Capítulo Diecinueve: Una corona esperada
⚠⚠⚠ Trigger warning: Esta trama puede abordar temas o intentar envolver al lector en determinadas sensaciones que pudieran ser detonantes para aquellos que han tenido episodios fuertes de depresión o ansiedad, así como de abuso o violencia. Si este es tu caso, te pido que no continúes leyendo, porque puede ser contraproducente para ti. Tengo más historias en mi perfil que pueden gustarte :D. Recuerda poner como prioridad tu salud antes que el entretenimiento.
Si te sientes solo o necesitas hablar de tus sentimientos con alguien, he dejado números de atención psicológica para varios países en el primer capítulo :3. Ten presente que ir al psicólogo, no es algo malo o vergonzoso, por el contrario es bueno para cada uno de nosotros.
—¡Déjenla! —gritaba Mundriak intentando jalar la ropa de Flick.
Los rostros que admiraba estaban deformados. El cuerpo de Michaella había tomado una forma todavía más terrible, aún más bochornosa y putrefacta.
—¡Flick! ¡Basta! ¡Se los ordeno!
El cuerpo de Miranda colgaba de los brazos de Elisa. Estaba rebanado por cada parte que pudiera ver. El rostro era irreconocible y la sala pulcra de Mary ahora se encontraba totalmente pintada de sangre, de piel, de cabello hecho nudo.
—Pero, ¿qué hicieron? —soltó Mundriak en un hilo de voz horrorizado.
—Oh, majestad —respondió Flick girándose hacia ella con una sonrisa enorme—. Hoy, solo hoy no recibiremos órdenes. ¿Sabe lo que sigue?
Observó el cuchillo bien sujetado por la mano. Mundriak entendió todo e intentó alacanzar la escalera. Flick la tomó del tobillo, mientras subía, alcanzó a clavar un poco del cuchillo en ella. La adolescente tomó con todas sus fuerzas el pasamanos para hacer palanca con él y librarse de su personaje.
—¡Aléjense, malditos monstruos! —gritó llorando mientras intentaba alcanzar su habitación.
Las piernas estaban dejando las fuerzas atrás, en especial aquella que había sido acuchillada y que ahora mostraba un camino de sangre en el camino.
Mundriak se obligó a seguir, aunque escuchara los pasos amenazantes de Elisa que se acercaba por el pasillo. Entre llanto y la respiración entrecortada, Mundriak alcanzó su habitación. La cerró de un portazo y colocó todos los seguros que poseía la puerta.
—Majestad —dijo la voz de Flick deformada por el picaporte.
La chica se asomó por el cerrojo y notó el ojo de Flick inyectado en sangre.
—¡Abra, majestad!
—¡Váyanse, malditos!
El llanto de Eleanor se iban escuchando más fuertes mientras luchaba en las escaleras, pero en esos instantes, todo sonido desapareció. Una paz enorme llenó el cuarto. Ya no había Flick, no había rastro de Eleanor, ni de nadie más. La habitación se llenó de paz. Ahora estaba vacía y era completamente blanca.
—¿Qué pasa? —susurró con la poca voz que le quedaba.
⟿
Mary bajó del auto intentando no parecer apurada. Había llamado en el camino a la clínica psiquiátrica, pero aún no estaban ahí. El corazón le palpitó más fuerte que jamás en toda su vida cuando metió la llave en su puerta de entrada.
—Stacey —expresó como una plegaria antes de abrir la puerta.
Su cuerpo se desvaneció por el impacto. Miranda asesinada brutalmente en la sala de su sala principal. El cuerpo inerte y deformado, con la escena del crimen más grotesca que pudo imaginar.
—No puede ser —soltó mientras se tapaba el rostro para cubrir su impresión—. No puede ser, no puede ser.... Stacey. ¡Stacey!
La mujer se levantó con las piernas temblando y el cuerpo frío. Llegó a las escaleras. Notó el cuchillo de cocina tirado y un hilo de sangre que llevaba al cuarto de su hija.
⟿
Mundriak levantó la vista. Ya no era su cuarto. Era el paisaje que siempre soñaba. La paz estaba rodeándola y el dragón de hielo la llamaba, con un hermoso canto que le avisaba que, por fin, todo estaría bien.
—Es hermoso —soltó con una lágrima en la mejilla. Estaba cansada, había estado cansada. Harta de todo y ahora... esa paz, era como un baño con agua caliente en invierno.
Llegó al borde del precipicio, el espejo estaba ahí. La corona volvía a posarse sobre su cabeza.
⟿
—¡¡STACEY!! —gritó su madre con toda la fuerza que tenía, tratando de abrir la habitación—. ¡Stacey, hija! ¡Stacey!
La mujer intentó derribar la puerta, pero al no poder tumbarla, corrió a la cajonera en la que guardaba las llaves. Las manos le temblaban y apenas podía diferenciar una de otra.
⟿
—Es hermoso —sentenció la adolescente observando su reflejo.
El cielo se pintó rojo, pero ella lo miró de un rosado claro.
Todo era tan cálido, tan suave. No había un gramo de problemas en los alrededores. Su vida, finalmente, era paz. Soltó una risa, era momento de encontrarse con el dragón. Su rostro, se observó desde el fondo. Horrendo para el mundo, angelical para ella.
Mundriak lo miró como a un viejo amigo y respiró el delicioso aroma a lavanda que la rodeaba.
—¿Quieres que te siga?
—¡¡STACEY!! ¡¡NO!!
Mary corrió con todas sus fuerzas. Miraba a su hija, de pie sobre el filo de su ventana. Los brazos bien abiertos, la pierna sangrando. Una sonrisa tan amplia y sincera, que no había duda de sus intenciones.
Los segundos parecieron horas para la mujer, si se pudiera volar, lo hubiera hecho, pero desafortunadamente tuvo que pasar la incertidumbre de saber si podría librar a su hija de la muerte.
La chica se dejó caer, pero su madre alcanzó a sujetarla del brazo derecho. Quedó colgando, suspendida en el aire. Con su madre recargada en el filo, luchando con todas sus fuerzas por seguirla sosteniendo. Stacey tenía la mirada perdida, el rostro contento. Las lágrimas de mary caían sobre su hija al verla así, en otro mundo.
Las pupilas perturbadas de su madre alcanzaron a ver la camioneta del hospital estacionándose en su casa.
—¡¡ESTAMOS AQUÍ!! —gritó Marry desgarradoramente.
Cada vecino, cada hoja de cada árbol, cada nube volteó a la casa de Mary y Stacey Tyler. Estuvieron sus miradas y sus consciencias mientras se llevaban a la adolescente en la ambulancia, plasmadas a primera vista. Cuando llegó la policía y sacaron el cuerpo de Miranda, estuvieron también en cada noticiero, en cada susurro, en cada sospecha confirmada.
Siempre fue ella. Siempre fue Stacey Tyler, la atormentada chica de la casa solitaria.
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