiente, botando una risilla nerviosa al notar que Lisa lo está observando y se enternece de inmediato, ya que los pómulos de su amada esposa se han coloreado de rosa.
Eso sucede cada que le lleva algún obsequio sin algún motivo en especial, al menos una vez por semana se aparece con chocolates, flores o alguna tarjeta en la que le recuerda lo mucho que la ama y ella siempre reacciona así.
—Todas tuyas, preciosa.
Lisa recibe el ramo con una dulce sonrisa, tomándolo por el papel decorativo que envuelve los tallos y acerca la punta de su nariz a los pétalos, deleitándose con el delicado aroma que el obsequio emana.
—Muchas gracias —farfulla, al acurrucarse en los brazos de su esposo—. Están hermosas.
Un beso en la frente basta para que el señor Styles le exprese cuánto la adora.
El cariño que los unió desde un principio sigue intacto, dieciocho años juntos no son en vano y Harry agradece internamente la fortaleza que su familia posee.
El ejemplo del verdadero amor lo tiene en casa.
Y a pesar de que jamás interrumpe los bellos momentos que sus padres construyen como la pareja feliz que son, esta vez se ve forzado a hacerlo.
—Oigan... —Sus dedos empiezan a jugar entre sí—. Yo... Uhm, de verdad necesito preguntar algo.
Realmente tiene que resolver la duda que le está quitando el sueño y presiente que es el momento indicado para encontrar una respuesta.
Es ahora o nunca.
—Sí, mi niño, discúlpame —Su progenitora recuerda que anteriormente ya había pedido su atención y se enfoca de nuevo en él—. ¿Qué quieres saber?
—Uhm... A ver —murmura, percibiendo que la garganta se le está secando—. Ustedes... ¿Ustedes cómo supieron que se gustaban?
—¿Nosotros?
—Sí. Papá, ¿cómo supiste que te gustaba mi mamá? —reitera—. Y al revés. Mamá, ¿cómo supiste que te gustaba mi papá?
Hay un breve silencio en dónde Lisa y Ben se miran, aplastando los labios en sonrisas casi imperceptibles.
—Creo que en mi caso fue amor a primera vista —El señor Styles contesta con seguridad—: Ella me flechó desde que la vi en los pasillos de la escuela.
—Yo supe que me gustaba tu padre porque siempre quería estar donde estuviera él, deseaba encontrármelo por todas partes y cuando lo veía, me ponía muy nerviosa.
—¿Eran amigos antes? —cuestiona, al morderse la uña del dedo pulgar
—Sí, nos llevábamos muy bien. Nos dimos cuenta de que teníamos un par de cosas en común y nuestro sentido del humor siempre ha sido similar.
—Entiendo...
—Así es —Lisa suspira y enseguida vuelve a centrarse en su hijo—. ¿Por qué la pregunta, corazón?
Él se relame los labios, encogiéndose frente a las visiones inquisitivas de sus papás.
Las cosas están siendo cada vez más claras para él y eso le aterra de una forma impresionante.
—Es que... Verán, lo he estado pensando mucho... —sisea, apretando con fuerza su paño de cocina—. Y-y creo que a mí me gusta alguien.
Lejos de mostrar una mala cara ante la confesión, ambos adultos sonríen.
—¿De verdad?
—Sí... Eso creo.
—Vaya —Su mamá lo toma de una mano y le acaricia el dorso con el pulgar—. ¿Y se puede saber quién es?
—Uhm, es que no sé —El semblante le cambia gracias a que la preocupación lo agobia—. Para empezar, siento que no está bien que esa persona me guste.
—¿Qué dices? ¿Por qué piensas eso?
Harry resopla, agachando la cabeza.
—Porque creo que no es... Creo que no es normal.
Normal.
Para él, normal es que un niño se sienta atraído por una niña y viceversa.
Por desgracia, él no está adentro de esa regla.
—Hazz, no estamos comprendiendo... ¿Por qué consideras que no es normal?
—Porque yo soy un niño y a mí me debería de gustar una niña, ¿no es así? A mis compañeros les gustan las niñas, sus compañeras de clase —La voz se le quiebra y al pestañear, una primera lágrima rueda por su pómulo—. Ustedes son hombre y mujer, todos los matrimonios son hombre y mujer... Pero, creo que en mi caso no es así.
—Amor, no llores, cálmate —Lisa se inquieta en un dos por tres, no le gusta que su querubín esté tan triste—. ¿Quieres decirnos quién es la persona que te gusta?
Harry se talla los ojos, buscando a toda costa que el llanto se detenga.
Sin embargo, termina lloriqueando con ahínco cuando su padre lo levanta de la encimera y lo carga, brindándole refugio a través de un mimoso abrazo mientras su madre le frota la espalda con suavidad.
—Es Louis —admite en un hipido, escondiendo el rostro en el hombro ajeno—. Eso está mal, él es un niño y yo también.
Ahora, todo es nítido para los Styles.
Lisa y Ben sienten que el corazón se les desgarra al comprender la horrible angustia que su hijo carga.
Reconocen que su niño no debería de estar enfrentando ese trago amargo, y de alguna manera, se pesan con la culpa de no haber hablado con él desde el principio sobre ese tipo de temas.
Fallaron una vez y no lo van a repetir.
—Tranquilo, cariño —Ben musita, meciéndolo lentamente como cuando era un bebé—. No tiene nada de raro y tampoco está mal que sientas algo por Louis, es completamente normal.
—N-no lo es, papá, tú eres hombre... Y a ti te gusta una mujer, así debe de ser, y yo no sé porque me gusta un niño. Pensé que solo me agradaba estar con Lou porque somos mejores amigos, porque me divierto con él y porque siempre me hace reír... —Solloza, sin lograr controlar el flujo constante de sus lágrimas—. Pero también descubrí que hay algo que me hace sentir diferente cada que estoy con él. Además... pienso que es muy bonito.
La señora Styles sube el borde de su boca y discretamente, se limpia una pequeña lágrima.
—No llores, príncipe, no te sientas mal. Todo está bien, no eres diferente al resto por sentir lo que sientes y mucho menos está mal que te guste Lou.
—Es que no sé porqué no me atraen las niñas —replica, y con los ojos hinchados, se incorpora para mirarlos—. ¿De verdad no está mal?
—Por supuesto que no, te lo juro. Perdón por no hablar contigo de estas cosas, pero ahora mismo vamos a explicarte que es lo que está sucediendo aquí adentro —Ella señala hacia el pecho de su querubín, justo a la altura del corazón—. Ya veras que no es nada fuera de lo común.
A Harry le tiemblan los labios y quizá se siente un poquito mejor cuando su padre le da un beso en la mejilla.
Él solo quiere entender porque es distinto a los demás.
── •∘°❁°∘• ──
—A ver... —Julieth revisa nuevamente su lista del supermercado—. Cereal, harina, papel de baño y servilletas. Todo eso ya está... Hay que ir al departamento de frutas, ¿qué vas a querer ésta semana?
Louis encoge los hombros, a decir verdad no le importa mucho lo que le pongan de lunch.
—¿Manzana? —sugiere lo primero que se le viene a la cabeza—. Y durazno, creo.
—Bien, vamos allá entonces —Ella anota los nombres de ambas frutas en su hoja y luego la guarda en su bolso de mano—. ¿Quieres que llevemos un bote de helado?
—Sí, está bien.
De acuerdo, Louis no se encuentra en su mejor momento.
Ha estado decaído, desmotivado y las ganas de quedarse a entrenar han sido nulas desde la semana pasada.
Algo perturba su buen humor, y es probable que la razón esté vinculada al raro distanciamiento que ha sufrido con Harry en los últimos días.
No sabe que ocurrió, no recuerda si dijo algo malo, pero su ratón favorito lo ha estado evitando en el receso, no lo busca y lo evade cuando se cruzan por coincidencia en el patio.
El trayecto escolar se ha vuelto muy complicado, el intercambio de palabras ha desaparecido, limitándose a un simple saludo y la pesadez del camino se ha hecho evidente.
Incluso al finalizar las clases, la rutina ha cambiado drásticamente.
Harry ya no aguarda por él, ya no espera a que se termine el almuerzo que no se comió a la hora del recreo y simplemente se adelanta para subirse al auto antes.
Louis lleva dos semanas así y siente que el mundo se le está cayendo a pedazos.
Y bueno, él tampoco ha tomado la iniciativa de preguntarle que es lo que ocurre, no ha querido ser insistente porque tras una conversación con Zayn, decidió que lo ideal sería darle su espacio.
En el fondo, tiene fe de que esto solo sea una mala racha en su amistad.
—Mira, amor, ¿quieres llevar de las galletas que te gustan?
Su madre para de empujar el carrito, interrumpiendo su hábito de sobrepensar todo con una pregunta que lo hace aterrizar.
—No, no se me antojan —contesta, metiendo ambas manos al bolsillo delantero de su hoodie naranja—. ¿Aún nos falta mucho? Quiero ir a casa.
—Tenemos que ir por tu fruta, por leche, mantequilla y pollo —anuncia, advirtiendo el gesto abatido que su hijo tiene—. ¿Te sientes mal?
—No, mamá, es que ya me aburrí.
Julieth tuerce la boca.
El instinto maternal jamás le falla y la preocupación por el declive emocional de su hijo va en aumento.
—Hay que darnos prisa y después vayamos por una hamburguesa, ¿qué te parece?
—... ¿De McDonald's?
—Claro que sí.
Louis sonríe débilmente al asentir, nunca le dirá que no a una comida de su establecimiento favorito.
—Bien, sí —accede, en un suspiro—. Quiero una de pollo.
—La que tu quieras, corazón —Le acomoda el flequillo y luego señala el corredor—. Vamos, ya casi terminamos.
Madre e hijo se trasladan hacia el departamento de productos refrigerados, apreciando los elevados estantes a su alrededor mientras se entretienen con las conversaciones de quienes repasan meticulosamente sus listas de compras para no pasar por alto ningún artículo.
Una vez llegan al área designada, Julieth detiene el carrito y extrae su propia lista, repasando con atención los elementos que debe adquirir en ese sector del supermercado.
Mientras tanto, Louis escanea el perímetro, leyendo los precios escritos en los letreros hasta que su vista se concentra en la figura de un niño que fisgonea en el refrigerador de lácteos, como si estuviera en busca de algo específico en su interior.
Sorpresa.
Le es fácil reconocer de quién se trata, no cualquiera es dueño de una linda cabellera ondulada.
—Mamá... Ahí está Harry.
La señora Tomlinson voltea hacia el sitio señalado y confirma que el hijo de los Styles se encuentra a tan solo unos metros de distancia.
Lo intuía, ella tenía la certeza de que algo no estaba bien entre esos dos pequeños, pero desconocía hasta qué punto.
Al ver que ninguno ha saltado de alegría por toparse en el supermercado, repara la magnitud del asunto.
—Ya lo vi, cielo.
—Sí... ¿Puedo ir con él?
—¿Eso quieres?
—Sí.
Julieth reflexiona sobre la idea, insegura de su conveniencia.
Y al vislumbrar la luz que parece iluminar el rostro de Louis, deduce que negarse a dejarlo ir no sería acertado.
—Anda, desde aquí te veo.
La autorización es otorgada y Louis inspira, serenando el ansia que brincotea en su interior.
De tal modo, desecha las dudas provocadas por su propia elección y finalmente se encamina hacia el niño que hasta ese momento no ha advertido su presencia.
Quiere aclarar la situación, quiere saber que fue lo que sucedió y de ser posible, desea con todas sus fuerzas reparar lo que sea que se haya roto.
Puede que el lugar no sea el idóneo, pero decide aprovechar la oportunidad que se le ha presentado para hablar, porque en serio le duele que Harry haya tomado esa actitud de la noche a la mañana y necesita saber el motivo.
Con la firme intención de resolver las cosas, el castaño se detiene a un lado de su mejor amigo, notando de soslayo cómo la brusquedad de su llegada lo espanta.
—Ratón —pronuncia, ofreciéndole una sonrisita simpática—. Hola.
El menor abre los ojos con exageración, alcanzando a suprimir un grito.
—Oh... —farfulla, al sentirse fuera de peligro—. Hola.
—¿Cómo estás? —pregunta, anhelando que la plática tome un curso natural—. ¿Dónde está Lisa?
—Ehm, está allá —Apunta hacia los refrigeradores de la esquina. Su madre ha captado que ya no está solo—. Fue a traer leche y yo vine aquí buscar un yogurt que me gusta.
—¿El que tiene cereal?
—Sí, ese mismo —Regresa la mirada al frigorífico que tiene enfrente—, pero no lo veo.
—Yo tampoco —Le apoya al intentar localizarlo, explorando los diferentes estantes—, creo que no hay.
—No, no hay.
Ante la aparente muerte de la conversación, Louis es sometido por la incertidumbre y el temor paralizante de perder su perfecta amistad con Harry.
Se niega rotundamente a permitir que todo se desmorone.
No dejará que un malentendido los separe y se va a aferrar al timón del barco.
—Oye, Hazz —Comienza a hablar, sin tener un diálogo ensayado—. Yo-...
—¡Espera! —De imprevisto, una pausa le es solicitada—. Antes de que digas algo... Quiero pedirte perdón.
Y, por Dios, eso es algo que el ojiazul no anticipaba.
Incluso ha olvidado por completo lo que tenía que decir.
—Qué... ¿qué cosa?
—Eso. Quiero pedirte disculpas por no hablarte, por no estar contigo y por esconderme de ti —Harry murmura. No se atreve a darle la cara, así que observa directamente al suelo—. Iba a ir a buscarte mañana para decirte que lo siento mucho, pero mejor lo hago ahora.
El mayor separa los labios, moviéndolos un par de veces como si intentara articular palabras, pero no lo hace.
No encuentra los vocablos correctos para expresarse, ni siquiera consigue ordenar sus pensamientos revueltos.
—No tienes que... —balbucea—. No tienes que disculparte.
—Lo tengo que hacer porque me siento muy mal contigo —Por el contrario, el rizado permanece cabizbajo—. Yo no quiero que dejemos de ser amigos, eres mi persona favorita en el mundo.
—Y tu la mía, ratón, lo sabes bien —declara con sinceridad, porque no hay niño en el planeta al que adore más—. Tampoco quiero que dejemos de ser amigos, me he sentido muy triste desde que me dejaste de hablar.
—Lo sé, yo también me sentí así. Perdón, solo estaba... algo confundido.
—¿Confundido? ¿Por qué?
Harry por fin lo observa y con un leve movimiento, curva la esquina derecha de su boca.
—Es que... Creo que te quiero mucho.
—¿Y eso está mal? —Frunce tenuemente el ceño—. Yo también te quiero mucho.
—Ya lo sé, aunque lo mío es diferente.
—¿Diferente?
—Ajá, algo así —Ladea un poco el rostro—. Te lo diré después, ¿sí?
—¿Por qué hasta después?
—Porque es un secreto aún.
Louis hace que las arrugas de su entrecejo se marquen más.
El misterio no le gusta, pero si el ojiverde así lo pide, no tiene opción. Quizás más adelante pueda persuadirlo para obtener respuestas, pero por ahora se resigna a aceptar la situación.
—Uhm, bien —Rueda los ojos y la bruma de la atmósfera se hace menos espesa—. Lo aceptaré, solo si prometes que nunca más te vas a apartar de mí.
—Lo prometo, Lou, nunca más. Discúlpame, por favor.
Eso es lo crucial.
Y sí, el chiquitín de rizos ha recobrado la calma, tanto que puede jurarle por su vida a Louis que eso nunca volverá a suceder.
Sus padres se lo dijeron, y a pesar de que inicialmente le resultó difícil procesar sus sentimientos, ya ha comprendido que no hay nada incorrecto en ellos.
No lo va a arruinar.
Porque si el destino así lo quiere y si todo sigue su curso, tal vez el día de mañana el sol saldrá para ambos.
Es algo increíble que a su corta edad esté pasando por algo así, pero si lo que siente es amor, entonces es amor.
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Escribir este capítulo me puso muy sensible, ayuda. Espero lo hayan disfrutado, bebés, nos leemos pronto. 💘💐 un besote.
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