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Capítulo 39

Las puertas del baño se abren y se cierran de golpe.

La pequeña ventana del baño se cierra tan fuerte que aparece una grieta en el vidrio.

No hay nadie cerca.

No muchos usan ese baño por ser el más alejado del colegio.

Se encuentra justo en la esquina de atrás de este.

Nadie va nunca, por eso mismo, de todos los lugares del colegio ese es su lugar y no precisamente uno que relacione con felicidad.

La chica de cabello blanco trata de regular su respiración pero es casi imposible.

Es lo único que se escucha: su respiración resuena por el solitario baño.

Su uniforme está arrugado y mal puesto.

No durmió nada anoche y esta mañana estaba demasiado agitada como para que le importara nada.

Por su piel una fina capa de sudor brilla con la pispileante la luz del baño olvidado.

Su blanco cabello cubre parte de su cara pero no le impide del todo ver su reflejo frente a ella.

Sus manos están sobre el descompuesto lavamanos.

Sus labios tiemblan por temor mientras grandes lágrimas bajan de sus escarchadas mejillas.

Sus ojos se cierran un segundo antes de que un desgarrador grito salga de sus labios.

El cuerpo de la chica cae al suelo de rodillas, aun con las manos agarradas al lavamanos.

—Por favor, basta te lo ruego, ya no puedo.—súplicas salen de sus labios, mientras una niebla blanca empieza a formarse a su alrededor llenando así todo el baño.

Gea se queda sentada unos minutos, repitiendo esas palabras una y otra vez hasta que puede tomar fuerza para levantarse aun con sus brazos y piernas temblorosas.

—Contrólalo, contrólalo, por favor.—los susurros continúan y aún con sus los ojos cerrados puede sentir como la niebla se vuelve más espesa hasta llegar al punto en que no puede respirar por la presión.

La niebla empieza a solidificarse insertándose como cuchilla sobre su piel.

Un quejido de dolor sale de los labios de Gea interrumpiendo sus repetitivos susurro.

—Basta, basta, basta, por favor.— no funciona, nada de lo que ella piensa o dice pasa.

Su propio poder está en su contra como si no fuera realmente suyo.

Una nueva solidificación incrustándose justo en su estómago obliga a la chica abrir sus ojos y ver, con temor, como sus ojos brillas de color blanco.

El cuerpo de Gea está completamente paralizado. La chica no logra respirar y ni siquiera hace el intento

Le costó despertarse esa mañana, como cada mañana que tiene clase de fuerza y resistencia.

Desde que sus ojos se abren no puede estar tranquila hasta que llega a la clase, donde su cuerpo se paraliza del miedo.

Pero esa clase fue diferente a las otras porque no pasó más que una sola persona a las temidas plataformas.

El profesor llamó solo a Athea.

A pesar de que cualquiera podría pensar que se sentiría bien al no pasar el hecho de que haya sido precisamente esa chica no la tranquilizó ni un poco. Por que en su asustada mente solo pensaba no solo que tendría que pasar a sufrir luego pero lo tendría que hacer sola. Sin nadie al lado de ella con la atención de todos y cada uno de los estudiantes presentes.

Y aunque Bemus había ayudado nuevamente a que su nerviosismo se fuera, ese radical cambio logró que la energía emitida por el chico rubio desapareciera

Los gritos de Adonis fueron la gota que colmó el vaso.

Tanto fue el shock para Gea que ni siquiera pudo darse cuenta cuando una mano la jalo y la arrastró dentro del colegio.

Al ver a Athea tirada en el piso gritando mientras que su mun aparecía y desaparecía no ayudó que el trauma disminuyera.

Cuando fue consciente de donde estaba fue cuando ya era pasada la media noche.

Cuando ya estaba en su cama y en su celular estaban todos los mensajes de sus amigos hablando sobre lo sucedido

Pero lo que más le impactó fue el mensaje de Bemus.

"Acabo de volver de la habitación de Athea, ella está mejor. Les contare luego"  Enviado a las 12:30am

No había más mensajes luego de eso.

Tampoco había en el chat personal que ella tiene con Bemus.

Toda la noche.

Pasó toda la noche con ella.

Pasaron varias horas en la que la chica trató de conciliar el suelo pero las imágenes del día anterior no dejaban de aparecer.

—¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!



—¡Gea!— unos brazos sujetan a una pequeña niña de cabello blanco.

La pequeña lloraba mucho mientras su madre la consolaba.

Su padre trata de despertar a una niña de no más de 5 años que está inconsciente en el jardín con escarcha cubriendo toda la cara.

Luego de eso todo pasó más rápido de lo que la pequeña Gea pudo imaginar.

Sus padres escaparon con ella y se mudaron a las afueras de la gran ciudad donde vivían.

Gea nunca volvería a ver a la que debería de haber sido su mejor amiga para toda la vida.

El mun de Gea empeoraba en vez de mejorar y aunque sus padres debido a la discriminación hacia los munis se habían convertido en expertos en ocultar sus muns no lograron encontrar la manera de ayudar a su hija a controlaros.

Principalmente por una razón, Gea le teme a su propio poder.

Pronto sus padres descubrieron que la mejor opción para mantener a Gea a salvo sería ingresarla en la escuela que se fundó exclusivamente para personas como ella, que necesitan ayuda para controlarlos.



Los recuerdos de su entrada al colegio lograron ayudarle a tranquilizarse.

La niebla ha desaparecido, las solidificaciones se han derretido y el cuerpo lastimado y tembloroso de Gea cae al piso.

Como era de esperarse no está dañada físicamente, los mun no pueden lastimar al munis portador, pero el dolor psicológico si que está presente, siempre lo estuvo.

Porque Gea no solo le teme a su poder sino también lo odia, con toda su alma.

Y aunque los muns son lo que hace al munis, ella preferiría mil veces matar esa parte de ella y ser una persona normal.

Gea se acuesta en el sucio suelo del baño, su cuerpo lleno de sudor frío, su cabello blanco todo desarreglado y sus ojos cerrados con miedo y cansancio.

Cada vez es peor y lo sabe, no poder controlar su poder debido al miedo no hace más que estos ataques de ansiedad la lastimen más y se salgan de control cada vez más seguido.

Pero nos sabe como hacerlo, como hacer para aceptarse.

Sabe que si no lo hace pronto esto será peor y peor cada vez.

Necesita tranquilizarse.

Necesita energía buena.

Necesita a Bemus.

Gea abre los ojos, decidida.

Se levanta con mucho dolor, y como puede sale del baño, caminando hacia la cafetería.

Está llena de gente, todos los estudiantes hablan sobre lo que pasó ayer con Athea pero eso no podría importarle menos a la chica de cabello blanco. Necesita ayuda, necesita la energía de Bemus.

Sus manos están sudorosas, los temblores no han desaparecido del todo, y aunque no se atrevió a mirarse nuevamente al espejo sabe que sus ojeras nunca han estado más profundas y oscuras.

El maquillaje ya ni logra cubrirlas del todo.

Gea tiene que cerrar un poco los ojos al ver el sol entrando por mis ventanas, un tremendo dolor de pecho la hace quejarse, pero sabe lo que es, energía negativa está acumulándose en su cuerpo y necesita liberarse.

—Bemus.—la chica de cabello blanco dirige la mirada a la mesa habitual, pero se desespera un poco al ver a solo Neo y Talía, no hay rastro del chico rubio.

Gea se acerca, antes de que ellos la vean suspira un poco tratando de ocultar el fuerte dolor que su cuerpo está sintiendo.

—Buenos días.—dice y los dos chicos se voltearon a verla con una sonrisa, las saludan de regreso y le dice que han ido por el desayuno para todos y que Casia vendrá en un rato.

—¿Bemus?—al preguntar le duele la garganta, como si la ansiedad de tener energía positiva no la dejara hablar completamente.

Los dos chicos se voltearon a ver y luego a su alrededor, como si se hubieran olvidado de notar que aún no hacía presencia.

Gea se gira nuevamente buscándolo entre las personas.

La peliblanca se alivia un poco al verlo entrar a la cafetería, con la mirada hacia abajo, concentrado en su propia mente.

Gea empieza a caminar hacia él pero es cuando la mirada del chico rubio se gire a la chica de cabello morado, que va caminando por el pasillo con su mun que la hace detenerse.

—¡Athea!—el chico grita su nombre alzando su mano para que la chica pueda verlo entre el mar de estudiantes, pero es inútil, la chica está muy lejos y no voltea.

Bemus hace una mueca, y mira a sus alrededores un poco avergonzado por llamar la atención de los estudiantes que sí lo escucharon.

Bemus se gira hacia la dirección de la mesa y es ahí que ve a Gea, que sigue completamente paralizada ante sus sentimientos encontrados.

Bemus camina hacia ella, con cuidado de no botar nada de su bandeja llena de comida.

—Gea, buenos días, lamento no cenar con ustedes anoche regresé tarde a mi habitación.—dice el chico pero Gea sigue con los ojos en el vacío pasillo, donde la chica de cabello morado pasó unos segundos atrás.

Bemus mira a su amiga confundido ante su falta de atención.

—¿Estás bien?— Bemus levanta su mano con la intención de tocar su hombro pero es una poderosa energía negativa que lo hace apartar la mano con un poco de dolor.—Gea...

La chica de cabello blanco logra sacar a Athea de su mente y toma la mano del rubio justo cuando él iba a bajarla.

—Ayúdame, estoy...algo nerviosa por lo que pasó ayer con Athea, pero si tú me ayudas me tranquilizaré.—dice pero para sorpresa de la chica, Bemus aparta la mano y se aleja un par de pasos.

Gea lo mira confundida sin entender la reacción del chico.

Bemus mira su bandeja con su boca ligeramente abierta, como si quisiera decir algo pero no encuentra la manera de hacerlo.

—Lo siento Gea, ya no podemos hacer eso...—el chico levanta la vista, justo para ver lo que tanto temía, a su amiga, temblando, confundida y dolida.

—¿Pero qué? ¿Por qué? Yo...

—No creo que sea bueno para ti, el hecho que quite todo lo malo y te de algo bueno porque es una tranquilidad temporal. Si no logras sobrellevar lo malo tu sola no podras hacerlo nunca y yo...tu eres muy importante para mí. Ya no quiero que...ya sabes...de alguna manera dependas de mí.

—¿Crees que sin ti no podría? ¿Es eso?—Gea da un paso hacia el rubio y él retrocede.

—Creo que eres fuerte Gea y estoy seguro de que podrías serlo mucho más. Yo no he ayudado a que eso pase y enserio lo lamento.

—¿Quién te ha dicho todo esto? ¿Quien...?—Bemus instintivamente, sin percatarse, voltea hacia el pasillo y Gea lo comprende.—Athea te ha metido ideas en la cabeza.—ahora es Gea la que retrocede horrorizada.

—No es así, no son ideas disparatadas, la verdad me pregunto porque no lo había pensado antes yo mismo, tal vez si lo hice pero no pude verlo claramente antes de que ella...—el chico rubio trata de explicarse pero Gea comienza a temblar más fuerte, y empieza a negar con su cabeza.—Gea, Athea solo trata de ayudar...

—¡No! ¡Ella ha venido a cambiarlo todo, a destrozarlo todo! Y tu, tu estas de su lado...—la decepción se escucha en la voz de la chica.

Pero antes de que el rubio pueda decir algo y acercarse para tratar de explicarle los interrumpen.

—¿Qué sucede? Están alzando un poco la voz.—Neo aparece, tocando el hombre de Gea para que esta voltee.

Bemus nota como Casia y Talía también se han acercado y miran a los dos chicos confundidos.

—Quiero irme, por favor quiero irme.—las suplicas de Gea hacen que Neo la abrace contra su pecho, que Talía tome su mochila que está en el piso y que Casia, inconscientemente se ponga delante de ellos tres, como una barrera entre ellos y Bemus.

—Bemus, iremos con Gea, hablaremos luego.—Casia toma la mano de Bemus y la aprieta un poco, tratando de darle una sonrisa de apoyo.

Bemus asiente sin saber si es lo mejor pero solo se queda ahí parado viendo como sus cuatro amigos caminan a los dormitorios.

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