En la inmensidad del mar, rodeada por la nada y abandonada a mi suerte 
sólo ruego por la muerte antes que Dagon me encuentre.
Su presencia puede sentirse a lo lejos bajo las turbulentas aguas.
Su esencia putrefacta me inunda y se apodera de todos mis sentidos.
Mis manos y pies, entumecidos por el frío del mar, no pueden nadar,
a lo lejos un tétrico cántico acompaña a la bestia que se aproxima cada vez más hacia mi.
Sus fríos tentáculos rozan mis piernas, su aliento putrefacto se siente más cercano,
me toca, me hace vibrar, quisiera escaparme pero apenas puedo respirar.
Emergiendo lentamente frente a mí, su pestilencia es imposible de evitar,
rodea mi cuerpo con sus tentáculos penetrando mi pobre y patética humanidad.
La avaricia me ha llevado hasta él, querer más, desear más.
Promesa de riqueza y belleza eterna, maldita mentira, 
para que postergar lo inevitable, todo muere, todo termina.
Y ahora no hay vuelta atrás.
Arrastrada por el al fondo del mar, acompañarlo por aquella eternidad que deseé,
rodeada de su pestilencia, sometida a su voluntad y deseos, 
presa de Dagon hasta el final de los tiempos