❁; capítulo dieciséis
Louis está malditamente enojado consigo mismo.
Sus estrategias en el juego son estrictamente estudiadas, siempre evita los accidentes al taclear de forma correcta a los demás y nunca había tenido que recurrir a la enfermería por una jugada mal ejecutada.
Acaba de aprender que siempre hay una primera vez para todo.
Cualquier jugador de americano puede llegar a urgencias por una luxación, es algo que sucede con mucha frecuencia, pero, ¿qué nivel de humillación implica acabar allí sin siquiera haber participado en la primera fracción del partido?
Siete minutos. Apenas pudo disfrutar de siete minutos sobre el campo antes de que un desafortunado incidente lo dejara fuera de juego. Eso de ser arrojado con brutalidad como si fuera un mero costal de papas no era parte del plan y mucho menos pensó terminar con el doloroso recuerdo de un hombro dislocado.
El vendaje que la doctora le ha colocado al inicio de su extremidad es incómodo y le parece horrible que sus acciones se vean limitadas por el estúpido cabestrillo que debe usar para garantizar un avance progresivo en su salud.
La incapacidad de mover completamente su brazo lo está colmando de desesperación, y tiene la sensación de que se avecina una temporada complicada. Es evidente que al estar lastimado, sus prácticas deberán suspenderse durante varias semanas.
Del desafortunado suceso solo logra rescatar el consuelo de que la lesión ha sido en el brazo izquierdo en lugar del derecho, lo cual resulta ser relativamente bueno para él ya que podrá continuar con sus clases sin requerir ayuda externa.
Y gracias a que por fin está pensando con la cabeza fría, se pregunta: ¿Cómo pudo ser tan ingenuo al pensar que podría vencer a la bestia que tenía frente a él?
Era obvio que lo derribaría con solo un dedo, considerando que su complexión nunca ha sido una de las más favorables para este deporte. Louis es delgado, desde pequeño lo ha sido, y a pesar de tener una estatura promedio, fue imprudente compararse con alguien que le supera en más de diez centímetros y posiblemente pesa unos ocho kilos más.
Debe admitir que las cosas se le salieron de control. No fue muy listo al permitir que sus emociones lo arrastraran al vacío, pues su actuación en el juego terminó siendo un auténtico desastre y hasta se volvió el hazmerreír del equipo contrario.
Maravilloso, ¿no?
Por ahora, lo único que puede hacer es seguir las indicaciones médicas, permanecer en el auto hasta que la doctora de la escuela le entregue el pase a sus padres para ir a casa y mantenerse sereno, porque sin duda va a necesitar un montón de paciencia.
Las cosas suenan muy mal en su mente, su estado de ánimo continúa decayendo a medida que los minutos avanzan en el reloj y está a nada de sumirse en la miseria, pero unos golpes en la ventana trasera del automóvil interrumpen su melancólico trance.
—¡Lou! —La voz que proviene de afuera le hace removerse sobre el asiento de piel—. ¡¿Estás bien?!
Bueno, no puede decir que no se ha espantado por el golpeteo en el cristal.
Se toma unos cinco segundos para salir del aturdimiento, parpadeando fugaz al asimilar aquella inesperada presencia y sus labios se separan en cuanto repara que Harry es el responsable del pequeño sobresalto que ha experimentado.
Sí, es el rizado quien se ha presentado en el estacionamiento de la institución, aún llevando consigo uno de sus pompones azules y su uniforme de porrista desaliñado debido a las rutinas que posiblemente ya ha realizado.
Lo que más destaca en él es la mueca que externa la natural preocupación surgida por el contratiempo del partido, esas críticas arrugas que se marcan en su frente hablan por sí solas.
A Louis no le gusta verlo tan alterado por su culpa, así que cuando retira el seguro de la puerta y la abre para descender del vehículo, intenta contrarrestar la notoria perturbación con una sonrisa gigantesca.
Lo malo, es que aquella mirada no se posa en la curva de su boca, sino en el torpe cabestrillo que protege su brazo izquierdo de acciones bruscas.
—¡¿Qué te pasó?! —exclama Harry, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Te fracturaste?
—No me fracturé, solo me disloqué el hombro —declara, intentando transmitir calma—. Todo está bien, ¿vale?
—¿Cómo puedes decir que estás bien? —Cierra los ojos por un instante, dejando escapar un resoplido de angustia—. ¿Sabes lo mucho que me asusté cuando vi que no te levantabas?
—Hazz...
—¡Quise entrar al campo y me lo impidieron! Después pedí permiso para ir a verte a la enfermería, pero la entrenadora no me dejó.
—Era de esperarse, tú eres parte de la base en las pirámides y no puedes irte así como así —argumenta, comprendiendo plenamente el nivel de responsabilidad.
—¡Esto era una emergencia! —puntualiza, al señalar con su pompón brillante el hombro opuesto—. Por eso me tuve que escapar.
Al oírle, Louis inclina el rostro con desconcierto.
—¿Escapaste? —inquiere, solo para reafirmar—: ¿Estás aquí sin permiso?
—Bueno, sí, no me dejaron otra opción —Cruza los brazos, mientras su ceño se contrae con firmeza—. No te preocupes, nadie se percató de que me salí del campo.
—Aún así, sabes que te reprenderán cuando se den cuenta, ¿verdad?
—Lo sé, y no me importa. Yo tenía que asegurarme de que estuvieras bien.
Es claro que a Harry no le interesa el sermón que va a recibir cuando la entrenadora note su ausencia.
En su defensa, antes de desaparecer todavía se encargó de hacer dos rutinas impecables y además, mostró previsión al encomendar a Emilia la tarea de respaldarlo, indicándole que, en caso de preguntas sobre su paradero, informara que se hallaba en el sanitario.
—Ratón, no te metas en líos por cosas así —Louis pide, porque sabe que los regaños por falta de compromiso son desgastantes—. Mis papás estuvieron en el consultorio cuando me atendieron y te juro que no fue grave.
La boca del menor se crispa y exhala con pesadez.
—Quizá no fue grave, pero me asusté.
—Lo sé, lamento mucho haberte espantado —musita, barriendo la yema del pulgar en el pómulo de su novio—. Estoy bien.
El roce cariñoso hace que Harry suavice sus facciones casi de inmediato, y gracias a ese delicado gesto, su intranquilidad disminuye.
En efecto, su novio tiene el poder de hacerle sentir mejor.
—Me alegra saber que no pasó a mayores —expresa con un suspiro de alivio—. Y si te hace sentir mejor, debes saber que ustedes van ganando.
—¡¿De verdad?!
—Sí, van arriba por un touchdown.
Esas si son buenas noticias.
—Creo que tenemos muchas posibilidades de llevarnos el partido, entrenamos muchísimo para hoy.
—Sí, yo también lo creo —tararea, escondiendo sus manos por detrás de la espalda—. Es una lástima que no pudieras terminar el juego.
Louis quiere encogerse de hombros, pero las circunstancias no se lo permiten.
—Sí, tuve mala suerte hoy —Termina quejándose, al ajustarse distraídamente el cabestrillo—. No lo vi venir.
—Mhn, ¿de verdad no lo viste venir?
Bien, ahora Harry está escrutándolo con suspicacia.
Orbes entrecerrados, cabeza ladeada y brazos colocados en forma de jarra.
—Sí... —También estrecha los ojos, sintiéndose algo intimidado—. ¿Por qué me miras así?
—¿Por qué será? —replica, con un toque de sarcasmo—. Yo me di cuenta de que empezaste a jugar muy distraído, Lou.
—No es cierto.
—¿No? Esta vez no le abriste ni un solo hueco a Niall para que pasara.
—Quizá, pero tampoco estuve en el partido mucho tiempo —contrapone, retrocediendo dos pasos y recargándose en la parte trasera del auto—. Me sacaron en el primer cuarto.
Dubitativo, el rizado chasquea la lengua.
—Siempre tienes buenas estrategias desde el arranque —añade, basándose en todo los años que le ha visto jugar—. Además, sueles pensar en tus movimiento antes de hacerlos, pero hoy noté que dejaste de lado la técnica.
Un silencio tenso se instala en el ambiente, ya que el argumento ha dejado a Louis sin palabras.
¿Qué puede decir? Conoce bien a Harry, sabe que su sentido de la percepción es agudo y es muy difícil que algo pase desapercibido para él.
Sin esperanza de negar lo evidente, prefiere concederse unos segundos adicionales y voltear hacia el árbol que tiene a unos metros, como si de repente encontrara fascinante la frondosa copa verde que se extiende en lo alto.
Mientras tanto, Harry golpea el asfalto con el pie, esperando a que Louis sea sincero y le cuente lo que realmente pasó por su cabeza los primeros minutos del partido.
Porque él supone que fue lo que sucedió, pero necesita oírlo para despejar cualquier pensamiento difuso que pueda existir entre ellos.
—A veces me preocupa que me conozcas tan bien —admite, ahogando la risa nerviosa que por poco se le escapa—. ¿Cómo logras captar esas cosas?
—He estado en todos tus entrenamientos y partidos desde que comenzaste —Su semblante de orgullo se mantiene y lo enfatiza al revolotear las pestañas—. ¿Eso no es suficiente para darme cuenta de que algo fue diferente esta vez?
—¿Y qué te imaginas que pudo haber sido?
—No lo sé, por eso estoy preguntando.
Louis lo mira de nuevo, esta vez con una sonrisa ligera y más animada.
—Bueno, descubrí que soy un poco celoso —confiesa sin rodeos, tratando de detener rubor que trepa por la piel de su rostro—. Ridículo, lo sé, pero me desconcentró ver que Ian te guiñó el ojo.
Por supuesto, Harry presentía que ese era el meollo del asunto.
Puede decir que lo intuyó desde que se encontró con él antes de que comenzara el partido.
—A mí también se me hizo extraño, pero ni siquiera le puse atención —Sus brazos caen a los costados de su cuerpo y libera un resuello—. No me agrada.
—A mí tampoco, siempre alardea sobre tonterías sin sentido.
—Además es un irrespetuoso, en el juego anterior vi que trata muy mal a sus compañeros.
Con un leve asentimiento, el castaño refleja su acuerdo.
—Es bueno como jugador —Se repasa la barbilla con la punta de los dedos derechos—. Pero como persona deja mucho que desear.
—Así es —Mueve su cuerpo de atras hacia adelante, balanceándose sobre las puntas de sus pies y los talones—, y yo no creo que valga la pena que te arriesgues por alguien como él.
Otra vez, Harry da justo en el clavo.
En el transcurso de su relación, es natural que se encuentren ante situaciones desconocidas donde ninguno de los dos sabe exactamente qué hacer.
No obstante, ambos continúan aprendiendo y deben seguir trabajando juntos para guiar su noviazgo por el camino correcto.
—En eso tienes razón. Aunque sé que fue mi culpa no estar al cien por ciento enfocado, debo decir que el amigo de Ian tampoco jugó limpio.
—Lo hizo con toda la intención, me dio mucho coraje ver que se estaban riendo de ti.
—Ni me lo recuerdes, a mí también me molestó mucho.
—Por eso quiero pedirte que no caigas en provocaciones —Hace hincapié, al colocarse un poco más cerca de su novio—. No lo vale, seguramente lo hizo para que perdieras la concentración y lo logró, así que de ahora en adelante, le vas a demostrar que sigues siendo el mejor jugador, ¿bien?
Louis sonríe, conmovido por la confianza constante que siempre recibe de su persona favorita.
—¿Es una orden? —inquiere, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—Algo así —Realiza un lindo mohín, antes de pasar los dedos por el flequillo ajeno—. Además, él debería saber que solo me gustas tú, así que si alguna vez pensó en coquetearme en serio, mejor que lo olvide.
—No tendrá oportunidad, porque yo me esforzaré cada día para que siempre elijas estar conmigo.
De algún modo, el menor alcanza a morderse la lengua para no gritar.
Podría derretirse de amor y todo seguiría estando perfectamente bien.
—¿Ya te dije lo mucho que me encantas?
—Uh... Sí, unas cinco veces en todo el día.
—Lo repito una sexta entonces —susurra, con sus narices a punto de rozarse—. Me encantas, amor.
Oh...
Harry ni siquiera registra el apodo que sale de su boca hasta que Louis se aparta de él y lo observa detenidamente.
—¿Me dijiste amor?
—Uhm, sí... —Parece un tanto apenado por haber soltado palabras sin pensar—. ¿Puedo llamarte así? Porque si no te gusta dímelo y no tengo problema, ¡de verdad!
Sin embargo, Louis no luce para nada incómodo.
Contrario a eso, la sensación de alegría se extiende rápidamente en él.
—¿Estás bromeando? —dice, mientras acuna su mejilla sonrojada con la mano—. Claro que no me molesta, yo pensé que a ti no te agradaban los sobrenombres de novios.
—¿Qué no me agradan? —Busca más contacto, como si fuera un cachorro ansioso por el afecto—. Llevas años diciéndome ratón y el día que lo dejes de hacer, me voy a poner a llorar un siglo.
—Bueno, ese te lo puse cuando éramos mejores amigos...
—Eso no ha cambiado, porque tu mismo dijiste que lo seguimos siendo. Así que, si me quieres poner otro apodo bonito, no me molesta.
Y puede que sí, probablemente Louis haya estado reflexionando sobre los sobrenombres comunes para parejas en las últimas semanas, pero ninguno de los que leyó en internet le sonó convincente.
—Bien —Aún así, decide mofarse—: ¿Que opinas de pastelito?
—Tampoco te pases.
—¿Cuchurrumín?
—¡¿Qué?! —Harry estalla en risas, sacudiendo la cabeza con incredulidad—. ¡De ninguna manera!
Eventualmente, él también se carcajea.
—Ugh, que difícil eres... Entonces, creo que también me quedaré con amor.
—... Sí, ese sí me gusta como suena.
Aquellas cuatro letras son suficientes para ambos.
Y al final, el día no parece tan sombrío como aparentaba.
En el campo hay un partido siendo ganado por los jaguares, y en el estacionamiento, hay dos adolescentes enamorados dándose un beso.
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hiiii, besties! 💘 espero que les haya gustado el cap, un poco corto para cerrar muy bonito esta etapa y arrancar con la siguiente en la próxima actualización! 🦋✨️
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