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Capítulo único

Yukio caminaba con tranquilidad hacia el árbol que se encontraba en el patio trasero de Kaijo. Allí no había gente que lo molestará al tocar las cuerdas de su preciada guitarra, no le agradaba cuando la gente lo escuchaba tocar, no por el miedo a las burlas o algo así; las melodías que componía eran algo muy personal e importante para él, sentía que aún no estaba listo para mostrarle su música al mundo.

Se sentó en la sombra del árbol y comenzó a tocar las cuerdas de su instrumento, buscando la inspiración para componer una nueva melodía.

Tami observaba al muchacho desde lo alto de la rama del mismo árbol, él nunca notó su presencia, tampoco esperaba que lo hiciera realmente.

La muchacha siempre llevaba consigo un cuaderno un poco gastado, parecía llevar bastante tiempo escribiendo en él. Aunque, la verdad, era que, solo eran letras para las melodías del muchacho que frecuentaba escuchar a escondidas. Ningún músico, había podido inspirarla tanto para escribir como él lo hacía con tan solo tocar unas pocas notas con su guitarra.

No iba a reunir el valor suficiente para hablar con el muchacho de cabellos negros, con el poco tiempo que le quedaba en Kaijo, su padre siempre le advertía; "mantente al margen con las personas, no hagas lazos con los demás sabiendo que los romperás con tu partida".

La joven solo dio un suspiró. De alguna manera, le gustaría que las cosas fueran diferentes.

Kasamatsu terminó de escribir la melodía en su libreta y la muchacha de cabellos rubios acabó de anotar las notas junto con la letra de la canción que tocaba Yukio.

Él se levantó del suelo y se fue caminando hacia su salón correspondiente. Tami se aseguró que él no estuviera cerca para poder bajar del árbol de un salto.

Dio otro suspiró, las clases del instituto eran un poco aburridas, pero era eso o tener clases particulares, para ella, la respuesta era un poco obvia. Así que, con su cuaderno en mano se dirigió a su salón.

En la entrada del aula, la rubia chico con un chico que reconoció rápidamente; era el kohai de Kasamatsu; Kise Ryouta.

— Lo siento. —musitó la joven un tanto atolondrada por el golpe.

Kise la observó un poco curioso, no la había visto nunca por los pasillos de Kaijo, era eso o era que él era muy despistado.

Con el rubio, todo era posible.

— ¡L-Lo siento mucho, no te vi! —balbuceo el muchacho haciendo una reverencia.

— N-No te preocupes,,, —dijo la rubia un poco nerviosa, paso por el lado de Kise para irse, pero el muchacho la tomo fuertemente del brazo.

— Disculpa, ¿me podrías decir tu nombre? —pidió Kise con sus ojos fijos en la joven, quien solo frunció sus labios.

— Satori Tami. —dijo con la mirada fija en el piso. — Me voy, se me hace tarde. —se zafó del agarre de Kise para salir del salón de clases.

No se molesto en preguntar el nombre de Kise.

(...)

Tami llego a su casa, dio un suspiro. Subió a la segunda planta para dejar su mochila en el suelo de su habitación y recostarse en su cama, se quedo mirando el techo durante un rato, pensando en todo lo que había ocurrido ese día.

Dio otro suspiro angustiada, nunca sería capaz de juntar el valor suficiente para hablar con Yukio.

Su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos, le había llegado un mensaje de su padre.

Lo leyó un par de veces, un nudo se hizo en su garganta, cosa que le extraño, nunca le había ocurrido cuando se fue de otras ciudades.

¿Por qué ahora era diferente?

Las lagrimas comenzaron a correr por sus mejillas sin permiso, comenzó a buscar el motivo del porque le dolía el hecho de irse de Tokio.

Y lo primero que se le paso por la mente, fue a Yukio tocando la guitarra debajo de la sombra del árbol. Cayó al suelo de rodillas al darse cuenta de lo que le estaba ocurriendo.

Solo pudo echarse a llorar con más fuerza y maldecirse a sí misma.

Fue algo que no pudo evitar, pero ya no podía hacer nada para contrarrestar sus propios sentimientos.

Se había enamorado de Yukio.

(...)

Luego de preparar su maleta, al día siguiente se arregló como todos los días para ir a Kaijo.

Tenía algo que hacer antes de irse.

Siguió su camino por los pasillos para finalmente llegar al lugar que frecuentaba ella para escuchar tocar a Kasamatsu.

No se iba a acobardar esta vez, era ahora o nunca.

(...)

Kasamatsu dio un suspiro, caminó por los pasillos de Kaijo para llegar a su segundo lugar favorito del instituto, donde suele tocar su guitarra con la seguridad de que nadie lo escuche.

Eso es lo que él cree.

Se sentó en la fría sombra del viejo árbol que solía frecuentar todos los días para crear su música. Pero sintió que se había sentado sobre algo, se levantó para ver qué era lo que había aplastado y se encontró con un cuaderno muy gastado.

Se sorprendió al darse cuenta de lo que eso significaba; alguien más frecuentaba ese lugar.

¿Lo habrán escuchado tocar? ¿Esa persona se lo habrá dicho a alguien?

Tami observaba desde la rama del árbol la reacción de Kasamatsu, esa era su oportunidad para hablar con él antes de irse de Tokio.

Pero... ¿No sería demasiado cruel presentarse, cuando ya al día siguiente se iría?

Tami se encontraba en una pelea interna de si bajar a presentarse o no. En un movimiento en falso, Tami cayó de la seguridad de la rama del árbol.

Y para su mala suerte, cayó encima de Kasamatsu. El rostro de Tami rápidamente se torno rojo por tener la cara de Yukio tan cerca de la suya.

— ¡Y-Y-Y-Y-Yo...L-L-Lo siento mucho! —se disculpó la muchacha, levantándose de encima de Kasamatsu, quien estaba aún más sorprendido por el hecho de que una chica cayera encima suyo en el momento menos esperado.

— No te...preocupes... —murmuró el chico de cabello azabache, observando a Tami con atención. — Ah, lo siento, soy Kasamatsu Yukio. —se presentó el muchacho, hizo una leve reverencia.

Tami se puso roja como un tomate, no daba crédito a lo que estaba viviendo en ese instante.

— S-Satori Tami, u-un gusto, Kasamatsu-kun. —dijo haciendo el mismo gesto que Yukio.

El chico recordó el cuaderno que tenía entre sus manos.

— ¿Es tuyo? —preguntó Kasamatsu acercando la libreta a Tami para que la viera.

Ella negó con la cabeza.

Ten algo más de valor, esta será la última vez que lo verás.

Hizo una reverencia y comenzó a balbucear:

— ¡L-Lo siento de verdad! ¡Y-Yo te he estado escuchando tocar todo este tiempo d-desde la rama del árbol! —cerró los ojos con fuerza— ¡En esa libreta están todas las canciones con letra incluida! —dijo con algo más de valor. Kasamatsu se quedó petrificado, eran demasiadas cosas inesperadas en un solo día.

— ¿Se...lo has dicho a alguien? —fue lo único que pudo pronunciar el muchacho, estaba levemente nervioso por saber la respuesta de la chica.

Ella negó con la cabeza, Kasamatsu dio un suspiro aliviado.

— ¡Yo...Yo me tengo que ir! —dijo la chica huyendo del lugar.

— ¡Oye, espera! —la llamó Kasamatsu, este la persiguió para preguntarle su opinión respecto a su música y el porqué no había dicho nada a nadie del secreto que el guardaba.

Tami se escondió en el baño de mujeres, se encerró en un cubículo para finalmente sentarse en el suelo. Sus manos no paraban de temblar, su corazón latía a mil por minuto, su pecho quemaba de una manera reconfortante.

Era la primera vez en toda su vida que se sentía tan orgullosa de sí misma por decir algo así. Lagrimas empezaron a caer de sus ojos, tenía una mezcla extraña de sentimientos; orgullo, miedo, felicidad, tristeza.

Sobre todo, arrepentimiento; por no haber juntado el valor para hablar con Kasamatsu mucho antes de que tuviera que irse de Japón.

(...)

El tiempo pasó deprisa, Kasamatsu llevaba siempre la libreta de Tami consigo, leía las letras de las melodías que él creó, una y otra vez, le habían fascinado.

Intento buscar a Tami tiempo después de haber leído todo el cuaderno, pero, él nunca notó la existencia de una carta pegada en la última página de la libreta.

Kise se dedicaba a molestar a Kasamatsu como todos los días, esta vez, intento quitarle el cuaderno.

— ¿Qué es eso, senpai? —preguntó el rubio con curiosidad. — ¿Su diario de vida? —Kasamatsu se puso rojo de rabia y lo golpeó en la cabeza.

— Eso no te incumbe, aho. —masculló el muchacho, tomó el cuaderno y lo metió en su mochila con brusquedad.

Un sobre cayó del cuaderno hasta el suelo, Kise recogió el sobre curioso.

— Senpai.

— ¿Que quieres, Kise?

— Se le cayó esto. —dijo mostrándole la carta. Kasamatsu la iba a tomar pero Kise frustró su plan.

— ¡Kise, damela!

— ¡Kasamatsu-senpai ha recibido una carta de amor! —canturreó Kise. Kasamatsu lo pateó fastidiado y le quitó la carta de las manos.

La guardó en su mochila, para leerla después.

(...)

Kasamatsu-kun:

Lo más probable es que yo en estos momentos este lejos de Japón, pero, quería que supieras esto de alguna manera, ya que yo, no iba a juntar el coraje suficiente en tan poco tiempo para decirte en persona lo que voy a plantear en esta carta.

La primera vez que lo escuché tocar, fue el primer día de clases; buscaba un lugar tranquilo para escribir mi poesía, así que, decidí subirme a una rama de un árbol. Ese día estaba bastante desanimada, porque sabía a la perfección que no iba a estar siempre ahí, ya que mi padre cambia de trabajo constantemente, así que no podía adaptarme a ningún lugar.

Pero, ese día, al escucharlo tocar las cuerdas de la guitarra, sentí algo diferente, era una clase de fuego que quemaba de manera especial mi pecho.

¿Cómo se llama esa sensación? La verdad no lo sé, pero solo me daban ganas de escribir.

Aunque sentía que a esas bellas melodías le faltaban algo. Así que, escribí todas las letras que pude imaginar al escuchar su música en este cuaderno.

Quizás no haya podido conocerlo del todo.

Pero, hay algo que si sé.

Tiene un gran corazón.

Normalmente, lo que creamos, es lo que nos define como personas, más que nuestro aspecto.

Somos la música que escuchamos, lo que pensamos, lo que escribimos, lo que soñamos.

No deje que los demás decidan su camino, hágalo por usted mismo, sin importar las criticas, porque dejar las criticas de lado, es crecer.

Espero que, algún día, nuestros caminos se crucen otra vez.

¡Hasta siempre! ¡Muchas gracias por todo!

Con cariño,

Satori Tami.


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