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Una vida tranquila - Parte 4

Una vida tranquila - Parte 4 (por Nestar)

En el 817 EMD Anang recibió a cientos de refugiados que llegaron en barcos provenientes de tierras septentrionales. La gran alianza del norte del continente había caído ante las fuerzas de Gran Corona lideradas por un nuevo general. La Flota Lefieru interceptó a un pequeño grupo de ellos e inundó sus embarcaciones, al parecer solo había sido para realizar pruebas a una nueva arma que estaban desarrollando. Los cuerpos que encontramos con Lagbar en aquella ocasión habían sido producto de aquel experimento.

Sabíamos que el gigante del continente ahora miraría hacia nuestras tierras, éramos los siguientes. Y el consejo de sabios hizo lo que pudo para prepararse ante la inminente invasión. De esa manera, al año siguiente cuando el erobe ingresó en nuestros territorios se encontraron con nuestro ejército esperándolos.

Un gran bosque servía de frontera entre Anang y Gran Corona, y pertenecía a nosotros, por lo que las tropas invasoras tendrían que pagar un alto precio para conquistarlo, o al menos eso era lo que pensamos. Mandaron a tres de sus grandes figuras al campo de batalla para que lideraran sus fuerzas. Ese fue nuestro primero error, subestimamos sus números, por lo que nuestra defensa que debía demorarlos allí tuvo un éxito demasiado subjetivo.

Para mí, aquella etapa fue completamente una tragedia, mi esposo había muerto en combate. Al saber de su caída no pude permanecer en casa y me dirigí al campo de batalla para unirme al ejército de nuestro país. No fue un impulso de venganza lo que me condujo hasta aquí, sino el saber que mi habilidad con la espada podría llegar a ser de cierta utilidad o incluso marcar una diferencia.

No soy la única que ha llegado a esta instancia gracias a tales sentimientos. "Tenemos que hacer algo. No podemos quedarnos en casa tan solo aguardando que nuestros conocidos y parientes detengan por sí solos a Gran Corona."- pero, ¿qué podíamos hacer más que tomar las armas y presentarnos también a la lucha que estaba por acontecer en las planicies?

Shanawaz era quien planeaba las acciones de nuestro ejército. Era el cerebro, tan sólo un estratega, ya que jamás había pisado el campo de batalla para liderar nuestras fuerzas. Tal vez era la gran diferencia que teníamos con respecto a los invasores, mientras ellos tenían a sus generales, en Anang no contábamos con nadie que nos guíe. Seguramente del otro lado lo verían como una debilidad nuestra, sin embargo para nosotros, eran ellos los que nos ofrecían un claro camino a la victoria.

El objetivo de mi unidad era bien específico, una vez diera inicio el combate en las llanuras debíamos aguardar hasta que uno de los generales de Gran Corona quedase aislado de su gente y le daríamos muerte. Una táctica sin honor pensarán ustedes tal vez, pero el honor por sí solo no iba impedir que nuestros hogares fuesen destruidos.

El grueso de nuestras tropas fueron quienes se llevaron la peor parte, se podría decir que de los tres ejércitos que nos invadían, el que nos había tocado la responsabilidad de asesinar a su líder era el más feroz. Pudimos ver como a nuestros compatriotas les costó horrores poder contenerlos, y fue justamente cuando aquello sucedió que comenzó la trampa que Shanawaz había diseñado.

Porque sabía que en el momento que sus soldados fueran contenidos, la estrella de Gran Corona arremetería con su fuerza bruta para romper nuestra defensa en un intento por abrirse camino. Y de hecho, si lo hubiese intentado seguramente habría tenido un completo éxito, pero cuando él y su unidad personal se lanzaron a la carrera les abrimos el camino. Dejamos que atravesara nuestras líneas y se internara en el corazón de nuestro ejército, mientras el grueso del suyo era mantenido lejos de él.

No por nada era general, ya que no tardó demasiado tiempo en darse cuenta de nuestras intenciones y quiso regresar con su gente. Pero esta vez era él y su pequeño grupo quienes fueron contenidos, y lentamente los fuimos reduciendo en número. Sin embargo aquello no fue suficiente para doblegar su espíritu y arremetió una vez más, no para ir a una zona segura, sino para perforar el cuerpo troncal de nuestras tropas.

Por un instante quedé perpleja al ver tal acto de gallardía, quedé hipnotizada como si fuese víctima de un hechizo desconocido, y estuve a punto de ser arrollada por su caballo si no hubiese sido por Lagbar que me echó a un costado tirándome al suelo. ¿Qué estaba haciendo él aquí? Debería estar en casa, cuidando de mis hijos y los demás. Tan solo pensé en eso un instante, pero volví a la realidad cuando noté que el avance del general era interrumpido y mi amigo de toda la vida se dirigía a su encuentro.

-"¿Cuál es tu nombre? Necesito saberlo antes de matarte."- era Lagbar quien hablaba, no había signo alguno de titubeo en su voz.

-"¿Intentarás matarme joven? ¿Tal vez porque he matado a alguien preciado para ti?"- respondió casi con tono de burla el líder de Gran Corona.

-"No soy joven, y no voy a intentar matarte. Planeo hacerlo."- contestó el inmortal sin inmutarse. -"Puedes matar a quien quieras en el campo de batalla, sería inmaduro odiarte por eso. Es la guerra, esas cosas pasan. No es nada personal, sólo que prometí mantener a salvo a una mujer, y matándote es la forma más efectiva de hacerlo."-

-"¿Una mujer? Me pregunto cuál será."- dijo nuestro enemigo mientras desmontaba en señal de respeto. -"Por lo visto Anang está lleno de valientes guerreras que darían la vida por su país, algo realmente admirable."- reconocía a quien tenía enfrente como un digno rival, por lo que contestó a su primera pregunta. -"Soy el general Rovi."-

-"Gracias."-

¿Gracias? ¿He oído bien? ¿Acaso tal palabra puede llegar a tener lugar en medio de la batalla, más aún entre enemigos? Fue la única impresión que me dejó aquel instante, pues no hubo tiempo para adentrarme más en aquel pensamiento, pero luego cuando mi mente estuvo libre tras finalizada la batalla aquella idea regresó a mi mente.

Lagbar definitivamente no pertenecía a Anang, seguramente el general Rovi percibió algo de ello, o tal vez intuyó que mi amigo era alguien completamente distinto al resto de nosotros a pesar de ser solo un soldado más en nuestro ejército. La actitud del inmortal y sus palabras no trasmitían odio, mucho menos dejaba entrever sed de sangre alguna, había hablado como si la guerra fuera lo más natural del mundo.

Entonces, ¿por qué había llegado hasta aquí? Nunca lo supe, ni tampoco se lo pregunté. Sólo agradecí que haya decidido entrar en la lucha a nuestro lado, porque tal vez sin él el precio que tendríamos que haber pagado para lograr nuestro objetivo pudo haber sido demasiado alto.

Sin lugar a dudas Rovi era un hombre digno de su posición, había quedado más que claro cuando realizó aquella embestida sobre nuestras filas, y más aún cuando retomó la acometida tras verse encerrado por nosotros. Incluso cuando desmontó su porte era abrumador, al menos de esa manera lo sentí. Así que eso significaba estar en presencia de un general de Gran Corona, a pesar de que yo era tan solo una mera espectadora.

Por el contrario la presencia de mi amigo era de lo más ordinaria, aunque en ningún momento noté que hubiera reaccionado ante el aura de su rival. Tampoco hubo sorpresa en el rostro de aquel cuando se supo derrotado por un soldado desconocido. Fue como si desde el momento en que descendió del caballo ya sabía la clase de hombre que tenía en frente.

La espada del inmortal atravesó sin problemas el pecho del general quitándole la vida al instante. Una muerte sin agonía y sin deshonra, quizás haya sido su forma de mostrarle respeto, pero si ese fue ese el caso ¿qué tan hábil era Lagbar como para darse el lujo de semejante cortesía?

-"¡Soldados de Gran Corona! ¡El general Rovi ha caído en combate!"- exclamó con una voz potente, tomándome por sorpresa, que resonó en todo el campo de batalla. -"¡Pueden reclamar su cuerpo y retirarse!"- tras esas palabras procedió a marcharse del campo de batalla sin voltear para ver la reacción de las tropas enemigas.

Estaba aturdida por los acontecimientos, había visto una faceta que desconocía por completo de Lagbar. No fue una demostración de destreza lo que pasó frente a mis ojos, eso creo que era lo que más me aterró. Pude sentir el poder de los golpes de Rovi, lo reconocía como alguien fuerte, pero aún así, en todo momento el hombre que había estado viviendo en nuestro hogar jamás dejó entrever algún indicio que indicara su verdadero potencial. A pesar de lo que había hecho, seguía siendo una persona normal y corriente.

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