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Capítulo Tres: La dama de blanco

⚠⚠⚠ Trigger warning: Esta trama puede abordar temas o intentar envolver al lector en determinadas sensaciones que pudieran ser detonantes para aquellos que han tenido episodios fuertes de depresión o ansiedad, así como de abuso o violencia. Si este es tu caso, te pido que no continúes leyendo, porque puede ser contraproducente para ti. Tengo más historias en mi perfil que pueden gustarte :D. Recuerda poner como prioridad tu salud antes que el entretenimiento.

Si te sientes solo o necesitas hablar de tus sentimientos con alguien, he dejado números de atención psicológica para varios países en el primer capítulo :3. Ten presente que ir al psicólogo, no es algo malo o vergonzoso, por el contrario es bueno para cada uno de nosotros.

El sitio abrió una nueva pantalla y Mundriak observó en ella un apartado que decía: "Escribe aquí el título de tu primera historia". Jamás había generado un título. La creatividad no era parte de su vida, o al menos, nunca se permitió tener un espacio para la misma.

Miró hacia el techo limpiando la lágrima que resbaló por su mejilla y pensó en la mejor idea que pudiera desarrollar.

Recordó en ese momento al "dragón de hielo", sin embargo, sabía que aquella idea no podía dar para mucho pues el sueño era siempre el mismo. Y fue entonces que llegó a su memoria: la dama de blanco.

Hacía unos tres años, aproximadamente, "el dragón de hielo" había sido sustituido en sus sueños por una misteriosa mujer que rondaba cada noche por su mente. Era un ente de largo vestido y vaporosas telas que la rodeaban, además de un increíble brillo siguiéndola a donde fuera. En su sueño, la dama de blanco era buena. Siempre le ayudaba a derrotar a aquellos que le hubieran hecho daño, algo así como una misteriosa heroína.

Mundriak colocó el cursor sobre el espacio del título y escribió en su teclado: "La dama de blanco". No había un mejor título que aquel.

Después de esperar a que el título se procesara, apareció una ventana en la pantalla con un enorme espacio en blanco para desarrollar la historia. La chica observó que el número de palabras permitidas era pequeño, así que se alivió al pensar que sólo tendría que escribir un relato muy breve.

"Piensa, piensa" decía para sus adentros mientras sus ojos se clavaban en la computadora. La dama de blanco era, indiscutiblemente, un ser respetable e increíble.... ¿Qué es lo que debía contar sobre ella? Relatar la forma en que acorralaba a las chicas populares de la escuela no era una opción, sin embargo, la esencia de la dama de blanco era, precisamente, la de la justicia.

Una sensación muy curiosa la recorrió y en ese preciso momento pensó en la clave. Si la dama de blanco se caracterizaba por ayudar a los necesitados, bueno, así como los superhéroes de las películas, seguramente debía tener un inicio. Una razón del por qué lo hacía.

Los dedos de Mundriak tecleaban con una destreza que demostraba una experiencia innegable, pero, ¿de dónde había obtenido la experiencia? Durante todo el proceso, sucedió justo lo que Mundriak quería... ella desapareció. Ella dejó de ser esa patética adolescente sin propósito... ahora era la elegida para contar la historia de la dama de blanco, o más bien, la leyenda.

◇─◇──◇─◇

Corine Wolf había sido la mujer más amable de la tierra hasta que llegó a un pequeño pueblo junto al río. Como parte de su hermoso propósito que contemplaba convertirse en la mejor amiga de todo el mundo en aquel lugar, Corine preparó unas deliciosas tartas de una extraña frutilla que había descubierto y las llevó a la fiesta del pueblo para introducirse como la nueva habitante.

Los lugareños eran huraños, corroídos por la envidia y la codicia, así que en cuanto vieron a Corine con sus tartas, todos hicieron sordos sus oídos y mudas sus bocas ante cualquier intento de la mujer por ofrecer sus deliciosos bocadillos. Corine regresó a casa derrotada y lloró toda la noche ante el fracaso obtenido.

Así pasaron días y días, celebraciones tras celebraciones en las que Corine llevaba sus peculiares tartas, al tiempo que era rechazada por todos los pueblerinos.

Fue que todo cambió cuando el alcalde organizó una cena enorme en la plaza del pueblo. Ilusionada por una nueva oportunidad, Corine preparó sus tartas y las llevó al evento. Al ser de apetitosa apariencia, el alcalde comió más de veinte tartas aquel día y buscó a la cocinera por doquier.

Los altos mandos del pueblo sintieron cómo su orgullo se destrozaba ante el reconocimiento que estaba ganando Corine, pero al ser seres corruptos, hallaron la forma de volver a hundirla.

"Seguramente es una bruja" afirmaron aquellos hombres ante el alcalde. "Aquellas creaturas no pertenecen a este mundo". El hombre aguzó sus oídos ante tales afirmaciones y aceptó que Corine podría tener pactos con la magia negra.

En esas épocas aún creían en que las brujas debían ser eliminadas, y una ceremonia para quemar a la sospechosa comenzó a ser planeada por los hombres.

La mujer, inocente como siempre, caminaba una mañana en búsqueda de aquellas extrañas y deliciosas frutillas. Los pasos de los siniestros hombres no resonaron en el césped, sino que flotaron hasta atrapar a Corine como un huracán atrapa a un poblado.

Y así, se reunieron aquella tarde todos los pueblerinos para celebrar la tan anhelada muerte de Corine. Corine, la hechicera, la maligna. La del corazón oscuro.

Es bien sabido, por los amantes de la muerte, que el juicio atiende a aquellos que han sido destruidos como aquella mujer. Tal fechoría debía ser compensada de la mejor manera. Así fue como la muerte la envolvió por unos instantes y convirtió su piel quemada y herida en una que asimilara a la porcelana. Sus ojos rojos y débiles en unos azules e intensos, y aquellos ropajes consumidos en un vaporoso vestido blanco.

Así nació la dama de blanco. Y la justicia no tardó demasiado, pues aquellos que vivieron en tal época, relataron cómo ese pueblo se incendió misteriosamente, saliendo de entre las llamas, una intacta damisela en hermoso vestido que no pronunciaba palabra alguna.

Para nada se debe creer que la dama de blanco perdió su bondad. No. Ella sólo atacará a aquellos que hayan obrado tan injusta y cruelmente como los pueblerinos que la asesinaron. Y cuando los consuma con su magia, sentirá el dolor de todos, uno a uno... tan similar al suyo... tan real... tan deseado.

◇─◇──◇─◇

Mundriak despegó los dedos del teclado y miró alrededor un instante. Realmente había sentido que acompañaba a Corine mientras relataba su origen. Y, aunque era difícil aceptarlo, se había sentido muy bien cuando cobró venganza. Cómo le gustaría conocerla en persona y rogarle porque ejerciera justicia en los seres crueles que habitaban su escuela.

El sonido de la puerta de entrada penetró en la casa como un fantasma oscuro. Mundriak tembló al saber que su madre había llegado y que, seguramente, sería el momento de estudiar los temas perdidos en clase.

El cursor de la chica se deslizó hasta la parte que indicaba "publicar" y apagó la computadora con increíble rapidez. Casi la misma con la que su madre acomodaba su bolso y subía las escaleras para buscar los libros que usarían.

—He llegado —dijo Mary abriendo la puerta al mismo tiempo que la computadora lucía, de nuevo, su pantalla en negro—. Baja de inmediato al comedor, Stacey.

"Mi nombre no es Stacey".

El comedor lucía más sombrío de lo habitual. Mary había colocado todos los libros como si quisiera evitar toda sospecha de que había una mesa debajo. ¿Qué es lo que planeaba esa mujer para la chica?

Una simple hoja de papel dio lugar al nuevo espacio en el que Mary planearía los títulos a revisar por su hija. Página por página, uno más aburrido que otro, pero cada movimiento supervisado por Mary.

El conocimiento pesaba en su cabeza y le provocaba dolor en todo el cuerpo. Llevaba muchas horas sentada. Lo único que quería era regresar a su habitación para descubrir qué es lo que había sucedido con su relato.

Cuando Mary consideró que los ojos de Mundriak estaban lo suficientemente rojos, la dejó ir, siempre y cuando repitiera todo lo aprendido en las lecciones del día. Advirtió que por las clases perdidas en la mañana, sería todavía más rigurosa en cuanto a la revisión de sus cuadernos.

El corazón de la chica volvió a latir cuando su cuerpo entumido cruzó la puerta de su habitación para volver a encender la computadora. Apagó todas las luces para que Mary no sospechara nada. Estaba estrictamente prohibido estar despierta más allá de las nueve de la noche. El brillo de la pantalla inundó su blanca piel de un azul profundo mientras iniciaba sesión. Las manos de la chica temblaban pero esta vez no era de miedo, era de las desorbitantes ganas que tenía de saber si había recibido algún comentario.

"Bienvenida/o a Unleash, Mundriak"

Un satisfactorio color rojo había sustituido el tono blanco usual de la bandeja de notificaciones. El corazón de Mundriak dio un vuelco y el cursor se deslizó ansioso hacia el hipervínculo.

¿Cuántas posibilidades había de que las cosas comenzaran a ir bien por primera vez?

"Me gustó tu relato."

"Cómo quisiera que la dama de blanco apareciera."

"Amo cómo escribes, escribe otro, por favor."

"Me enamoré de tu estilo."

"Una gran historia.... Sigue escribiendo."

"Pulsa aquí para leer 30 comentarios más"

La amargura de Mundriak no podía creerlo. Había, exactamente, 35 personas a las que les había gustado "La dama de blanco". Esa sensación agradable que la había invadido antes de comenzar a escribir, regresó como un huracán que la envolvía para no dejarla ir.

Había funcionado.

¡Había funcionado!

Un crujido recorrió el aire como una daga. Mary se encontraba haciendo su rondín de antes de dormir. Mundriak apagó la computadora tan rápido como pudo y se dio la vuelta para aterrizar en su cama y sumergirse entre las sábanas. Justo cuando la oscuridad invadió la habitación, Mary abrió la puerta para verificar que todo estuviera en orden y su sed de obediencia se vio saciada cuando notó que su hija dormía tranquilamente.

Cuando la puerta se cerró, Mundriak volvió a abrir los ojos con lentitud... Esto estaba comenzando.

La mañana siguiente estaba pintada con la misma monotonía de siempre. Su madre casi no habló de camino a la escuela, aunque ahora no le interesaba mucho aquello. Lo único que rondaba su mente una y otra vez eran los comentarios que le habían dejado en su primer relato.

Jamás había sentido el corazón latiendo para dejar un cálido camino. Usualmente sus días comenzaban en gris y terminaban en los mismos tonos, pero ahora unos matices de rosado asomaban por las esquinas, dejando que Mundriak sintiera algo parecido a la felicidad por primera vez.

Las clases iniciaron, pero la mente de la chica no estaba presente... Demonios, Mary revisaría la libreta... La cabeza le dolió repentinamente cuando empezó a anotar las ecuaciones en su cuaderno. Los números se aparecían como gotas de lluvia sobre un parabrisas en un día nublado. Tan molestos e insignificantes al mismo tiempo.

De pronto, algo deslizó los números con la habilidad de un limpiaparabrisas: Si dejaba de escribir relatos probablemente la olvidarían. No, no podía permitir que algo así sucediera.

¿Qué tan bueno sería dejar de lado las reglas por un instante?

El cuaderno de Mundriak quedó en blanco. Ahora, las ecuaciones ya no existían. Necesitaba pensar en una forma de continuar escribiendo sin que su madre se diera cuenta.

Su mente viajó por un millón de soluciones tratando de encontrar aquella que le permitiría dedicarse a escribir sus relatos en lugar de seguir copiando cada palabra que decía el profesor... De repente la solución llegó a ella. Si trataba de mantenerse como siempre en la escuela, Mary no notaría que algo sucedía. Sabía que si su madre se enteraba de lo que hacía, encontraría la forma de arruinarlo y ella quería vivir en esa hermosa irrealidad un poco más; o si se podía, para siempre.

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