
7
El inspector David se quedó atónito escuchando y pensó: "Si me quisiera muerto, ya lo estaría".
– ¿Sabes dónde puede estar ahora? –dice Diana.
– Pues, en la última misión en Afganistán ya estaba un poco raro, pero no le dimos importancia. Los americanos siempre que pedían voluntarios, él iba. Y sabe Dios lo que pasaría en esas incursiones. Nunca las aprobé, pero como son de voluntariado, no podíamos decirle nada. Siempre que había que hacer una misión, lo hacía de diez. Lo raro fue en Irak, que ya iba a más misiones con los americanos que con nosotros. Nosotros estábamos de apoyo en la base. Después de ir hacer una incursión seria, fuimos los americanos, nosotros, franceses e ingleses. La misión se llamaba "J de corazones", se iba a por el segundo al mando más de Hamas. Entraron en poblado y fueron a saco. A los americanos no hay que dejarlos solos, que si no, después se ofenden y hay represalias económicas. Fue una masacre. Desde aquella, no volvió a ser el mismo. En el 2003 dejó el ejército y se fue al sector privado, y ya no sé más de él.
– ¿Tienes algún contacto en lo privado que nos pueda decir algo? – dijo David, atento al capitán de corbeta.
– Pues... Esa gente no hablará de uno de ellos, además, siempre están en movimiento. Son difíciles de encontrar.
– Muchas gracias, capitán de corbeta José. Un placer. Y me gustaría escuchar algunas de sus historias. – El inspector David estrecha la mano de José apretando como si estuviera en un pulso.
– Bueno, tío, manda saludos a Claudia y para la semana voy a comer a tu casa, ¿vale? Muchas gracias. – Le da un abrazo a José como si fuera el último que le daría en su vida.
– Claro que sí. Espero haberos ayudado. Chao.
Se montan en el coche y se van subiendo la calle que antes bajaron. Diana mira hacia atrás y saluda con la mano.
Saliendo del cuartel, hay un silencio brutal en el coche.
– No sabía que tu padre fuera militar. – Rompe el silencio David.
– Sí, en una misión en Siria, mi padre y su equipo fueron a hacer una incursión.
Era algo sencillo, llegar al pueblo, medidas y víveres.
Cuando iba para la base, se encontraron con una milicia que les tendió una emboscada. Mi padre logra sacarlos de ahí con vida a todos, dejando su vida para salvar a esos hombres que son su familia. Y mi tío José, que en realidad es el mejor amigo de mi padre, le hizo una promesa de cuidar a mamá y a mis hermanos si algún día faltara. Desde entonces, somos familia.
– No lo sabía. Lo siento de corazón.
– Pues creía que me habías aceptado en el equipo por quién era mi padre.
– Te equivocas. Yo traigo al equipo a lo mejor de lo mejor.
Diana se queda mirando por la ventanilla, observa la nada, y piensa en si el inspector realmente no conocía su apellido cuando la trajo al equipo.
Una semana después, llaman a la comisaría.
– Se está cometiendo un robo.
– ¿De dónde llama usted? ¿Y en dónde se está cometiendo el robo?
– Estoy en una cabina en el centro, y el robo es en la biblioteca.
Se escucha un pitido constante, no se oye a nadie al otro lado. Informan al inspector de lo sucedido, y ordena enviar una patrulla a la cabina para tomar declaración a cualquiera que haya visto algo. Otra patrulla se dirige a la biblioteca. En la cabina no hay nadie, y la gente no vio nada. Lo más extraño es que en la biblioteca no robaron nada. Informan al inspector sobre lo ocurrido, quien decide ir personalmente a la biblioteca para entender exactamente lo que sucede. Juanjo y Nerea se dirigen a la cabina de teléfono, mientras el inspector David y Diana van a la biblioteca.
Juanjo examina la cabina con cuidado, y detrás de la cabina encuentra un papel que dice: "estantería cinco, estante tres, libro cincuenta y ocho, sexta letra del segundo párrafo, línea tres, cuarta letra del quinto párrafo, línea dos".
Primera letra del décimo párrafo, línea cinco, más los números de las páginas, el resultado te da un número; pásalo a letras y ya tendrás la palabra que están buscando.
– Jefe, en la cabina encontramos un papel, estantería cinco, estante tres, libro cincuenta y ocho, sexta letra del segundo párrafo, línea tres, cuarta letra del quinto párrafo, línea dos.
Primera letra del décimo párrafo, línea cinco, más los números de las páginas; el resultado te da un número, pásalo a letras y ya tendrás la palabra que están buscando. Cuanto más lo leía Juanjo, menos entendía.
El inspector David y Diana se dirigen a la puerta de la biblioteca. En la entrada, hay escaleras; al final de las escalas, está lleno de columnas romanas rodeando toda la biblioteca. La puerta es giratoria, como si fuera de un hotel de lujo. Una vez dentro, hay un pequeño hall con un mostrador. El mostrador es de madera de roble. Al fondo, hay un mapa de la biblioteca al estilo del mapa de la Tierra Media de El Señor de los Anillos. A la derecha e izquierda hay escaleras que suben a una sala. Detrás del mostrador, hay una zona grande para niños pequeños y bebés. Subiendo por las escaleras, llegas a una sala ya mencionada antes, distribuida de la siguiente manera: las estanterías están colocadas formando un laberinto; fuera del laberinto, hay mesas de diferentes tamaños. Esta es la zona juvenil. A los lados de la sala, hay dos escaleras que llevan a un tercer piso y último. Se distribuye en pasillos entre estanterías, y al fondo, hay un área de mesas para leer o estudiar. Esta es la zona más grande de la biblioteca. La fachada que da al sur tiene una cristalera del primer piso a este. Son cristales especiales para que no entren los rayos de sol directos.
David y Diana se disponen a buscar el libro, pero no lo encuentran. Hablan con el encargado de la planta para saber si alguien cogió el libro.
El encargado busca y no encuentra nada con la descripción; ese libro no está en la biblioteca.
— Lo siento, pero ese libro no está en la biblioteca.
El inspector ve al encargado dudar y no estar seguro de lo que dice.
— Entonces, ¿dónde está? Ah, otra pregunta: ¿qué hacen en la parte de abajo de la biblioteca?
— No está allí porque nunca estuvo. Abajo está la zona de niños y bebés. Todos los viernes y sábados viene un cuentacuentos.
— No, más abajo.
— Pues... nada.
— Mira, te lo voy a poner fácil: si cooperas, no pediré una orden de registro. Si por alguna razón encontramos algo sospechoso, el culpable serás tú.
— Conozco mis derechos, y no voy a decir nada.
— Te gusta jugar a juegos en los que, sin saberlo, pierdes fijo.
Diana hace una llamada y, al cabo de diez minutos, llaman al encargado de la biblioteca.
— Sí, señor, sí, señor. No volverá a pasar, señor.
— Ahora vas a contestar a nuestra pregunta.
— Abajo se restauran cuadros y libros antiguos. Hay algunos documentos tan importantes para el estado que no podemos decir nada, solo restaurarlos. Soy un maestro restaurador, a mí me gusta estar abajo, no aquí, pero por contrato tengo que estar aquí dos días al mes.
— ¿Y lo que veníamos a buscar, qué es exactamente?
– El Estado, por ley, tiene que desclasificar algunos casos para que la opinión pública pueda ver que el Estado no es tan malo y vea platillos volantes y fantasmas. Muchos de esos casos son exagerados para evitar altercados en las calles al día siguiente. Es mejor que quedemos como chiflados. – coge aire y prosigue – Lo que ustedes vienen a buscar es un manuscrito del siglo XV en el que hay códigos escondidos para encontrar un tesoro, pero eso es imposible. Nunca se encontró nada.
– En la cabina de teléfono encontramos esta nota. – se la entrega.
El encargado la lee, murmura algo pero no lo entiende.
– Vengan conmigo rápido.
El encargado va por el pasillo central hasta llegar al fondo, donde hay una puerta. Mete su tarjeta y la puerta se abre. Caminan por un pasillo estrecho y llegan a un ascensor. Pasa la tarjeta y le escanean el ojo. Se abre otra puerta, saca una llave y la introduce en la cerradura. Bajan, se abre la puerta.
– Aquí está el hospital de libros.
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