La cúspide de la civilización - Parte 2
La cúspide de la civilización - Parte 2 (por Vitina)
Tidew, es considerada la tercera ciudad en importancia de la República y desde hace unos días ya se ha convertido en mi nuevo hogar. Hay que admitir que es digno de admirar el nivel de organización que presenta Maikut para con los inmigrantes. "Todo sea para mantener en pie la fachada"- diría tiempo después.
Cualquier persona que decida ingresar al país debe hacerlo a través de los puestos de control oficiales, una medida que es realmente efectiva gracias a los beneficios que el inmigrante recibe tras registrarse como tal. Aquellos que tienen pensado comenzar una nueva vida en este paraíso reciben una vivienda gratuita por un año, y tienen dos meses para conseguir un empleo.
Pasado el año, las personas tienen la opción de continuar habitando donde estaban, pagando una renta básica al estado o mudarse a una residencia particular. Por otro lado con respecto al trabajo, en caso de no encontrar alguna vacante disponible luego del periodo de espera, el gobierno les asigna uno fijo. La República Unida de Maikut se jacta de poseer un cien por ciento de empleo a lo largo y ancho de su territorio. He vivido lo suficiente como para saber que en algún lado debe estar la trampa.
Mi nuevo hogar se encuentra cerca del centro de la ciudad, es un complejo residencial que consta de cinco torres. El apartamento que escogí si bien no es demasiado grande, es lo suficientemente amplio para que una persona sola viva cómoda. Ahora solo queda conseguir un empleo acorde a mis necesidades, aunque debo tener en cuenta el perfil con el que he ingresado a Maikut.
Los primeros días de mi estadía en Tidew los aproveché para recorrer un poco el centro, apreciar la forma de la ciudad y reconocer el tipo de gente que vive aquí. Entendí a la perfección por qué a los ojos de los habitantes de Verlei este parecía ser el mejor país del mundo. Si, definitivamente este pueblo estaba en otro nivel, pero era demasiado simplista catalogarlo como un éxito.
"Los números son sólo números. ¿Pero qué esconden tras de si?"
Aquellas palabras de Suou se me vinieron a la mente inesperadamente mientras hacia mi recorrida habitual por la mañana y sonreí. ¿Quién hubiese pensado que en estas circunstancias me acordaría de ella? Ya de regreso al edificio, estaba por ingresar a mi apartamento cuando la puerta de al lado se abrió y apareció ante mí quien se convertiría en una gran amiga, una joven muchacha llamada Beziel.
Pensaba que el complejo donde vivía era propiedad absoluta del gobierno, pero mi vecina me comentó que el estado suele comprar viviendas aleatorias en distintos puntos de la ciudad, siempre cerca del centro o de los puntos industriales más importantes de cada ciudad. Al parecer, según decía, esto favorecía a que los extranjeros se integraran más fácilmente entre la sociedad. Por supuesto, enseguida comprendí que también era para evitar que grupos de inmigrantes formasen comunidades sectorizadas.
Yendo al ámbito laboral, casi todos los recién llegados terminaban trabajando en los empleos que conseguían a través del gobierno, los cuales eran posiciones de descarte que los ciudadanos de Maikut no ocupaban. La razón detrás de ello era bastante simple, no estaban calificados y tampoco tenían la capacitación suficiente como para realizar tareas básicas en los negocios.
Es por esa razón que la mayoría terminaba como empleado en los centros de producción manuales. La discriminación a nivel laboral hacia los forasteros casi no existía. Es más, los dueños y encargados preferían contratar a uno de ellos antes que a un ciudadano. Les era mucho más rentable, ya que un porcentaje del sueldo del empleado extranjero era aportado por el propio estado.
De no haber sido por Beziel, creo que hubiese terminado por trabajar en una de las tantas fábricas. Cuando ella se enteró que aún estaba buscando trabajo se ofreció para ayudarme. Fue en esa ocasión que ingresé en su apartamento por primera vez, y también fue el primer contacto directo que tuve con la tecnología de Maikut.
La principal metodología que utilizaban todos los extranjeros para buscar trabajo era ir negocio por negocio, o tratar de informarse a través de la gente que iban conociendo, pero como es sabido los resultados eran nefastos. No obstante mi vecina me mostró brevemente la red virtual que mantenía en contacto a toda la población de la República.
-"Eso que tienes en la muñeca es un dratie."- me dijo. Era una especie de reloj que me habían dado en la oficina de inmigración. -"A través de él puedes acceder a la red, pero ese modelo supongo que es el gratuito, así que solo tienes acceso a funciones básicas."- me enseñó el que ella usaba explicándome: -"Hay muchos modelos, y si bien los más avanzados presentan las mismas funciones, también vienen en distintas formas y apariencias."
"Además, puedes acceder a la red a través de las estaciones personales. Dependiendo de lo que vayas a realizar, son mucho más prácticas y cómodas."- me miró y sonriéndome preguntó: -"¿Estas lista para buscar trabajo a través de la red?"- ahí estaba, frente a mis ojos, la razón por la cual Maikut se había ganado su fama y la primera de las trampas que aguardaban en su interior: la tecnología.
Beziel me mostró en la pantalla de su estación personal un sitio que listaba todas las vacantes disponibles en Tidew y sus alrededores. De no ser por ella, jamás me hubiese enterado de la posibilidad de realizar tal búsqueda. Había tenido suerte, una fortuna que personas en circunstancias similares no habían poseído.
Se podía acceder a cada vacante y ver detalles del trabajo ofrecido, así como también los requisitos que debía cumplir el futuro empleado. Como era de esperarse yo no calificaba para ninguno. La falta de conocimiento sobre la tecnología que dominaba la vida diaria de las personas era el principal impedimento.
Lo sabía, y luego de que ella vio algunos posibles empleos, le sugerí que nos detuviéramos ya que era en vano. Simplemente contestó que no me preocupara, que lo importante era no desanimarse antes de tiempo. Fue en ese momento que me surgió la duda del motivo detrás de esa ayuda. Yo era una completa desconocida para ella, más allá de ser su nueva vecina, y por su parte Beziel ni siquiera era extranjera sino que era una ciudadana de nacimiento.
-"Si ves que alguien se cae y tú puedes ayudarle, ¿qué tiene de raro ofrecerle una mano para que se ponga de pie?"- no fueron sus palabras las que me convencieron de sus intenciones, sino la sinceridad con la que lo dijo. Realmente había pasado bastante tiempo desde que vi unos ojos tan inocentes.
Al fin y al cabo tanto optimismo rindió sus frutos. Encontramos una vacante para un puesto que al menos en teoría yo era capaz de cubrir. Lo más interesante sucedió a continuación, ya que Beziel haciendo uso de su dratie se comunicó con la oficina de inmigración y solicitó una entrevista.
Demoró un tiempo bastante prudencial en su llamada, ya que tuvo que dar brevemente explicaciones de por qué era ella quien se comunicaba y no yo, además de que al parecer había algo extraño con el trabajo. Esto último lo deduje por las expresiones en su rostro, iban desde preocupación hasta extrañeza.
-"Esa vacante está abierta desde hace casi dos años."- me comentó Beziel. -"La operadora que me atendió me dijo que si bien no es un puesto complicado, al parecer el dueño busca algo que no existe. La última entrevista que inmigración programó fue hace cinco meses, y desde entonces nadie se ha postulado."- dio un leve suspiro. -"De todas maneras, de aquí tres días tienes tu cita con el dueño en su negocio, por la mañana. Lamentablemente no podré acompañarte ya que estaré trabajando, pero te deseo la mejor de las suertes."- me dijo, siempre con una sonrisa mientras me tomaba de las manos para darme ánimos.
Si me preguntan sobre Beziel, ella trabaja como oficinista en una empresa del centro de la ciudad. Sólo es una empleada más dentro de una estructura inmensa, una persona común y corriente que había decidido ofrecer una mano en un momento de necesidad a alguien que era casi una completa desconocida para ella, yo.
Finalmente llegó el día de la entrevista y allí me encontraba, frente a un negocio no demasiado grande, era una panadería. Bastante humilde podría decirse, comparada con otras que había tenido la oportunidad de ver por el centro. Ingresé y me recibió una joven que según me enteraría luego tenía diecinueve años, se llamaba Ladvan y mostró cierta alegría cuando le dije que estaba allí por la entrevista.
Así que aquí estoy, frente a frente con Bakof, un hombre de aproximadamente unos cincuenta o sesenta años. Él es el dueño y por lo que deja ver es el panadero. Sus manos aún tienen rastros de harina en ellas, al igual que su delantal. Lo escucho atentamente mientras me comenta lo que me ofrece por trabajar en su panadería. Algo que me extraña, ya que lo normal sería que primero me evalúe a mí y vea mis capacidades.
Hay un detalle que me tiene intrigada, no sé por qué pero cuando escucho hablar a la gente de este país o leo un artículo, mi instinto me dice que algo se esconde, como si el engaño fuera moneda corriente en Maikut. Y las palabras de este hombre no eran la excepción. Lo que me estaba ofreciendo era demasiado bueno: un salario que superaba la media, la carga horaria no era mucha, e incluso tenía libertad para elegir un gremio al cual asociarme.
-"¿Sabes hacer pan?"- preguntó sin dar demasiadas vueltas. -"Muchos cuando oyen lo que les ofrezco se ilusionan y piensan que su labor será estar en el mostrador, ayudando a Ladvan. Pero es todo lo contrario, busco alguien que haga el trabajo sucio. Alguien que sepa como preparar la masa, se ensucie las manos de harina, soporte el calor del horno mientras se cocina el pan a la vez que continúa amasando."-
Les dije que había una trampa, maldita gente de Maikut, un poco de sinceridad no les vendría mal de vez en cuando. Eso pensaba para mis adentros, aunque mi respuesta fue totalmente distinta: -"Sé cómo hacerlo. Sin embargo nunca lo he hecho a nivel comercial, más bien digamos en casa o para la familia por así decirlo."-
-"¿Haces pan en tu casa?"- consultó con total sorpresa.
-"No ahora, pero hubo ocasiones en que lo hice."-
Muy pronto, gracias a mi nuevo empleo conseguiría información muy importante para mi misión. La República Unida de Maikut comenzaba a abrirse ante mí, revelándose como un estado digno de mi atención más allá de su eterna mentira y la fantasía de que era un país perfecto.
La panadería quedaba a casi veinte cuadras de donde vivo y si bien podía utilizar el transporte público para ir hasta allí prefería hacerlo caminando. Con el correr de los días por boca del propio Bakof me enteré la razón por la cual había estado tanto tiempo buscando alguien para dicho trabajo. La mayor parte de la fabricación de comida comercial se realiza en fábricas, son contados los negocios que aún elaboran sus propios productos.
Así es, Maikut es un país tecnológicamente avanzado. No sólo poseen dispositivos como los dratie y las estaciones de acceso a la red, sino que en las calles uno puede ver vehículos fabricados transportando gente de un lugar a otro. Definitivamente cuando un extranjero llega a estas tierras queda anonadado por tales avances y no le queda otra cosa más que alabar lo que tiene a su alrededor.
Por eso no me gusta esta nación. Tener frente a mí una pantalla donde se puede ver lo que hacen otras personas a kilómetros de distancia no me asombra, lo mismo sucede cuando siento el bullicio que producen los vehículos en el centro de la ciudad. Supongo que para el común de las personas es más sencillo dejarse maravillar por algo que se ve todos los días frente a sus ojos, en vez que hacerlo frente a una buena administración, por ejemplo.
Un producto deficiente que ha sido adornado con un burdo pero bonito envoltorio, y cuyo interior no es la gran cosa. Eso era la República Unida de Maikut, una conclusión precipitada tal vez, teniendo en cuenta que hace apenas unos meses que estoy aquí. No puedo afirmarlo con total certeza, pero mi instinto rara vez suele engañarme.
Definitivamente necesito información, y en grandes cantidades. Necesito saber no sólo lo que se ve en las calles de Tidew o lo que piensa su gente, sino lo que dice y hace el propio gobierno. La solución era bastante simple, solo necesitaba comprar un televisor para tener en la sala de mi apartamento. Según tenía entendido el estado ofrecía a través de la red noticias casi al instante sobre todo el país, aunque lo mejor para estar informado era a través de la televisión.
Como era de esperarse acudí a Beziel para que me orientara sobre aquello pero esa área no era su especialidad, sin embargo me sugirió que visitara a un vecino nuestro que vivía un par de pisos debajo de nosotras en el mismo edificio. Era quien en su momento le había ayudado a instalar su propia televisión y cada vez que precisaba ayuda con su estación personal también recurría a él.
De esa manera fue que al cuarto mes de estar viviendo aquí tuve el agrado de conocer a Pech, alguien cuya mera existencia contradecía todas las fantasías y valores que Maikut llevaba impregnados en su esencia.
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