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Capítulo 25

Hacía mucho frío en ese sótano oscuro y sucio.

Mis dedos siempre estaban fríos.

Mi cuerpo pasaba la mayor parte del tiempo sin nada que lo cubriera y aunque realmente no podía sentir mis piernas o brazos mi mente si recordaba lo que era el frío y sabía que en una situación como esa, mis dedos estarían congelándose y, cómo los pensamientos de mi mente era lo único que vagamente podía controlar, lograba que a cada momento quería gritar del frío.

Me levanto poniendo mis manos bruscamente sobre el escritorio del director con la mirada baja y mi cabello cubriendo mi rostro.

Tratando de procesar las palabras de Lakaios, mi respiración se acelera y noto que no soy la única.

Adonis ha aparecido y es por su respiración, que se mezcla con la mía, que sé que está en el mismo estado que yo.

Levanto mis ojos, mis encendidos ojos morados y miro a Lakaios.

—¿Dónde está?—la ira empieza a correr por mis venas, mi corazón amenaza con explotar y la cicatriz de mi rostro empieza a palpitar incesantemente.

—Tienes que calmarte Athea.

—¡Dime donde esta!—exijo más fuerte, mi puño golpea el escritorio logrando que este se astille y que mis nudillos comiencen a sangrar.—Dímelo.

Enojo.

El ambiente del cuarto está lleno de enojo.

Pero Lakaios es inmune ante mi arrebato.

El director respira lentamente y abotona su viejo y sucio saco azul.

—Athea, tienes que tranquilizarte, sé que lo has estado buscando todo estos años pero es momento de parar. No te lo he mencionado para que lo busques, sino que para que sepas que yo lo atraparé, por ti, por esa niña. Tú tienes que esforzarte en mejorar.

Lakaios camina hacia mí mientras habla.

Sus manos se levantan para tomar mis brazos pero Adonis se interpone, sabiendo perfectamente que en el estado en el que me encuentro no es buena idea que me toquen.

Mis brazos tiemblan y las luces moradas empiezan a invadir mi visión.

—No puedo permitir que él vuelva a hacer algo como lo que me hizo a mí, esa niña...

—Lo sé. No lo permitiré, lo encontraré, esta vez lo haré.

—¿Adonde fue?— los ojos de Lakaios me miran y suspira sin estar seguro de que es bueno darme más información sobre el último paradero de él.

—En las afueras de Mythimna.—dice finalmente

—¿Mithymna? Eso no está muy lejos del pueblo abandonado ¿como no lo sentí?—menciono tratando de recordar alguna sensación rara en ese lugar pero no hay nada.

—No es importante ahora Athea. Te llamé hoy para decirte que me iré por tres días. No sé cuál es su paradero exacto pero tengo gente que no ha parado de buscar la más mínima pista. Tengo que reunirme con ellos mañana por la mañana.—mis ojos van directo a los suyos pero él no me permite hablar.—No, no puedes venir, te lo quise contar por que no quiero mentirte, no con esto. Mañana se anunciará mi partida del colegio dando una excusa sobre algo de negocios. Quería que lo supieras, que supieras que luego de todos estos años no he dejado de buscarlo para finalmente vengarse. Por que lo haré, juro que te vengaré Athea.


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Luego de eso Lakaios me dijo que volviera a mi habitación

Luego de decirme que la persona que me encerró y torturó por dos años por fin había aparecido en la faz de la tierra, Lakaios simplemente me dijo que no me preocupara y que regresara a mi estúpida habitación

Regresar fingiendo que él no ha aparecido, fingiendo que él no paró conmigo, que él no ha tomado a otra niña y quien sabe si es la primera luego de mí.

Y aunque prometí esforzarme y concentrarme al máximo es completamente imposible en estas circunstancias.

Estoy sentada junto a una ventana abierta en un aula llena de alumnos que pretenden prestar atención.

Una refrescante brisa entra moviendo mi ya de por sí desordenado cabello. Con la vista fija en el gran árbol justo arriba de la colina, un poco más allá del límite del colegio.

Un tremendo árbol con gran tronco y muchas ramas que están llenas de hojas verdes, es el árbol más grande de ahí, entre todos los árboles que parecen formar un muro.

—¿Qué opinas Athea?—el ruido de la clase, lapiceros, susurros, sillas y la profesora que había estado ignorando se hace más fuerte de golpe.

Sostengo mi rostro con mi mano, lo giro ligeramente para mirar a la profesora regordeta y canosa que espera al parecer una opinión sobre un tema de ¿historia?

—¿Disculpe?—pregunto completamente desinteresada.

Algunos alumnos, los más valientes, empiezan a mirarme.

—Estamos hablando sobre las primeras generaciones de munis, tu compañera dio su opinión acerca del reinado de los cuatro grandes elementos. ¿tú qué opinas?—inclina un poco su cabeza y se ayuda de su mano para bajar un poco sus lentes redondos para verme por encima de ellos.

—No lo sé, no los conocí.—digo de broma pero nadie más que Adonis, dentro de mi cabeza, se ríe.

—Has estado un poco distraída, te pido que intentes concentrarte lo más que puedas.—dice más a modo de orden que de petición.

Suspiro cansada antes de voltear a ver al árbol rápidamente antes de mirarla directamente.

—Lo siento, estaba un poco concentrada pensando en que tan difícil sería subir a ese enorme árbol de ahí.—digo señalándolo, sacando mi mano por la ventana. La mirada de todos los alumnos se dirigen a lo que mi dedo apunta.— Ya sabe, sería un lindo lugar para colgarse.—menciono tranquilamente, con mis ojos cansados y unas terribles ganas de bostezar.

Los ojos de la profesora se abren, está sorprendida y asustada.

Ahora todas las miradas, hasta las de los que no se atreven a mirarme lo hacen con la boca abierta.

Un silencio sepulcral llena el aula, es casi cómico como todos decidieron dejar de respirar.

—Solo bromeo.— digo

"No lo haces" responde inmediatamente Adonis dentro de mi mente, molesto.

Luego de unos segundos la profesora se aclara de garganta y trata de cambiar de tema pero como me estoy divirtiendo no la dejo.

—En realidad pensaba en que tan difícil sería mover ese árbol para replantarlo. No como solo cortarlo por la mitad, sino que sacar cada raíz para poder ponerlas en la misma posición pero en un lugar completamente diferente. Mire el árbol e imagínese qué tan profundas podrían estar sus raíces.—digo y me quedo mirando el árbol unos segundos imaginando cada raíz bajo tierra.

Volteo a ver a la profesora completamente seria.

—En eso estaba pensando y me disculpo, me concentraré en la historia de los munis originales como si siguieran vivos y fueran algo así como "personas interesantes".— digo mirando el piso a mi lado para agarrar mi maleta y sacar el libro de historia por primera vez desde que llego al colegio.

—Continúe por favor. Muero de ganas de aprender. —sonrío con los labios sellados. Viendo de reojo el enorme árbol verde, ocultando mi emoción.

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