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Capítulo 24

Nunca fui buena diciendo lo que sentía, no porque no quisiera solo...bueno era más fácil seguir la corriente y pasar desapercibida ante los otros chicos del colegio.

Pero aunque yo creía que era mi decisión ser de ese modo, en realidad no sabía quién era y una chica del colegio se aprovechó de que aún estaba tratando de descubrirlo.

A ella le parecía divertido que yo siguiera órdenes y accediera a todo lo que ella quería. Fue así como me llevó con su grupo de amigos donde les gustaba tener un pequeño cachorro como yo.

No era tan malo porque para ese entonces aunque fuera mala compañía al fin y al cabo era eso: compañía.

No la pasaba mal a pesar de que los otros me veían como la débil del grupo, a la que usaban para hacer tareas o limpiar sus maletas. Yo lo veía como protección. Estaba con el grupo más fuerte del colegio y nadie se atrevía a molestar a la mascota por muy patética que fuera.

No era tan malo.

Lo malo fue la dependencia, un día sin ellos era tortura, me ocultaba en el baño y tenia miedo de ver a la gente a los ojos. Y, siendo tan dependiente de ese grupo que faltaba frecuentemente al colegio, hizo que al pasar los años nunca pude defenderme sola. Logrando que personas como yo siempre estuviera debajo de un grupo más fuerte.

No era tan malo si a la larga me afectaba a mí. Lo malo era que no podía protegerme y mucho menos a personas que eran más débiles que yo.

Recuerdo que había un chico que pasaba solo en la escuela.

La situación de su familia no era buena y aunque no tendría que importar en una edad tan corta los pensamientos de los padres siempre logran reflejarse en los de los niños. Así que todos lo evitaban, huían de su camino y cuando él pasaba por los pasillos, algunos, los que ocultan su odio y miedo tras una fingida valentía, lo molestaban al tal punto que el chico decidió quitarse la vida.

El ambiente de la escuela no cambió, nada cambió luego de enterarse de lo que un chico de tan solo doce años había decidido hacer ante los malos momento que la vida le trajo. Y aunque no estábamos en la misma clase, siempre me he preguntado si, para ese entonces yo hubiera sido más valiente, que cambió hubiera hecho mi actitud sobre su futuro.

Si yo hubiera sido más valiente como para acercarme a él cuando rompieron su maleta y todas sus cosas cayeron por las escaleras.

Lo suficientemente valiente como para defenderlo ante las personas que lo insultaban de frente y le tiraban su comida a la basura.

Lo suficientemente valiente como para llamar a una maestra cuando vi que dos chicos lo arrastraban hacia un aula vacía.

Pero nada me hace pensar más como el que hubiera pasado si yo hubiera llegado unos minutos antes a su casa con un pastel que había decidido prepararle luego de enterarme de que era su cumpleaños gracias a una hoja que olvidó la maestra en su clase, para asi poder evitar que él apretara el gatillo.

No pude hacer nada más que quedarme paralizada con el pastel tirado en el piso, mientras su madre llora en mi hombro, viendo como los paramédicos sacaron su pequeño cuerpo en una bolsa negra sobre una camilla.

Pero lo peor de todo no fue la cobardía de no haberle ayudado cuando aún había tiempo, no fue el llegar unos minutos tarde para poder finalmente decirle que el no estaba solo que yo podría acompañarlo... Lo peor de todo fue lo que su madre me dijo cuando me abrazó desconsolada por la muerte de su hijo.

"Gracias por haber sido una amiga para él, lamento mucho tu perdida."

—¿Talía?— la voz de Bemus me saca de mis pensamientos.

El rubio me mira confundido y un poco preocupado.

Cuando mis ojos hacen contacto con los suyos soy yo la que empieza a preocuparse, se le nota nervioso y un poco molesto.

—Bemus...—susurro y me acerco un poco más a él.— ¿Estás bien? Pensé que Gea venía contigo. — el rubio se alarma y voltea su cabeza de un lado al otro por el gran patio, tratando de encontrar a la peliblanca.

—Fue al baño.—susurra con el ceño fruncido.

Casi y Neo aparecen, la chica de cabello gris apunta al colegio, logrando que Bemus suspire.

Me quedo mirando su reacción con la intención de preguntarle al respecto pero siento una presencia cerca de mí.

Me sobresalto un poco ver a Neo delante de mí con unos ojos llenos de curiosidad.

—¿Te encuentras bien? Pareces un poco perdida.—digo, el chico nota que mi maleta está abierta y que mis libros están a punto de salirse así que se apresura a tomarla y a cerrarla, solo que no la devuelve, se la cuelga en su hombro con una pequeña sonrisa.

Le devuelvo la sonrisa agachando mi cabeza, tratando de no sonrojarme por su acción.

Levanto mis ojos un poco y lo miro a la cara.

—Todo bien, solo estaba tratando de concentrarme para la clase, me he propuesto mejorar mucho esta vez.—le cuento tratando de sacar de mi mente ese recuerdo de mi cabeza.

—Me alegro, sé que lo harás Lía, tienes un gran poder.—la sonrisa de Neo me anima, asiento contenta.

Lo haré porque luego de ese día me niego completamente a ser débil. Ya no lo seré. Porque aunque en el futuro no pueda ayudarme a mí, tal vez si pueda hacer algo por los demás.

—Acérquense todos, colóquense por mun compatibles, empezaremos con cinco personas a la vez para poder controlarlos en caso de que alguien lo necesite. A este punto no debería de pasar claro está. Comencemos. — los alumnos comienzan a formarse en largas filas.

Los cuatro amigos se desean suerte con sonrisas y asentimientos de cabezas nerviosas antes de ir a sus respectivas filas.

—Los iré llamando de acuerdo a sus resultados de la semana pasada, así que comencemos.— el profesor mira la lista de alumnos y empieza a llamar a los primeros cinco alumnos.

Todos los demás expectantes miran fijamente como sus compañeros cierran los ojos y empiezan a encender su mun, logrando llenarse completamente de su poder.

—Bien, ¡empiecen!— grita el profesor dando la señal para que los cinco alumnos con mucha dificultad empiecen a atacar a su propio cuerpo.

Media hora pasa desde el inicio de la clase, muchos cayeron desmayados luego de unos minutos, otros descansan en unas bancas con respiración agitada mientras que otros, inquietos, esperan su turno.

El turno de los cuatro chicos ya ha pasado. Gea llora descontroladamente en brazos de Bemus.

Neo felicita a Talía por su progreso, ya que ella estuvo casi diez minutos aguantando y finalmente Casia se limita a observar a sus compañeros que siguen resistiendo.

El profesor asiente anotando los resultados de los otros chicos que pasaron, mira la lista nuevamente y llama a otros cinco nombres, pero, para la sorpresa de los que aún siguen conscientes solo cuatro se presentan ante el profesor Areleous.

Todos buscan con la mirada a la persona número cinco.

El profesor revisa su cuaderno y luego levanta su mirada, serio.

—¡Athea!—su voz se escucha fuerte entre el silencio de la cancha, pero nadie se mueve.

Más alejado de los alumnos un chico pelinegro con chaqueta amarilla que está recostado en las enormes paredes de piedra levanta la vista, buscando, como todos, a la chica de cabello morado.

Los ojos del chico se oscurecen por completo y luego de un rato su mirada va hacia el cielo, específicamente hacia la azotea del colegio. Chista con sus dientes separándose de la pared. Mira hacia el frente conectando sus ojos con la persona frente a él, asiente aceptando una orden no recibida antes de comenzar a caminar hacia el colegio.

—Que molestia. —dice desapareciendo de la vista del profesor.

Los cuatro chicos se voltean a ver entre sí con el ceño fruncido por la repentina desaparición de la chica nueva.

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