Solitaria.
Psss, oye, despierta.
No había respuesta.
Cara bonita.
Un ronquido.
Cara bonita con un motor en su interior.
Y de un salto la chica de cabello oscuro se despertó.
¿Qué?. Aaaah !!!! Maldita sea que haces en mi habitación... Tu Peri...perado... Lapis trataba de recordar su nombre.
Peridot. Contestó la rubia con los ojos en blanco.
Aah, si eso. Son como las tres de la mañana, ¿Qué haces aquí?.
Tres con quince, oh bueno quería pedirte un favor.
Mañana.
No, ahora.
Aahg bien.
Genial.
Y ¿En que necesitas mi ayuda?.
Acompañame.
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¿por que estamos en la azotea?.
Sólo espera.
La rubia comenzaba a husmear en aquella mochila negra que hace poco colgaba de su espalda.
Cuando dejo todas aquellas herramientas en el suelo la peli azul se percató de algo.
¿son las piezas de un telescopio?.
La de cabello oscuro miro curiosa.
Si, lo tomé de la casa de una victima.
Y todo eso con una sonrisa inocente en su rostro.
¿D..de una victima?.
Oh, si, quiero decir, estaba a punto de retirarme del lugar y lo vi, lo tomé y aquí está.
Lapis le miro algo desconcertada pero pronto olvido todo cuando la rubia le ofreció un pequeño destornillador.
Me ayudarás a armarlo.
La de cabello oscuro miro aquella encantadora sonrisa y de alguna manera sintió un pequeño cosquilleo en su interior.
Imitando la acción de aquella joven, tomó la pequeña herramienta entre sus dedos.
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Habían pasado diez minutos, el telescopio estaba casi completo, sólo faltaban algunos ajustes y todo estaría listo.
La primera en usarlo fue la rubia, quien ni corta ni perezosa dirigió la lente hacia un edificio en particular.
Lapis le miro extrañada.
Pensé que verías las estrellas.
Las estrellas pueden esperar.
¿espías a alguien?.
Si, la víctima que Ágata me ordenó eliminar.
Oh, vaya...
Lapis posó su mirada en el suelo.
Aún no has matado a nadie ¿cierto?.
No, aún no.
Mmm...
La rubia ajustó el telescopio hacia las estrellas y cedió la mira a la de cabellos oscuros.
Lapis quedó asombrada, hacia años que no disfrutaba de algo como esto, recordó con melancolía aquellas noches junto a su madre, mirando las estrellas y bebiendo chocolate caliente hasta quedar dormida.
El calor ajeno sobre sus hombros y espalda le trajo de nuevo hacia el presente.
El peculiar olor a vainilla proveniente de aquella chaqueta de la rubia cubrió sus fosas nasales.
Y continuó disfrutando del momento hasta caer dormida.
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No pensé que te acercarias tan pronto a una persona.
Aquella fina voz ajena llamo su atención.
Lo siento perla, es sólo que necesitaba ayuda, además tu hubieses rechazado mi propuesta de armar el telescopio.
Tienes razón, pero ¿por que ella?.
Peridot miro a la chica de cabellos oscuros recostada en sus piernas, dando leves ronquidos y uno que otro movimiento.
Es sólo que...
Ella siempre me pareció un poco solitaria.
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