Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✧⁠◝ 17

Muñequito, normalmente, no interactuaba con otras personas a menos que fuera el señor Shin.

Gatita Blanca estaba contra él, mirándole con sus ojos enormes, y le lamió la mejilla, emitiendo una especie de ronroneo antes de maullar. Finalmente, se recostó cerca de sus piernas.

Pero Muñequito no la miró, sólo observó la pared hasta que la puerta fue abierta bruscamente.

Gatita Blanca, Zorrito Pequeño y Cerdita Bonita se sobresaltaron, corriendo a sus esquinas para no ser castigados, temblando por el miedo. Sin embargo, Muñequito permaneció quieto, sabiendo que todas esas sorpresivas entradas eran para ponerlo a prueba a él.

Pero Muñequito entendió hace mucho que no podía actuar de esa forma, porque él era especial: era un muñequito de porcelana, y los muñequitos de porcelana permanecían quietos, sin reaccionar, sin moverse.

¡Tengo buenas noticias! dijo el señor Shin con expresión exultante, acercándose a él, y lo tomó por las axilas.

Como peso muerto, Muñequito se dejó manejar.

Tu dueño ha decidido que ya quiere comprarte dijo el señor Shin, sin dejar de sonreír antes de recibir un beso en los labios.

Muñequito permaneció sin hacer gesto alguno.

Señor Shin se sentó sobre su cama, ignorando a los otros juguetes, y lo sentó en su regazo, acariciándole el cabello.

Tienes que portarte muy bien le dijo el hombre, meciéndolo como si fuera un bebé, puede que tu dueño no sea tan bueno como nosotros, Muñequito, así que tienes que ser mejor de lo que ya eres, ¿podrás serlo?

No respondió, porque Muñequito no hablaba.

El señor Shin sonrió.

Nada de ruidos, Muñequito recordó Shin, nada de oídos. Tú eres el Muñequito perfecto, porque no te hemos mutilado, no como a los otros chicos. Eres hermoso, y sería una pena que tuviéramos que cortarte las cuerdas vocales, por ejemplo, si fueras un mal Muñequito, ¿está claro?

Mantuvo su expresión neutra.

Vamos a ponerte muy bonito ahora, Muñequito dijo el señor Shin, poniéndose de pie y llevándolo en sus brazos, más tarde vendrán a buscarte.

Salieron al pasillo, aunque Muñequito no lo conocía, pues estaba siempre sentado. Sin embargo, no pudo evitar abrir sus ojos ampliamente por el miedo cuando observó a uno de los ayudantes del señor Shin arrastrando a Perrito, cubierto de líquido carmesí, un rastro de sangre pintando el suelo.

Una mirada vacía en sus ojos, su pecho sin moverse.

Este bastardo le ha mordido la polla a Lee se burló el desconocido, haciendo una mueca de asco al ver toda la sangre.

Deshazte de su cuerpo fue lo único que dijo el señor Shin, antes de sonreír al ver la mirada horrorizada de Muñequito. Espero que seas muy bueno, porque eso va a pasarte si te portas mal, Muñequito.

No respondió. Hace mucho había dejado de responder.

Sujin estaba llorando contra su costado, pero él lo único que podía hacer era observar el techo con una expresión indescifrable.

—Lo he arruinado todo —sollozó Sujin, y Chan suspiró.

—¿Qué estás diciendo, bonita? —regañó, acariciándole el cabello.

—Tú lo viste —hipó Sujin—, la forma en la que In reaccionó...

Chan no quería pensar en eso, porque su mano iba a picar en ansiedad por enviarle un mensaje a Jeongin.

Nunca lo vio actuar de esa forma: Jeongin empujó a Sujin con una expresión de shock en sus ojos, llevando sus manos a su cabello, comenzando a tirárselo mientras movía sus labios, pero no emitía sonido alguno. Chan alcanzó a agarrar a su hermana, que tropezó por la sorpresa, todavía algo atónito por el beso.

—¿Jeongin...? —murmuró él.

Jeongin lo miró, sin embargo, antes de poder decir algo, vio cómo se golpeaba en la mejilla con la palma de su mano, el ruido seco resonando en el patio. Una y otra y otra vez, hasta que su piel se tornó roja.

Y aun así no se detuvo.

—¡Señora Yang! —gritó Chan, adelantándose a agarrar el brazo de Jeongin para que se detuviera.

Pero el chico se retorció un momento, antes de morderlo repentinamente.

—¿Qué ocu–? ¡Oh, dios! —Yerim, en lugar de retroceder, botó el mantel con el que estuvo limpiando sus manos y corrió a sostener a su hijo—. ¡Jaehyun! ¡JAEHYUN! —Jeongin comenzó a revolverse, desesperado, y Deokbae empezó a ladrar—. ¡Chicos, váyanse ahora!

—Pero...

—Jeongin, ¿qué está...? —Jaehyun apareció, y no tardó en comprender la escena, por lo que corrió a ayudar a su hermana.

—Podemos...

—¡Necesito que se marchen! —insistió Yerim, y Chan agarró la mano de Sujin para tirar de ella, saliendo de esa casa.

Los ojos llorosos de Jeongin siguiéndolo en todo momento seguían pesando en su interior.

Sujin sorbió por su nariz.

—No le gusto —murmuró la chica, desconsolada—, yo realmente creí que...

—¿Por qué dices eso? —preguntó Chan, sintiendo su estómago apretado—. Tú eres bonita, inteligente y graciosa, Sujin.

—No lo soy —gimió la muchacha, volviendo a llorar—, y yo nunca le gustaré. Viste cómo reaccionó, la forma en la que me trató. Debo darle asco.

Chan quería decirle que no era así, que estaba exagerando, pero no se sentía capaz de ello, porque recordaba lo ocurrido, y las ganas de vomitar empujaban por su garganta.

No entendía nada, el por qué reaccionó de esa forma, por qué actuó de manera tan... tan desquiciada y enloquecida sólo por un beso. Chan no estaba enojado, no estaba herido, pues sabía que lo que sentía Sujin no era correspondido, que Jeongin gustaba de él, pero ese actuar... le desconcertó por completo.

¿Qué le ocurrió?

—Él... ¿nunca te ha dicho sobre... sobre lo ocurrido cuando estuvo desaparecido, Sujin? —preguntó en voz baja.

El llanto se detuvo un instante. Sujin le miró, con sus ojos brillando por las lágrimas.

—No —confesó, hipando—, yo le... le he preguntado a Hyunjin, pero no ha querido decirme. Dice que no es asunto suyo hablar sobre eso —le abrazó con más fuerza—, pero me preocupa tanto. Jeongin es un chico tan dulce y bueno, yo sólo... sólo quiero hacerlo feliz —su voz se quebró—, sólo quiero hacerlo sentir amado.

Chan sintió su garganta apretada, como si fuera a llorar también, y volvió a abrazar a Sujin para que siguiera desahogándose, buscando consolarle a pesar de que él también tuviera el corazón roto.

Aunque no sabía exactamente el porqué.

—Mamá te ama, papá te ama, te amamos mucho... —murmuraba Yerim al oído de Jeongin, meciéndolo como un bebé contra su cuerpo, acariciándole el cabello.

Jeongin se aferró más contra ella, sin dejar de temblar, llorando en silencio, y sintió un beso en su cabeza, dejando que papá le abrazara también.

—Te amamos —dijo Hongseok, su tono roto—, te amaremos por siempre a pesar de todo.

Jeongin se sentía perdido, desorientado, confundido, enfermo. Apenas recordaba algo de los últimos dos días, sólo que tío Jaehyun le tuvo que inyectar un calmante (benditos fueran sus estudios de enfermería) dos días atrás, y también el día anterior cuando despertó y comenzó a romper todo. Luego, todo era una mezcla entre sueños, fantasías y viejos recuerdos que sepultó porque dolían demasiado.

Dolían y no los entendía por completo. No sabía qué era real y qué era falso.

Podía ver sangre cuando abría sus ojos, una sombra oscura cerniéndose sobre él, y sentía miedo y pánico de lo que podía significar.

Se separó, lo suficiente como para deslizar su brazo sobre el cuerpo de mamá, agarrando el cuadernito sobre el velador, y escribió con torpeza:

¿Muñequito se ha portado mal?

Sus padres pudieron sentir sus corazones rompiéndose al leer las palabras de Jeongin, como parpadeaba tratando de orientarse.

—No —contestó Hongseok—, te has portado muy bien. Tú siempre te portas bien, Jeongin. Eres el mejor chico del universo.

—Nos llenas de orgullo —susurró Yerim, limpiando las lágrimas en el rostro de su hijo con dulzura—, nos haces muy feliz, Nini.

Jeongin sonrió, pálido y demacrado, pero ellos sólo le devolvieron la sonrisa, a pesar de que sus corazones estuvieran rotos por lo ocurrido. No sabían que provocó que su hijo se hubiera descolocado repentinamente dos días atrás.

Todo estuvo perfecto: Jeongin se la pasó con sus amigos, sin pelear ni tener algún momento incómodo, y cuando ya se estaban yendo, cuando Yerim estaba limpiando los platos, de pronto escuchó el grito de ese chico (¿Chan?), y salió para ver a su niño auto-lesionándose, como solía hacer cuando perdía el control y el presente con el pasado, en su mente, se mezclaba.

A veces solía tener esos ataques, pero duraban sólo unos minutos. Sin embargo, este último...

Haberle tenido que inyectar un calmante dos días, porque despertaba tan perdido que comenzaba a romper todo lo que veía, no era una buena señal.

Seungmin le iría a ver ese día junto con su psiquiatra, el doctor Woosung, en una visita para tratar de averiguar qué estaba ocurriendo con Jeongin.

Sus padres, lo único que querían, era que su ángel pudiera ser feliz algún día.

Changbin acarició el cabello de Hyunjin, algo distraído, y el chico levantó la vista. Arrugó los labios en una señal inconforme antes de mover sus caderas.

El mayor mordió su labio inferior.

—No estás pendiente de mí —reprochó Hyunjin apenas, su rostro sudoroso y colorado.

Changbin sonrió con los labios temblorosos, tirando de Hyunjin para darle un beso profundo, sujetándolo ahora de los muslos, y se volvieron un manojo de gemidos.

Media hora después, Hyunjin salió del baño, limpiando su cabello con una toalla, y observó la mirada perdida de Changbin.

—Oye, ¿qué pasa? —preguntó, arrugando su nariz por la inconformidad.

Changbin le miró.

—Nada, sólo estoy algo preocupado por los papeles que envié para la universidad —mintió a medias, tomándole la mano a su novio—. Perdóname, bebé.

Hyunjin sacudió su cabeza, sonriendo para inclinarse a darle un beso, pero Changbin le detuvo antes de que pasara a mayores.

—Mis papás deben estar por llegar —le dijo dulcemente, y Hyunjin soltó un quejido bajo—. En otro momento.

—Has estado muy raro —comentó Hyunjin, levantándose para comenzar a vestirse, y Changbin se quedó mirando su culo desnudo—, antes no habrías dudado en meterme dedos —Hyunjin lo miró por sobre el hombro, con una expresión perezosa—. ¿Ya no te gusto tanto?

Changbin parpadeó, sorprendido, y sintió la culpa carcomiendo en su estómago por la forma descarada en la que le estaba mintiendo a Hyunjin, el chico que más quería, debido a su mejor amigo.

Si es que a Jeongin podía llamar mejor amigo.

Mordió el interior de su mejilla, conteniéndose de soltar la verdad.

—Hoy Jeongin no fue a clases y me llamó la atención —dijo Changbin.

Molestia brilló en los labios de Hyunjin, y el menor empujó su lengua contra su mejilla, antes de respirar profundamente, sacudiendo su cabeza.

—Tampoco ha respondido a mis mensajes —respondió Hyunjin—, así que lo iré a ver en un rato más —añadió, poniéndose la ropa interior.

Changbin observó a Hyunjin.

No se lo merecía. El chico no se merecía que le estuviera mintiendo de esa forma, ocultándole información importante que debía saber. Sin embargo, Seo Changbin era un cobarde, porque ahora no se veía capaz de decírselo. No se veía capaz de decir que Jeongin y Chan eran novios.

Hyunjin terminó de vestirse, mirándole una vez más.

—Te quiero —soltó Changbin, tomándole la mano a Hyunjin.

El muchacho sonrió, feliz, olvidando sus celos y su repentino mal humor.

—Yo también te quiero, Changbin-ssi —bromeó, inclinándose a besarlo.

Changbin trató de no preocuparse, porque sabía que, si lo hacía, sólo llamaría la atención de Hyunjin. Además, pronto iba a saber la verdad, y él no tendría la culpa de nada.

Las cosas mejorarían, él confiaba en eso.

Media hora después, Hyunjin estaba saliendo de la casa de Changbin para dirigirse a la de Jeongin, algo preocupado porque el muchacho no contestó sus mensajes los últimos dos días, y cuando llamó a su mamá, ella le dijo que Jeongin salió con sus tíos.

No quería pensar cosas malas, no luego de haber pasado unos buenos días con Changbin. Como su familia se quedó en su casa tanto en Navidad como en Año Nuevo, decidió mantenerse fuera de allí, ya que sabía que la iba a pasar muy mal y no quería rodearse de esa gente. Además, luego de pensarlo demasiado, decidió que iba a buscar a su mamá.

Ya estaba bastante grande como para obedecer siempre a su papá, ¿no es así? Padre que además no le quería demasiado, entonces, ¿por qué no buscar a su verdadera mamá y saber cómo era? Hyunjin realmente añoraba una figura materna que nunca tuvo, ¿qué tan malo era ello?

Incluso Jeongin y Hyunjin podían ayudarlo, por eso no quería pensar que su decisión estaba mal. Sabía que su mejor amigo le apoyaría, Nini era demasiado bueno y siempre esperaba lo mejor de todo el mundo a pesar de... Aun cuando...

Hyunjin no quería pensar en eso, porque sabía que rompería a llorar, así como ocurrió cuando tenía quince años y los padres de Jeongin hablaron con él. Le contaron todo lo que pasó con Jeongin en todo ese tiempo que estuvo desaparecido.

Por eso, cuando observó a la señora Yang abrir la puerta con una expresión desdichada, supo que las cosas estaban mal.

—Tuvo una recaída —murmuró la mujer, haciéndole pasar—, ahora está con Seungmin y Minho. Deberían salir en unos minutos, pero si estás apurado...

—No se preocupe, señora Yang —se apresuró a decir, sintiendo su estómago apretado—, puedo esperar.

Se sintió, entonces, un pésimo amigo por no preocuparse más de Jeongin y haberle dejado un poco de lado. ¿Qué clase de persona era? Estaba teniendo pensamientos celosos hacia el chico, primero porque parecía relacionarse mejor con el mundo, y luego porque Changbin lucía demasiado preocupado por él.

Hyunjin era un mal amigo.

Después de varios minutos, los dos adultos salieron del cuarto de Jeongin con miradas agotadas, pero más satisfechas, y lo saludaron para irse a conversar con los padres de su amigo. Hyunjin lo aprovechó para entrar al cuarto, observando la expresión de Jeongin iluminarse de pronto.

Sonrió, aunque se sintió preocupado al verlo pálido y con ojeras. Sin embargo, sólo se acercó, sentándose a su lado en la cama.

¡Hyunjinnie! —Jeongin siempre se caracterizó por ser un monstruo de afecto, así que no le extrañó que le abrazara de golpe, sonriendo con felicidad—. Te extrañaba mucho, conejito.

El chico le revolvió el cabello, algo mejor al verlo relativamente estable, y le pellizcó la mejilla.

Me preocupé de que no hayas ido al colegio, Nini, e incluso Félix se puso nervioso —le dijo cuando se alejó.

Jeongin hizo un gesto adorable.

No quiero volver a clases —contestó con torpes señas, avergonzado—, el colegio es muy malo.

Hyunjin se forzó a mantener la sonrisa en su rostro, aunque la preocupación comenzó a apretar en su estómago.

¡Qué dices! —le respondió—. ¡Lo estás haciendo muy bien, Nini!

Pero es que allí hay gente muy mala —insistió Jeongin, haciendo un puchero.

Hyunjin se sentía como un padre regañando a un niño, pero pensó que esa era, en ese instante, su posición. Cuando Jeongin solía tener un retroceso, cuando perdía el control de sus emociones, parecía comportarse como un niño de siete años al que uno debía regañar con dulzura y ternura cuando se equivocaba.

A veces era agotador, pero a Hyunjin no le importaba. No cuando Jeongin fue su primer amigo real.

Pero, Nini... —dijo con cuidado—, ¿y nuestro trabajo fotográfico con Sujin? ¡Todavía no lo hemos entregado y vamos a hacer una exposición a fin de mes! ¡Nuestro concepto estaba quedando muy bien!

Jeongin tomó la cámara fotográfica que tenía en el escritorio, con sus ojos algo sorprendidos, y terminó por asentir con ferocidad.

¡Sí, tienes razón! —apoyó Jeongin, sonriendo unos instantes antes de mirarle con expresión seria—. Hyunjinnie, debo contarte algo importante.

Hyunjin ladeó la cabeza, diciéndole en silencio que siguiera hablando, que él le iba a entender en lo que fuera a decir.

Sujin me ha besado.

El muchacho parpadeó, observando a su mejor amigo, que lucía triste repentinamente, y Hyunjin adivinó por dónde estaba yendo aquello.

No te gusta Sujin, aunque ella sea bonita y agradable —terminó de decir él.

Jeongin sacudió la cabeza en una negativa torpe.

La he rechazado de forma grosera —dijo Jeongin—, pero es que no me gusta. A mí me gusta alguien más.

¿Quién?

Jeongin lo observó unos instantes en silencio.

No te lo puedo decir.

Hyunjin frunció el ceño, un poco confundido.

Es uno de los pacientes de Seung —se apresuró a decir Jeongin, buscando desviar la atención—, a veces lo veo cuando tengo mis citas con él.

El chico parecía dispuesto a decir algo más, pero en ese instante, la mamá de Jeongin entró con una expresión dulce.

Es la hora de la cena —dijo ella—, ¿te quedas a comer, Hyunjin?

Se sintió tentado de rechazarlo porque le estaban esperando con la cena en su casa, pero Jeongin le agarró la mano, observándole con una clara mirada de ‹‹por favor, quédate››.

Hyunjin sonrió.

Claro, no hay problema.

Hyunjin saltó de la cama, sonriendo por la felicidad, y le abrazó mientras le daba besos en la mejilla, haciéndolo reír.

¡Eres el mejor amigo del mundo! —le dijo Jeongin, y le miró con una sonrisa tímida—. Nunca nos vamos a enojar con el otro, ¿cierto, Hyunjinnie?

Hyunjin le tendió el dedo meñique.

Nunca, Nini, es una promesa.

Jeongin enredó su dedo en una promesa, sonriendo porque él creía que las promesas nunca iban a romperse.

Jisung observó la ventana con ojos helados, pero la mueca en su labio demostraba que estaba furioso.

Chan le sonrió, tratando de aplacar su ira, aunque el más bajo pareció enfurecerse peor con ese gesto inocente de su mejor amigo.

—Tienes que estar bromeando —gruñó Jisung.

—Sólo tienes que ayudarme a subir...

—¡No tengo fuerzas ni para levantarme por las mañanas y quieres que te ayude! —dijo en un susurro enojado Jisung.

Chan borró su sonrisa, poniendo una expresión amenazante en su rostro.

—Te di una de mis letras para que conquistaras a Félix, así que ahora, o me ayudas, o le diré a ese chico que tú no escribiste nada —amenazó.

Jisung soltó un chasquido, cruzándose de brazos, pero no dijo nada y Chan lo tomó con que aceptaba lo que harían a continuación.

Así que, agarrando unas piedras pequeñas, las lanzó contra la ventana. No pasó nada inmediatamente, así que lo intentó otra vez, y la luz del cuarto se encendió, seguido de unos ladridos. Pasaron unos segundos hasta que la ventana se abrió y el rostro sorprendido de Jeongin apareció.

El chico los miró, atónito, pero Chan le sonrió.

—Voy a entrar —le dijo con lentitud, para que así leyera sus labios.

Jeongin pareció preguntarles con la mirada cómo lo haría, sin embargo, Chan hizo un gesto, quitándole importancia, y con ayuda de Jisung, que apenas podía con el peso del mayor, lo subió a sus hombros.

—Voy a matarte, voy a matarte, voy a matarte... —murmuraba Jisung, a punto de llorar por el dolor. Afortunadamente, estaba pegado a la pared así que aquello era soportable hasta cierto punto.

Chan pensó que sería más fácil, pero Jeongin tuvo que tirarlo de la sudadera para que terminara de entrar, y rogó para que nadie más en la casa se despertara con todo el ruido.

Se puso de pie, observando a Deokbae olisquear su pierna.

Chan, ¿qué haces...?

Jeongin no pudo decir nada más porque Chan le besó en ese momento, sintiendo un bálsamo en su corazón cuando sus labios conectaron con los del menor. A pesar de todo lo ocurrido, a pesar de verlo con Sujin, no le importaba nada en ese instante porque él sabía, en el fondo, que Yang Jeongin era su novio y le quería demasiado como para permitir que ese tonto beso arruinara su relación con él.

Jeongin respondió el beso, sorprendido y jadeante, sus piernas temblando por el agarre de Chan en su cintura, y retrocedió unos pasos en los que Chan sólo le seguía besando.

No se separaron hasta que Chan sintió algo incómodo en su pierna, y al bajar la vista se encontró con Deokbae, que estaba mordiendo su pantalón, gruñendo para que se alejara de su dueño.

Se rio en voz baja, observando a Jeongin, que le miró con ojos brillantes.

Lo siento —dijo Jeongin, a punto de romper a llorar—, por lo del otro día, yo no...

—Shhhh... —chistó Chan, chocando suavemente su frente con la del menor—, shhh... No importa, Jeonginnie...

Lo volvió a besar, pareciendo que Jeongin entendió su mensaje, y se quedaron así varios segundos, sólo compartiendo besos torpes, risas bajas, el calor de sus cuerpos siendo suficiente para estar con el otro.

Se acostaron sobre la cama del chico, Chan olvidando por completo que Jisung estaba congelándose el culo afuera, y volvieron a besarse.

Te he extrañado mucho —le dijo Chan con cuidado, pues esos últimos días estuvo aprendiendo lenguaje de señas, y se sintió mejor cuando el rostro de Jeongin brillaba por la felicidad—, ¿volverás al colegio?

Sí, la próxima semana regresaré —le dijo Jeongin—, he estado algo... ocupado...

Chan observó la evidente vacilación, pero decidió no decir nada porque no quería presionarlo. Si bien se moría de curiosidad por saber qué pasó, tampoco deseaba insistir con ese tema porque, en el fondo, no sabía si sería capaz de manejarlo.

Había algo, en esa terrible verdad, que no quería saber.

Yo también te he extrañado —añadió Jeongin, su expresión volviéndose tímida—. Lamento lo de Sujin, Chan. Si lo hubiera sabido...

¿Te gusta ella? —preguntó Chan, sin lucir enfurecido o enojado, sólo tranquilo, porque necesitaba escuchar su respuesta.

No, no —se apresuró a responder el chico—, a mí me gustas sólo tú.

Chan le acarició el cabello, besándole la mejilla y viendo la sonrisa dulce en su rostro.

Era como si estuviera, en ese instante, flotando en una nube porque Jeongin era demasiado bonito y adorable, y cuando estaba con él, todos los problemas parecían desaparecer: la mirada desamparada de Sujin, los ojos de reprobación de sus padres por haber terminado con Yeji, y los constantes mensajes de la chica, todo eso, se esfumaba de su mente cuando Jeongin se acurrucaba a su lado, observándole como si fuera un superhéroe.

Chan se sentía como un superhéroe gracias a Jeongin, y eso, en el fondo, le encantaba.

Permanecieron varios minutos más dándose besos, acariciándose entre sonrisas torpes, hasta que una piedra cayó al suelo, y Chan recordó a su mejor amigo.

Se asomó, viéndolo fastidiado.

—¡Tengo frío! —masculló Jisung entre dientes.

Chan se vio tentado de cerrar la ventana, pero ya era tarde, y decidió que lo mejor sería marcharse.

Abrazó a Jeongin una vez más, dándole otro beso.

Debo irme —le dijo, viendo su rostro triste—, pero vendré a verte mañana si quieres.

Te abriré la puerta de la cocina para que salgas —se apresuró a responder Jeongin.

Chan no podía despegarse de sus labios, pero se vio obligado a hacerlo cuando el chico se alejó, saliendo de su cuarto y observando que no anduviera nadie en el pasillo. El mayor le siguió, tratando de no meter ruido, y pronto llegaron a la cocina, donde el menor abrió la puerta para que saliera.

Te quiero —dijo Chan, dándole un beso más.

Yo también te quiero —respondió Jeongin, sin dejar de sonreír.

Chan se despidió, sintiéndose ahora mucho mejor porque vio a su novio (su novioooooo), y caminó hacia donde estaba Jisung, que estaba abrazándose por el frío de invierno.

Comenzaron a caminar, sin decir algo durante unos segundos.

—Esta ha sido la estupidez más grande que hemos hecho en mucho tiempo —dijo Jisung.

El más alto soltó un resoplido.

—No, ha sido cuando te confesaste con Félix rapeándole —respondió Chan—. Hubieras visto su cara.

—Eso dio resultado —replicó Jisung, algo indignado—. De verdad, lanzar piedras...

La voz de Jisung se interrumpió repentinamente, y Chan no lo habría considerado importante, no a menos que hubiera seguido caminando.

Pero Jisung se detuvo, su expresión tornándose atónita, por lo que sólo lo miró.

—¿Qué pasa? —preguntó Chan.

—Cómo... —la voz de Jisung demostraba lo confundido que estaba en ese instante—. Jeongin es... sordomudo.

—Sí —respondió Chan.

Jisung tragó saliva, mirando hacia atrás, hacia la casa de Jeongin.

—Y tú lanzaste piedras para que abriera las ventanas —Jisung volvió a observarle, pasmado, y Chan reparó en lo que quería decir—. ¿Cómo las escuchó?

Chan sólo pudo devolverle la mirada, boquiabierto, sin encontrar una respuesta a lo que preguntó.

Shin siempre se caracterizó por ser un hombre que solía mantener la calma cuando la situación lo ameritaba, aunque siempre podían existir situaciones en dónde perdía el control fácilmente, en especial cuando se trataba de un juguete desordenado.

Ocurría siempre los primeros días: los juguetes no se adaptaban, no entendían, no comprendían, y eso provocaba que se portaran muy mal. Pero no era nada que unos buenos golpes, unos buenos castigos, no pudieran solucionar. Era sólo cosa de entrenamiento, de perfeccionamiento: con el pasar de los días, los juguetes se volvían más maleables, más sumisos, y todo se simplificaba con facilidad.

Observó la hora con calma, levantando la vista cuando sintió una conocida presencia delante de él.

—¿Quién es usted? —preguntó Yongjun, mirándole con el ceño fruncido.

Shin ladeó la cabeza.

—Jeong Yongjun, ¿no es así? —preguntó, su voz dulce y suave.

El hombre le miró con cautela.

—¿Es mi nuevo abogado? —preguntó Yongjun—. Porque si es así...

Shin soltó una risa baja, divertido, y Yongjun se quedó en silencio.

—La noche del tres de noviembre de 2006, su hogar fue allanado por la policía —dijo Shin con calma—, y encontraron a un menor de edad en posesión suya —la expresión de Yongjun se mantuvo de piedra, y Shin sacó una fotografía vieja, tendiéndosela—. ¿Era este el juguete en su posesión, señor Jeong?

Yongjun observó la foto, su rostro iluminándose al ver al niño retratado en ella: parecía tener seis años, sentado en una cama, apoyándose en las almohadas, con un precioso vestido de estilo victoriano cubriéndolo, de color rosado y con flecos púrpuras. Sobre sus cabellos había un sombrero púrpura también, con una rosa en el centro, y su mirada vacía estaba posada directa en el lente de la cámara.

—Muñequito —corroboró Yongjun, levantando la vista, parpadeando—. ¿Usted acaso...?

—¿Fue un buen muñequito? —preguntó Shin, con su voz amable y persuasiva—. ¿Era el muñeco perfecto, Yongjun?

Un instante de silencio.

—Valió cada maldito peso que gasté en él —la mirada afiebrada en los ojos de Yongjun demostraban que decía la verdad, una sonrisa morbosa pintando sus labios—. No gritaba aun cuando podía hacerlo, y cada palabra que le decía la ignoraba. De vez en cuando sus ojos se movían por el cuarto, o hacía muecas por el dolor, pero era inevitable, supongo —humedeció sus labios, complacido.

Shin hizo una mueca al notar la erección en los pantalones del hombre, pero no dijo nada sobre ello.

—Era muy bonito —prosiguió Yongjun—, todas las prendas que le compraba le quedaban bien, e incluso el cabello largo combinaba con su rostro. Y se sabía sus horarios con claridad, así como me lo dijeron cuando lo compré —el hombre pareció volver a la realidad de pronto, observando a Shin, parpadeando—. ¿Usted...?

—Gracias por sus palabras, Yongjun —Shin se puso de pie, guardando la fotografía—, siga disfrutando su condena.

—¡No, bastardo! —gritó Yongjun, poniéndose de pie, y las esposas en sus muñecas resonaron—. ¡Tú también tienes que pagar! ¡Tú lo entrenaste, hijo de puta!

Shin ignoró sus acusaciones, saliendo del cuarto donde tuvo aquella plática, y miró a los dos guardias, sacando un fajo de billetes para entregárselos.

—La cámara estaba apagada, ¿cierto? —preguntó, su voz dura.

Los dos policías tragaron saliva.

—¡Quién te crees, imbécil, tienes que pagar! —seguía gritando Yongjun.

—Sí, señor Shin —respondieron los dos guardias.

Shin no dijo nada más, volviendo a caminar, y salió al pasillo, donde todo el mundo le ignoró por completo.

Minutos después, salió del centro penitenciario, observando el cielo, antes de bajar su vista hacia la fotografía que tenía guardada en su bolsillo.

Su dedo acarició el rostro de Muñequito.

—Pronto, pronto... —murmuró—, pronto te encontraré, Jeongin.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro