Capítulo 41
Es una mala idea y estoy completamente segura que saldré arrepentida de los resultados que sé que obtendré.
Pero soy más testaruda de lo que creí porque aun así, sabiendo que las palabras de Eneas no mienten, aun así me preparo.
Miro el estúpido e incomprensible reloj que Lakaios me dio y bufo sin entender la utilidad de un reloj que no da la hora.
Sé que ya es tarde y no necesito un celular para saberlo. Mi abierta ventana muestra las estrellas y una inmensa luna llena.
No hay ruido en el colegio, y toda su energía se acumula en los dormitorios, y como es regla, nadie camina por los pasillos.
Me quito la sábana y empiezo a amararme las botas de cuero.
Me pongo una gorra y me ajusto la chamarra impermeable.
Tomo la maleta que preparé hace unas horas, con comida y ropa para varios días.
Suspiro un poco mirando el cuarto.
Es cómodo, y fue bueno durante el poco tiempo que estuve aquí. Pero estar encerrada no ayudará a encontrarlo. Necesito hacerlo. Aunque Lakaios busca con todas sus fuerzas, no es suficiente si no lo hago yo misma.
No hay peor sentimiento que la impotencia. Y no puedo cargar con algo más sobre mis hombros.
Volteo a ver a Adonis, que ha estado extrañamente callado desde que le comenté que esta noche nos iríamos.
Sé que está conflictuado. Él quiere lo mismo que yo, quiere atraparlo pero por otro lado él sabe que tal vez por una vez es mejor solo esperar, quedarse, y controlar mis muns lo suficiente te antes de salir y buscarlo.
Pero él entiende, que no puedo hacerlo.
No puedo esperar más.
El me mira y me regala una triste sonrisa, la misma sonrisa que me da cuando tenemos que cambiar de hogar, una sonrisa que trata de reconfortarme ante una vida de correr y huir.
Tomo su rostro sonriéndole de regreso.
Lo abrazo a mí y suspiramos un poco.
Nos separamos y asentimos al mismo tiempo.
—Es hora.—digo, Adonis desaparece y yo miro mi ventana otra vez.
Me siento sobre ella dejando que mis pies se muevan un poco sobre los varios metros que los separan del piso. Volteo al cuarto una vez más al ver el morado reloj flotante.
Salto de la ventana, cayendo sobre mis dos pies sin problema.
Me quedo quieta unos segundos esperando escuchar algún ruido que me haga ocultarme rápidamente. Pero no hay nada.
Suspiro, concentrándome en apagar mi poder completamente, ocultando mi presencia ante cualquiera que se despierta por alguna razón. Una táctica de doble filo, ya que ellos no me podrán sentirme y yo no a ellos.
Pero no me preocupo mucho, serán solo unos segundos hasta salir de la zona del colegio.
Me pongo el gorro de la chaqueta encima de mi morado pelo que tiene una gorra y camino hacia el hermoso y gigante árbol verde que planté hace unas horas.
Adonis aparece a mi lado y toma mi mano.
Miro nuestros dedos entrelazados y no puedo hacer más que sonreírle.
Como desde que éramos pequeños, un poco antes de entrar al sótano, cuando jugábamos a correr, el tomaba mi mano y no la soltaba por nada del mundo, aunque él era mucho más rápido siempre se ponía a mi altura, a mi nivel, para sobrellevar todo juntos.
Siempre juntos.
Aprieto el agarre y empezamos juntos a subir la pequeña colina.
Eneas no había comentado a qué punto la barrera estaba situada. Cuando salíamos al patio a recibir clases trataba de visualizar el contraluz pero nunca lograba verla.
Intentar salir por la puerta principal iba a ser una pérdida de tiempo, es por eso que preferí luchar contra la barrera.
Trato de regular mi respiración cuando ya estamos en lo más alto de la pequeña colina. El gigante árbol está frente a mí y si río ante él.
Han pasado solo un par de horas pero noto que tiene más energía que antes. El sol lo baña mejor y lo hará más saludable.
Camino hacia él e inevitablemente pongo mi mano libre sobre él. Adonis hace lo mismo. Los dos cerramos los ojos y nos dejamos llenar con la energía del árbol.
Un breve recuerdo de Adonis y yo haciendo lo mismo unos años atrás llena mi mente. La naturaleza tiene vida propia y energía corre en cada especie. Cuando necesitábamos más fuerza durante nuestro trayecto la naturaleza siempre estuvo ahí para evitar que cayeramos.
Es como lo que Bemus hace con Gea solo que de manera natural, si podríamos decirlo así.
Abro mis ojos y le sonrío al árbol.
Una pequeña brisa hace mover las ramas, algunas caen sobre nosotros haciéndonos reír un poco.
—Es aquí Adonis, la mitad del árbol está dentro y la otra está fuera de la barrera. ¿Lo sientes no?—le pregunto al chico de cabello morado junto a mí, que lo oculta bajo una gorra negra igual que la mía.
Es más, Adonis esta vez ha decidido usar un atuendo similar al mío. Pantalones negros, camisa blanca y una sudadera negra también.
Él asiente, pudiendo sentir una leve energía en el aire.
Suelto la mano de Adonis y me coloco bien la maleta sobre mis hombros.
Dejo salir el aire logrando que una pequeña cantidad de humo blanco salga de ella por la frías temperaturas.
Rodeo el árbol y me detengo justo donde siento que la barrera comienza.
Por mi mente pasan muchas hipótesis, sobre lo que hará la barrera frente a mí.
Si es para protegernos como dice el director tal vez al querer atravesar no sea letal. Si es al revés como supone Eneas, atravesarlo implicaría algo así como que se me quemen los dedos o explote mi cara.
Como no, las posibilidades de que mi cuerpo salga lastimado es lo que me emociona más y me hace sonreír.
Levanto mi mano pero la detengo justo antes de que mi palma haga contacto con la barrera.
Me detengo por una razón, mis dedos están temblando.
Porque hay una posibilidad que no solo me asusta pero también me desesperaba por completo.
Que esta barrera sea parecida a la de la plataforma.
Porque si es así, eso implicaría que tendría que utilizar todas mis fuerzas y aun así no estaría segura si podría hacer algo contra ella.
Y el hecho de estar completamente segura que es imposible para mí salir de esta cárcel en la cual yo misma entré me mataría. Y no es la muerte que precisamente he estado esperando tener.
Adonis se pone a mi lado, entendiendo mis sentimientos. Pone su palma sobre mi mano aún alzada, dándome las fuerzas que necesito para acercarla a la barrera.
Cuando mi palma toca la invisible pared un poco de electricidad empieza a cosquillas en mi piel.
Trato de presionar más mi palma cuando un sofocante sentimiento invade mi pecho.
"No puede ser"
—¿Qué están tratando de hacer?—mi cara y la de Adonis van hacia arriba completamente sobresaltado ante el sonido.
Nuestras mentes estaban tan metidas en la tarea de huir que ninguno de los dos pudo ver a la persona que descansa sobre las gruesas ramas del árbol gigante.
La voz temblorosa de la chica no impidió que ella realmente preguntara qué estamos haciendo.
Nuestras manos bajan y mi molestia ante la barrera empieza a moverse ante la chica de cabello gris.
Adonis lo nota y da un paso adelante, poniéndose entre ella y yo, más para su protección que la mía.
—Podríamos preguntarte lo mismo.—dice Adonis, mandándome mensajes para que me tranquilice y tratando de pensar en la mejor excusa para que la entrometida no lo sea más.
Miro a Casia que se acomoda en la rama, balanceándose de tal modo en que sus piernas caigan hacia nuestra dirección.
La chica tiene unos pantalones grandes negros, una sudadera que estoy segura le llega más allá de sus rodillas con un logo de una banda que no reconozco y unos convers negros altos.
Su cabello gris está suelto y su blanca piel brilla un poco cuando la luz de la luna traspasa las ramas sobre ella.
Casia abre la boca queriendo responder a la pregunta de Adonis pero la cierra sabiendo que lo que nosotros tratábamos de hacer y lo que ella hace, no por primera vez claro está, es igual de ilegal.
Noto como su collar de metal se mueve un poco mostrándose más nerviosa de lo que a ella le gusta estar.
—Athea mencionó que este árbol es bueno para colgarse, quería comprobarlo.—dice finalmente, haciendo una mueca luego, dándose cuenta de lo estúpido que fueron sus palabras.
Adonis levanta una ceja mostrando una sonrisa burlona pero yo me lo tomo bastante personal.
—Puedes colgarte cuando quieras pero busca otro árbol, este es mío.—digo bastante molesta de la apropiación de algo que no es verdaderamente mío.
Adonis me mira molesto y la peligris me mira confundida, sin entender verdaderamente si mis comentarios sobre el suicidio son reales o no.
Casia abre su boca por segunda vez pero como la primera nada sale. Empiezo a desesperarme ante su presencia, doy un paso al frente completamente dispuesta a noquearla para seguir con el plan pero Adonis me detiene.
—Athea.—mis ojos chocan con los de Adonis, él le ha dado la espalda a la chica que sigue en el árbol y que instintivamente ha desatado su collar a modo de defensa al sentir un arranque de poder de mi parte.—Creo que lo dejaremos por hoy.
—Pero...—empiezo a negarme poniendo mis ojos nuevamente en la chica de cabello gris, pero Adonis pone sus manos sobre mis hombros.
—Necesitamos otro plan, uno más elaborado que solo caminar hasta la barrera y atravesarla. Puede ser que esta decisión fue un poco impulsiva. Sé que tenemos que irnos pero debemos buscar la manera de poder hacerlo.—abro mi boca pero no deja que hable.—Sabes mejor que yo Athea que la barrera es igual a la plataforma o mejor reforzada. Necesitamos un plan.—dice y yo lo miro molesta, más al sentirme asfixiada por la barrera.
Sé que tiene razón, es la decepción que esperaba.
Asiento dándome por vencida.
Ruedo los ojos, ajusto mi maleta en mi hombro y empiezo a caminar hacia la estúpida habitación.
Unos pasos después me voltee, confundida.
Adonis no se ha movido ni un centímetro.
—Te alcanzo luego.—dice, sorprendiéndome a mí tanto como a la chica de cabello gris que sigue arriba del árbol, con sus palabras.
Dejo salir el aire por mi boca bruscamente antes de voltearme y caminar hacia el colegio dejándolos a los dos solos en el oscuro bosque.
El cuerpo de Athea se hace cada vez más pequeño hasta llegar al punto en el que desaparece.
Frunzo el ceño al notar que ha decidido entrar al colegio por el pasillo y no ha escalado hasta su habitación.
Volteo a ver a la chica de cabello gris preguntándome si Athea realmente le considera alguien peligrosa como para ocultar que ella puede fácilmente entrar y salir del colegio por la ventana.
Casia nota que la miro y se remueve en el árbol.
Empieza a moverse hacia el enorme tronco con la intención de bajarse.
—¿Necesitas ayuda?—pregunto entendiendo finalmente la situación.
He respondido antes de siquiera pensarlo, el hecho de quedarme no estaba en mis planes pero por alguna razón las palabras salieron antes de que lo pudiera entender, como esos típicos impulsos que creía que solo Athea tenía.
—Estoy bien.—dice la chica y yo me alejo un poco del tronco cuando salta.
La chica se tambalea un poco pero se compone rápidamente.
Luego voltea a mirarme, y el nerviosismo y hasta el temor que sus ojos reflejaban cuando Athea estaba a mi lado, ha desaparecido completamente.
—Tenemos que hablar. Necesito respuestas.—sus palabras salen demandantes, está decidida.
Y aunque lo intente con todas mis fuerzas no lo logro y una enorme sonrisa traviesa sale entre mis labios.
Ahora lo entiendo Athea, estas personas realmente son divertidas.
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