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❁; capítulo diez

Algunos otoños más tarde
Harry 13 y Louis 14

Es sábado por la tarde.

La habitación de Niall se encuentra repleta de niños, casi todos sus compañeros de americano están ahí, comiendo pizza, jugando videojuegos y pasando un buen rato como recompensa a la victoria que se llevaron la semana pasada en el último partido de la temporada escolar.

Lograron su cometido, hicieron un trabajo fenomenal en el campo, el duro entrenamiento rindió frutos y los cosecharon al colocar el trofeo ganado en la vitrina principal del colegio.

Otro marcador a su favor.

Y una pijamada siempre será la mejor manera de celebrar los triunfos.

—Oye, Ni, ¿podemos hacer palomitas? —Uno de los tantos niños pregunta, al alzar los tres paquetes que ha traído para compartir—: Son sabor a mantequilla.

—¡Claro! —El pequeñín rubio responde, abandonando su cómodo sillón puff—. ¿Quieren que baje a prepararlas de una vez?

Algunos de sus compañeros afirman y otros más solo se adaptan al voto de mayoría.

—¿Tienes salsa picante?

—Sí, también la traeré —Su sonrisa aumenta de tamaño y recibe los tres empaques de palomitas—. Creo que también subiré más jugos, ¿alguien quiere otro?

—¡Yo!

—¡Yo también!

—¡Acá queremos dos!

Niall hace un rápido conteo de las manos alzadas y se fija el recordatorio mental de al menos subir siete jugos individuales.

—No voy a poder con todo —susurra, más para sí mismo que para el resto.

Ahora que lo piensa, tiene que cargar con tres tazones de palomitas calientes y los siete zumos de diferentes sabores que ni siquiera se dará a la tarea de escoger, porque en ese momento ha decidido que los tomará aleatoriamente.

De todos modos, los chicos están muy sumidos en el videojuego, ni siquiera van a rezongar si les toca un sabor que no les gusta.

—Ni, ¿quieres que te acompañe? —Louis se ofrece, porque al parecer es el único que escucha su plegaria—. Te ayudo a subir las cosas.

—¡Sí! Muchas gracias, Tommo —responde, con alivio y luego inclina el rostro con duda—. Espera, ¿no quieres que nos esperemos? Ya va a ser tu turno de jugar.

—No, vamos —reafirma, haciéndole una seña a Zayn—. ¿Puedes jugar por mí?

Su amigo le muestra el pulgar arriba, confirmando que su turno será bien utilizado.

—Listo —retoma, esbozando una sonrisa cálida—. Te acompaño.

—¡De acuerdo!

La dupla de niños sale de la recámara y el bullicio al interior del espacio se va haciendo más lejano a medida que bajan por las escaleras.

Tal vez Louis solo estaba buscando un pretexto para escaparse un rato de la convivencia.

La verdad es que se siente aturdido por el ruido, es algo intolerante a los espacios cerrados con mucha gente y no disfruta tener nueve voces taladrándole el tímpano al mismo tiempo.

Sí aceptó ir a la casa de Niall fue porque pensó que podría soportarlo, pero quizá se equivocó. Ya está pensando muy seriamente en llamar a su madre para pedirle que pase por él.

Claro que le gusta reunirse con sus amigos, los aprecia mucho y no puede negar que son graciosos cuando se lo proponen, sin embargo, eso de pasar la noche afuera de su casa no es algo que sea mucho de su agrado.

A menos que, por supuesto, su noche sea compartida con Harry.

Y sí, ese es el verdadero dilema.

Está muy acostumbrado a las pijamadas que hace con él, sus planes son todo lo opuesto a lo que ahora está viviendo en la habitación de su amigo; Louis adora ver películas mientras come algún postre casero que Lisa ha preparado y también ama esos juegos de mesa en los que siempre termina perdiendo por alguna distracción.

Las reuniones con el rizado son diferentes y posiblemente, eso sea lo que está influyendo en su estado de ánimo.

—Bueno, ya está —Niall choca las dos manos en la gran isla de mármol—. ¿Vas a decirme qué te pasa o no?

Louis pestañea con celeridad, recobrando la noción.

Ni siquiera había notado que ya se hallaban en la cocina.

—¿Qué dices? No me ocurre nada —Lo contradice, como si su comportamiento no estuviera hablando por sí solo—. ¿Por qué?

—¿Por qué será? —ironiza, mientras le quita el envoltorio de plástico a los paquetes de botana—. Desde que llegaste actúas raro, no has hablado mucho y estás cediéndole tus turnos en el videojuego a los demás.

—¿Y eso es raro?

—Viniendo de ti, sí.

—¿Qué tiene de malo? —Se recarga en el filo de la barra central y entorna los ojos—. Me divierto más viéndolos jugar.

Oh, ¿en serio? —Curva una ceja retadoramente—. ¿De verdad quieres mentirme a mí?

Bien, Niall es una de las personas más observadoras que conoce.

Es un error quererle ocultar cosas que ya notó.

—Bueno, ya, creo que la pizza me cayó mal —De nuevo, recurre al engaño—. Me duele el estómago.

La excusa no es tan mala, al contrario, es muy creíble.

Su amigo no es tonto, pero le compra el pretexto porque entiende que a cualquiera le puede suceder.

—¿Y por qué no me dijiste? —Aún así, lo interroga—. Puedo pedirle a mi mamá que te haga un té.

—No, no hace falta... Estoy pensando en mejor llamarle a la mía para que venga por mí.

—¿Cómo? —Su tono raya en el descontento—. ¿Ya te quieres ir?

Louis encoge los hombros, en una respuesta poco certera, aunque en el fondo quiere pronunciar un "sí".

El rostro de Niall se torna ligeramente triste cuando comprende su postura, frunce la boca al desanimarse y no tiene más remedio que continuar con su deber, encendiendo el horno de microondas para meter el primer paquete de botana.

El silencio reina en la cocina, solo puede oírse el "pop" de las palomitas junto con el sonido que produce el electrodoméstico mientras está en funcionamiento y ambos niños recargan sus codos en la barra, esperando calmadamente a que los tres minutos que marca la pantalla digital del microondas, terminen.

Están ahí, pasando por una ola de reconfortante sigilo, hasta que el ruido del timbre les perturba la tranquilidad.

—Llaman a tu puerta —El castaño anuncia, en tanto dobla las esquinas de una servilleta que tomó sin permiso—. ¿Todavía falta alguien?

—¡Sí, espera aquí!

Con una prisa irracional, el retoño irlandés se escapa de la cocina, corriendo por el pasillo que lo conduce al acceso principal de la residencia y Louis resopla, aceptando el mandato de quedarse ahí.

El aroma a mantequilla ya inunda el aire, ese exquisito olor provoca que la boca se le haga agua y en cuanto escucha que el horno finaliza con la primera tanda de palomitas, toma la iniciativa de preparar la segunda.

Lo hace, siguiendo los pasos impresos en el empaque y después de presionar los dígitos correspondientes en la botonera, retoma a su labor de realizar papiroflexia con la servilleta.

Se entretiene en el trozo de papel mal doblado, hasta que una risa conocida resuena en el pasillo y cuando dirige la vista hacia la entrada de la cocina, repara que Niall viene de regreso con compañía.

Considera que la vida es bella al ver que Harry acaba de llegar con una mochila colgando en la espalda y con su jirafa de peluche entre los brazos, aquella que le obsequió en su cumpleaños del año pasado.

—¡Ratón! —No se abstiene a saludar con efusividad, las arrugas en sus ojos han aparecido—. ¡Viniste!

Se siente feliz y asombrado a la vez.

Niall nunca mencionó que habría más invitados en la pijamada, él intuyó que solo serían los del equipo de americano y por lo visto, erró en su pensamiento.

El porrista más talentoso del universo acaba de ingresar a la cocina, alegrándole la noche con su repentina aparición.

—¡Sorpresa! —Harry parlotea, rodeando la isla de mármol para llegar a su lado—. No me esperabas, ¡¿verdad?!

La sonrisa del ojiazul se ha quedado congelada, sus comisuras parecen negarse a bajar y siente que no puede oír bien gracias a que siente el monstruoso palpitar de su corazón en los oídos.

Se demora en reaccionar, lo hace hasta que el menor deja su peluche en la superficie pulida y lo abraza, escondiendo el rostro en el espacio de su cuello.

—¡Ya estamos completos! —alega Niall, al reanudar la tarea de hace palomitas—. Hazz, ¿si te dieron permiso para quedarte?

—Sí, vendrán hasta mañana por mí —tararea, sin apartarse de Louis—. Gracias por invitarme, Ni.

—No hay de qué, ¡no podías faltar!

Y aunque Louis está muy alegre por su asistencia, también tiene que ponerle un toque dramático a la traición que sufrió cuando Harry decidió no contarle que había sido invitado a la pijamada.

—¿Por qué no me dijiste que vendrías? —Le pregunta, provocándole cosquillas al picarle los costados del torso.

El pequeño de rizos se retuerce y arroja una risita cantarina.

—¡Es que no sabía si me iban a dar permiso! —murmura, al intentar detener los picoteos en sus costillas—. ¡Lo siento!

—Aún así, ¡pudiste haberlo mencionado!

—¡Ya, perdóname! —exclama, antes de quebrarse en otra carcajada— ¡Basta, por favor!

El ojiazul tiene compasión de su súplica, así que finalmente cesa las desquiciantes cosquillas y lo suelta, sonriendo al contemplar lo rojos que están sus pómulos.

Harry inhala y exhala, recuperando el aspecto decente con el que había arribado a la vivienda mientras se acomoda la mochila.

—Oye, Tommo —Niall cree prudente interrumpir el bonito encuentro. Está sacando el último paquete de palomitas del horno—. ¿Quieres que te traiga el teléfono para que le llames a tu mamá?

Debido a la interrogante Louis plisa el entrecejo, pero enseguida lo suaviza otra vez.

Acaba de recordar la excusa que dio sobre su dolor estomacal.

¿Es creíble si dice que ya se siente bien?

—¿A su mamá? —Previo a cualquier contestación, el ojiverde se adelanta a preguntar—: ¿Por qué?

—Es que no se está sintiendo bien y quiere que vengan por él.

Bien, ahora sí se arrepiente de mentir.

Harry lo está observando con bastante inquietud.

—¿Te sientes mal? —Le toca la mejilla con el dorso de la mano—. ¿Qué te duele?

Louis traga y aprieta los labios.

Ehm... El estómago, un poco, sí —sisea, rascándose la nariz para despistar—. Pero creo que lo puedo tolerar.

—¿De verdad?

—Sí, todo bien —Tose fingidamente. Demasiado mal para su propio gusto—. Niall, te acepto el té.

El rubio entrecierra sus ojos celestes, enarcando una sola ceja y sonríe de medio lado.

Siempre supo que eso iba a suceder cuando Harry llegara.

Muy raro ese cambio de opinión, ¿no?

── •∘°❁°∘• ──

Según Oliver, las pijamadas no son pijamadas si no se juega el famoso "verdad o reto."

Es por eso que todos se encuentran sentados sobre la alfombra que se extiende en la habitación de Niall, mientras toman turnos para preguntar, contestar y cumplir los retos que son impuestos en caso de elegir dicha alternativa.

A Louis le parece de lo más aburrido, pero debe aceptar que enterarse de algunos secretos ajenos, es interesante.

—A ver, Zayn, ¿verdad o reto?

El implicado ladea la cara, analizando veloz ambas alternativas y elige acertadamente—: Verdad.

Hay un bufido comunitario, la mayoría está evadiendo los retos y eso no es divertido.

Sin embargo, no hay reglas impuestas, así que entre dientes lo aceptan.

—Bien. ¿Ya diste tu primer beso?

—No, todavía no —musita con indiferencia.

—¿De verdad no?

—No, aún no —reitera, sin inconvenientes—. Como sea, voy yo.

El juego continúa, pasando por varios de los niños que se hallan en la habitación y por suerte, algunos si eligen retos, aportando risas a la agradable noche.

Eso, hasta que el siguiente turno es de Louis.

—Tommo, ¿verdad o reto?

—Ya hice un reto, ahora quiero verdad —dictamina, porque lo cree justo.

Eso de asomar su cabeza por la ventana y gritar que es un tonto, no fue tan extremo como pensó, pero si vergonzoso.

—Está bien, veamos... —La pausa es necesaria, formar expectativa siempre es fundamental—. ¿Es cierto que le diste un beso a Samantha?

El ceño de Louis se contrae en breve.

Y sin darse cuenta, Harry hace lo mismo, volteando a verle con el signo de interrogación brillando en su frente.

—No, es mentira —refuta—. ¿Quién les dijo eso?

—No importa quien lo dijo, importa si es verdad o no —replica el niño que hizo la cuestión—. Yo los he visto muy juntos estas últimas semanas, ¿o no?

—Pues sí, es mí amiga y nos asignaron una tarea juntos —La línea formada por sus cejas se hace más rígida—. Pero no le di un beso.

Los rumores no son graciosos cuando se está implicado en ellos.

Louis no sabe cómo surgió tal chisme, él jamás se le ha acercado a Sam con otras intenciones. Ni siquiera llama su atención.

No obstante, a Harry se le enroscan las tripas, hay un misterioso revoltijo en su interior y esa sensación tan rara que se desata por una razón desconocida, lo confunde.

Se talla por atrás de la oreja, disfrazando la incomodidad con comezón y se humedece los labios, observando hacia el closet que parece ser lo suficientemente interesante para distraerlo.

¿Por qué de repente se siente así de extraño?

Lo piensa. Una, dos y tres veces.

Quizá se siente triste porque Louis no le contó sobre su nueva amistad con Samantha, él no tenía conocimiento de que se hicieron muy unidos en el salón de clases.

Sí, tal vez teme perder a su mejor amigo, no quiere que nadie ocupe su lugar, no desea ser reemplazado y sustituido.

Esa es la teoría más sensata que desarrolla en su cabeza, puede ser la justificación correcta para su impensada reacción.

—Hazz, vas tú.

Agita sus pestañas, mirando a uno de los jugadores al procesar que la ronda siguiente es suya.

—¿Yo?

—Ajá, ¿verdad o reto?

Todos lo están mirando, incluso Louis se ha girado hacia él.

No pretende hacer nada embarazoso y por lo tanto, se guía hacia la vía sencilla.

—Verdad —contesta, apretando su peluche de jirafa con los dedos.

Contrario a lo que sucedió con Zayn, no hay resoplidos de insatisfacción.

—De acuerdo, veamos... —El actual mariscal de campo sonríe y mueve las cejas de forma sugerente—. ¿Quién de tus amigas porristas te parece más linda?

Harry exhala con tranquilidad, esa es una pregunta realmente sencilla de responder.

—Pues... Yo creo que todas son muy bonitas, no puedo elegir solo a una.

—¡Oh, vamos! Debe de haber alguna que te guste, ¿no?

—... ¿Qué me guste?

—¡Sí! Una que te atraiga por su forma de ser, que te guste estar con ella, que te haga sentir diferente —Otro niño del grupo aporta—. Todas pueden ser bonitas, pero debe existir alguna que te ponga de nervios, ¿no?

Curiosamente, aquella descripción coincide con una persona en específico y no se trata de ninguna de sus compañeras.

De hecho, ni siquiera es una niña la que causa ese tipo de sensaciones en él.

—No, ninguna me gusta —No entra en detalles, solo es sensato al hablar—. Lo juro.

—Bueno, de las porristas no, pero dinos, ¿de la escuela, de tu salón o de otro grado?

—¿Uhm?

—Casi todos respondimos, ahora es tu turno de contarnos... ¿Quién te gusta?

Harry abraza a su jirafa, cohibido ante las miradas insistentes de los demás.

No planea soltar un nombre por presión y tampoco cederá a revelar cosas que ni siquiera entiende al cien por ciento. Necesita resolver las incógnitas en su cabeza y eso no lo hará ahí.

—Lo siento, pero esas son dos preguntas —resuelve, con inteligencia—, yo solo debía responder una verdad y ya lo hice, todas mis amigas son bonitas.

De esa forma, invalida la segunda interrogante realizada y deja con un gesto de inconformidad al mariscal de campo.

Por otro lado, Louis le regala una sonrisa complaciente, orgulloso de su forma tan sabia de contestar; aunque estuvo a punto de intervenir, su ratón logró evadir un tema controversial sin ayuda.

Y sí, como Harry es muy listo, en sus siguientes turnos solo elige reto.

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¡Hi, besties! ♥︎ espero estén disfrutando la fic, les mando un besote, gracias por leer.

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