Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❁; capítulo dieciocho

—Yo no sé que demonios les está sucediendo, pero su rendimiento ha bajado.

—Relájate...

—¡No me pidan que me relaje! Hemos perdido tres de los cinco partidos jugados, ¿cómo es que están tan tranquilos?

Un silencio pesado se cierne sobre el equipo de fútbol americano.

Nadie sabe que decir, o quizá prefieren no entrar en disputa con el mariscal de campo que claramente ha perdido un tornillo.

—Oscar, necesitas calmarte —Gracias a Dios, uno de los receptores se atreve interceder por todos—: Estamos haciendo lo que podemos.

—¡Pues no es suficiente! —El muchacho se detiene al centro de las bancas perimetrales del vestidor y se cruza de brazos—. ¿Qué pretenden? ¿Qué nos volvamos un grupo de mediocres?

—No, pero últimamente hemos jugado contra equipos nuevos y apenas estamos notando sus estrategias.

—Por favor, no digas tonterías —rezonga, rodando los ojos con desdén, como si pensara que cualquier justificación es absurda—. Esto es culpa de su incompetencia, ¡lo están echando todo a perder!

La molestia del mariscal invade el vestidor, convirtiéndose en una nube gris que opaca la buena energía del equipo.

Su gesto hosco llena el espacio con una tensión aplastante, pues el coraje de ser derrotado le ha pegado duro en el ego y a su criterio, la excelente reputación que han construido se halla en peligro.

Por otro lado, está el agobio y la presión que sienten los demás jugadores, quienes reflejan a través de sus rostros una notable incomodidad. Es como si la atmósfera misma se volviera más densa, atrapándolos en una neblina de frustración que parece acabar con el poco optimismo del ambiente.

Están atravesando la peor racha de la temporada.

—Jesucristo, creo que se volvió loco —Niall susurra, al reposar la parte posterior de su cabeza en la pared—. No comprendo por qué se pone así.

Después de una larga exhalación, Louis imita la acción, descansando la nuca en el muro mientras escucha que la voz de Oscar continúa de fondo.

—La histeria lo consumió —musita, mirando hacia el plafón roto del techo—. Ya sabes como es.

—Nos está tachando de inútiles —Zayn opina en voz bajita, mientras se entretiene con la rejilla de su casco—. Y hasta logra que dude de mí.

—Creo que nos presiona muchísimo.

—Ni siquiera el entrenador nos regaña así.

La última oración que el irlandés escupe no cumple con las características de un susurro.

Para su desgracia, ninguna otra persona hablaba cuando él soltó su comentario, que, aunque no fue malintencionado, ha provocado una mueca de hostilidad en el mariscal.

—¿Disculpa? —Con una sola ceja arriba, Oscar lo desafía—. Horan, ¿tienes algo que decir?

—Sí, dije que ni siquiera el entrenador nos reprende así —repite con seguridad, sin modificar su propia expresión indiferente y relajada.

—Para tu información, él está igual de decepcionado que yo de todos ustedes.

—Pues ya lo dijeron por allá, estamos haciendo nuestro máximo esfuerzo y tampoco es para que nos hables así.

El chico se ve forzado a reconocer su sorpresa frente a las agallas opuestas.

De hecho, su boca se abre, evidenciando una mezcla de asombro y burla al mismo tiempo.

—A ver, Niall —pronuncia, sonriendo de forma poco amigable—. Ubica tu lugar en el equipo, ¿quieres? Encárgate de ser ágil, porque en el juego pasado perdiste dos pases importantes y eso provocó que el marcador final no nos favoreciera.

La acusación provoca que el ceño del rubio se frunza involuntariamente.

—¿Estás insinuando que la derrota fue mi culpa? —cuestiona, un tanto ofendido.

—No solo tuya, pero si tuviste mucho que ver —Estrecha los ojos y una mueca burlona adquiere protagonismo en su rostro—. Para ser corredor, te he visto muy lento estas semanas.

—Te dije que estaba lastimado de la rodilla...

—¿Y eso importa? Si no eres capaz, buscaremos tu reemplazo.

La advertencia pública provoca una transformación inmediata en el semblante de Niall.

Cuando Louis nota que los labios de su amigo tiemblan a causa de la amenaza, la poca paciencia que ha estado reservando se va por la alcantarilla.

—Oscar, deja de ser tan malditamente odioso —exclama, exasperado por su apática actitud—. No puedes poner un estúpido juego por encima de la salud, ¿es que acaso no conoces la empatía?

Después de que el eco de sus palabras se esfuma, el vestidor entero guarda silencio.

Como era de esperarse, el mariscal lo escruta detenidamente y el resto de sus compañeros se tensan, compartiendo miradas de total incertidumbre.

Ah, debí suponer que saldrías a defender a tu amigo —espeta con un tono de arrogancia apenas disimulado—. ¿Por qué no cierras la boca, Tommo? Tu también estás dejando mucho que desear.

La presuntuosa superioridad que intenta proyectar realmente fastidia a Louis.

—¿Ahora todos somos pésimos jugadores? —inquiere y la ironía se refleja por medio de una sonrisa falsa—. Vaya, debe ser agotador para ti ser el mejor del grupo, ¿no?

—¿Y tú quién te crees? —Le reprocha, recorriéndolo de la cabeza hasta los pies con un vistazo despectivo—. Te han tacleado más veces de las que puedo contar con mis dedos en los últimos dos partidos, no creo que tú opinión valga por ahora.

—Mi opinión vale ahora y siempre, tú solo estás quejándote de nosotros en lugar de proponer soluciones.

—Las soluciones las dará el entrenador, yo me encargo de hacerles entender que todo lo están haciendo mal.

—Bueno, perdón por ser el peor equipo del mundo —Sus párpados se mueven con pereza y conserva una expresión relajada—. Por lo visto, el único que vale la pena eres tú.

La técnica que está usando es sencilla de entender.

Aparentar serenidad y desinterés frente al chico que ya muestra signos de enojo, es la estrategia más inteligente.

—Cuida tus palabras, Tomlinson —Le advierte, al señalarlo con el dedo índice—. No querrás quedarte en la banca por un mes entero, ¿verdad?

—La verdad no me preocupa —Vuelve a sonreír, acompañando el gesto con un encogimiento de hombros—. Esa decisión la debe tomar el entrenador, no tú.

El resoplido del mariscal es audible para todos los presentes. Las arrugas en su entrecejo se remarcan, mientras endereza la espalda para tratar de imponerse con su postura.

Y a pesar de que Louis nunca busca notoriedad mediante disputas triviales, en esta ocasión ha logrado provocar varias expresiones de admiración.

—Bueno, ¿tienes algo más que decir? —Zayn agrega, al colgarse su maleta de entrenamiento en el hombro—. ¿O ya nos podemos ir?

—Hagan lo que quieran —refunfuña Oscar, apretando la mandíbula—. Jódanse.

Después de cargar con su propia maleta deportiva, el chico decide abandonar el vestidor, arrastrando consigo la pesada y opresiva energía que ya estaba afectando a los demás jugadores.

Casi resulta cómico escuchar varios suspiros al unísono, indicando que la mayoría ha soltado el aliento que mantenían retenido.

—Tommo, ahora entiendo porque Harry dice que eres su superhéroe —comenta Niall, al contemplarlo con una faz radiante—. ¡Ahora también eres el mío! Eso fue increíble.

—No hice nada, solo dije la verdad —El castaño responde, deslizando la cremallera de su maleta para cerrarla—. Ese imbécil cree que sembrando miedo va a generar cambios, pero lo único que hace es debilitar al equipo.

—Aún así, no todos tienen el valor de decírselo a la cara.

—¿Eso debería hacerme sentir bien?

—¡Por supuesto!

Louis aplasta los labios, formando una delgada línea con ellos. Sinceramente, él considera que solo ha hecho lo correcto.

No obstante, lo que desconoce es que su pequeña discusión con Oscar ha generado diversos puntos de vista entre sus compañeros, quienes ahora están inmersos en un debate interno acerca de la posibilidad de implementar un gran cambio en el equipo.

Esta medida se proyecta como una promesa de beneficios para todos los involucrados, algo que probablemente les ayude a mejorar a la hora de entrar al campo.

Él no tiene idea, pero quizás, el momento de cambiar su posición en el juego esté más próximo de lo que imagina.

── •∘°❁°∘• ──

—Entonces la entrenadora dijo que nos preparemos y quien lo haga mejor, se quedará con el solo de la rutina.

—¿Habrá un solo esta vez?

—Sí, en el medio tiempo... Como son las eliminatorias, vamos a montar una buena coreografía.

Louis eleva su par de cejas, mientras elige una carta del mazo que sostiene entre sus manos.

—Eso suena bien, ¿ya comenzaste a practicar? —cuestiona, dejando caer la tarjeta sobre el montón que ya se acumula en el colchón.

—No pienso hacerlo —Harry se humedece los labios al ver que el color de la partida ha cambiado—. No voy a aplicar para obtener el solo.

—¿No lo harás?

—No.

—¿Puedo preguntar por qué?

El menor inspira, arrojando un número siete en color rojo a la pila de cartas para respetar el hilo del juego y levanta la mirada hacia su novio, quien ya lo observa con un ápice de sorpresa gracias a la decisión que ha tomado.

—Porque no quiero competir con mis amigas —resuelve con simpleza—. Todas están muy emocionadas por ganarlo y prefiero que alguien de ellas lo consiga.

Mhn... —Los labios del castaño se retuercen en un mohín—. ¿Y a ti no te gustaría ser el porrista principal al menos una vez?

—Claro que me gustaría, pero quiero evitar futuros problemas —Sube y baja los hombros, aparentando poco interés en la idea—. Algunas de las chicas son muy competitivas y siento que se molestan si alguien resalta más.

La frente de Louis se arruga ligeramente, analizando el pensamiento ajeno antes de dirigir sus ojos a las cartas que todavía le restan por jugar.

—Entiendo el punto, pero tú tienes mucho talento, Hazz —Lo alienta, porque cree firmemente en el potencial que siempre ha demostrado—. ¿Vas a privarte de intentarlo?

—No me estoy privando —manifiesta, al tomar un cojín para colocarlo sobre su regazo—. Solo... me estoy deslindando de los altercados que seguramente van a venir en el equipo.

—Pues déjame decirte que estás perdiendo una buena oportunidad de enseñar lo que eres capaz de hacer.

Harry se desliza la lengua por los dientes superiores, sintiendo que su cabeza es invadida por un nuevo dilema y cuando otra tarjeta cae sobre el montón, frunce la boca.

Un suspiro se desliza entre sus labios, sin estar seguro si es una reacción al comodín que ha sido lanzado o a las palabras de su novio.

—¿Tú crees que estoy haciendo mal en no participar? —Se atreve a preguntar, rascándose nerviosamente por detrás de la oreja—. ¿Qué color?

—Amarillo —aclara y después retoma su perspectiva sobre la situación—: Y sí, yo creo que deberías intentarlo, amor, estoy seguro de que sería pan comido para ti.

Uhm... ¿Sabes lo que me dijo la profesora cuándo le dije que no aplicaría?

—¿Qué cosa?

—Que era una lástima, porque ella piensa que puedo obtenerlo si me lo propongo —murmura, examinando cuidadosamente su mazo para no cometer errores en la jugada—. Dijo que mí actitud para animar es única.

—¡Ahí lo tienes! —parlotea, golpeando suavemente el colchón con su palma abierta—. Cualquiera puede verlo, en todas las presentaciones resaltas.

Después de un leve bufido, el rizado se deshace de una carta amarilla con el número dos impreso en ella.

—Siempre estoy atrás —espeta, siendo consciente de su realidad.

—Aún así, siempre tienes la atención de la gradería entera en ti —contrapone y apunta hacia los bonitos pompones azules que permanecen colgados en el perchero—. Eres un gran porrista, tienes muchísima experiencia y yo sé que lo harías fabuloso.

—Emilia me dijo lo mismo que tú, también me trató de convencer para intentarlo —revela, debatiéndose entre lo que considera correcto y lo que realmente desea hacer—. Pero en serio, no necesito líos con las demás.

—Si de verdad son tus amigas, se alegrarán por ti si obtienes el solo —añade de manera acertada, aventando al mismo tiempo una carta más del tono establecido—, así como tú lo celebras cuando ellas logran algo.

Harry permanece callado por unos cuantos segundos, trazando una de las líneas de costura en su edredón con el dedo índice.

Eso es algo muy cierto. Ya sea a través de una enorme sonrisa o con alguna mención verbal llena de sinceridad, él nunca escatima en mostrar su apoyo y alegría por los logros de quienes le rodean.

El altruismo que lo distingue le ha permitido forjar lazos genuinos en su círculo social, siempre es de los primeros en felicitar a sus seres queridos cuando consiguen algo que anhelan y se siente orgulloso de aquellos que han luchado por alcanzar una meta, reconociendo que el esfuerzo de las personas es digno de admiración.

Aunque no todos comparten su misma ideología, la confianza que deposita en sus amigas es ciega y no debería estar anticipando una reacción negativa de su parte.

—Creo que en eso tienes razón —Aplasta el almohadón violeta que reposa sobre sus muslos—. Lo voy a meditar y ya veré que hacer.

—Piénsalo bien, ¿sí? —Con el rostro ligeramente inclinado hacia la izquierda, Louis le otorga su mejor consejo—. Creo que a todos nos emocionaría verte siendo el porrista principal.

—Lo pensaré —dice, previo a depositar su penúltima carta en el manojo central—. Mientras tanto... Uno.

Efectivamente, el terrorífico monosílabo hace que los pestañeos del ojiazul se vuelvan rápidos, como si estuviera tratando de procesar el giro del juego.

—¿Qué?

—Uno, amor —insiste, mordiéndose la punta de la lengua y mostrando la parte trasera de la única tarjeta que le queda por colocar—. Es tú turno.

La boca de Louis se abre con auténtico asombro.

Ni siquiera se dio cuenta del momento exacto en que su ratón se deshizo de todas las cartas que tenía.

—Bien, esto tiene que funcionar —Como estrategia a su favor, opta por arrojar un segundo comodín—. Cambio a color... azul.

—¡Oh por Dios! —vitorea con felicidad, al poner su última tarjeta sobre la pila—. ¡Gané!

Un seis en tono azul corona la montaña de cartas, poniéndole punto final a la partida y el castaño solo puede lamentar la mala suerte que parece perseguirlo en los juegos de mesa.

—No puede ser —exclama, atónito por la espantosa coincidencia—. Te lo juro, tienes pacto con el diablo.

—O tú eres malísimo para este juego —Bromea, festejando con movimientos de manos que simulan un baile—. Tres partidas ganadas, soy el rey.

—Perfecto, no me importa, en el monopoly siempre te gano.

—No es cierto, la última vez gané yo.

—Porque hiciste trampa.

—¡Mentiroso! Yo no hice trampa, ese fuiste tú —refuta, clavando una mirada penetrante para subrayar su acusación—. ¿Tú crees que no me di cuenta de que estabas tomando billetes a escondidas?

—¡¿Yo hice eso?! —Se coloca una mano en el pecho con falso pesar.

—Claro que sí, yo te vi —Pone los ojos en blanco, antes de que su rostro sea iluminado por una sonrisa—. Pero, ¿qué te parece si tratas de vencerme en el scrabble?

—Con gusto.

—Guarda las cartas, voy a traerlo.

Louis también sonríe, curvando las esquinas de los labios con júbilo, pues adora las tardes de juegos que su ratón organiza de vez en cuando para pasar el rato juntos. Es uno de los infinitos momentos especiales que comparten, y aunque él no sea precisamente un experto en la gran mayoría de los juegos, se divierte en demasía.

Sin embargo, está claro que el uno es su enemigo. Tal vez su odio hacia los números ha trascendido, pero solamente le ha ganado dos veces a Harry desde que lo compraron y eso es algo extremadamente vergonzoso.

No tiene argumentos ni fe en la lógica, solo insiste en que todo se reduce a una cruel cuestión de pésima suerte.

De tal forma, el mayor se embarca en la tarea de recoger todas las tarjetas de colores que se han esparcido sobre el edredón, guardándolas ordenadamente en su empaque y en medio de esa labor, su mirada se desvía hacia Harry, quien se encuentra en una situación que él considera cómica.

Su chico está sobre la silla del escritorio, estirándose para alcanzar la caja del scrabble que permanece guardada en lo alto del armario y con la punta de los dedos rozando apenas el borde del cartón.

Tiene el impulso de auxiliarlo, de decirle que él se encarga de bajar el juego, pero la iniciativa desaparece cuando sus ojos añil se posan en un sitio que últimamente no puede ignorar en su campo de visión.

Bueno, Louis sabe que Harry es un muchacho muy atractivo, con una cara angelical y una personalidad que fácilmente encanta a cualquiera que tenga la suerte de conocerlo.

Sin embargo, desde hace un par de meses, ha encontrado varios detalles nuevos que no puede dejar de admirar una y otra vez.

Uno de ellos, es el lindo cuerpo que su novio posee.

Y sí, debería reprenderse a sí mismo por pensar repetidas veces en lo llamativas que son las piernas del porrista, o quizás debería sentirse avergonzado por no poder apartar la mirada de aquel trasero cubierto por los pantalones cortos, pero francamente no percibe ni una pizca de culpa.

Las ideas le revolotean, martirizándolo en gran cantidad de ocasiones y generando que sus pómulos se tiñan de un intenso escarlata, pues a pesar de que acepta estar actuando como un tipo irracional, no puede obligarse a dejar de admirar la belleza física del ojiverde.

O en otro sentido, le resulta imposible resistirse a alabar esos atributos que el ejercicio y la naturaleza le han otorgado con el paso de los años.

—¡Aquí está, solo hay que quitarle el polvo!

Cuando Harry finalmente baja el juego de la parte superior del mueble y vuelve a situarse frente a la cama, él emerge de su trance.

Tiene que mover la cabeza, cerrando los ojos para eliminar cualquier imagen indebida que pueda estar imaginando.

—Sí... —titubea, continuando con su labor de alzar las tarjetas del uno—. Genial.

—Oye, ¿qué tienes?

—Nada, ¿por qué?

—Estás rojo de la cara —Se alerta, depositando el scrabble sobre el colchón—. ¿Te sientes mal?

—No, no, estoy perfecto —responde, apartando la mirada y agitando la palma para refrescarse—. Vamos a jugar.

—Espera, no parece que estés bien —Su gesto emite preocupación mientras se acerca más a él—. ¿Tienes fiebre?

—No, todo está bien, de verdad. Hay que empezar.

Lamentablemente, el menor no se siente convencido, pues el lenguaje corporal opuesto sugiere una cosa diferente.

—¿Me juras que no te duele nada? —Su mano palpa la frente del otro, buscando cualquier rastro de calor febril—. Tienes las mejillas como tomates.

—¡Basta, Harry! —Estalla, girando velozmente la cara para alejarse del contacto—. Ya te dije que estoy bien.

Al oír que su nombre es pronunciado letra por letra, él parpadea despacio y confundido, retira su toque de la piel.

Ugh, está bien... —susurra entre dientes—. Lo siento, no era mi intención causarte molestias.

Lógicamente, Louis se arrepiente casi al instante, lamentando su brusco comportamiento.

Ahora anhela que un colosal piano lo aplaste para acabar con el sufrimiento.

—Yo no... Maldición, discúlpame, ¿sí? —balbucea, bajando la cabeza con arrepentimiento—. Solo... Me siento raro, pero no quise hablarte así de fuerte, perdóname, por favor

—Ya, no te preocupes —Omitiendo el inesperado arrebato, regresa a sentarse en el borde de la cama—. ¿Quieres decirme que es lo que te sucede?

—Sólo si prometes no echarme a patadas de tú casa.

—Por favor, sabes que nunca haría eso.

Louis siempre ha odiado la repentina sequedad que invade su garganta cuando se encuentra en aprietos.

Esta vez no tiene idea de como empezar, su desdichado cerebro ha decidido dejar de trabajar y lo ha hecho preso de un miedo horripilante que no para de picar en sus entrañas.

Ahora más que nunca, necesita mantener la calma y estructurar minuciosamente sus frases. Es obvio que cualquier comentario podría ser malinterpretado hasta el punto de asustar a Harry, y eso es precisamente lo que debe evitar.

—Es que... Iniciaré diciendo que estos días he estado pensando en cosas que quizá no debería —confiesa en volumen bajo, sus yemas barriéndose por las cartas que aún conserva afuera del empaque—. Creo que estoy pasando por una etapa algo confusa.

Una ceja del menor se alza con lentitud y súbitamente, tiene la corazonada de que la charla está por tomar un camino que nunca antes han explorado.

De manera curiosa, no existe ninguna tensión rara en la habitación, ya que solo son dos jóvenes tratando de entender lo que recientemente cruza por sus mentes.

—¿A qué te refieres con etapa confusa? —insiste, buscando confirmar el presentimiento—. Sé claro, Lou.

—Bueno, no es tan sencillo de explicar —Resopla y su rostro se tiñe todavía más del rubor que ya no tiene la intención de ocultar—. Como que... Estoy viviendo el momento más hormonal de mi existencia.

Wow... —Parpadea, comprendiendo con facilidad la fuente de su inquietud—. Tú... ¿Tú estás hablando de algo relacionado al sexo?

—Creo que sí... Sé que es parte de la adolescencia, ¡pero todavía no sé cómo controlarlo! Y no quiero que eso afecte en nuestra relación.

Con eso, Harry comprueba que su intuición ha sido acertada.

En lugar de sentirse incómodo, un escalofrío viaja por su columna vertebral y le proporciona el valor necesario para abrirse al tema sin titubeos ni temores.

—¿No sabes controlarlo? —interroga y sus dedos nerviosos juguetean con el borde de su labio inferior—. ¿Eso quiere decir que tú ya consideraste dar ese paso?

—No lo consideré, ratón, pero a veces te veo y... Bueno, mi mente se vuelve un enredo.

—Sí... Te entiendo a la perfección.

—¿Lo haces?

—Claro, porque a mí me está pasando lo mismo.

Louis finalmente puede respirar con normalidad, sintiendo como si un peso se hubiera borrado de su espalda.

Ah... Eso es... Bien —Los vocablos se le enredan en la lengua—. Mierda, ¿qué debería decir?

—Nada, Lou, no te alteres, es algo normal —El ojiverde suelta una risa corta y le coloca su mano sobre la rodilla—. En la escuela nos han hablado del despertar sexual, del deseo y de los impulsos que a veces tenemos en la pubertad... Supongo que es natural que tengamos ganas de experimentar.

—Ajá...

—Además, sé que en algún momento va a suceder... Cuando estemos listos, ¿no?

—Claro, esto no te lo dije para que te sintieras presionado o algo así —puntualiza, porque su prioridad es preservar la felicidad de su noviazgo—. No es mi objetivo, amor, te prometo que no estoy buscando nada.

—Yo lo sé, relájate —Le ofrece un apretón reconfortante, tratando de disipar su angustia de una vez por todas—. Tal vez suene raro, pero mis papás han platicado conmigo y me han resuelto muchas dudas al respecto, así que este tema no me espanta.

Gracias a su gran entendimiento mutuo, intercambian una leve pero valiosa sonrisa.

—A mí tampoco, mi mamá también habló conmigo sobre todo lo que conlleva el tener relaciones sexuales y creo que gracias a eso, lo he comprendido mucho mejor.

—Sí, es interesante. En cualquier caso, dejemos que las cosas se den por sí solas y el día en que ambos estemos listos para dar ese paso, simplemente ocurrirá.

—Me parece bien.

Ambos asienten en acuerdo, compartiendo el mismo juicio sobre dejar que todo fluya.

El intercambio de la increíble confianza que se tienen siempre será la esencia de su relación.

—Genial, ahora quita esa cara de pánico —Harry acaricia con suavidad el cálido cachete de Louis, buscando eliminar la rigidez en sus facciones—, no es nada malo lo que nos está pasando.

—Lo sé, es que tenía un poco de miedo —admite, y las líneas de su entrecejo parecen suavizarse.

—Calma, amor. Agradezco que me cuentes la verdad, nunca te voy a juzgar.

—Gracias, Hazz, te quiero mucho.

—Y yo a ti —dice con cariño antes de volver rápidamente a su meta de convertirse en el ganador en el scrabble—. ¿Vamos a jugar?

La caja desgastada del juego es puesta en medio de la cama y el castaño se palmea los muslos, listo para darle continuidad a la divertida tarde.

Ahora se siente mucho más tranquilo que antes, porque ya está convencido de que cuando llegue el momento oportuno para los dos, todo se desarrollará naturalmente, sin la necesidad de forzar nada.

Mientras tanto, tendrá que aplacar sus fantasías y sobrevivir a ellas.

── •∘°❁°∘• ──

── •∘°❁°∘• ──

hola, besties! ojalá les guste la actualización de hoy. díganme, ¿les está gustando el ritmo y el desarrollo de la historia? ✨️🫂 porque yo estoy más que contenta con esta fic y quiero agradecerles por el apoyo que le han dado a la historia 🩷

les mando un beso, y les dejo mi instagram por desean seguirme por allá: @mtommot91
les amooooo, nos leemos pronto.🫰🏻

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro