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El inspector David lleva al detenido a la comisaría. Antes de llegar, recibe una noticia urgente:

– Inspector David, hemos encontrado a las agentes Diana y Nerea. Están mal heridas pero fuera de peligro. Ahora las llevan al hospital. Aquí hay una escabechina. La científica está mirando hacia aquí.

– Gracias. Es una buena noticia. Mantenme informado.

Al llegar a la comisaría, el inspector David sale y se dirigen a la puerta trasera del coche. La abre y saca al detenido. Lo sujeta mientras avanzan hacia la entrada, cuando de repente se escucha un "pon". El detenido se desploma al suelo. Rápidamente, el inspector David se coloca detrás del coche, agarra al detenido y lo arrastra hacia él. Observa la sangre que cae de su frente, un tiro letal en toda la frente. Se queda unos segundos mirando a los ojos del detenido. Escucha otro disparo y vuelve en sí, buscando la dirección del disparo. Hay 6 comisarías en total Ciudad: Está en la más grande de todas, en una zona donde frente a ella hay una plaza con un parque de juegos para los niños y zonas verdes. En medio de la plaza, destaca una estatua en honor al primer alcalde de la ciudad, cuando se unieron las ocho parroquias en el siglo XV. En la zona de la comisaría, a los lados hay edificios que no superan los 10 pisos de altura. Por la parte de atrás, hay otra calle con edificios más altos, pero es difícil que dispararan desde allí. Los edificios cuentan con aceras y carreteras. Algunos bajos de los edificios no tienen comercios y están vacíos desde su construcción. En la parte superior del muro que se une con la fachada, hay espacios destinados a la ventilación de los bajos.

Pasados unos minutos sin más disparos, comienzan a registrar la zona, edificio por edificio, empezando por los bajos comerciales. Encuentran una bolsa y unos guantes, los llevan a analizar. La mochila es deportiva, pero demasiado grande para llevar al gimnasio. Revisan las cámaras de tráfico, cajeros y comercios que dan a la calle. Encuentran al individuo de la mochila, lleva gorra, guantes y gafas de sol. Entre calles, pierden su rastro, no aparece en ninguna otra cámara. Al reconstruir su ruta, la pista se pierde varias calles más allá. El individuo no vuelve a aparecer en todo el día. Uno de los veteranos de la comisaría, ahora en labores de oficina debido a haber sido herido en servicio en dos ocasiones, la última vez casi fatal al ser apuñalado por unos chicos en un altercado, es conocido por todos como "el jefe"

– Los edificios más antiguos están comunicados por las azoteas.
Todos los presentes los miran fijamente; los agentes comienzan a correr hacia las azoteas, pero no encuentran rastro del tirador. Se viven unos instantes de caos en la comisaría; no saben dónde buscar.

Óscar se queda mirando la bolsa del gimnasio durante un rato.
– Inspector David, estoy dándole vueltas a algo.
– ¿A qué?
– La bolsa de gimnasio. Es bastante común, pero solo hay una tienda de deportes que venda ese modelo tan grande.
– ¿Ah, sí? ¿Cuál tienda?
– Piñera Sport.
– Como fue tu idea, vas a ir con Juanjo a preguntar en la tienda.
– Vale– Óscar pone una cara que muestra que no le gusta la idea.

Llegan a la tienda deportiva.
– Hola, somos los agentes Óscar y Juanjo. ¿Podríamos hablar con el gerente sobre algunas cosas?

– Sí, ahora lo llamo.
– Vale.

Se ponen a ver las bolsas de deporte, y allí estaba; los dos agentes se miran.
– Hola, soy Lily, la gerente. ¿En qué puedo ayudarles?
– Pues le cuento, ¿cuántas personas han comprado estas mochilas en los últimos dos meses?
– Pues, así de memoria no sé. Voy a ver en el ordenador. Vamos a mi despacho, así estamos más tranquilos.

Los agentes le hacen un gesto de OK y siguen a la gerente. Llegan a su despacho, y la gerente se sienta en su silla.
– Siéntense, por favor.

Los agentes se sientan; hay un silencio que dura dos minutos, parece eterno.
– Sí, miraré el listado.

Óscar recoge la hoja y se pone a leer.
– ¿Tienen las imágenes de las cámaras de los días en que los pagos fueron en efectivo?
– Sí.

Se dirigen a la sala de vigilancia.
– Ahora os dejo con Diego. Es el de seguridad; él responderá a todas las preguntas.

Empieza a ver más imágenes. Observa a varios hombres que coinciden con la estatua del francotirador. Hay dos de ellos cuyas caras son visibles. La policía revela las fotos de estos dos individuos, pero pasan los días y no logran encontrar a ninguno de ellos.

Una patrulla avista a uno de los sujetos, lo lleva a la comisaría y una vez allí, el inspector David toma declaración.

– Hola, Miguel. Soy el inspector David, quiero hacerte algunas preguntas.
– ¿Pero qué hago aquí? ¡No hice nada! – dice el joven asustado.
– ¿Dónde estuviste en la tarde de ayer?
– En el gimnasio, soy monitor.
– ¿Puede alguien confirmarlo?
– Sí, mi jefe. Trabajo en el gimnasio Hércules, la encargada se llama Susana.

Se confirma la coartada de Miguel. Están en un callejón sin salida y no encuentran al hombre de las imágenes.

Al día siguiente, el inspector David y Juanjo van al hospital a recoger a Nerea y Diana, quienes recibieron el alta. Mientras se dirigen a la comisaría, las ponen al tanto sobre el caso.

– Tengo un amigo en el ejército que nos puede contar todo sobre el francotirador; por su manera de trabajar, nos puede decir mucho – dice Diana.
– Vale, concierta una cita y vamos a hablar con él.
– Llévale todas las pruebas, es un hueso duro de roer.
El inspector David la mira y le sonríe en el despacho.
– ¿Miraste en qué tienda se compró la mochila?
– Sí, ayer fueron a hablar con el gerente de la tienda. ¿Por? ¿Qué viste?
– Cuando trabajaba en una tienda de ropa, sí, una tiene un protocolo. Cuando venía la policía por algo similar, pero sin francotirador, para verificar las imágenes con las compras en efectivo, si recuperábamos la prenda, la verificábamos con el código de barras. Si coincide, ese es tu hombre – dice Nerea.
– ¿Cómo? – el inspector se queda en silencio. – Buen trabajo, tenemos todas las imágenes y papeles de la tienda, ocúpate de juntar las pruebas.

Todo tiene un sentido ahora. Con la cara del francotirador, ya podían buscar. Por la tarde, fueron al cuartel militar para hablar con el amigo de Diana. Entramos en el cuartel y nos abren las puertas. Bajamos por una calle que lleva hasta una explanada enorme. Mientras bajamos por la calle, hay edificios a los lados. A la derecha está la escuela de marina, a la izquierda está la piscina olímpica. En frente de la piscina hay un campo de fútbol que bordea una pista de atletismo. Justo detrás de la piscina y el campo de fútbol estaba el gimnasio, parecía enorme. Bajamos más, y a ambos lados hay edificios. A la derecha, la biblioteca; a la izquierda, un edificio más grande que el resto, donde viven los marines. En la explanada, en medio, un mástil con una bandera enorme. A la derecha del mástil hay un pequeño astillero para arreglar embarcaciones y también hay Zodiac, canoas, lanchas, etc. A la izquierda se encuentra el colador. En frente al mástil se ve toda la ría, una preciosa vista. Se respira paz. Bajamos del coche y un cabo nos recibe.

– Síganme.

Los agentes siguen al individuo hasta llegar a un edificio más pequeño al lado del comedor. Este entra, recorren un pasillo y llegan a una puerta. Se abre, el sujeto entra, se pone firme y saluda. Los agentes se sientan mientras el joven se retira. El capitán de corbeta se levanta, Diana hace lo mismo, y realizan un saludo militar antes de darse un abrazo.

– ¿Cómo estás, mi niña? – dice el capitán de corbeta con los ojos brillantes.
– Aquí, haciéndote una visita.
– ¿A qué debo este placer? Supongo que no vendrás para que te cuente batallitas, ¿verdad?
– Bueno, este es el inspector David de la policía. Trabajamos juntos y queríamos conocer tu opinión sobre el tiroteo en la comisaría. Traemos videos y fotos. El capitán de corbeta revisa los vídeos y comienza a elaborar un Excel con la velocidad del viento, la altura de la comisaría y los edificios circundantes para determinar la precisión del francotirador. Diana mira a David, quien encoge los hombros. Después de un rato, el capitán aparta la mirada del ordenador.

– Solo hay dos personas que yo conozca que tengan esa puntería. Si hacemos una escala del 1 al 10, uno es tu padre, que es un 10, y el otro es Vicente, que sería un 9. Son los mejores francotiradores que ha tenido el ejército. Los chavales ahora no llegan ni a un siete.

– ¿Qué sabes de Vicente?

– Pues, en el tiempo que estuvo bajo mi mando, era uno de los mejores. Cuarenta y seis bajas confirmadas, fue condecorado con la medalla militar, cruz de guerra, medalla del ejército, medalla del naval, cruz del mérito militar, orden de San Hermenegildo, y otras tantas más que no se pueden decir. Son alto secreto de estado.

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