INFIERNO MIO
Llámame maestro, soy tu sirviente,
mi cuerpo ardiente espera por tu orden como cada noche.
Llévame a tus infiernos, dónde tus juegos me atormenten.
Sujétame fuerte, no me dejes ir, lleva mis riendas dónde tu quieras ir.
Tu aliento ácido y tu respirar agitado con tu sonrisa macabra me funden por completo.
Aún sin tocarme mi piel arde en deseo por tus manos, mis labios sedientos de los tuyos sucumben ante la tentación
Oír tus pasos en la entrada es más que una sonata,
una canción maldita que mi sangre agita.
Corro hasta tus brazos y me pierdo en tus labios, recorriendo tu cuerpo con mis manos deseando más y más.
Tus manos en mi cuerpo se posan, aunque muy duras las siento cual seda delicada.
No dices nada, a decir verdad no hace falta, tu cuerpo y su lenguaje para mi alma son lo único que basta.
No quiero que llegue el amanecer y verte desaparecer, la espera es una agonía que me hace enloquecer.
Llámame maestro, llévame a tu lado, hazme como tú y huyamos juntos, no me abandones en esta necesidad de ti, infierno mío.
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