• C A P I T U L O O N C E •
"Indecisión"
—Buen día, Jordan—saludó Nat al entrar en mi oficina con un capuchino en mano.
—Buenos días, Nat.
Al pasar todas éstas semanas juntos, había compartido mucho tiempo con Nat y Jer, quiénes aparte de ser mis empleados de confianza, eran mis colegas. En ocasiones, salimos al finalizar nuestro día en la oficina, solemos ir a un bar o a comer en una cafetería. Pasar el tiempo con ellos ha sido muy divertido, es como tener a personas que hablen y bcomprendan el mismo idioma del que hablo, eso sin contar las magníficas y completamente opuestas personalidades de ambos.
Había tanta confianza entre nosotros que a veces venían y me contaban lo que les había pasado y demás. Supongo que éramos amigos.
También solían pedir comida china cuando me quedaba hasta tarde y se quedaban conmigo a hacerme compañía, mientras hacían chistes y nos reíamos en el sillón que había en una parte de mi oficina. Eran muy graciosas ésas noches, disfrutábamos de ser los únicos en la planta y recuerdo que la primera vez, me dieron un gran tour por todo el lugar, mientras íbamos en calcetines deslizandonos por el piso de madera.
Nat y Jer eran muy buenas personas, y me reía un montón cada vez que estaba con ellos. Sobretodo, cuando ambos flirteaban y el otro no lo notaba.
Sí, a veces hacia de mal tercio. Pero, ambos eran tan inocentes y distraídos que no notaban los sentimientos del otro.
Y eso era muy irónico puesto que, Natalie, había sido graduada con honores y siempre tuvo las más altas calificaciones, le ofrecieron becas y demás grandes oportunidades, siempre estaba muy enfocada en los estudios y en adquirir nuevos conocimientos, podía captar rápidamente y en la primera que le explicarás un tema, era muy eficiente y también tenía TDAH.
Y Jeremy, aunque también era inteligente y sabio. Era muy extrovertido, confiado, comunicativo, perfeccionista y lengua suelta, cualquier cosa que pasará por la mente de Jeremy saldría sin problema por su boca. Y me había confesado que su imprudencia era de las cualidades que más le gustaban de su personalidad, pues gracias a esta había descubierto que era Bisexual.
—Jer, me dijo que estaría muy ocupado el día de hoy y que no quería que lo molestarán—se dejó caer en la silla frente a mí escritorio.
—Exactamente—dije mientras revisaba unos papeles.
—Entonces, cancelé sus citas de hoy. También, quería notificarle que hay una reportera que ha estado llamando de Style Magazine, dice que quiere hacerle una entrevista—arrugué el rostro—Sí, lo sé, me excuse diciendo que tenías tu agenda ocupada por ahora.
—Por eso eres mi favorita, pero no se lo digas a Jer—sonrió.
—Bueno, y la cereza del pastel,—me dió una mirada pícara, pero la ignoré volviendo a mis papeles—también llamó Penny Richardson.
Levanté mis ojos y la miré, ella me veía con una sonrisa. Vale, había sido obvio.
—Sí...¿Qué dijo?—Nat y Jer sabían lo que había pasado.
—Sólo quería saludar y saber cuándo podían reunirse para la próxima discusión del proyecto—seguía manteniendo la sonrisa, mientras levantaba las cejas.
—Bueno, llámala y dile que podemos vernos esta noche en...
—Sí, ¿Sabes qué? Sé que soy tu empleada y secretaria, pero para tu muy mala suerte también soy tu amiga—tomó el teléfono de mi oficina y marcó varios números—Así que creo que tendrás que decírselo tu mismo.
Colocó el altavoz y dejó el teléfono en mi mesa y se marchó rápidamente. Me sostuve el puente de la nariz, no podía colgar, pero tampoco sabía que decir y si...
—¿Hola?—se escuchó la voz de Penny al descolgar.
—Hola, Penny. ¿Cómo estás?
—Oh, ¡Hola, Jordan! Muy bien, ¿Y tú, cómo estás?—se escuchaba animada.
—Bien, estoy bien, algo atareado pero bien—reí un poco.
¿Por qué estoy riendo? ¿Por qué demonios estoy nervioso?
—Entiendo, no quiero sonar grosera pero, estás atareado y me llamaste, podías hacerlo cuando estuvieras disponible, no hay prisa.
—No te preocupes—sonreí aunque ella no pudiera verlo—Siempre puedo hacer un espacio para ti en mi agenda, así sea corto, de cinco minutos.
Escuché una pequeña risita. Podía imaginarme sus mejillas coloradas y la idea me hizo ampliar mi sonrisa.
—¿Jordan Royal? ¿Haciéndome espacio en su ocupada agenda? ¿Pero quién soy? ¿El presidente? ¿O la primera dama?
—No lo sé, pero si yo fuera el presidente tú serías la primera dama, rubia.
—¿Cómo me llamaste?
—¿Perdona? Creo que se pierde la conexión. In.ter.fe.ren.ci.a—dije con voz robótica.
Escuché una sonora carcajada a través del altavoz, que a su vez me contagió
—Oye no—logró decir apenas recuperó el aire—En serio, dímelo.
—¿El qué, perdona?
—Jordan—dijo en tono de amenaza.
—Rubia—la imité.
Unos minutos de silencio se instalaron a través del altavoz y pude sentir el nerviosismo comenzar a apoderarse de mi cuerpo. "La cagué", pensé inmediatamente.
—Me gusta, es lindo.
—Así como yo.
—Así como tú—sonreí—¿Cuándo nos vemos?
—No tendría problema alguno en que fuera esta noche, estaré hasta tarde en la oficina.
—Perfecto, entonces estaré ahí en la noche.
—Está bien, te espero aquí.
—Adiós.
—Adiós, rubia.
Escuché una pequeña risita ahogada y decidí colgar. Ni siquiera lo noté, pero estaba sonriéndole al techo como un idiota.
—No te ilusiones tanto, Jordan—me regañé.
Tomé un poco de agua para espabilar e intentar que se me pasará la bobada. Me deshice de mi saco y aflojé mi corbata, antes de volver a mi silla para seguir revisando los papeles.
Después de haber buscado y obtenido conocimientos de como realizar una investigación, me encontraba organizando y ennumerando en una lista todos los pasos y acontecimientos, de los que conocía su existencia.
Tome una libreta donde llevaba todas mis anotaciones sobre el tema. Primera fase: "Observar". La había llevado muy bien y para ser un investigador sin nada de experiencia, sin ni la mínima idea de lo que estaba haciendo y basándose en las reglas de investigación de una página de Wikipedia, tenía mucha información sustanciosa.
Las últimas semanas y desde que había hablado con Jamie, me había dedicado a observar y estudiar mi alrededor, lo que me llevaba a la segunda fase.
Hacer una pregunta. Y vaya que yo tenía muchas. Pero primero, lo primero.
¿Cuál era el problema? Era obvio que papá, pero según mis grandes sospechas y por lo que veía en papá, habían temas de la empresa en los que no me dejaba meter las narices, temas de los que solamente se encargaba él y como segunda persona, Corinne. Y ésa, era una gran ventaja para mí.
Otra de mis observaciones, era que papá había estado más ocupado y al pendiente de cualquier llamada que entrara a su teléfono, desde que había estado trabajando más tiempo con los Richardson. Y eso era muy sospechoso, sobretodo porque papá no era de usar el teléfono móvil.
Y ahí viene la tercera etapa, Construir una hipótesis. Eso sí estaba difícil, porque pensaba lo peor, pero luego recordaba que era papá y habían algunas cosas de las que no lo creía capaz.
Entonces, tenía más de una teoría. Y ninguna era bonita. No obstante, me quedaría con la más concreta, papá estaba usando el nombre de la empresa para hacer algún negocio sucio y eso era un problema enorme, no sólo porque nos ponía a todos en el ojo del huracán, sino también a él mismo, ya que la empresa estaba a su nombre.
Pero seguían habiendo muchos cabos sueltos. ¿Qué tenían que ver los Richardson? ¿Por qué Corinne estaba involucrada? ¿Mamá sabía de esto? ¿Por qué arriesgarse a ensuciar su nombre y el de la empresa? Pero la más grande pregunta. ¿Por qué había sido yo el único en notarlo?
Vivíamos con la prensa, paparazzis, revistas, reporteros y demás medios, detrás de nosotros. Sobretodo, la tal Gayle Brown. Y ni siquiera ellos que buscaban hasta el más mínimo vello o marca en nuestra piel, habían armado un gran escándalo con nuestro apellido o especulaciones y teorías como las que yo estaba creando.
La siguiente etapa era la cuarta, Poner a prueba la tesis. Solté todo el aire de mis pulmones y me recline aún más en la silla. Pensativo y sin dejar de repetirme a mí mismo "Piensa Jordan, piensa".
Con mis ojos perdidos en el techo aburrido de mi oficina, del cuál solo colgaban un par de lámparas de oficina, nada tan ostentoso como a papá le gustaría. Sin embargo, mis ojos se encontraron con un artefacto en una de las esquinas, que apuntaba directamente a mi escritorio.
Una cámara de seguridad.
¡Bingo! Eso era.
Había olvidado por completo que la empresa tenía sus propias cámaras, y sí, era un gran detalle el que se me hubiera escapado eso, pero en mi defensa seguía sin ser un Sherlock Holmes en esto de la investigación y deducción.
Volviendo a las cámaras, eso me llevaba a poder completar la cuarta etapa, que sería muchísimo más difícil que el resto de las otras etapas. Ya que, ésta involucraba inspección de cerca, ahora sí debía arriesgarme el pellejo e infiltrarme en varios lugares prohibidos de la empresa, incluso para mí. Lugares en los que sólo papá tenía el poder.
Pero, no perdía la fe. Había sido bien dotado, era inteligente, astuto, ágil, tenía una cara bonita y buen cuerpo, también dinero y la gran habilidad de ser un buen negociante, la cuál consiste en enredar con palabras, propuestas y diversos temas a la otra persona.
Esa había sido una de las primeras lecciones que papá me había enseñado antes de ir a la universidad, cuando me llevaba a la empresa a ver el ambiente de oficina o sólo porque se lo pedía para familiarizarme mejor con el lugar dónde estaba seguro que un día estaría.
Flashback
Estaba en la oficina del abuelo y aunque él no viviera en el mismo país que nosotros o dónde se encontraba la sede principal de nuestra empresa, tenía una oficina amplia y en la que nadie daba ni un sólo paso.
Pero un día antes de irme a Cambridge, papá me pidió acompañarle para darme una de las últimas lecciones que constantemente había estado enseñandome para estar más que preparado para Harvard.
Lo que no me esperaba, era que la lección daría lugar en la oficina del abuelo. Ni siquiera papá entraba allí.
La oficina era muy monocromática, distinguida y se podía sentir en el ambiente el poder que había allí encapsulado. Era como si el abuelo estuviera allí.
Con mi abuelo, nunca nos habíamos llevado bien. Era un hombre demasiado orgulloso y cara larga, nunca le había visto sonriendo o con cualquiera otra expresión que no fuera la de un ceño arrugado y seriedad con una mezcla de enojo. Nunca había cruzado más palabras que sólo un "Hola" con él y raras veces solía responderme, pero no esperaba menos de él.
—Bueno Jordan, mañana te irás a cumplir una nueva meta, un nuevo propósito y sé que lo lograrás, porque yo sí confío en ti—levantó su copa y la chocó con la mía.
Sabía porque lo decía. Aunque papá demostrará ser muy fuerte y no se permitía ser tan sentimental y sensible, habían cosas que le afectaban y más que ninguna otra, era el tema de mis abuelos.
Papá había tenido una vida muy ruda desde pequeño. En su infancia la familia Royal era pobre, mi abuelo en ocasiones lograba conseguir pequeños trabajos de momentos como carpintero o haciendo cualquier cosa en las casas de altas clases. La mayoría de mis tías habían preferido buscarse pareja y comenzar a crear sus familias, pero una de ellas fue la que decidió emigrar a Estados Unidos. Y mi papá no necesitó pensarlo dos veces, apenas ella se ofreció a ayudarlos a emigrar mi papá fue el primero en aceptar.
Y así fue, como de Ucrania pasó a estar en los Estados Unidos con apenas dieciséis años. Había sido complicado sí, pero mi papá no se dió por vencido.
Comenzó trabajando en campos de siembra, aprendió a trabajar allí con el dueño, quién no tuvo problema en ayudarle y enseñarle cómo debía hacer las cosas. De todas las personas, él decidió darle una oportunidad, a pesar de los riesgos que presentará. La llegada de mi padre a este país no era del todo legal, por ello había tenido que cambiar su nombre y ocultarse en varias ocasiones de las autoridades.
Después de un tiempo, se marchó agradecido del campo y decidió apostar por algo más grande, la ciudad. Y fue allí cuando descubrió que su verdadera pasión era el mundo de un hombre vestido de traje y negociante, pero era muy difícil para él subir a esa categoría por el momento.
Ya con sus papeles en mano y su nombre siendo legal en este país, dónde fuera se presentaba con orgullo como Jake Royal, ya no tenía porque esconderse. Aunque no fuera tan de su agrado, se vió en la obligación de volver por un tiempo a la casa que compartían sus hermanas con algunos de sus esposos e hijos pequeños, y aunque esos días también fueron difíciles, no lograron vencerlo.
Papá logró conseguir trabajo en una empresa de construcción que en ése momento se encargaba de grandes proyectos y ése tipo de contratos le permitieron crecer más rápido. El sueldo en ése tiempo era perfecto para él, lograba separar para aportar en la casa, comprarse ropa y también ahorrar. Ahorrar para su sueño.
En esa misma empresa conoció a mamá, que era cuñada del jefe de mi padre. Pero la historia de amor de mis padres ya es otra.
Mamá solía ir como ayuda en la oficina y a veces atendía a los trabajadores, les llevaba comida o alguna bebida. Siempre tuvo un bueno corazón y papá vió eso, sin contar lo atractiva que era. Cuando menos se lo esperó, estaba saliendo con mamá y aunque seguía trabajando ella lo motivó a perseguir sus sueños y papá no tenía nada que pensar, tomó sus ahorros y pagó sus estudios para cursar las mismas carreras que a mí me interesaban.
Papá trabajaba, estudiaba y mantenía una relación. Y a pesar de todo eso, logro reunir con mamá y ambos compraron un pequeño terreno y comenzaron a construir una casa ahí.
Al finalizar sus estudios y con sus diplomas, certificados y reconocimientos en mano, fue a cada empresa que conocía y a las que sabía que podía crecer y ampliar sus conocimientos. Y aunque al principio fue duro, porque nadie quería a un joven soñador y que aspirará a crecer tanto como para querer una empresa con su nombre en ella.
No, por supuesto que nadie lo quería. Era una amenaza.
Pero mi padre se cruzó con el hombre correcto cuando estaba a punto de darse por vencido. Se convirtió en un corredor de bolsa y esa fue su salvación, siguió creciendo y demostrándose a sí mismo y al resto del mundo que él podía lograrlo, desde ése día nunca más perdió la fe.
Fue subiendo de puestos. Y seguía manteniendo sus ahorros, construyendo su hogar junto a mamá, que también le ayudaba trabajando como costurera y ama de casa. Papá siempre vió el potencial en mamá, tanto como ella en él y aunque para ella también era difícil, apenas él logró ahorrar una buena suma de dinero, decidió apostar por mamá.
Y así fue como nació la carrera de modista de mamá. Seguido debido al gran impacto que causaron sus modelos, que habían sido exhibidos y recomendados por la esposa del jefe de mi padre, una mujer con reconocimiento público y amigas locas por la moda. Mamá había pasado a ser diseñadora de modas, costurera y modista, sin contar que en el futuro en varias ocasiones logró desfilar en grandes y reconocidas pasarelas, mientras exhibía sus mejores diseños.
Papá no desaprovechó esa oportunidad y siguió apostando por mamá, apoyándola siempre en todo lo que podía. Y un día decidió pedir un préstamo al banco, el cuál milagrosamente aceptaron y no dudó siquiera, lo invirtió en un pequeño despacho y ahí se fue creando la empresa Royal.
Con el buen ojo y gran talento de mamá, los contactos justos y necesarios de papá y todo el conocimiento y experiencia que tenía. Sin contar lo reconocida que comenzaba a ser mamá, en pocos días ya estaba en primera plana el nombre de Royal's Corp.
Mi abuelo había ido a esa oficina unas cinco veces como mucho y me entristecía, porque papá no se merecía eso, no después de todo lo que había sacrificado y todo lo que había pasado para estar donde estaba. Pero él seguía guardandole un lugar a mi abuelo en ése lugar. Y ahí frente a nosotros estaba él, un retrato exacto de el abuelo.
—¿Sabes? Siempre admiré mucho a tu abuelo, siempre quise ser como él—observaba la pintura con nostalgia y un brillo en sus ojos—Siempre estuve dispuesto a sacrificarme por mi familia, porque era lo que él siempre hacía y él me enseñó eso. Y es algo que quiero enseñarte a ti, Jordan.
Posó sus ojos sobre mí y colocó una mano en mi hombro.
»Los sacrificios, Jordan. Siempre serán necesarios a lo largo de tu vida, hay cosas que puedes decir hoy "Jamás haría eso", pero créeme hay situaciones y tiempos que te colocan en posición de no poder elegir, pero debes de saber que siempre tienes que elegir lo que es más importante para ti.
Asentí y él volvió su vista a la pintura.
—Siempre quise... quise, ¿Cómo es?—intentó imitar la pose del abuelo entre risas.
—¿Esto?—le dije imitando exactamente la misma pose.
—¡Oye!—me dió una palmada y reí.
—¡Lo siento, lo siento!—levanté mis manos en señal de rendición.
—Bien hijo, quiero que vayas allá y le demuestres al resto del mundo que no sólo eres "el hijo de Jake Royal" o "el hijo de Zailey Evans", quiero que vayas y les enseñes quién es Jordan Royal. ¿Está bien?—asentí y él me abrazó—Estoy muy orgulloso de ti.
—Gracias, papá.
—Ahora, recuerda: "La vida te ofrece muchos caminos a elegir siempre debes elegir el correcto... Aquél en el que no tengas que inclinarte, en el que no caigas. Nunca des un paso en la vida, que traiga vergüenza al nombre de tu familia o a su prestigio".
Asentí una vez más y aunque no lo dije en voz alta, me prometí a mí mismo que jamás lo haría. Jamás antepondria mis necesidades, sueños o aspiraciones por lo que en verdad me importaba, tal y como papá me lo había dicho. Y en el mundo no había algo que me importará más que mi familia.
—Y ahora, repasemos las lecciones antes de que te vayas.
La voz de Jer y Nat me sacaron de mis recuerdos. Habían entrado a mi oficina para avisarme que ya era hora de marcharse y que podíamos ir a tomar algo, pero decliné su invitación alegando que debía terminar con todo el trabajo que tenía y que más tarde vendría Penny para continuar el proyecto.
Por supuesto que ninguno de los dos perdieron la oportunidad de comenzar a hacer bromas al respecto y más en concreto a especular –citó tal cuál las palabras de Jeremy– que haríamos de todo menos el proyecto.
Hoy me arrepentía de haberles contado de la cena. Y esa cena...
Aunque no hubo ningún tipo de acercamiento romántico, más que un par de besos en las mejillas como saludo y despedida en la velada. Algún par de coqueteos e insinuaciones de parte de ambos, que en realidad parecían más bromas que otra cosa.
Pasar tiempo con Penny era divertido. Era una persona que valía la pena conocer y que aunque a simple vista parecía a una de esas niñas ricachonas e hijitas de papi que quieren el mundo bajo sus pies, pero cuando llegabas a conocerle tanto y a escuchar la forma en la que se expresa y su manera de pensar, es alguien de quién simplemente quedarás prendado.
Y eso era lo que había pasado en la gran parte de la cena, bromas, anécdotas, chistes, historias. Conocernos más, nuestros intereses, ideales y pensamientos.
Yo no era una persona que podía expresarse tan abiertamente y contarle de sus cosas a las personas, cualquier personas. Era alguien más bien reservado, no era tímido, ni odioso, ni nada por el estilo.
Así que ayudaba mucho que de alguna forma ella llenará el espacio de silencio que se instalaba entre nosotros, contando un montón de anécdotas de cualquier cosa que se le pasará por la cabeza. Y yo disfrutaba de ello.
Supongo que nos complementabamos de buena forma. Los chicos me molestan diciendo que "Éramos tal para cuál", "Hablábamos el mismo idioma empresarial", "Que nos parecíamos en muchas cosas" y que "Teníamos mucho en común". Que sí era cierto, pero a pesar de que ella tuviera todo lo que según las personas que me rodean debía tener la chica con la que decida pasar el resto de mis días, no sé sentía así.
Miraba a Penny e innegablemente era demasiado atractiva, tenía buen cuerpo, inteligente, exitosa. Sí, lo tenía todo, pero no tenía esa chispa que no sé, esperaba sentir con mi alma gemela.
Y eso me llevaba a pensar que sin importar lo mucho que me atrajera, no podía tener algo con ella, porque habían demasiados factores en juego; Para empezar éramos compañeros de trabajo, más bien socios. No quería entorpecer nuestra relación profesional y no podía olvidar que mi papá estaba muy interesado en su familia, y eso no dejaba de hacerme ruido.
Salvo que, tomara esa cercanía como estrategia, pero por supuesto, sin jugar con los sentimientos de ella y ahí podía resolver todo de una vez. Estar o comenzar a salir con la chica que me gusta y mientras tanto, investigó más a fondo a mi papá. ¿Quién sabe? Luego podría incluirla en mi investigación.
Sólo si descubría algo importante sobre mi hipótesis de papá y los Richardson.
Y justo en ése momento recibí una llamada de la seguridad de recepción, avisándome que la señorita Richardson había llegado, les indique que la dejarán subir y luego colgué.
Salí de mi oficina y me dirigí al ascensor, para recibirla apenas llegará. Pegué mi espalda en el umbral, esperando mientras observaba las luces iluminandose indicando el piso por el que iba pasando, hasta que llegó al mío. El timbre al abrirse las puertas no tardó en sonar y ahí estaba ella, con una aspecto más relajado pero sin dejar de ser correcto y elegante, supongo que ése era su estilo.
Pantalones palazzo negros con finas rayas blancas verticales, una camiseta de mangas cortas blanca y tenis del mismo color. Su cabello iba atado en una coleta alta, que no dejaba escapar ni un sólo mechón e iba sin nada de maquillaje en su rostro.
Apenas me vió y yo logré despegarme de el umbral, se lanzó encima de mí y me abrazó con fuerza. Aunque al principio me tomó por sorpresa, no me tomó ni dos segundos en corresponderle y enrollar mis brazos a su alrededor.
—¿Está todo bien?—me atreví a preguntar y ella asintió—¿Segura?
—Sí, está todo bien—rompió el abrazo y logré escuchar un mínimo sonido, como el sorbido de la nariz, pero no quise preguntar.
—¿Segura que está todo bien? Puedes contarme.
—Sé que sí. Pero ahora estoy mejor y sea lo que sea, te aseguro que no vale la pena.
Sonrió dulce contagiandome. Acaricié su mejilla suavemente con mi pulgar, mientras nuestros ojos buscaban a los del otro.
—Bueno entonces... ¿Vamos a mí oficina?
—Ah sí, claro.
—Después de ti.
—Gracias.
La seguí hasta que llegamos a mi oficina, dónde se lanzó al sillón con toda la confianza del mundo, por lo que no tuve de otra, más que sentarme en otro de los sillones pequeños a un lateral de ella.
—Siéntate junto a mí—se acomodó y palmeó a un lado de ella, mientras hacía un puchero.
Antes de tomar asiento a su lado, fui por algunos útiles para ponernos a trabajar.
—¿Entonces? ¿Por dónde empezamos?
—Sí claro—se recompuso—Mira quiero escuchar tu punto de vista sobre éstas propuestas.
Dejó unos papeles sobre la mesa frente al sillón grande, en los que por el título en grande que marcaba "Propuestas" estuve seguro de lo que eran. Sin embargo, intenté leerlas y enfocarme en ello, pero no dió resultado.
Sentía que las letras volaban a mi alrededor y se confundían creando cualquier otra palabra existente o inexistente. Una vez más intenté con todas mis fuerzas enfocarme, pero volvía a obtener el mismo resultado, o incluso peor.
Penny pareció notarlo, o quizás notó algo más.
—¿Jordan?
—¿Hum?
—Luces cansado. Sé que nos falta poco para que cada uno trabaje con el proyecto de forma individual pero, si quieres podemos dejarlo para después.
—No, no. De verdad quiero.
—Pero no puedes—la miré y sonrió con dulzura para luego acariciar un costado de mi cabello—Lo entiendo, está bien.
—No, pero yo...
—No pasa nada. Estás agotado—arrugó la nariz—Ojalá pudieras ver tu aspecto.
—Lo veo—arqueó una ceja—Tus ojos me lo reflejan y sé que me veo irresistible, como de costumbre.
—Cuanta modestia—ironizó.
Ambos reímos y yo dejé caer mi cabeza en el sillón, calmando poco a poco mis risas mientras seguía viendo al techo con una sonrisa. Ella seguía jugando con algunos rizos de mi cabello distraída. Giro mi cabeza hacia ella para verla, logrando que se detenga pero me mantenga la misma mirada que le dirigía.
No sabía porque, pero desde que miraba a Penny a los ojos, me gustaba, me gustaba hacerlo, sentía que a través de ellos podía verla a ella. A cómo era de verdad, a como siempre se mostraba conmigo. Sentía que mirarla a los ojos era como desnudar su alma y poder ver todo lo que quería decir o mostrar.
Y joder, cuando me mantenía la mirada, eso me encantaba. Ella no bajaba la cabeza, no se sonrojaba, no esquivaba mis ojos, no. Ella se mantenía firme ahí, analizandome y buscando en mí, lo mismo que yo buscaba en ella.
Salí de mis pensamientos, al notar como cada vez su rostro estaba más cerca del mío. Poco a poco y muy lentamente, se iba a acercando a mí, pasando sus ojos de los míos a mis labios y así sucesivamente. Instintivamente mis ojos se desviaron a sus labios y sí, se veían apetecibles.
Tanto que interrumpí su acercamiento lento precautivo como si estuviera pidiéndome mi aprobación y me acerqué lo suficiente como para que nuestras respiraciones se mezclaran y nuestras narices se tocaran. La miré una última vez a los ojos, antes de cerrarlos y dejarme llevar por la suavidad, exquisitez y el juego de sus labios sobre los míos.
La tomé por la nuca y profundicé el beso aún más. Aunque intentaba llevar el control del beso, era ella quién lo hacía pues, me besaba con ansias, éxtasis y sin contención.
¿Me estaban besando? No, me estaban comiendo la boca. ¿Qué hice? Dejar que ella hiciera lo que quisiera conmigo.
Cómo pude logré mantenerle el mismo ritmo al beso. Pero Dios, que me dejaba descolocado con cada roce, chupete y caricia que recibían mis labios. Era como si me reclamará, me marcara y como si todo éste tiempo sólo había estado aguantando las ganas de besarme.
La intensidad del beso me ponía la mente a volar e imaginar un montón de cosas que...
El sonido de mi teléfono nos interrumpió y digo, "nos interrumpió", porque no había sonado ni el primer timbre y Penny se había separado de golpe. Me quedé ahí, viéndole, demasiado aturdido como para ser capaz de decir algo o hacer algo, pero el sonido del teléfono me hizo reaccionar.
Me levanté y tomé el móvil acercándolo a mi oreja. Volví a ver a Penny mientras saludaba a Jayden por el auricular, ella tenía las mejillas rojas y se veía como... Bueno sí, se veía acalorada, a cada momento se arreglaba cualquier parte de su ropa e incluso después de hacerlo, lo volvía a hacer.
Sí, estaba nerviosa.
—Hoy es noche de tacos. ¿Entonces, ya vienes?—preguntó animada la pelirroja.
—Claro, ya voy saliendo de la oficina.
—Está bien, te esperamos, un besito—lanzó uno y después colgó.
Dejé mi teléfono y me acerqué a Penny nuevamente. Ella mantenía sus ojos en cualquier otro lugar que no fuera mi rostro y yo sólo tenía una expresión de desconcierto, debido a su actitud.
¿Se arrepentía? ¿O sólo jugaba conmigo? ¿Qué era lo que quería?
—Mi hermana llamó, hay una especie de comida en casa y...—intengé explicarle.
—¡Oh, vaya! Entiendo, no te preocupes—comenzó a recoger sus papeles apresurada—No pasa nada, cuando estés mejor podemos quedar y resolvemos los puntos finales del proyecto.
—Claro, claro. Está bien, me parece bien—sonreí a pesar de que no me estuviera viendo—Gracias por entender.
—Cuando quieras—mi sonrisa se amplió y ahí tuvo el arrebato de verme con sus ojos como platos—¡Dios, no! No, no, no. ¡Tu sabes que no quise decir eso!
—Yo no he dicho nada—levanté mis manos en señal de rendición.
—Bueno, ya me voy. Ten linda noche, adiós—se dió la vuelta y salió de mi oficina.
Recogí mi saco y corbata con rapidez y organice algún par de cosas sobre mi escritorio lo más rápido que pude, tomé mis pertenencias personales y salí corriendo en dirección al elevador, el cuál detuve apenas su puertas estuvieron a punto de cerrarse. Me adentré en él y fue muy gracioso como ella intentaba fingir que sólo eran ella y el mundo en ése lugar, pero mis ojos, que no se los despegué ni un sólo segundo, no hacían más que ponerla nerviosa.
La situación me divertía, pero también me cuestionaba varias cosas, sobretodo el: "¿Va a fingir que no pasó nada?".
Recordé el beso y una sonrisa se escapó de mis labios, observé los suyos y aún seguían rojos. Quién sabe cómo estarían los míos.
El elevador continúo bajando y ella seguía sin decir nada y yo seguía sin dejar de verla. Hasta que llegamos al último piso y salimos al estacionamiento, dónde la seguí para acompañarla hasta su auto.
—Entonces, que tengas buena noche. Gracias por acompañarme.
Arrojó todas las cosas que llevaba en sus manos en el auto y luego se lanzó a sí misma en el asiento de piloto y cerró. Me quedé ahí, de pie, viendo toda la escena y mi cara de confusión era totalmente notable.
Ella encendió el auto y yo seguía sin moverme. Estaba debatiéndome en si hacerlo o no, es que... No estaba seguro y si después se había arrepentido o...
¡Al demonio! Nunca lo sabré sino hago nada.
No lo pensé dos veces y toqué la ventanilla de chófer y ella la bajó por completo enseguida.
—¿Pasa algo?
Me agaché y adentré mi cabeza por la ventanilla, ésta vez la tomé por el mentón y dejé un suave beso de al menos medio minuto sobre sus labios.
—Buenas noches, rubia.
Dije con una sonrisa. Me recompuse y regresé por mi camino en dirección a mi auto, sin decir nada más y sin hacer nada más. Su auto tardó unos minutos en marcharse, pero antes de subirme al mío eché un vistazo y ya no estaba.
Puse marcha mi auto y tomé rumbo en dirección a casa por mi noche de tacos y comida mexicana. Mientras esperaba la luz verde del semáforo aproveché y repasé todas las cosas que debía investigar todavía.
Al aparcar el auto frente a mi casa, me quedé unos minutos ahí en silencio con la mirada perdida. Recosté mi frente sobre el volante y pensé, y pensé.
Pensé en qué debía hacer con Penny, después de todo sí me gustaba y era una gran candidata con la cuál tener una relación y no por mierdas de posición social o categorías, sino por lo bien que podíamos llegar a entendernos. Sabía que no pensaría dos veces antes de tener algo con Penny, porque me gustaba y para mí, era mejor vivir con el recuerdo que con el "¿Y sí...?", por eso siempre iba por todo o nada.
Pero, ¿Era el momento indicado para intentar algo con Penny? Tenía muchas cosas con las cuales lidiar, sin contar que probablemente su familia también tuviera que ver con esto y que una relación ameritaba atención y sobretodo Penny, o por lo menos yo, no tengo ningún problema en darle de mi atención.
Algunas gotas de agua comenzaron a resbalar sobre el parabrisas del auto.
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