Capítulo Dos: Unleash
Trigger warning: Esta trama puede abordar temas o intentar envolver al lector en determinadas sensaciones que pudieran ser detonantes para aquellos que han tenido episodios fuertes de depresión o ansiedad, así como de abuso o violencia. Si este es tu caso, te pido que no continúes leyendo, porque puede ser contraproducente para ti. Tengo más historias en mi perfil que pueden gustarte :D. Recuerda poner como prioridad tu salud antes que el entretenimiento.
Si te sientes solo o necesitas hablar de tus sentimientos con alguien, he dejado números de atención psicológica para varios países en el primer capítulo :3. Ten presente que ir al psicólogo, no es algo malo o vergonzoso, por el contrario es bueno para cada uno de nosotros.
Stacey secó sus manos y regresó, nuevamente, aterrorizada al salón. Comenzó a sudar y el mundo la consumió hasta absorber sus pensamientos y desviar su atención de la clase. Se hundió en la banca tan perfectamente que simplemente se volvió invisible e insignificante para todos, incluso para ella misma. No tomó apuntes, y parecía que no tenía ninguna emoción pasando por su cuerpo, hasta que una bofetada la despertó para recordarle que su madre revisaría los cuadernos.
Ahora estaba en muchos problemas.
¿Cómo era posible que al inicio le aterrorizara salir de casa y ahora la mataba tener que volver?
Las piernas le temblaban cada minuto hasta que su madre pasó por ella y el momento de mostrar sus libretas llegó.
—Vieron un tema nuevo en literatura, ¿eh? —preguntó Mary revisando todo.
—Sí.
—¿Lo entendiste?
—Sí.
—Si no lo entiendes pregunta, pero con voz fuerte, Stacey —insistió su madre con severidad—. Veamos el siguiente.
El corazón de Stacey se detuvo cuando vio que ese era el cuaderno de álgebra y se encogió un poco más mientras su madre pasaba las hojas.
—¿Y el tema de hoy?
—No, no vino el profesor —mintió patéticamente la chica.
—Entonces tengo que hablar con él, ya van muchas veces que ese profesor falta y no espero menos que su renuncia.
—No —intervino Stacey enrojecida—. Es que... no lo apunté.
El rostro de Mary se transformó en roca volcánica. Su hija apretó los puños tan fuerte como pudo, esperando la bomba, pero su madre simplemente se levantó y fue hacia la cocina.
—¿Madre? —preguntó ella alcanzándola.
—¿Qué quieres? —respondió la mujer mientras comenzaba a lavar los platos.
—¿Estás enojada conmigo?
—¿Enojada?... No, Stacey.
—Bueno... me voy a mi cuarto. —Quiso dar la vuelta pero fue detenida por la voz de su madre.
—¿Por qué estaría enojada? Si la que está arruinando todo eres tú —replicó haciendo más ruido con los platos—. No quieres terminar como yo. Quieres ser la mejor y tú lo arruinas sola.
—Pero...
—¿Por qué no apuntaste, niña? —replicó azotando los trastes— Pudo haber sido un tema importante y lo perdiste en tonterías y... ¿No habrá sido un chico, verdad?
—No, madre.
—Más te vale que no estés pensando en ninguno, yo te he dicho que esas son tonterías. Puras tonterías y tú eres la mejor —repitió su madre un tanto perdida. —Lárgate a tu cuarto pero déjame la mochila. Voy a revisar que no andes con algún infeliz.
Stacey sintió de nuevo ese helado miedo recorriéndole. Había olvidado que ahí escondió la blusa rota. Se había librado del regaño de su madre en la salida al decir que le dio calor y se la quitó. Pero ahora, ¿qué le diría?
Subió las escaleras lentamente hasta llegar hasta su cuarto. Cerró la puerta y se sentó en la cama esperando a que su fúrica madre le gritara.
⟿
Miraba a la nada fijamente. Stacey no tenía un hobbie. Había leído un par de libros y veía películas cuando su madre salía de viaje. Pero nunca había hecho algo que la llamara en particular. Apretó todo su ser hasta que le dolieron los músculos y en ese momento la píldora hizo efecto.
—¡Así que es cierto! —Entró gritando la mujer después de haber azotado todas las puertas que encontró en su camino—. ¡Te andas revolcando con alguien! ¡Eres una ingrata! —gritó propinándole una bofetada.
—No, mamá, yo no...
—¡Cállate! Encontré tu blusa rota, descarada —dijo Mary sujetando la prenda deshecha.
—No fui yo.
—Pues claro que no. ¡Fue ese bueno para nada!... Pero esto no se va a quedar así, Stacey. De hoy en adelante voy a pasar por ti a la hora exacta. Un minuto que te tardes y se agregará un día más al castigo que ya tienes. Además toda esta ropita que te compré va a la basura. Desde ahora te vas a vestir decente, como una señorita para que no andes de arrastrada... A ver si es posible.
Stacey asintió a todo y trató de guardar sus lágrimas para cuando Mary se fuera, pero la letanía se prolongó muchísimo y Stacey ya no aguantaba. En cuanto la primera prisionera comenzó a resbalarse por su mejilla, el discurso de su madre tomó más intensidad, ahora dirigida a que era una llorona debilucha que no podía recibir las consecuencias de sus actos como una adulta madura.
Stacey ya no aguantaba más.
Cuando Mary logró extraer toda la luz de su hija con su estruendoso regaño, finalizó aquella escena cerrando la puerta con mucha fuerza. Sí, ella ya no aguantaba más.
⟿
A la mañana siguiente, el camino a la escuela había sido verdaderamente incómodo. Agradecía, por un lado, que Mary hubiera llegado temprano con una bolsa de basura para deshacerse de todas las prendas finas que había comprado hacía poco para Stacey. El suéter negro que usaba aquel día era mucho mejor, a su parecer.
Aquel día parecía igual que los demás exceptuando dos cosas. Stacey no tuvo el sueño que tanto le gustaba. Tal hecho había causado que se sintiera mucho más ansiosa e intranquila, casi como si cualquier cosa pudiera tumbarla. Y para terminar con aquello, ese era justo el día de la gran exposición de la señorita Johnson.
Había tratado de distraerse con algo pero no veía más salida que poner atención en clase y anotar cada palabra de manera minuciosa. En ese momento, Stacey deseaba tener algo en qué entretenerse como el resto de la gente, pero parecía que "pasarla bien" no era precisamente para ella. Finalmente llegó el momento de la gran exposición y Stacey se retorció en su asiento al escuchar su nombre.
No estaba lista. Se levantó y trajo consigo el CD que contenía el archivo a proyectar. Sus rodillas parecían debilitarse a cada segundo y el silencio que reinaba el salón la asesinaba sin piedad.
—Ho... hola —comenzó ella entre tartamudeos mientras que la profesora le ayudaba con el CD— ...mmm... yo voy a hablar de los griegos.
Una broma discreta se coló por ahí y las risas fluyeron avivando los nervios de Stacey.
—Sí... bueno, ellos... ellos apreciaban varias virtudes...Emmm... entre ellas la belleza.
—¿No eres griega, verdad? —comentó alguien disparando el alboroto.
—¡Silencio! —impuso la profesora—. Stacey el CD no puede leerse, ¿no tienes otro?
—Emmm... es que... no tengo otro.
—¡La ñoña va a reprobar! —se burló una chica imitando el llanto de un bebé.
—No... yo lo hice... yo.
—¡La bruja no sabe hacer ni una exposición!
—¡Stacey! ¿Tienes la presentación o no? —volvió a preguntar la profesora entre las voces de los alumnos arremolinándose hacia Stacey—. ¿LA TIENES?
Stacey explotó en ese momento y comenzó a llorar desconsoladamente.
—¿Qué te pasa Stacey se te perdió el jardín de niños?
—¡Al menos eso haces bien! —se unió otra persona.
—¡Basta ya! —interrumpió la profesora—. Stacey deja de hacer un espectáculo y ve con la consejera.
La muchacha se quedó de pie tranquilizándose.
—¡Para ya, Stacey! —enfatizó la mujer tomándola del hombro—. Deja de actuar así y ve con la consejera.
La mano de la profesora Johnson se sintió casi irreal cuando le dio un pequeño empujón hacia la puerta. Stacey fue impulsada nuevamente por el miedo hacia la oficina de la consejera. Jamás había ido y no era una idea que alegrara a cualquier persona. Arrastró los pies temblorosos hasta esa oficina color rosa pálido que resguardaba a la tranquila mujer de pelo recogido a la que muy pocas veces veía.
Stacey se quedó de pie ante la puerta con el frío recorriéndole los poros y revolviendo algo en ella. No sabía qué hacer. No sabía si tocar o esperar en el patio a que el temblor pasara para poder regresar al salón de clases. Pero en realidad no quería regresar y, de igual manera, tampoco quería entrar a hablar con la consejera.
—Buen día, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó la mujer en cuanto percibió la mirada de Stacey asomada por la puerta entreabierta.
La muchacha entró y cerró la puerta tras de sí. Lo hizo como un fantasma diminuto. Se sentó en una silla frente vacía con la mirada ausente.
—¿Cómo te llamas? —insistió la mujer intrigada. Stacey se quedó momentáneamente mirando hacia otra parte, perdida y temblorosa—. Muy bien, sin nombre— sonrió la consejera—. ¿Quieres un poco de té? Te ayudará a tranquilizarte.
La mirada de Stacey pareció aterrizar de repente, la chica se acomodó más en la silla y asintió.
—Puedes hablar cuando te sientas más tranquila.
Stacey escuchó atentamente el sonido de la cuchara revolviendo ese líquido amarillo. La delicada fila de humo proveniente de la taza alcanzaba el techo de la oficina con tanta libertad que la chica no dudó en envidiarla. Una llamarada de calor invadió a Stacey en cuanto dio el primer sorbo al té. Comenzaba a sentirse mejor.
El reloj de la oficina movió sus manecillas con lentitud hasta que la ansiedad de Stacey le indicó que debía pronunciar alguna palabra con la intención de reducir el tiempo en el que necesitaba estar en la oficina.
—Creo... creo que solo estoy nerviosa por la escuela —verbalizó la muchacha rascando su brazo con impresionante fuerza.
—Ya veo —exclamó la consejera notando el temblor de sus manos—. ¿Quieres decirme tu nombr, ahora?
—Stacey Tyler —dijo como si fuera un secreto.
—¿Qué es lo que te trae aquí hoy, Stacey? —preguntó la mujer acomodándose para escuchar.
—Me puse nerviosa en una exposición —respondió con rapidez dando otro sorbo a su té.
—Bueno, eso es algo normal. Lo que necesitas hacer es relajarte en casa con algún pasatiempo. ¿Qué es lo que haces en tus tiempos libres?
—Nada —respondió Stacey con sinceridad.
—Todos tenemos una actividad que nos ayuda a relajarnos, Stacey —expresó la mujer mirándola en busca de una respuesta. La muchacha le regresó esa mirada asustada y después enfocó a otra parte—. Bueno, ¿qué te parece si te doy algunas opciones? Podrías encontrar algún deporte o arte, ¿qué es lo que preferirías?
—No lo sé —respondió Stacey escondiéndose en su cabello.
—Si es un deporte puede ser soccer, baseball, natación, baile... Y si es arte, puedes pintar, escribir, cantar... ¿Qué te gustaría, Stacey?
—Quiero irme a casa —anunció soltando una lágrima—. ¿Puede decirle a mi madre que me siento mal?
La consejera se quedó un momento contemplando a la chica. Parecía que realmente necesitaba ayuda. La mujer se levantó y miró alrededor, no tenía demasiadas opciones, tendría que hacer caso a Stacey. No podía volver a tomar clases en tal condición.
Levantó el teléfono y preguntó a la muchacha el número de su casa. Una vez terminada su llamada, cuando la señora Tyler le había confirmado que se encontraba en camino hacia la escuela, la consejera se preguntó hacia sí misma cómo es que nunca había notado a Stacey entre el alumnado.
Una chica que no aparentaba tener ni la más mínima idea del por qué estaba viva.
⟿
Más tarde, el teléfono de la consejera timbró y ella contestó para informar a Stacey que su madre se encontraba en la puerta de la escuela.
—Si necesitas hablar con alguien sobre lo que sea, aquí estoy —dijo la mujer y ella asintió con duda antes de abrir la puerta de la oficina.
"Absolutamente no".
No podía hablar con nadie sobre nada. Ya no quería luchar contra todo, simplemente deseaba desaparecer.
En cuanto vio el auto de su madre su corazón se estremeció. Necesitaba explicarle por qué no había expuesto pero su energía era nula en aquellos instantes y su madre pareció notarlo porque ninguna pregunta apareció hasta que estuvieron en la sala de su casa.
—¿Por qué saliste de clase? —preguntó Mary tomando su bolso como si planeara salir de la casa.
—Me sentí mal —respondió mirando hacia el cielo—. Creo que estoy estresada, ¿puedo descansar?
—Necesito regresar a la oficina. Puedes descansar hasta que regrese. En ese momento debemos estudiar al menos dos temas sobre cada materia que perdiste, ¿has entendido? —preguntó con seriedad al tiempo que Stacey asentía.
Mary salió del recinto tan rápido como la ansiedad de la chica volvía. Subió cada escalón hacia su habitación sintiendo cómo sus piernas le imploraban que dejara de caminar.
Se tumbó en la pequeña cama que decoraba su simple habitación. Solo una computadora, el armario, la cama y su librero vacío. Sin posters, sin estéreo, sin nada que pudiera distraer a la chica del increíble éxito para el que su madre la preparaba.
Miró el techo con tristeza. ¿Sería cierto que necesitaba algo en qué distraerse? Preferiría dejar de ir a la escuela. Quedarse encerrada en su cuarto por el resto de su vida.
Sus húmedos y enrojecidos ojos se detuvieron en la blanca computadora de escritorio. Seguramente encontraría algo en internet como: "tutorial para fingir ser una pared por lo que sobra de tu existencia".
El brillo de la pantalla le provocó un pequeño dolor de cabeza que después fue cediendo lentamente. Sus dedos recorrieron el teclado sin saber a dónde ir. Tenía mucho tiempo sin tocar la computadora. En realidad, había pasado demasiado en que sentía interés por algo.
Escribió en el buscador "desaparecer" y una serie de diferentes enlaces aparecieron. El primero recitaba "Si lo que usted busca es desaparecer los signos de la edad, nuestra nueva crema rejuvenecedora...". Basura total. Bajó su mirada a la siguiente opción: "El gobernador promete desaparecer la delincuencia en tan solo...". Aburrido. ¿Qué más podría encontrar? Después de haber recorrido un par de enlaces, Stacey encontró uno que llamó su atención: "Adoro este sitio, es el lugar perfecto para desaparecer por unos instantes de esta realidad". El cursor de la chica no dudó en presionar el hipervínculo hasta que su pantalla mostró un título en color azul "Unleash".
Los ojos de Stacey recorrieron el texto: "Escribe historias de tu propia creación, recibe comentarios de tus lectores, libera todo lo que piensas". Una sensación agradable la recorrió, "libera todo lo que piensas", qué maravilla.
Pasó minutos en aquella página explorando cada aspecto de ella, hasta que su mente le indicó algo: "Inscríbete". ¿Sería adecuado? Bueno, escribir había sido una de las actividades recomendadas por la consejera. No tendría por qué ser algo negativo.
"Bienvenido a Unleash. Necesitas crear un nombre de usuario para iniciar tu experiencia"
No podía usar su nombre real. Odiaba llamarse Stacey. Odiaba su vida. ¡Odiaba todo! Una lágrima volvió a brotar de sus ojos. ¡Ya no quería ser Stacey!
"Mundriak", susurró una voz en su cabeza. Mundriak. ¿Qué significaba? Eso era irrelevante. Vaya, llamarse Mundriak representaba más que un nombre de usuario. Era la opción de desaparecer. No ser Stacey. Ser alguien que ella inventara.
Introdujo el nombre en el teclado y un indicador verde le mostró que el nombre estaba disponible.
Ahora era Mundriak. Nunca más Stacey. Nunca más.
"Ahora, puedes comenzar con tu primera historia"
Una sonrisa escapó por el rostro de la chica. ¿Qué mejor que crear un mundo para una persona cuyo universo ardía en llamas?
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