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Capítulo 13

Un fuerte golpe me levanta de un susto, me quejo al sentir un gran dolor en el cuello.

Me había quedado dormido mirando la ventana en una posición nada cómoda.

Volteo a ver el producto del sonido y veo a mi compañero de cuarto. Ruedo mis ojos al ver su despeinado cabello negro y su chaqueta amarilla.

Eneas, al verme dormido, decidió no ser nada delicado y cerró su gaveta con mucha fuerza.

Lo miro molesto pero mi expresión cambia inmediatamente al realizar que está despierto. Él, despierto, por la mañana.

Jamás lo veo despierto porque usualmente soy yo él que se levanta temprano, mucho, mucho pero mucho más temprano que él.

Miro la hora alarmado y me doy cuenta de lo tarde que es.

Para esta hora ya debería de estar completamente listo para ir a buscar a las chicas.

Mi compañero de cuarto me mira con una sonrisa burlona pero lo empujo y voy al baño para comenzar a alistarme.

Antes de meterme a la ducha agarro mi celular y le escribo a Neo para que vaya por las chicas.

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Entro a la cafetería y visualizo a mis amigos en la mesa de siempre. Siento una vibra más positiva de parte de todos los alumnos lo que me alegra bastante.

Luego de la visita de la extraña persona, el ambiente en el colegio había estado realmente tenso.

Voy por mi desayuno antes de acercarme a mis amigos.

—Claro, ahora resulta que es mi culpa que el agua caliente se termine. — dice Gea y Casia bufa.

—Obviamente es tu culpa. Tardas horas bañándote.—la recrimina la chica de cabello gris señalando a la de cabello blanco.

Me río en mis adentros al ver a Gea con una sonrisa burlona, a Casia molesta, a Talía viéndolas angustiada y a Neo sin apartar ni por un segundo los ojos de la chica de trenzas verdes.

Levanto una ceja ante esto último.

Es justamente cuando el chico de cabello rojo siente mi mirada y voltea a ver confundido, cuando nota mi mirada se pone incomodo y sus mejillas se tiñen con un poco de rojo pero lo oculta rápidamente.

—¡Bemus! ¡Hasta que apareces!—grita Gea, interrumpiendo descaradamente, el argumento de Casia, lo que la hace enojar más.

—Hola. — saluda Talía, con una sonrisa grande en su rostro.

La chica aparta su maleta y planea la silla al lado suyo para que me siente, lo hago agradeciendo con una sonrisa.

—Buenos días.— les digo.

Casia voltea a verme de manera brusca lo que me sobresalta un poco. Me mira entrecerrando los ojos como si su enojo fuera culpa mía.

Abre la boca como para decir algo pero luego la cierra, molesta.

La chica alarga su mano y toma mi manzana, antes de que pueda detenerla, le da una gran mordida.

—¡Oye!— me quejo y ella me sonríe con la boca llena.

Yo me rió negando con la cabeza antes de poner mi mano sobre su cabeza, moviendo su cabello de lado a lado.

Ella entrecierra los ojos pero no dice nada. Se deja acariciar mientras mastica su manzana bruscamente.

Neo me mira asustado, como si temiera que Casia me arranque el brazo, Gea rueda los ojos, sabiendo bien que Casia no es tan dura como lo plantea.

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La hora para ir a clases ya ha llegado, nos despedimos todos y luego de la segunda hora de clase me voy a mi casillero a tomar algunos libros.

Camino por el pasillo y escucho murmullos provenientes de unos alumnos menores que yo.

Normalmente no me detengo a escucharlos pero en el momento en el que el nombre de la profesora Michelakis retumba en mis oídos no puedo evitar quedarme escuchando unos segundos.

Un breve recuerdo de la conversación de Talía sobre un incidente con hierbas venenosas llega a mi mente, y me preocupo de que sea sobre eso.

Pero escuchando bien la conversación de los chicos, me doy cuenta que hablan sobre lo distraída que ha estado la profesora.

Frunzo el ceño al escucharlo. Doy un paso al frente, metiendo mi cabeza más en mi casillero, ocultándome de cualquiera que pase. Cierro los ojos y trato de buscar a la profesora.

Visualizar la energía que hay en mi cuerpo y la manejo a mi antojo, movilizando dentro de las paredes para tratar de encontrarla y saber si los rumores son ciertos.

Empiezo a recorrer el colegio a través de la energía de la gente. Logrando sentir sus palpitaciones.

De hecho es fácil reconocerlas, ya que cada uno tiene una energía única.

Curiosamente en el ala oeste siento una energía más atrayente, mi cabeza se mueve hacia un lado al sentir esa energía desconocida.

Mi vista comienza a ponerse de color amarillo, demasiado brillante, cegándome de lo que parece un pasillo que lleva a una habitación.

De un momento a otro, un fuerte dolor de cuerpo me dificulta el camino, como si hubiera una barrera.

No es igual al del director, ya que él tiene una barrera sobre sí mismo, sino que es más poderosa, mucho más poderosa.

—¿Bemus?—mis ojos se abren por el sobresalto.

El amarillo de mis ojos empieza a apagarse pero miro a la persona hasta que estoy seguro de que el brillo ha desaparecido. Simplemente para que no haga preguntas.

Volteo mi rostro y veo a Gea que me mira con una rara expresión en el rostro.

—Gea, hola, lo lamento, no te escuché.—digo agarrando un libro, metiéndolo en la maleta antes de cerrar el casillero y colgar la maleta en mi hombro.

—¿Estas bien? Estaba muy tenso. — la chica me mira directamente a los ojos, mostrando su típica personalidad de no temerle a nadie.

De hecho no lo hace. Gea siempre se ha mostrado genuina. Sin miedo a decir lo que siente, a argumentar sobre su opinión. No hay mentiras que no logre descubrir.

Me tardo en contestar a lo que la chica se cruza de brazos y levanta una ceja, como diciendo qué sabrá si miento, que no debería de pensar tanto la respuesta de una simple pregunta.

Sonrío de lado.

—Estoy bien, no te preocupes. ¿Tienes hora libre?—pregunto cambiando de tema, aún no quiero comentarle lo que sentí debido a que no sé que es lo que sentí.

Aunque ella ha actuado indiferente ante la situación sé que le preocupa y que ha estado muy nerviosa.

Señalo el pasillo para preguntarle si caminamos juntos, mientras charlamos.

Gea niega un poco con la cabeza, con una pequeña sonrisa en su rostro, sabiendo perfectamente que cambié de tema. Se acerca a mí y toma mi brazo con sus manos y comenzamos a caminar.

Mientras lo hacía, Gea levanta sus pies más de lo que debería, como si chapoteara agua de unos grandes charcos. Su cabeza empieza a moverse ligeramente, como si escuchara música, mientras que una gran sonrisa decora sus finos labios rosados.

—¿Y bien?—pregunto, nuevamente. De un momento a otro su sonrisa desaparece y un mueca la reemplaza.

Frunzo el ceño y me detengo, haciendo que ella lo haga también, me pongo frente a ella mientras que el agarre pasa de mi brazo a mi mano.

—No, no tengo hora libre, de hecho ahora tengo resistencia y fuerza. — escupe y ahora soy yo el que hace una mueca.

Gea realmente odia esa clase, el profesor es muy exigente con ella ya que la clase se caracteriza por el dolor. Mejorar el mun requiere de un gran trabajo, de resistencia y de fuerza física y psicológica. Ya que para hacerse más fuerte se necesita dejarse llenar completamente del poder, haciendo explotar cada partícula del cuerpo con el mun para que se regeneren mucho más resistentes y fuertes.

Gea no soporta el dolor y prefiere dejar su mun como está. El profesor le exige más de lo que ella es capaz de dar, la chica se lleva muchos gritos de parte de él. Y en este caso, Gea es como una niña pequeña, que odia que le griten, más cuando piensa que no es una razón válida.

Bajo mi mirada a nuestras manos entrelazadas y con mi mano libro tomo su otra mano. Noto como tiembla un poco, como cada vez que realmente está ansiosa.

Cierro los ojos y suspiro lentamente.

Despacio, mis venas empiezan a alumbrar, Gea, frente a mí cierra sus ojos al sentir la calidez de mis manos.

Me concentro para absorber toda su energía negativa, sus nervios y su angustia, para intercambiarla por energía positiva de manera delicada, sin causarle dolor alguno.

Cuando termino abro mis ojos y logro deleitarme con su enorme sonrisa.

Gea permanece con los ojos cerrados un rato más, mientras el brillo de mis ojos comienza a desaparecer.

—Lo harás bien, tienes que confiar más en ti.—le digo y la chica de cabello blanco me lo agradece cuando abre sus ojos.

Besa mi mejilla y se despide de mí mientras va dando saltitos por todo el pasillo.

Me río al verla antes de entrar a la siguiente clase, esperando saber cómo le irá.

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