Discutir No Es Tan Malo
Pasó una semana, una semana desde aquel juicio esperando siempre el día del siguiente juicio, un oscuro vacío me llenaba, claro que si no hacía nada hasta estaba pensando agarrar un cuchillo y cortarme el cuello. Pero por el momento no quiero eso, tengo mucho que hacer.
Entonces escuche que me llamaba el policía, estaba aburrido de todo y si hubiera sido por mi ya lo hubiera degollado, pero así demostraría mi culpabilidad y no quiero eso. El policía se acercó a la ventana de mi celda y dijo:
- Tu familia está de visita. - dijo sin importancia alguna abriendo mi celda para que yo pudiera salir.
- De acuerdo, gracias. - dije con tono benevolente, ya estaba aburrido de esto.
Ya me estaba aburriendo a jugar el teatro, todo el día fingiendo para que no me crean culpable, es algo muy molesto. Que suerte que la gente pueda tener imaginación.
Me hizo pasar por unos pasillos, hasta llegar a una gran sala donde se encontraban varias mesas para reuniones. En la mesa del fondo se encontraba mi madre, mi hermana y mi padre.
El policía me arrastró hasta la mesa he hizo que me sentará, para luego este retirarse. Los miré a la cara, estaban tristes como si me vinieran a dar una mala noticia.
- ¿Dónde está Enrique?. - dije preguntando a mi familia algo preocupado.
- Lo llevaron a la comisaría para interrogarlo, creen que él podría ser el culpable. - dijo mi padre mirando hacia abajo.
- ¡Pero no puede ser!, él nunca haría algo así. Él es la persona más amable que he conocido. - dije sorprendido y
con un tono preocupado.
- Lo sé, tampoco tú debes estar aquí. Es demasiado peligroso estar en la cárcel. - dijo mi madre con la voz entrecortada.
- ¡Pero el tampoco merece estar en un lugar así! . - dije yo resignado.
- No lo sabemos, todos los testigos han cambiado de versión. Dicen que Enrique es él culpable y no tú. - dijo mi hermana mirando a otra dirección avergonzada por su respuesta.
- ¿Y por qué cambiaron de versión?. - pregunté yo aún más sorprendido.
- Por la voz de nuestro hermano, tu voz es más delgada que la de él. - dijo mi hermana triste. - Y ese tatuaje que tiene él en su mano, ¡no entiendo porque esto nos pasa!. - dijo sollozando.
- Vamos a salir de está. ¡Lo sé!. - dije reconfortando a mi hermana.
- No lo sabemos. - dijo mi hermana limpiando las pocas lágrimas que salieron de sus ojos. - Los policías creen que es uno de ustedes dos, tú nunca harías algo así. Te conozco de toda la vida, en cambio Enrique...
- ¿Qué está queriendo decir?. - dije yo algo sorprendido, no esperaba realmente esa respuesta.
- ¡No lo ves Victor! . Él acosaba hasta una chica. - hizo una pausa para relajar su respiración. - ¿¡Qué otras cosas más podría hacer!?
- Pero es imposible... - dije yo preocupado.
Hubo un silencio en mi familia, mis padres asintieron lo que dijo mi hermana. Yo en cambio estaba queriendo contener una sonrisa, ¿hermosa familia porque eres tan crédula? .
- Victor vinimos a visitarte. - dijo mi padre rompiendo el silencio. - ¿Cómo estás?.
- Tan bien como se podría esta en un lugar como este. - dije intentando sonar relajado. Odiaba ese lugar.
- Mi pobre hijo... - dijo mi madre. - La gente aquí te trata mal.
- Realmente no, solo me han ignorado, por el momento. - dije en cierto modo era verdad. Pero si me tocaban no iba a reaccionar muy bien.
- Sé que saldrás de aquí muy pronto. - dijo mi hermana. - ¡Confía en nosotros!.
Les vi detenidamente y les sonreí, mi familia es muy tierna cuando se lo propone. Pero no quería sonreír porque mi sonrisa salía muy finjida y si no era la sonrisa por la que me encerraron en primer lugar aquí.
- Ya terminó la hora de la visita. - dijo el policía.
Me levanto y di una última mirada hacia mi familia, estaba devastada, con expresiones de pena extensa. Cuando nos alejamos lo suficiente se me dibujó sin querer una sonrisa.
- Creo que te debe visitar más tu familia. - dijo mirando mi sonrisa.
- Yo también lo creo. - dije aún con una sonrisa.
Llegamos a mi celda, me soltó y cerró la puerta de la celda. Me di la vuelta para ver por la ventana de la celda, estaba bien, todo estaba realmente bien.
Sé qué es malo alegrarse de la mala suerte de un hermano, pero no lo pude evitar. Todo estaba saliendo de acuerdo con mi plan. La gente está en la palma de mi mano, solo lo tengo que cerrar.
Sala de interrogatorios:
No se escuchaba nada, se encontraba un hombre que se veía pequeño en frente de dos hombres de traje que lo penetraban con la mirada, el hombre de ropa casual estaba sudoroso, tenía ambos ojos rojos y su ropa revuelta.
El silencio fue roto por uno de aquellos hombres de traje:
- ¿No tienes explicación?. - dijo con una voz gruesa y pauso. - ¿Cómo sabemos que tú no eres el culpable?.
- Les dije que soy inocente. - dijo el maltrecho hombre, al borde del llanto.
- Todos los testigos culparon a tu hermano porque es muy parecido a ti. - dijo el otro hombre de traje. - ¿No te sientes culpable?.
- Pero yo no soy culpable y mi hermano tampoco lo es.- dijo seguro.
- Entonces, danos una explicación de porqué te tardaste tanto en ir a comprar víveres. - dijo retando al hermano del verdadero asesino. - ¿¡Qué te hace pensar que te vamos a creer!?
- Es que tenía que ver a una persona. - dijo temeroso.
- Y ¿cómo se llama esa persona?. - dijo desafiando a aquel hombre. - ¡Oh no! Pero no nos quieres decir.
- Les dije que no sé su nombre. - dijo en un casi balbuceo.
- Y quien nos prueba que esa persona existe. - dijo aquel hombre con desprecio. - ¡Es una mentira más que dices!.
- Ya les dije que soy inocente. - dijo. - ¿¡Qué otra prueba quieren!?
- Queremos respuestas, pero usted no nos dio ninguna. - dijo hablando tranquilamente.
El silencio inundó otra vez aquella sala, el hombre estaba temblando por la tranquilidad de ese hambiente. El hombre sudoroso, empezó a ver el suelo conteniendo sus lágrimas, hasta que alguien hablo:
- Acabemos con esto. - le dijo él hombre que estaba a su lado. - No va a confesar nada.
Los dos hombres de traje salieron de aquella sala casi vacía, dejando solo a aquel hombre sudoroso. Las lágrimas empezaron a asomar sus mejillas; estaba enojado porque se enamoró de una chica con la cual nunca habló, estaba enojado con él mismo por ser tan estúpido y que en todo ese problema hayan metido a su pobre hermano, el cual nunca mataría ni a una mosca.
Mientras tanto aquel hombre que hacía llamar hermano estaba en su pequeña habitación de cárcel, viendo la ventana con la sonrisa de siempre. Imaginando cosas que nadie quiere vivir, pero él ya las vivió y quiere revivir; tal vez engañar a la gente que conoce no sería tan malo.
Que mal que la traición no se puede oler, ni ver, ni escuchar en el aire. Los ojos son tan ciegos cuando se habla de un traición de alguien cercano. Pobre humano aquel que traicionen de la manera más vil y embustera, porque es el que más sufre al momento de enterarse.
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