❁; capítulo ocho
Algunos años después
Harry 10 y Louis 11
Louis lleva quince minutos tratando de hallar su casco.
Ha rastreado su salón de clases, su casillero, el patio de la escuela y ahora se encuentra en los vestidores, revisando hasta por abajo de las bancas. Parece que la protección ha optado por desaparecer misteriosamente de la nada, porque no puede encontrarla en ningún lado.
Lo estresante es que le restan diez minutos para encontrarlo porque el entrenamiento está a punto de comenzar y la ansiedad de no tener su equipo completo, le está arruinando la tarde.
—¿Tommo? —Alcanza a oír que Zayn le llama, seguramente desde el acceso a los vestidores—. ¿Dónde estás?
No se levanta, se niega a pausar su ardua búsqueda y se limita a extender su mano hacia arriba, agitándola con la meta hacerse notar.
—¡Por acá! —exclama, aun mirando debajo de la banca perimetral.
Sus rodillas se deslizan por el frío suelo, realizando un último recorrido visual y lanza un gruñido de molestia al confirmar que tampoco hay nada allí.
Intento número veinte, fallido.
Supone que tal vez tendrá que presentarse a la práctica con el equipo de protección incompleto y no le parece gracioso de ninguna forma. Sabe de sobra que el entrenador lo va a regañar.
—¡Por fin te encontré! —El otro niño parlotea cuando lo halla tumbado en el piso—. Eh... ¿Qué haces? ¿Por qué estás tirado ahí?
Louis resopla al incorporarse, sentándose por encima de sus talones y sonríe sin ganas.
—Estoy buscando mi casco —explica, peinándose el flequillo que se le ha desacomodado—. No lo encuentro y ni siquiera recuerdo dónde lo puse.
—¡Yo tampoco encuentro el mío! —Gracias a la rara coincidencia, las cejas de Zayn ascienden—. Pensé que lo había olvidado aquí, pero ya vi que no.
—... ¿El tuyo tampoco está?
—No.
Su ceño se frunce por inercia, eso es demasiada casualidad.
—¿Crees que alguien del equipo los tenga? —Cruza los brazos, considerando que tal vez se trate de una mala broma.
—Oh, ¡puede ser! —Concuerda con la posible opción y chasquea los dedos—. ¿Quieres que vayamos a preguntar?
—Sí, ¿dónde están?
—La mayoría ya se encuentra en el campo.
—Bueno, hay que ir.
Con la ayuda que le ofrece su amigo al tenderle una mano, Louis se levanta del suelo, sacudiendo las manchas de polvo que le han ensuciado en los pantaloncillos y endereza la espalda, listo para iniciar la investigación de los cascos perdidos.
Salen de los vestidores rumbo a la zona deportiva central, desplazándose por el andador que los guía hacia el césped artificial y en la lejanía, consiguen focalizar a sus compañeros.
Algunos yacen tumbados en el pasto y otro más, juegan a perseguirse entre sí mientras esperan a que el profesor Morgan haga acto de presencia.
—¿Quién crees que los haya tomado? —formula el pequeño de ojos cafés.
Con el labio inferior siendo mordisqueado por sus dientes, Louis se encoge de hombros.
Tiene algunos nombres bailando en su cerebro, pero prefiere cerciorarse y no inculpar a inocentes.
—Podemos preguntarle a Niall —sugiere—, él nos dirá si vio algo.
—¿Sabes? Creo que no será necesario hacer un interrogatorio como en las películas...
—¿Por qué? —Algunos pliegues se forman en su frente—. ¿Ya sabes quién los tiene?
—Lo acabo de averiguar.
Entonces, Louis lleva la vista hacia el sitio que Zayn señala y súbitamente, el cúmulo de desesperación que había percibido al no encontrar su casco, se evapora.
Porque alrededor de la banca destinada a los jugadores, hay dos niños portando las protecciones extraviadas, mientras aprenden como arrojar adecuadamente el balón.
Y en efecto, uno de ellos trae la camiseta que él mandó a fabricar con sus ahorros.
—Así que Harry y Liam fueron los ladrones... —El morocho inhala, aminorando su preocupación—. Debí suponerlo.
—Niall fue su cómplice —complementa, al avistar que el niño rubio es quien les está enseñando a lanzar el ovoide—. Menos mal, por un momento pensé que nos tocaría sermón.
—Lo sé, ¡ya nos salvamos!
El castaño se ríe.
Gracias al hallazgo, se han librado de una reprimenda.
Los dos retoños siguen su camino, incrementando la velocidad de sus pisadas y trotan con agilidad, aproximándose al lugar dónde se desarrollan algunos lanzamientos poco atinados.
—Recuerden que el balón se agarra de esta forma —Niall indica, haciendo la demostración frente a su par de aprendices—. Así es más fácil, ¿bien?
Ambos sujetan las rejillas metálicas del casco, evitando que se les caiga cuando asienten.
—Entendido —Liam dice, muy seguro de sí mismo—. ¿Y luego? ¿Solo lo aventamos y ya?
—Mhn, no. Es que si hay técnica, pero me voy a demorar mucho si la explico y-...
—¡Manos arriba, están rodeados!
¡Oh, no!
Zayn ha adoptado un tono grave al hablar y Louis hace un esfuerzo sobrehumano por no reír, pues la cara de pánico que Niall ha puesto es digna de retratar.
Los tres pequeños son señalados por dos dígitos acusadores, ¿acaso están en problemas? Liam comienza a pensar que sí.
Lejos de sentirse intimidado, Harry decide retirarse la protección de la cabeza con calma y la coloca cuidadosamente sobre la banca. Al hacerlo, revela un encantador desorden en sus rizos, provocado por el confinamiento de su melena.
—¡Lou! —exclama, y sonríe abiertamente al toparse con los orbes de su mejor amigo—. ¡Ya estás aquí!
Posteriormente, el castaño es atrapado por la calidez de un abrazo.
Su torso es rodeado por los delgados brazos del chiquitín que tanto lo quiere, su cuerpo es apretujado con bastante cariño y siendo incapaz de oponer resistencia, termina cediendo al dulce acto, estrechándolo de vuelta con mucha fuerza.
Nunca le negará un apapacho.
—Ratoncito ladrón —Acomoda varios mechones revueltos de su cabellera—. ¿Por qué secuestraste mi casco?
—¡No lo secuestré! Lo tomé prestado —Se separa de su pecho y lo observa con ese gesto de cachorro indefenso que conmueve a los mortales—. ¿Estás enojado?
Madre mía.
Louis no es tan fuerte.
—Mhn, no, no lo estoy —Pone los ojos en blanco al tararear—, pero sí me llevé un buen susto.
—Lo siento, Liam y yo íbamos a devolverlos en cuanto vinieran.
Su compañero de clases lo respalda, moviendo el índice en confirmación.
—Sí, solo los usamos por un ratito —Juguetea con las almohadillas interiores del segundo casco y amablemente, se lo regresa a su dueño—. Este es tuyo, ¿no? Discúlpame por tomarlo sin permiso.
—Uhm, sí... —Zayn titubea, aplastando los dedos en la carcasa exterior del accesorio—. Gracias por devolverlo... Y no te preocupes.
—De acuerdo.
Su torpe forma de actuar no es relevante para Liam, ni siquiera se percata del cambio de color en sus cachetes.
Raro.
—Bueno, ya es hora de prepararnos —Niall da tres aplausos, poniéndole punto final al incómodo ambiente—. ¿Ustedes ya están listos?
—Lo estamos —El pelinegro recupera su serenidad, tomando el balón con el que han estado jugando previamente—. Vamos, el entrenador no debe de tardar.
Louis apoya la idea y antes de partir, se toma un momento especial con su ratón favorito, aquel que siempre confía en sus habilidades para el juego.
En despedida, se inclina hacia él, posando los labios en su frente con gentileza y la acción se transforma en un besito atiborrado de amor. Las pestañas del rizado revolotean con emoción, su sonrisa delata cuanto ama ese tipo de muestras de afecto.
—Ya vengo —Sus iris zafiro resplandecen—, espérame aquí.
—¡Sí, mucha suerte al mejor jugador del planeta!
El noble deseo despierta un remolino en su estómago y por fortuna, esta vez no teme que sea un síntoma de enfermedad.
Su madre le ha dicho que a esa sensación, se le llama "sentir mariposas". Francamente, piensa que al menos un millón de ellas han elegido habitar en su barriga.
Por su bien, Louis elige ignorar el torbellino de aleteos desenfrenados en su interior y se encamina hacia el campo, con unos ojos verdes escoltado atentamente sus zancadas.
Harry está reventando de alegría.
No cualquiera tiene el privilegio de ocupar la banca durante la práctica, desconoce cómo fue que su superhéroe le consiguió tal beneficio, pero ha pasado meses disfrutando de los entrenamientos desde ese rincón exclusivo en compañía de Liam.
Ambos obtuvieron un permiso especial y en la actualidad, se encuentran acomodándose en el asiento, escogiendo el punto desde el cual la perspectiva del espacio es perfecta.
No obstante, el enfoque del ojiverde se desvía cuando nota que un grupo de niñas va entrando a la zona cubierta de césped.
Adivina que son de diferentes grados por la diferencia notable de alturas y lo intrigante de la escena radica en que cada alumna lleva ropa deportiva, más un par de pompones brillantes en ambas manos.
Su atención es encapsulada por los despampanantes flecos metálicos, estos presumen un tono de azul eléctrico y son sacudidos en el aire con una ligereza fenomenal.
—¡Mira eso, Li! —Sus labios forman un gran círculo por el impacto—. ¡Es genial!
—¿Qué cosa? —Recorre la mirada hacia la formación de estudiantes. Sus párpados se extienden—: ¡Ah, entonces es verdad!
—... ¿Qué es verdad?
—¡Que los jaguares ya tienen porristas oficiales!
El menor pestañea, atónito.
—Son... ¿Son sus animadoras? —inquiere, demasiado impresionado.
—Así es, oí rumores de que iban a formar el grupo y por lo que veo sí lo hicieron.
—Ah... Vaya, eso es... Que bien.
No agrega ni una sílaba más, parece que se ha pasmado.
A causa de su escueta reacción, Liam sospecha que la aparición del nuevo grupo de porristas no le gusta y, sin embargo, esa suposición es incorrecta.
Harry no está decaído, únicamente ha sido hipnotizado por la gracia de los pompones que se ondean frente a él.
── •∘°❁°∘• ──
—¿Vas a decirme que traes ahí?
—¡No, primero cierra los ojos!
Louis exhala con un suspiro pesado.
A pesar de su reciente aversión hacia las sorpresas, se esfuerza por ser considerado con su mejor amigo, luchando tenazmente para ocultar cualquier rastro de disgusto que pueda asomarse en su rostro.
—¿No puedes sacar lo que viene en la bolsa y ya? —Vuelve a indagar, con la cabeza ladeada hacia la derecha. Cree que ser tierno puede funcionar—. Por favor, ¿sí?
Su lindo acto es invalidado, pues Harry niega y mantiene el dedo en el renglón.
Él no le mostrara el contenido si no cumple con la petición hecha.
—Cierra los ojos y te enseño —repite, al alzar dramáticamente la barbilla—. Si no, nunca lo sabrás.
—Hazz, por favor...
—¡Solo confía en mí! —Sacude la bolsa como método de persuasión—. Será rápido.
Honestamente, el mayor anhela estampar la frente contra la pared de su recámara.
Se contiene, porque no quiere ser el responsable de explotar la burbuja de ilusión en la que Harry está flotando.
—Cinco segundos...
—¡No, diez! —Infla las mejillas y sus labios se contraen. Luce sumamente adorable—. ¿Sí?
Qué manera de negociar.
Las molestas mariposas en su abdomen no lo dejan pensar.
—¿De verdad es necesario? —Se talla la piel del codo con sus uñas cortas—. ¿No podemos hacer una excepción?
—Ya te dije que no —Mantiene su firmeza, no dará el brazo el torcer—. ¡Te va a gustar, lo juro!
Louis no es una persona fácil de convencer, pero nuevamente reconoce que ha caído en esas eficaces tácticas de convencimiento.
Emana un resoplido largo, entrelazando los brazos por arriba de su pecho y acata la orden, bajando los párpados para cubrir sus ojos.
—Listo —avisa, clavándose un colmillo en la lengua—. Diez segundos.
Harry se sumerge en la locura cuando el tiempo comienza a correr.
Con un tirón rápido, desgarra la bolsa de plástico que trajo consigo, deshaciendo el nudo superior en su apuro, y se concentra exclusivamente en extraer los vibrantes pompones amarillos que le llegaron esa misma mañana por paquetería.
Los sujeta por la agarradera, agitándolos con viveza para que las tiras se desplieguen y enseguida, los acerca a la cara de Louis, esperando ansiosamente que su propio entusiasmo sea contagioso.
—¡Ta-da! —vitorea, sin cesar las sacudidas de los pompones—. ¡Mira!
El ojiazul retrocede unos centímetros, sintiendo un cosquilleo incómodo en sus mejillas y cuando abre los ojos, su ceño se frunce en automático.
Tiene un revoltijo de flecos coloridos danzando en libertad a la altura de su rostro.
—¿Y esto qué es? —cuestiona, arrugando su pequeña nariz.
—¡Mi mamá me los pidió por internet! —Menea todavía más las manos, haciendo que las cintas metálicas continúen bailando de lado a lado—. Son para apoyarte en tus partidos.
—En mis... ¿En mis partidos?
—¡Claro! —parlotea con júbilo, pero sus brazos caen bruscamente al notar la indiscutible ausencia de alegría en el otro—. ¿No te gustaron?
Louis se encuentra inmóvil, sus extremidades se niegan a moverse, y sus facciones permanecen congeladas. Está completamente aturdido, pero el asombro que le acoge no es de manera negativa.
Siente un nudo en la garganta, una urgencia de lágrimas, porque sinceramente no puede comprender cómo Harry logra proporcionarle tanta felicidad.
Tiene un poder extraordinario para elevar su ánimo de formas que le resultan inexplicables y es tan abrumador que no sabe cómo exteriorizar su plenitud.
Una vez más, reafirma que lo adora más que a nadie.
—Por supuesto que sí me gustaron —Al fin puede murmurar. La voz le tiembla levemente—. Son bonitos.
El menor rescata su sonrisa, balanceando otra vez el fabuloso material de porrista que le han comprado en una página web.
—Los pedí especialmente para apoyarte a ti —Alza los brazos y mueve los flecos por encima de su cabeza—. Puede que ya tengan un equipo de animadoras, ¡pero yo soy tu porrista personal!
Y lo es.
Nadie podría reemplazarlo.
—Eres increíble, ratón —enuncia, con las palpitaciones de su corazón desorbitadas—. Muchas gracias por esto.
—No hay de qué, Lou —El chiquillo da una vuelta en las puntas de sus pies, colocándose las manos en la cintura—. Dime, ¿qué apellido tiene mi playera.
—Tomlinson —decreta con satisfacción—. El mío.
—Exacto —Produce un sonido al tronar la lengua en el paladar y hace un gracioso guiño de ojo—. Nadie me quitará el puesto, ¡yo soy tu fan número uno!
Louis respira profundo, lleno de dudas sobre si realmente merece tanto apoyo.
Acaban de asignarle la posición de guardia ofensivo, y aunque es un puesto valioso, sabe aún le queda mucho sendero por recorrer.
Sin embargo, ahora cuenta con un motivo de peso que lo impulsa a convertirse en el mejor jugador del equipo.
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¡Hola, besties! Espero que hayan disfrutado esta actualización y gracias por los 20k de leídas ♥︎
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