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✧⁠◝ Epílogo: Moonchild

―¿Has pensado en la carátula del álbum?

Chan levantó la vista hacia la chica por su pregunta, apagando la computadora antes de voltearse hacia ella por completo.

―Algo sencillo ―fue lo que respondió, poniendo una expresión pensativa―, que sea... monocromático.

―Entonces deberías verlo pronto ―contestó la chica―, a finales de la semana debes entregar tu idea. Estás corto de tiempo, Chan.

Soltó un bufido, aunque una sonrisa se extendió por su rostro ante lo que se vendría las siguientes semanas. Su primer mini-álbum, trabajado completamente por él, saldría en poco más de tres meses. El tracklist ya estaba listo desde hace mucho, prácticamente desde que debutó seis meses atrás, con un sencillo digital que rompió todos los charts de Corea del Sur.

Pocas personas le tuvieron realmente fe, más cuando dijeron que le iban a debutar con veinticuatros años. Ya estaba algo viejo –según muchos CEO's– para saltar al estrellato, pero el talento que poseía era definitivamente innegable, así que decidieron arriesgarse.

Una gran decisión: Chan debutó bajo el nombre de CB97 en su pequeña compañía, donde se desempeñaba principalmente como compositor y productor de otros grandes éxitos, ahora teniendo su propio momento para brillar. No podía estar más feliz en su vida.

Aunque...

Rascó su nuca para alejar ese pensamiento breve de su mente. Ahora debía preocuparse solamente de su futuro mini-álbum.

―Vas a grabar conmigo, ¿cierto? ―le preguntó a la chica―. Quiero tu voz en algunas canciones, Adora.

Ella sonrió, poniéndose de pie mientras agarraba su bolso. Le había comentado antes que tenía una cita con su novio más tarde.

―Voy a pensarlo ―dijo la mujer, caminando hacia la salida―. Deja todo apagado, Chan ―antes de salir lo miró―, y feliz cumpleaños, espero que la pases bien.

Chan hizo un gesto de agradecimiento, apagando el resto de los equipos cuando su celular sonó en una llamada. Al mirarlo vio que se trataba de Jisung.

―Hey, hola ―saludó a su amigo.

―¿Sigues en el estudio? ―se quejó Jisung―. ¡Es tu cumpleañoooooos!

―Debía terminar unos asuntos pendientes ―replicó Chan―. Por otro lado, el señor Park ha dicho que quiere verte para regañarte.

―¡Siempre me regaña ese hombre viejo de...!

Chan ignoró todas las ofensas que Jisung empezó a soltar contra el móvil. Ambos entraron a la misma empresa, ubicada en un lugar central de Seúl, sólo que con un año de diferencia; Jisung fue aceptado primero, porque nunca dejó el mundo del rap por completo, así que ya tenía varios contactos gracias a su dedicación una vez salió del colegio.

Chan, por otro lado, se sintió en ese tiempo como si estuviera en un barquito de madera, en medio de una tormenta marina: inestable y desorientado. El instituto acabó, no sabía qué hacer con su vida y el constante recuerdo de Jeongin estaba sobre sus hombros.

Jeongin deshaciéndose en lágrimas en sus brazos, llorando destrozado.

Decidió tomarse el año y trabajar, tratar de retomar muchas cosas que dejó por sus padres y salir de ese pequeño agujero en el que cayó. Luego de muchos meses comenzó a escalar para salir de ese hoyo.

Jisung le comentó que en la empresa estaban buscando compositores, por lo que Chan postuló, quedando poco después y trasladándose a la capital. Su mejor amigo debutó bajo el pseudónimo de Han veinte años, alcanzando gran éxito también.

―Oye, ¿me estás escuchando?

Rodó los ojos.

―Claro que sí, siempre te escucho ―mintió Chan.

―Genial ―Jisung se escuchaba relajado y contento―, ¿qué tal si vienes a cenar más tarde? ¡Félix quiere que vengas a comer con nosotros!

―¿De verdad?

―Bueno, no tan así ―admitió Jisung―, dijo que podías venir si no ensuciabas la entrada y no volvías a tomar té de su tazón.

Chan se rió avergonzadamente al recordar ese episodio de meses atrás: se sirvió un té en el tazón que pertenecía a Félix, y el novio de Jisung estuvo molesto toda la tarde.

―Está bien, pero llegaré sobre las ocho ―contestó Chan―, iré a una galería de arte donde están exhibiendo unas fotografías y...

―¡Aburridoooooooooooooooo! ―se mofó Jisung―. Avísame cuando vengas, ¿vale? ¡No se te ocurra llegar tarde, sabes cómo se pone Fefi!

―Si voy tarde, entretenlo con tu pene gordo ―replicó Chan.

―¡De eso no te preocupes!

El más alto decidió cortar, pues sabía que Jisung se podía poner peor si quería. Agarró la mochila y salió de su pequeño cuarto que servía como estudio en la empresa, caminando por los pasillos hacia la salida y despidiéndose de las pocas personas que quedaban. Eran casi las cinco de la tarde.

Una vez salió al exterior, agarró el primer bus que le podría acercar a la galería dónde se llevaría a cabo una exposición de fotografías. Dos semanas atrás le llegó una invitación por su correo –algo raro para esos días donde todo se comunicaba por internet–, anunciándole del evento que se llevaría a cabo y estaría por un mes abierto para el público.

Señor Bang Chan:

Es de nuestro agrado invitarlo a la exposición fotográfica que se llevará a cabo el día 12 de septiembre, del presente año, en la Galería Gongpyeong. Uno de nuestros más talentosos artistas, MC, ha solicitado su presencia y es un honor para nosotros contar con ella. Debido a esta exposición, la galería se mantendrá abierta hasta las 19:00 horas, aunque puede asistir durante todo el día.

Director de la Galería Gongpyeong.

A Chan le llamó la atención de toda la situación, ya que cuando ingresó a internet descubrió que la exposición estaría un mes, no sólo un día, ¿para qué le solicitaban un día en específico, en especial en su cumpleaños? Por otro lado, ¿qué artista era MC? Cuando lo buscó no encontró nada.

La curiosidad lo estaba matando.

Una vez en el bus, revisó los mensajes que le llegaron ese día por su cumpleaños: Sujin lo felicitó, ahora su hermana menor estaba terminando de estudiar para ser profesora de canto en Daegu, además de que estaba saliendo con un chico llamado Minsik. Sus padres le llamaron en la mañana, por lo que no esperaba un mensaje de ellos. Incluso Yeji le envió un correo con una cortés felicitación, lo último que supo de ella es que acababa de graduarse de Medicina en la universidad más prestigiosa de Corea, y pronto iba a casarse. De Hyunjin poco sabía porque apenas le veía, lo único que llegaba a enterarse era gracias a Félix, quien estudiaba haciendo un Magíster en Astronomía.

Chan mordió su labio inferior, pues no había un mensaje de la persona que realmente quería, como cada año lo ansiaba. Iba perdiendo la esperanza a medida que el tiempo pasaba.

Suspiró por el cansancio bajándose a pocas cuadras de la galería, caminando hacia ella. Sintió un poco de vergüenza a medida que se acercaba, ya que notó que no estaba vestido para la ocasión, con las personas a su alrededor llevaban trajes o vestidos elegantes mientras que él sólo vestía unos jeans junto a su playera. Incluso el guardia, cuando entró, lo miró como su fuera un delincuente.

Le preguntó las indicaciones acerca de la sala dónde se llevaría a cabo la exposición a la secretaria, que le pidió la invitación antes de decirle que estaba en el segundo piso. Chan le agradeció con una sonrisa educada para después subir, entrando al enorme salón.

Vio unos aperitivos en una mesita de la esquina, junto a varias personas que observaban las fotografías que había en la pared, vislumbrando con un solo vistazo que se veían bastantes profesionales. Cuando pasó al lado de quien debía ser la persona que armó todo el evento, alcanzó a escuchar sus palabras:

―... quería un concepto de lo ‹‹precioso›› ―decía el hombre a su público―, así que muchos fotógrafos trabajaron desde su propia perspectiva. ¿Qué es lo precioso para mí? ¿Qué es lo precioso para ellos? ¿Qué es lo precioso para ustedes, damas y caballeros?

Chan trató de pensar en su concepto de precioso. Precioso era Jeongin cuando sonreía con su sonrisa hoyuelada, mostrando sus dientes, sus ojos arrugándose. Precioso era Jeongin al momento de colgarse de él, llenándole el rostro de besos, su rostro inocente y lleno de una bonita dulzura que estremecía su corazón. Precioso era Jeongin llorando en sus brazos una última vez.

El rubor pintó su cara por sus pensamientos. No era bueno que siguiera esa línea de ideas, porque le pondrían muy triste.

Las fotografías se hallaban ordenadas por artistas, pues las primeras eran a color, llamativas, aunque Chan se sintió algo decepcionado, porque eran las típicas de alguien que le puso poco esfuerzo: un atardecer, un bosque, una playa...

Con las segundas pareció animarse más, pues eran paisajes distintos; en unas había lluvia cayendo, en otras una fogata a medio apagar.

Las terceras le gustaron bastante, ya que el artista viajó por el mundo a zonas de guerra y retrató a dos personas homosexuales besándose en Moscú. A una niña iraní sonriendo con un oso de peluche roto. A una familia de migrantes sirios re-encontrándose en Francia.

Con las cuartas...

Chan se congeló al ver dos sonrisas que se le hicieron extrañamente conocidas. ¿Esos no eran...? ¿Acaso...?

Leyó el título de la fotografía. Estaba en blanco y negro.

Amistad, por MC.

La sonrisa con pequitas y la de gruesos labios eran inconfundibles.

Tembló cuando miró la segunda.

Dos cabezas juntas, pero sólo se veían sus cabellos, no sus rostros, aunque un pensamiento breve cruzó su mente cuando leyó el título.

Familia, por MC.

Yerim y Hongseok.

Sus ojos se llenaron de lágrimas con la tercera fotografía. Un pequeño perrito acurrucado sobre una cama en una bolita, durmiendo, tan pequeñito que podía ser llevado en brazos sin problema.

Compañía, por MC.

Deokbae. El gruñón y juguetón Deokbae.

Con la cuarta fotografía sintió el aire salir de sus pulmones: dos ojos inconfundibles porque él los veía cada mañana frente al espejo. Más jóvenes, menos cansados, más vivos.

Amor, por MC.

Sintió un tirón de su hombro.

―Hola, Bang Chan ―murmuró una voz detrás de él.

Una voz que escuchó sólo tres veces: la primera cuando le gritó, la segunda cuando habló por el teléfono y la última cuando lloró. Pero la iba a reconocer en cualquier parte del mundo, ya que era inconfundible, lo viera por donde lo viera.

Se volteó y Bang Chan le devolvió la mirada, con sus ojos llenos de lágrimas antes de tenderle su cuadernito. Un nuevo cuadernito con un lápiz, donde había unas palabras escritas torpemente.

Pensé que no vendrías. Pensé que no estarías aquí.

Chan leyó las palabras, levantando la vista y escribiendo una palabra, antes de dar un torpe paso y abrazarlo.

Lo abrazó por todos esos largos años que no estuvo con él, sintiendo cómo podía romper a llorar en cualquier instante, porque esa situación era demasiado y todo lo estaba superando. Porque Jeongin, que no veía desde hace poco más de siete años, estaba frente a él.

Jeongin se tensó un instante por el repentino abrazo, antes de relajarse contra él y devolvérselo tímidamente.

―Jeongin, Jeongin... ―murmuró Chan apenas―, Nini...

El menor apretó los hombres del más alto y se alejó. Iba vestido con un abrigo largo junto con una boina sobre su cabello castaño, ambos de color negro. Chan notó la cicatriz de quemadura en su mejilla, allí donde ese monstruo lo marcó, pero no le importaba. Él se veía... se veía muy precioso. Precioso. Tan precioso.

Soltó una risa con la vista lagrimosa.

―Eres hermoso ―le dijo―, no importa cuántos años pasen, eres hermoso.

La mirada en el rostro de Jeongin se suavizó antes de abrir su boca, aunque sus ojos se movieron por el lugar en un gesto nervioso. Terminó escribiendo en el cuadernito.

No, tú lo eres. Tú siempre serás precioso.

Mi propio concepto de precioso.

El rubor pintó la cara de Chan ante sus palabras, pero tuvo un pequeño pensamiento: Jeongin habló y ahora escribía, ¿acaso...?

―¿Podemos hablar? ―le preguntó Chan con la voz ahogada―. ¿Po-podemos...?

―Es tu cumpleaños ―susurró Jeongin entonces, con su voz grave y Chan se sintió derretir―, podemos hacer lo que quieras, Channie.

Chan lo agarró de las mejillas queriendo besarlo, pero sólo juntó ambas frentes en un gesto tierno, riéndose. Jeongin también se rio.

―Oh, Jeongin... ―Chan no quería soltarlo, no quería alejarlo nunca más―, tu voz...

El menor puso un dedo sobre los labios del más alto para que se silenciara, y terminó por alejarse y hablar con gestos. Por un instante, Chan se sintió otra vez como si tuviera dieciocho años, frente a un adolescente Jeongin frente a él.

No siempre puedo hacerlo ―se disculpó Jeongin―, estoy en ello. En tratamiento constante. Voy pasito a pasito, como un cangrejito.

―No me importa ―afirmó Chan, repleto de una infinita felicidad pues realmente no le interesaba―, estás aquí, conmigo. Eso es lo importante.

Era verdad. Todo el resto podía irse a la mierda en ese momento.

Jeongin lo agarró de las mejillas, apretándoselas.

―Paseemos ―pidió sin dejar el tono bajo, para que sólo Chan escuchara―, ¿quieres ir conmigo?

Chan podría ir al fin del mundo con Jeongin, pero sólo afirmó con la cabeza, siguiéndolo para salir de la galería.

Aunque una vez fuera, Jeongin le agarró la mano. El rubor pintó el rostro del menor, pero Chan sólo lo aferró con mayor fuerza.

―¿Por qué MC? ¿Qué significa? ―preguntó Chan de pronto.

Jeongin sonrió de forma juguetona, soltándole la mano.

Moonchild. Debutaste con esa canción. Soy Moonchild para ti, ¿cierto?

―Siempre ―prometió Chan, antes de agregar―. Te quiero.

Jeongin sonrió, dándole la mano una vez más y caminando junto a Chan hacia el parque por el resto de la tarde.

Y, quizás, de su vida.

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