Capítulo 18
Es curioso como todos buscamos un lugar donde nos sentimos completamente cómodos. Con las personas, con nuestros pensamientos y con nosotros mismos. Pueden ser lugares esperados por nuestras personalidades o lugares que nadie imaginaria que pudiéramos estar.
Pero es un lugar que sea como sea nos llena por completo y nos aleja un poco de la fría realidad que tenemos que enfrentar cada día.
Lo triste de estos lugares especiales es que por muy importantes que sean o por mucho que te alegran normalmente no puedes compartirlos. Simplemente porque las otras personas no lo entenderían, no compartirían tu misma emoción, tu misma tristeza y tu mismo dolor.
Estas tú, tú solo tratando de no caerte a pedazos, amarrándote a personas o lugares que logran que todo mejore un poco.
A pesar de que no puedas compartirlo como quisieras. Nos limitamos a disfrutar de nuestro rincón.
Y esta cocina, por muy inesperado que pueda parecer, es el espacio privado del chico pelirrojo.
Y esto lo pude notar no solo por su sorpresa al verme si no por la pequeña chispa de molestia que hay en sus ojos.
He invadido lo que parecía ser un lugar secreto. Su secreto. Uno que no le gusta compartir y menos con alguien tan extraño como la chica nueva.
Y por algún motivo, dentro de mi desordenada cabeza, no puedo evitar sentir un poco de gracia, porque es en estos momentos de debilidad donde claramente tengo una ventaja.
—¡Pasa chico! ¿Por qué te has quedado ahí parado? Ven necesitamos tu ayuda si queremos alimentar a todos los chicos hoy.—Alala alza la voz, sobresaltando un poco al chico que se había quedado paralizado al entrar.
Su respiración trata de regularse y no aparta la mirada de mí, cuando yo, oprimiendo una risa, vuelvo a tomar el cuchillo y me pongo a cortar los tomates delante de mí.
El chico pelirrojo se adentra a la cocina, y aun distraído pega un respingo cuando Alala le pone un delantal por la cabeza. El chico le sonríe un poco y saluda a todas las cocineras por su nombre, dándome a entender lo que ya suponía: no es la primera vez que el chico viene a la cocina.
Cierro los ojos unos momentos y me dejo visualizar detrás de mi espalda.
Está confundido, quiere preguntar por qué estoy aquí pero es lo suficientemente inteligente como para prevenir que pueda estar escuchándolo para hacerlo. Así que lo deja pasar, al menos por ahora.
Sonrío al sentir su curiosidad y su desconcierto, al menos ya somos dos.
—¿Por qué no ayudas a tu amiga por allá y así terminan de cortar los tomates más rápido— la voz de Alala me desconcierta y hace que mi corte suene mucho más fuerte, llamando la atención de los presentes.
Me volteo hacia ellos y como lo supuse sus miradas están sobre mí. Eso y la pequeña sonrisa de Alala, como que si mi reacción era precisamente lo que esperaba.
Supongo que Adonis también le comentó que no he podido relacionarme con mucha gente aun.
—Claro.—susurra el pelirrojo antes de tomar una tabla de madera y un cuchillo para luego acerarse a la mesa donde estoy.
Suspiro un poco antes de moverme para darle espacio.
Los parloteos de las cocineras continúan, como si no hubieran creado un momento incomodo entre dos adolescentes.
Perfecto.
El sonido de los cuchillos comienzan otra vez cuando Neo ya esta a mi lado.
Mi piel se eriza ante su cercanía.
Tengo que parar un solo segundo para auto controlarme y no dejarme llenar por sus pensamientos que lentamente comienzan a ser más ruidosos en su mente.
Noto que su corazón palpita con nerviosismo, como si él se hubiera dicho a si mismo que se iba mantener lo más alejado posible de los problemas, y aparentemente esta al lado del centro de ellos.
Dejo salir aire fuertemente tratando de no reirme.
—No pareces alguien que madrugue.—hablo luego de un rato por que ya no soportando la presión que sus pensamientos estaban haciendo para tratar de entrar a mi mente.
Neo se sobresalta, su cuchillo se resbala y casi corta sus dedos.
—¿Estas bien?—le pregunto poniéndome de puntillas para lograr ver sus dedos sobre el tomate mal cortado.
—Estoy bien.—responde y me sorprendo un poco por su ronca voz.
Una leve sonrisa aparece en mi rostro, asiento y vuelvo a prestar atención en mi tomate.
—Por poco pensé que no querrías hablarme.—digo y el sobresaltado chico, que aún no se recuperaba del todo de casi perder un dedo, me voltea a ver un poco desconcertado.— Ya sabes, la chica nueva, sin amigos y con un mun no muy común. Es más fácil no acercarse ¿no?—ladeo mi cabeza y lo miro a los ojos.
—No.—el chico aclara su garganta y un poco más confiado comienza a cortar los tomates.— No es eso, lamento no haber hablado antes.— responde y yo lo miro seria antes de soltar una pequeña risa.
Neo me mira confundido.
—Estoy bromeando, no tienes que disculparte, si te soy sincera yo tampoco le habría a la nueva, no sabría como hacerlo la verdad.— digo y el chico frunce el ceño.— Se nota que todos llevan algo de tiempo conociéndose. Entraron juntos el mismo año ¿no? Cuando el colegio inauguró.
—Si, ese día llegamos la mayoría. Muchos se han ido y muchos más han entrado desde entonces.. Aunque normalmente entran en septiembre, ya sabes, al momento de ingreso de clases.—dice de los más tranquilo pero luego me mira un poco nervioso
—Claro, no en mayo como yo.—digo y río un poco.— La verdad es que me llamaron para que entrara en septiembre del año pasado. Solo que no estaba completamente segura de que si era buena idea venir.—me sincero sin darle demasiada importancia realmente.
—¿Por qué?—pregunta.
Paso mi mirada de los tomates a sus rojos ojos que me miran con curiosidad. El nerviosismo ha disminuido y sus pensamientos igual, lo que es un alivio para mí.
—No lo sé, siento que en parte es por que no lo merezco.—digo apartando mis ojos de los suyos.
—Si te llamaron es por que piensan totalmente lo contrario. Entrar aquí es muy difícil, más si nadie te llama. Tiene que significar algo ¿no?
—No realmente.—respondo y el chico frunce el ceño.— ¿No has pensado que si no tuvieras la familia que tienes no te hubieran llamado?—pregunto y aunque sigo sin mirarlo logro sentir molestia de su parte lo que me hace sonreir.— No digo que no merezcas estar aquí, pero, por ejemplo, si yo hubiera pasado el examen y me hubieran escogido, aun así hubiera sentido que no merezco entrar, que no merezco tomar el lugar de una persona que sé que lo desea más que yo. Al haber entrado por las conexiones que puedo tener hace que el sentimiento crezca. No pasé el examen, un examen que si hubiera pasado no hubiera merecido y más encima entré durante casi al final del año sin siquiera saber que el colegio requería usar uniforme. ¿No te parece injusto?—pregunto pero esta vez si lo volteo a ver llena de curiosidad.
El chico frunce el ceño y muerde un poco sus labios como si realmente estuviera pensándolo.
—No tienes que decírmelo, sé bien que yo no lo merezco. Aunque tú pareces que lo haces bien, que al pasar los meses has ganado este lugar, un lugar que ya era tuyo de todos modos, por tú familia y todo eso.— lo reconforto, ya que mi intención no era hacerlo pensar sobre su privilegio por venir de una familia importante.
Oh bueno si, la verdad es divertido verlo pensar.
—Como sea, ya estoy aquí así trataré de aprender de todos lo más que pueda.—le digo y aunque mi tono fue un poco sarcástico la verdad, durante esta semana dentro del colegio he visto mucho potencial en muchos alumnos y sé que al terminar lograré mejorar como todos.
Neo asiente antes de agachar un poco la cabeza, tomar otro tomate y cortarlo con un agilidad impresionante.
Nos quedamos callados unos segundos.
una mueca al sentir una presión en mi cabeza, miro al chico pelirrojo de reojo y noto que su ceño esta más fruncido de costumbre y la molestia ha llegado a un nivel de enojo.
Me sorprendo un poco por las consecuencias de mis palabras. Por lo mucho que le afecta el tema del legado.
Me pongo a pensar si preguntarle más al respecto llevaría a que él me gritara o me sacara de la cocina.
Seria interesante verlo.
Justo cuando voy a abrir mi boca para provocar un poco más a este chico un repentino ataque de enojo invade la mente de Neo enviando un fuerte dolor a mi mente que se resistía ante él.
Me quejo por el dolor y mis ojos se cierran. El tomate que tenia en mis manos sale rodando por la mesa hasta chocar con la pared que tenemos enfrente.
Mi vista se nubla un poco por el dolor, parpadeo un poco logrado ver a lo lejos el rojo tomate. Alargo mi mano para tomarlo, pero Neo hace lo mismo.
Neo, con la mano que tiene el cuchillo, alarga su mano con la misma intención de tomar el tomate.
La filosa hoja del cuchillo se desliza por toda mi palma, rajándola casi por completo.
Aparto mi mano por el dolor logrando ver como, en cámara lenta, un gran hilo de sangre morada sale de esta.
Los ojos de Neo van hacia mí, preocupado, pero mi cuerpo se gira para ocultar mi mano lastimada.
—Athea lo sient...—
—No te acerques.—la voz de Adonis me hace abrir los ojos. Giro los ojos y noto que justo en medio del pelirrojo y yo está Adonis. Con los hombros tensos encarando seriamente a Neo.
Neo abre la boca pero la sorpresa de la aparición de Adonis lo deja sin habla.
Adonis le quita el cuchillo y, detrás de su espalda, limpia mi morada sangre con un pañuelo sin que Neo se de cuenta, antes de ponerlo sobre la mesa otra vez.
Me tiende el pañuelo y hago lo mismo con mi mano para luego guardarlo en la bolsa de mi saco.
—Athea, lo lamento no quise.— el pelirrojo mueve se cabeza un poco para tratar de ver mi pequeño cuerdo detrás del cuerpo de Adonis que no se ha movido ni un centímetro y mira al chico molesto.
Neo alarga su mano y sujeta mi muñeca para examinar mi palma.
—¿Estas bien? Necesitamos ir a la enfermería para que te...—las palabras del chico se detienen cuando ve mi palma.
Mi palma limpia y sin rastro de herida.
Le arrebato mi muñeca bruscamente, poniéndome a la par de Adonis y sonriéndole abiertamente logrando que mis ojos se achiquen.
—No hay porque, no me heriste. Solo fue el susto, no te preocupes.—le digo mostrándole mi palma una vez más antes de mover mi cabello con ella.
Neo mira mi mano una vez más antes de poner sus rojos ojos sobre los míos.
Hay confusión y desconfianza en ellos lo que inevitablemente me hace sonreír.
En ese mismo momento las grandes y pesadas puertas de la cafetería se abren, dejando entrar a los ruidosos y hambrientos estudiantes.
—Bueno, es mejor que nos vayamos.—digo tomando el brazo de Adonis.— Fue divertido hablar contigo Neo.—sigo hablando, y ladeo mi cabeza un poco para ver con claridad como el chico reacciona a la mención de su nombre, como si hubiera olvidado que así es como lo nombro Alala cuando llegó.— Nos vemos en clase.
Jalo a Adonis, me despido de las cocineras, prometiendole a Alala que volveré más seguido, y salimos de la cocina aún con los confundidos ojos de Neo sobre nosotros.
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