Capítulo 43
Tengo hambre.
Tengo hambre.
Tengo mucha, mucha hambre.
Mis ojos van al viejo reloj arriba de la cabeza de la profesora y me torturo al mirar lo lento que se mueven las manijas.
Llevo haciéndolo desde ya casi media hora, hasta llegar al punto en que tengo que achicar mis ojos para ver claramente que las manejillas, de hecho si se están moviendo y no están caminando para atrás.
La voz de Adonis dentro de mi cabeza me molesta, diciéndome que esta mañana, por no querer despertarme a comer y preferir dormir más, no me dio suficiente tiempo para poder comer todo lo que usualmente mi cuerpo me pide comer.
Tengo hambre, mucha, mucha hambre, tanto que mi brazo empieza a verse apetitoso.
Lo peor es que sé que hay una barra de chocolate dentro de mi mochila.
Lo que sucede es que desde mi comentario de querer ahorcarme en el árbol la profesora se ha empeñado en prestarme más atención en clases, lo que hace que no solo sus ojos viajen a mi cada cierto tiempo, sino que me cuestione sobre lo que habla en clase.
Y, aunque intento con todas mis fuerzas escuchar lo que dice, mis pensamientos sobre lo que están preparando para almuerzo en la cafetería no me deja pensar más que un plan para escapar y comer.
Tengo mucha hambre.
"Demonios no entiendo nada"
Me volteo un poco sobresaltada al escuchar una fuerte voz dentro de mi cabeza, tan fuerte como si me hubiera gritado en el oído.
Al ver al pelirrojo chico sobresaltarse por mi arrebato maldigo, porque me doy cuenta que lo pensó, bastante fuerte y con mucha frustración, pero el lo pensó, no lo dijo.
Mi reacción, al voltearlo a ver tan bruscamente, no solo lo asustó si no lo confunde también.
—¿Tienes un lápiz? He perdido el mío.—invento una excusa, nada creíble y bastante fingida.
El chico frunce un poco el ceño pero asiente, me tiende el que está usando y yo le agradezco.
Me volteo y cierro los ojos, tratando de calmarme, el hambre está quitándome toda la concentración, unos minutos más y no podré ni controlar los pensamientos de todos.
Miro mi hoja, pensando que si completo los ejércitos podré al menos distraerme, pero sin notarlo ya todos están hechos.
Ya los había hecho pensando hace media hora que podría ayudarme a distraerme.
Demonios.
Suspiro mirando el reloj, completamente segura que faltan 5 minutos más que antes.
Así que, desesperada, busco la única forma de distraerme ahora.
—Gracias.—me giro, dándole el lápiz de nuevo a Neo, lápiz que ni necesitaba ni utilicé.
—Puedes quedártelo el resto de la clase si lo necesitas, tengo otro.—dice señalando el que tiene en la mano. Le sonrío y lo apreto en mi mano.
—¿Necesitas ayuda?—pregunto y él levanta la mirada mirándome receloso.— He terminado los míos, no sé si quieres verlos o si quieres que te explique algo.—digo tratando de concentrarme en mis palabras y no en el fuerte aroma que esta entrando por la ventana desde la cocina, que de hecho está en el primer piso pero lo siento tan cerca como si estuvieran en el cuarto.
—¿Por qué?—pregunta, abro y cierro mis ojos, y frunzo el ceño tratando de analizar su pregunta.
—¿Por qué?—pregunto nuevamente.
Neo deja caer el lápiz en su mesa y se recuesta en el respaldo de la silla, cruzándose de brazos.
—¿Por que quieres ayudarme? ¿Qué beneficio te traería?—pregunta y yo lo miro confundida.
Trato de pensar en mis acciones, en lo que dije, como lo dije y lo que hice al hacerlo.
He pasado más de 5 años solo con Adonis, sin tener mucho contacto con las personas a mi alrededor cuando huida de país a país.
Eso a lo que llaman "amigos" o "compañeros" no es algo que tuviera, nunca de hecho, ni cuando era pequeña recuerdo a alguien así.
Aunque bueno antes del sótano no recuerdo mucho.
Así que, cuando digo las cosas lo hago con toda la sinceridad que puedo, son mis sentimientos los que hablan, nunca he hablado de diferente manera, así que, estando aquí, frente a un chico que desconfía de mí, no entiendo que hice mal para recibir su respuesta a la defensiva.
—¿Beneficio? ¿Cuándo ofreces ayuda es por que quieres algo a cambio?—pregunto genuinamente confundida.
Por algún motivo a mi mente viene Lakaios, el me ayudó, siempre lo hizo, ¿el quiere algo a cambio? Yo no lo he dado más que problemas y el continua ayudándome, ¿será que tengo que preguntarle si quiere algo de mí?
—No yo...—mi mirada vuelve a los rojos ojos de Neo, noto que ha suavizado su mirada, como si pudiera ver mi clara confusión.—Lo siento yo...no lo sé, desde que entraste al colegio has actuado como que no necesitas a nadie, y cuando hablas, es como si subestimaras a todos. Como si...
—Buscara obtener algo de todos.—digo asintiendo, tratando de procesar su lógica.—No yo...lo siento, no he...ya sabes podido relacionarme con gente desde hace mucho así que, no se realmente como se habla con las personas para que no crean que yo...así—le digo.
Miro mis manos sobre que he puesto en el respaldo de mi silla, miro el morado cristal en mi anillo notando que tiene un brillo más opaco que de costumbre.
—Lo...siento.—Neo se remueve en su asiento incomodo, como si no esperara una conversación así conmigo.—No entiendo muy bien la tres.—dice señalándola.—No soy muy bueno con las combinaciones de los muns.—dice rascando un poco su cabeza, haciendo una mueca avergonzada.
Me giro y tomo mi hoja, miro que la maestra está ayudando a una chica cerca de la puerta así que me giro nuevamente hacia Neo.
—Mira, estas en la página equivocada.—le digo señalando su libro de texto, lo miro pidiendo permiso, el asiente, así que lo giro un poco para mover las páginas.
Cuando mis ojos leen "los cuatro elementos originales y sus variaciones" sonrío y lo giro ante él.
—En la pregunta tres quieren saber sobre las variaciones de los dos elementos más peligrosos según...—hago una mueca.—Bueno según el libro, no te pregunta por todos, no quieren que lo copies, quieren saber cuales son las partículas que lograron que dos elementos tan incompatibles como el hielo y el fuego lograron crear una como mutación de ambos. A pesar de que el libro te den algunos indicios, si esperan que nosotros podamos desarrollarlo a nuestra manera.—digo apuntando los átomos que aparecen en el libro y mostrándole también mi hoja de ejercicios.
Levanto mi vista y lo miro, dudando un poco si logré explicarme como quería.—No sé sí...—Neo no dice nada, así que empiezo a repensar en lo que dije para ver que no fue tan claro.
—¡Ya entiendo!—dice, su genuina sonrisa me hace sonreír también.—Había entendido mal la pregunta.—dice pegándose un poco en la frente, Neo me mira feliz.
Pero su sonrisa dura tan solo unos segundos, cuando sus ojos rojos chocan con los míos su sonrisa desaparece un poco, recordando quien soy, recordando lo que supongo es, sus propias restricciones a lo de habar conmigo respecta.
—Bueno, me alegro de que entendieras yo...—la campana suena, el típico sonido entra por mis orejas y yo no puedo ser más feliz.—Puedes quedarte con mi hoja, hice algunas anotaciones de lo que creo será el siguiente tema por si te interesa. Si necesita más ayuda puedes pedírmela, haré lo que pueda.—le digo levantándome, tomo mi mochila y luego de despedirme rápidamente de la maestra corro hacia la cafetería.
Salgo tan rápido que a Neo, que supongo planeaba negarse a mí ayuda, no puede hacer más que guarda mi hoja de ejercicios.
—¡Adonis!—grito al salir de clase.
—¡Voy!—grita de regreso, siento como Adonis baja piso por piso y viaja hasta las cocinas.
Mientras el me prepara lo que comeré yo corro lo más rápido que puedo, moviéndome entre el montón de alumnos que salen de sus clases y bajando las escaleras lo más rápido que puedo.
Un fuerte dolor invade mi estomago, el sabor a sangre invade mi boca.
Mi cuerpo está exigiendo comida.
Llego a la cafetería, hay una muy pequeña cantidad de alumnos pero, al fondo de todo veo en una mesa algunas bandejas llenas de comida. Adonis, que ha decidido usar su cabello azul y el uniforme sin saco me hace señas.
Corro hacia él y cuando llego me siento.
—Come, rápido, come.—dice el, sintiendo el mismo dolor de estómago que yo.
Suspiro un poco.
—Odio esto.—digo antes de tomar toda la comida que mis manos pueden y comerlo de un solo bocado.
El sonido de una bandeja sobre una mesa algo alejada me da vía libre para ver adonde estoy.
El gran montón de comida que tengo adelante es algo que claramente esta llamando la atención a todos los estudiantes que poco a poco están entrando.
El hambre no desaparece pero los estúpidos pensamientos de todos están molestándome más de lo que deberían.
No puedo controlarlos, no puedo hacer que se apaguen, mi cuerpo me grita que coma, no puedo pensar en otra cosa que no sea eso.
Me levanto, bruscamente.
—¿Qué haces?—la pregunta de Adonis resuena un poco entre el bullicio que hay en mi mente.
—Comeré en mi cuarto. No puedo. No aquí.—le digo
Empiezo a caminar hacia la entrada de la cafetería, mirando fijamente el pasillo, ignorando a quien sea que pase.
—¡Athea!— veo de reojo a un rubio chico, que levanta la mano con la intensión que me acerque a el, pero no puedo, mi estomago empieza a dolor, amenazando con quitarme todas las energías para seguir caminando.
Adonis se queda parado y mira a lo lejos la larga fila de estudiantes que esperan recibir su comida.
—¿Vienes?—le pregunto, sin esperar verdaderamente su respuesta.
—Sube, llego en un rato.
Miro frente a mí, la chica de cabello gris nos mira y aparta la mirada al segundo antes de ir a formarse a la fila de la cafetería para esperar su comida.
—Como quieras.—digo sin siquiera tener fuerzas para rodar los ojos.
Adonis me sonríe antes de desaparecer.
No tengo ni que voltear para saber que se ha acercado a la chica, así que, ignorando nuevamente el llamado del insistente chico rubio empiezo a caminar a mí habitación.
Mi cabeza duele un poco, la garganta me pica y por lo roja que estaban hoy mis mejillas puedo asumir que me entrará una tremenda gripe.
La verdad es que no sé que más esperaba al salir tan noche y sin un abrigo.
Me formo en la larga fila de la cafetería, con intención de agarrar mi almuerzo y comérmelo para luego tomarme algunas pastillas, prefiero atacar la gripe antes de que sea más fuerte y me obligue a quedarme en cama.
Talía se preocupó al verme en la mañana, Gea se burló, como siempre hace, pero ninguna de las dos se enteró que salí anoche y esos es suficiente para aliviarme.
Volteo al bullicio de gente, todos parecen bastante animados para ser tan temprano, veo a Bemus que se sienta junto a Neo en la mesa, levanto la vista para buscar a las chicas pero lo que capta mi mirada es una bandeja con mucha comida.
Cierro mis ojos y los abro un par de veces para tratar de entender si es mi imaginación o si es real que sea permitido que alguien agarre tanto o bueno, déjemoslo con el simple hecho de que si es posible que alguien pueda comer tanto y no explotar.
La persona detrás de la gran bandeja se voltea, caminado hacia la salida y ahí es cuando veo el característico pelo color morado de Athea.
Por un segundo no me sorprende que sea ella pero la curiosidad empieza a ser más grande. ¿Adonde va con tanta comida y a quienes alimentará con ella?
Me le quedo mirando más de lo que quería y me doy cuenta de eso muy tarde, porque es cuando siento que alguien me mira de regreso que aparato la mirada.
Los morados y curiosos ojos de Adonis me atraparon tan solo un segundo.
Cierro los ojos y maldigo, habiéndome prometido justo hace un par de horas que me mantendría alejada de el hasta que pueda organizar mis pensamientos.
Había dicho que no les contaría a mis amigos sobre la conversación con Adonis, pero a ver a Bemus esta mañana la culpa me empezó a carcomer.
No vengas, no vengas, no vengas.
—Buenos días.—mis ojos se cierran sabiendo perfectamente a quien me encontraré al abrirlos.
Por mi mente pasa la idea de ignorarlo. ¿Sería tan malo fingir que no o veo? Tal vez él crea que Athea no ha activado el moldo visible. ¿así funcionará? ¿Athea tendría que darle autorización o él puede hacerlo a voluntad?
—¿Te siente mal?—mis ojos se abre bruscamente al sentir su toque en mi mano. Retrocedo sorprendida lo que hace que el chico levante sus manos.— Lo siento, siempre se me olvida que Athea menciona que no a todos les gusta que los toquen, lo lamento.—dice y sonríe un poco de lado.
Y a pesar de que debería de estar furiosa porque mi plan de fingir no verlo se fue a la basura me siento extrañamente aliviada de verlo. Como si temiera que lo que pasó ayer no fue más que un sueño.
—Buenos días.—susurro.
Adonis se queda mirando a mis labios, y luego levanta la vista sonriente.
—Buenos días.—repite.
Escucho que alguien tose así que empiezo a moverme en la línea empezando a servirme el desayuno.
Pasan algunos minutos y Adonis solo está parado a mi lado, sin decir nada, solo mirándome mientras me sirvo.
Mi ansiedad social empieza a crecer, y por mi mente trato de buscar cualquier tema de conversación, cualquier cosa.
—¿No comerás?—pregunto señalando la comida frete a mí.
La sonrisa de Adonis se ensancha, mete sus manos en sus bolsillos.
—Yo...no como.—mi ceño se frunce pero Adonis solo se encoge de hombros.— Soy un munis ¿lo olvidas?—dice y yo asiento dándome cuenta de mi error.
—Claro, si...lo siento lo olvidé, es que parces tan...
—¿Real?—dice alzado una ceja.—Soy muy real.—dice y yo cierro los ojos de nuevo sin poder evitar suspirar.
—Lo siento tanto.—la risa de Adonis me hace abrir los ojos.
—No te preocupes, solo estoy jugando. Bueno, todo es real, no como nada, la energía que me hace estar aquí es completamente de Athea y bueno, puedo hacer cualquier cosa que ella hace aparte de eso.
—Claro.—mi vista va hacia la puerta donde la chica ha desaparecido hace unos minutos. Se me ilumina la cara cuando una idea aparece en mi mente.—¡Oh! Entonces por eso ella parece comer mucho ¿no? por que tiene que tener suficiente energía para ambos.—digo sin pensar más que eso, algo orgullosa que haya podido llegar a esa conclusión.
—Ya veo, empezamos con las preguntas tan temprano, entiendo, entiendo.—miro a Adonis y frunzo el ceño al ver su triste sonrisa.
—Señorita.—el sonido de platos chocando me alerta, volteo a ver a la cocinera que me mira un poco molesta por retrasar la fila.
Adonis solo la señala y me indica que me sirva comida.
Me disculpo con la señora sirviéndome lo más rápido que puedo.
Al final de la fila me espera Adonis, su mirada está fija en el enorme árbol de anoche, que se puede ver por las abiertas puertas del comedor.
Miro la mesa de mis amigos y noto que están hablando. 'Dudo si ir con ellos o caminar junto a Adonis para escuchar su respuesta.
¿Me seguirá si camino hacia la mesa? No creo que sería buena idea que mis amigos sepan que hablo con el ¿verdad?
—¿Quieres comer afuera? Hace buen tiempo.—digo por fin, acercando al chico de cabello morado.
Adonis me regala una sonrisa grande y asiente.
Sin que pueda negarme, me quita la bandeja de mis manos y empieza a caminar por la puerta de al lado, saliendo al patio.
Se sienta en un banco y me mira, esperando que yo me siente a su lado.
Suspiro un poco dándome ánimos antes de asentir y sentarme a su lado.
Miro mi comida y luego a él. Él ladea la cabeza un poco confundido.
—Es raro ser la única que come.—me sincero.
La ronca risa de Adonis me sorprende.
Sus ojos se achican y sus mejillas se enrojecen por el acto.
—No te preocupes por mí, he pasado mi vida entera viendo como Athea come.—responde moviendo su mano para quitarle importancia.— De hecho, ella no come tanto para darme energía a mí, su cuerpo le exige esa cantidad de cuerpo para funcionar.— dice, respondiendo a mi conclusión de hace rato.
—¿Tanta comida?—pregunto empezando a comer un poco cuando el chico aparta la mirada.
—Así es.—Adonis duda un segundo, noto como levanta la vista hacia los dormitorios y yo me pregunto si estará preguntándole a Athea si puede mencionar lo que sea que quiera mencionar.— Athea miente.
Mi vista choca con su perfil.
—Ella miente sobre su poder. Miente sobre lo que es capaz de hacer.
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