La puerta se cierra detrás de mí y un peso gigante se quita de mis hombros.
Me volteo hacia la puerta y me sorprendo al darme cuenta que ya no logro sentir a nadie, ni uno solo de los estudiantes, nada, ya no hay nada.
—Bloquea cualquier poder de afuera, que buena manera de tener privacidad.—digo sin poder evitar tocar la puerta, Adonis chista recostado en la pared, completamente aburrido.—Cuando volvamos a casa necesito rodear todo con esto. Así evitar a las personas de afuera.
—Claro como si fuera posible que él no deje irnos a casa.— se burla y yo ruedo los ojos.
Me giro ignorándolo y observo lo que hay delante de mí.
Unas luces iluminan el oscuro lugar. A pesar de que esperaba un largo pasillo lo que encuentro frente a mí es una escalera en espiral, construida con la misma piedra del colegio.
—Esto no se veía desde afuera. — dice Adonis tratando de ver más allá de los primeros pisos, la poca iluminación no permite ver más que un par de escalones.
—Él la escondió, pero el colegio tiene una torre, una torre que solo él puede ver.
— Brillante. — admite.
—Predecible, como siempre—le respondo y el rubio chico a mi lado bufa ante mi falta de emoción.—Cambiate, no puede verte así.—le digo y él mira su atuendo.
Unos shorts cortos y una camisa con el nombre de una banda vieja, una que ni él conoce pero vio a uno de los estudiantes.
—No planeo verlo, para eso está tu, representante de ambos.
—Él querrá verte. — le digo, Adonis comienza a mover sus brazos bruscamente de lado al lado, queriendo negarse pero sabiendo bien que tengo razon, desaparece resentido.
Bufo al ver la enorme cantidad de escalones.
—No pienso subirlas caminando. — digo pensando en todo lo que tuve que subir desde el comedor.
Doblo mis rodillas tomando impulso antes de saltar y llegar hasta el último piso.
Me mareo un poco cuando mis pies tocan el suelo. Mi vista se pone un poco borrosa y destellos morados aparecen en mi visión.
Analizar el poder de cada uno de los estudiantes realmente me ha agotado.
Me obligo a controlarme. Tomo fuerzas de donde encuentro antes de acercarme a la puerta dorada frente a mí.
Antes de siquiera tocarla esta se abre y todos mis sentidos se ponen alerta.
— Entra. — ordena una voz desde dentro. Me enderezo y tomando valor entro.
Las grandes puertas se cierran detrás de mí, luego de entrar, sin dejarme tiempo para arrepentirme.
Respiro pausadamente unos segundos antes de mirarlo.
La habitación es completamente espeluznante de noche, la única luz proviene de las grandes ventanas detrás del escritorio y una a mí izquierda.
La luz de la luna junto al show de las estrellas es lo único que me deja apreciar las gigantes estanterías llenas de libros antiguos, la mesa llena de papeles con lenguajes incomprensibles y me deja verlo a él.
El director y fundador del colegio Eiren.
Él está dándome la espalda, observa las luces rojas que iluminan el oscuro cielo.
Sus manos están entrelazadas detrás de su espalda. Su claro cabello morado se tiñe con los diferentes colores del cielo.
Camino un poco dentro de la habitación para poder apreciar su perfil.
Sonrío al verlo, tiene un poco más de arrugas que la última vez que lo vi, una ligera barba blanquecina se esparce por su barbilla y sus ojos se notan más apagados de lo normal.
Por mi mente pasan en todos los inconvenientes de los últimos años que él ha tenido que formar parte. Dirigir un colegio durante lo que parecía el comienzo de una guerra entre razas no es algo sencillo.
Realmente su trabajo no es nada fácil.
Me emociono al verlo tan cerca de mí, realmente lo he extrañado.
Abro mi boca para hacérselo saber pero él aparta la mirada del cielo y me mira molesto, sus oscuros ojos empiezan a brillar.
Un dolor intenso se instala en mi cabeza, me quejo al caer de rodillas con mis manos apretando mi cráneo, tratando que el dolor desaparezca.
Grito cerrando mis ojos pero es útil, él ya ha entrado en mi mente.
"Has causado un escándalo"
Su voz resuena por todo los rincones de mi mente, golpeando cada espacio, quemando con cada palabra.
Suelto un suspiro de alivio cuando el dolor desaparece.
Había extrañado verlo, el haber pasado tanto tiempo sin que entrara a mi cabeza había hecho que mi mente no practicara el dejarlo entrar. No recordaba cuanto dolía dejarlo hacerlo.
Noto como de su frente baja una gota de sudor y me doy cuenta lo difícil que le resultó a él entrar.
Eso, por muy estúpido que parezca me hace reír interiormente.
"Prometiste no entrar en mi mente"
Lo reto devolviendole las palabras sin mover mis labios, provocandole un poco de dolor, sin llegar a derribarlo como él hizo conmigo.
"Athea"
Me mira y yo acepto su pelea de miradas.
Nuestras mentes chocan en una terriblemente dolorosa pelea de miradas.
Pero a los segundos lo dejo ganar, sabiendo perfectamente que, aunque no quiera admitirlo, sé que lo que hice puede que no haya sido lo mejor. Bufo mientras me cruzo de brazos.
—Por favor, están exagerando, no he lastimado a nadie. — digo dando la vuelta, caminando hacia un viejo sillón y dejándome caer en él.
—Has aterrorizado a cada uno de los estudiantes.—me dice y yo comienzo a reír, recordando a algunos de los estudiantes que inútilmente querían ayudar a sus compañeros.
Siento una presión dentro de mi cabeza y me quejo, mis manos van a mi cabeza una vez más y mis ojos son obligados a cerrarse por el dolor.
—¡Basta! ¡Está bien! ¡Lo siento! — grito mientras mi cuerpo se retuerce. Pero pronto la presión cesa.
Lo miro furiosa mientras me levanto del sillón pero, como lo esperaba, él me devuelve la mirada del mismo modo.
El director da media vuelta mirando al cielo nuevamente quedándose en silencio por unos eternos diez minutos.
—¿No dirás nada?—pregunto incomodando ante su silencio, me hundo más en el sillón sin poder aguantar un segundo más de silencio, de su silencio.
Sé que está molesto puedo sentir su molestia saliendo de cada poro de su cuerpo, de cada rincón de su mente, pero no me está gritando y eso me aterra.
—No diré nada si ni siquiera muestras tu rostro. — dice y yo me tenso.
Por todo lo que ha pasado había olvidado completamente que decidí poner borrosa mi cara al igual que esconder el color de mi cabello.
Demetrius se voltea, mirándome serio. Esperando que me muestre ante él.
Ruedo los ojos, molesta. Uno de mis pies empieza a moverse de arriba a bajo, mostrando mi ansiedad ante la mención de mi rostro.
Su mirada sigue sobre mí, así que de mala gana hago que mi capucha caiga, dejando mi largo cabello hacer presencia.
Varios mechones morado oscuro se mueven con la brisa del cuarto.
Al hacer uso de mí mun este se ilumina, mostrando un morado neón brillante, si no, parece negro.
Me sigue mirando serio, aun sin estar satisfecho, yo gruño por mis adentros.
Lentamente lo borroso de mi rostro empieza a desaparecer.
Mis rosados labios, mi pequeña nariz, mi largo cuello, mis ojos morado...listo, completamente expuesta ante él. Aunque es mentira y él lo sabe, porque oculto algo.
El director inclina la cabeza, levanta las cejas y se cruza de brazos, incitándome a mostrarlo todo.
Cierro los ojos unos momentos, y un largo suspiro sale de mi boca.
Dejo relucir una cicatriz morada, una cicatriz que va desde mi ceja izquierda, atraviesa mi ojo y llega hasta un poco arriba de la comisura de mi labio, en la parte derecha de mi cara.
Él asiente, satisfecho y yo hago una mueca molesta.
—¿Ahora si hablaras conmigo?—pregunto cruzándome de brazos.
—Si, ya me aburrí con tanta intriga. — Adonis aparece a mi lado, cruzándose de brazos de la misma manera que yo, sentado justo en el sillón de al lado.
Queriendo mostrarse despreocupado y no completamente atemorizado en la presencia de Demetrius.
Adonis siempre lo ha idolatrado, lo admira por su fuerza pero le teme por igual. Siempre trata de mostrarse perfecto ante el, como si tuviera la necesidad de su aprobación todo el tiempo.
—Adonis.—lo saluda el director y él le contesta de la misma manera, ocultando su emoción ante la atención de él.
— Llamaste. — digo, volviendo a la conversación.
El director Lakaios se sienta en su silla, mirándonos a ambos.
—Lo hice, hace ya varios meses. — me reprocha y río por lo bajo.
—Bueno estuvimos ocupados, ya sabes, afuera, en el mundo real, donde aún existen personas que secuestran MUNIS, los torturan y experimentan con ellos antes de matarlos de la peor manera posible.—escupo cada palabra viendo cómo cada una de ella causa más frustración por la parte de Demetrius.—Lamento no contestar antes, entiendo que aquí en tu perfecto colegio las cosas son algo diferentes, ya sabes, lanzas una orden y tienes a todos de rodillas ante ti.
— Athea. — dice y yo bufo, molesta por sentirme culpable por mis palabras, por que así es, me pasé y son consiente.
Soy la estúpida chica que puede controlar a todos pero no puede controlar su lengua.
Odio siempre sentirme así frente a él.
—¿Para que me llamaste?—pregunto cansada de tanta intriga.
Adonis se levanta del sofá y aparece detrás de mí, tomando mis hombros, dándome apoyo pero también listo para pararme en caso de perder el control.
Demetrius cambia su expresión, su molestia desaparece, mostrando preocupación.
—El mundo ha cambiado Athea, hemos vivido en paz con los humanos desde hace casi 100 años. Pero como sabes, aún existen personas allá afuera que buscan acabar con la paz creada, una paz que prende de un hilo desde hace ya mucho tiempo. Personas que juegan con la vida de las demás, que buscan una guerra para tener todo el poder. No puedo protegerlos a todos, no podré hacerlo.
Inconscientemente me transmite imágenes de los casos que investiga, niños, niñas, jóvenes...
Inyecciones, cortadas y sangre.
No tiene que explicarme que es lo que mi mente refleja.
Mis ojos al igual que mi cabello empieza a pispilear, a encenderse al sentir la energía recorriendo en mis venas.
—Él sigue allá afuera Athea. Ha tratado recrear cada procedimiento sin encontrar buenos resultados.
Fotografías en blanco y negro, vídeos...gritos, muchos gritos de niños, niñas.
Todos muertos, todos muertos en manos de él.
Mi piel empieza a picar, mi cuerpo tiembla.
—He tratado, juro que he tratado de encontrarlo, pero cada vez que llego... Ya es tarde.—, su mirada se ensombrece, sus puños se aprietan, Lakaios se levanta, rodea su escritorio y camina hacia mí.—Necesito de tu ayuda, Athea, para encontrarlo, para finalmente pararlo. Lo que te pasó, lo que él te hizo...
Una fotografía borrosa de su rostro invade mi mente.
—¡Basta!—grito y veo morado.
El enojo empieza a recorrer mi cuerpo.
Los recuerdos llegan para destrozarme como cada vez.
Mis manos empiezan a lanzar chispas moradas, mi cuerpo tiembla y mi mente solo lo ve a él, la persona que me convirtió en el monstruo que soy.
Mis ojos se abren, mis iris morados se ponen neón, mi cuerpo empieza a gritar.
Una gran ráfaga de aire me envuelve haciendo volar todo lo de la habitación. Los pisos tiemblan y la ira que siento no me deja parar.
Mi interior grita por los recuerdos, los experimentos, los cortes, la sangre y las agujas.
—¡Athea! ¡Athea! ¡No dejes que te controle, son solo recuerdos, los recuerdos no pueden lastimarte! ¡Vamos Athea! ¡Eres más fuerte que esto!—gritos se escuchan en segundo plano.
Pero mi cuerpo no me hace caso, cada que quiero detenerme las olas de poder se incrementa.
El suelo truena debido al movimiento del piso, los árboles a lo lejos comienzan a desprenderse de sus raíces.
El caos está comenzando y no puedo hacer nada para detenerme.
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