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✧⁠◝ Outro: Inner Child

Chan no pudo evitar sonreír cuando entró al departamento, encontrándose con Berry saltando una vez abrió la puerta, su lengua fuera, contento por verlo allí.

Jeongin no se giró y Chan dejó al perrito en el suelo, que fue donde el menor, llamando su atención. El chico le acarició la cabeza, distraído, así que Chan también se acercó. Se sentó en el suelo junto a él, deslizando su mano izquierda por el cuello del muchacho.

Jeongin le miró, con una sonrisa amplia en su bonito rostro e inclinándose para darle un beso en los labios. Chan lo recibió con gusto.

El de cabello rojo tenía el rostro lleno de pintura de muchos colores, su ropa también se encontraba sucia, pero no parecía ser consciente de ello. Al mayor tampoco le molestaba un poco.

—¿Qué pintas? —le preguntó, su voz baja.

Los ojos de Jeongin lucieron desconcertados un momento, así que Chan se corrigió.

Jeongin se recostó contra él, besando su mejilla fugazmente.

Chan se tiró sobre la cama, riéndose cuando Jeongin le imitó, abrazándolo para acurrucarse sobre las frazadas. Estuvieron dándose besos y haciéndose cosquillas un buen instante, mimándose entre pequeñas risas.

—Channue —susurró Jeongin contra su oído, luego de unos segundos en silencio. El mayor pellizcó su nariz.

—¿Sí, hermoso?

—He tenido sueños feos esta semana —respondió Jeongin, con su voz como un hilo, antes de hundir su cabeza en el cuello de Chan.

El compositor no respondió enseguida, acarició el cabello del menor, que no lloraba, pero se aferraba a él con mucha desesperación.

—¿Quieres contármelos, bebé?

—No —gimió Jeongin—. No, no quiero hablarlos, porque siento que los hace más reales de lo que ya son...

Chan no presionó un poco, sabiendo que esas cosas sólo Jeongin debía decidir cuándo hablarlas. Su misión, en ese momento, era quedarse allí y escuchar cualquier palabra que el muchacho quisiera soltar, sin juzgarlo un poco, oyéndolo para ser su compañía.

—¿Te... te acuerdas de que... que Yo-Yongsun dijo que... que quizás debería escribir algo? —murmuró Jeongin contra su oído.

El mayor volteó su cabeza, observando el rostro repentinamente tímido de su novio, aunque en sus ojos todavía podía ver la pena allí.

Le dio un beso en la mejilla, en esa cicatriz de cigarrillo que, extrañamente, permanecía y no desaparecía. A Chan le gustaba besarla, como si de esa forma, pudiera disminuir un poco el dolor que significó.

—¿Quieres...?

—¿Qué lo lea? —completó Chan, al ver que Jeongin se puso demasiado nervioso de repente—. Si tú quieres, entonces no hay problema, bebé.

—Sí —Jeongin se sentó en la cama, agarrándole la mano—, vamos... al ático... vamos...

Chan sintió la tentación de decirle que, a esa hora, el ático estaría helado, pero decidió callar, porque comprendía que Jeongin necesitaba hacer eso en aquel momento. Así como no le decía nada cuando se levantaba a medianoche a pintar, ahora permaneció en silencio, siguiéndole.

No se equivocaba: esa pequeña habitación estaba helada, aunque mostraba la luz de la luna, con el reflejo iluminando el lugar fácilmente. Jeongin se puso de rodillas, comenzando a buscar en medio de todos los papeles el que necesitaba.

Cuando encontró el papel, sonrió de forma irremediable, volteándose hacia Chan para tomarle la mano otra vez y dándole un abrazo fuerte. A veces, Chan ponía música en el cuarto, ambos meciéndose en ese abrazo, riéndose, besándose, girando, mientras Berry saltaba, lleno de felicidad.

—Te amo —murmuró Jeongin—, te amo, te amo tanto...

Chan se rio al escucharlo repetirlo tantas veces mientras volvían a su cuarto. Siempre era un placer personal oír la voz de su novio decir esas palabras, que se las dijera mientras lo besaba.

Se acostaron sobre las frazadas, con Chan bajando un poco la luz del cuarto, lo suficiente para que los stickers de estrellas fosforescentes, que Félix les regaló meses atrás, brillaran un poco. Jeongin se entretuvo mucho pegándolas ese día.

—¿Puedes leerla? —preguntó su novio, de forma repentina y con su voz baja, tendiéndole el arrugado y manchado papel.

Chan lo tomó, comenzando a leerlo en silencio, sus ojos recorriendo las frases que el menor hizo. Su expresión se suavizó.

—¿Es un poema? —preguntó Chan, tranquilo y dejando que Jeongin recostara su cabeza entre el hombro y pecho del más alto.

—No...

—Es una canción, entonces —siguió aventurando Chan.

Hubo un pequeño silencio.

—¿Es muy mala? —preguntó Jeongin, con su tono lastimoso y tembloroso.

Chan le devolvió el papel.

—Cántame, Jeongin.

Jeongin. El menor recordaba la forma en la que Chan susurraba su nombre de manera temblorosa en esas noches oscuras, siendo sólo sudor y gemidos bajos, saliva y tartamudeos. Siempre murmurando débiles ‹‹Jeongin, Jeongin, Jeongin...›› a medida que los dedos del muchacho iban más profundos.

Jeongin siempre le contemplaba después, cuando se quedaba dormido, algo atónito por la forma en la que Chan se entregaba a él, sin duda alguna, y lo abrazaba hasta hundirse contra su cuerpo, pensando lo afortunado que era por tenerlo con él.

Así que no pudo negarse, no cuando su novio lo llamó de esa forma, y leyó la primera frase antes de humedecer sus labios. Pensó en el ritmo en su cabeza, las primeras tonadas, y...

Fue un momento realmente difícil para nosotros en ese entonces,

Mirando las estrellas en el cielo, tan lejos...

En ese entonces no creías en la galaxia,

Pero lo he visto, una galaxia plateada...

Su voz se sacudió en las primeras palabras, se quebró y sus susurros por momentos morían, pero se forzaba a continuar. Yongsun decía que debía intentarlo, aunque costara. Aunque doliera. Aunque los recuerdos volvieran con fuerza.

El aire de los días de verano,

El sonido de la calle gris que estaba tan fría,

Respirando y tocando tu puerta,

Vamos a cambiar...

Comenzó a llorar, sin poder evitarlo, pero Chan lo seguía abrazando, lo seguía escuchando, acariciando su cabello en ese tranquilizante silencio que era todo para Jeongin. Cuando su novio no decía algo, sin embargo, sus toques hablaban por él, era el éxtasis pleno para el menor.

‹‹Me quiere. Oh dios, me quiere. Nunca hagas que deje de quererme››.

Ahora puedo ver quién fuiste ayer,

Quiero abrazar todas las espinas de una rosa estropeada.

Un niño inocente que siempre estaba sonriendo,

Es por eso que cuando te veo empiezo a sonreír un poco...

Y Jeongin lo quería tanto, tanto, que a veces no era capaz de siquiera expresarlo o pensarlo. Cuando trataba de dimensionar su amor, era como contemplar el cielo, con las estrellas brillando: era hermoso, aunque no lo entendía. Pero lo único importante era el hecho de que contemplarlo era lo más precioso que pudiera ver alguna vez, tanto que a veces podía llorar por lo que significaba.

Sólo necesitamos tocar esas estrellas,

Y te daré mi mundo.

Porque la luz que brilla en tus ojos ahora soy yo,

Eres mi chico, mi chico,

Mi chico, mi chico, mi chico...

—Mi niño de luna...

No se dio cuenta que dejó de cantar hasta que Chan habló contra su oído, con esa voz grave que podía derretirlo por completo, y dejó que el mayor le besara, le devorara con sus labios, sin dejar de susurrar ‹‹mi niño de luna, mi hermoso niño de luna...››.

Jeongin se dejó absorber por los labios, los besos, los dedos, la piel de Chan, gimiendo bajito contra su oído, susurrando el nombre de su novio. Jeongin lloró cuando su cuerpo se estremeció, corrientes eléctricas recorriendo cada centímetro de su carne, mordiendo el hombro de Chan para no chillar. Observó las estrellas, sintiendo que podía tocar el sol, la luna, el cielo entero, y comprendió todo de pronto, deshaciéndose en temblores contra el mayor.

Chan y Jeongin tenían una sola alma, en esa pequeña oscuridad, ellos eran uno solo.

—Oh dios, oh dios... —murmuró Chan contra los labios de Jeongin—, oh, Jeongin...

—¿Te gustó? —preguntó Jeongin, con su voz quebrada, pero no en una mala señal. Era bueno, muy bueno—. ¿Te gustó la canción, Channie?

Chan gimió, con sus ojos lagrimosos y una sonrisa tirando de sus labios.

—Es hermosa, como tú —Jeongin se dejó acurrucar, y sus ojos se cerraron por el sueño, dejando que la esencia del compositor lo llenara—, tan hermosa, Moonchild...

Se durmió, sintiendo los besos de Chan en su mejilla, ligeros como plumas, y eso era lo que más amaba Jeongin, esa tranquilidad de que las cosas eran difíciles, pero él estaba, por fin, bien.

Gracias por leer y les mando un fuerte abrazo, probablemente no sea suficiente para sanar a sus corazones luego de leer esta historia, pero deseo que les haga sentir bien al menos por un instante.

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