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Capítulo 1. Shapeshifter:

Todavía mantenía la cabeza el recuerdo de cuando las cosas eran normales por aquí, aunque, a decir verdad; nuestro instituto nunca gozó de momentos que el resto homis, o humanos, pudieran entender por "normales", pero la gente que vivía dentro del MundignotumMundi; del latín mundo, e ignotum; desconocido-preferían actuar como si las cosas que sucedían dentro de los pasillos, fueran tan corrientes como las que buenamente pudiesen ocurrir fuera de las murallas de 967 metros de éste.

Era muy pequeño cuando mis padres, demasiado acojonados por mi naturaleza, me abandonaron sin ningún tipo de arrepentimiento, a mi suerte, en uno de los escondidos páramos que conforman El Nuevo Mundo.
Intenté valerme por mí mismo, pero al final mis fuerzas acabaron cediendo y me rendí al desfallecimiento.
No recuerdo en qué momento algún tutor del instituto me avistó, recogió, y cargó conmigo hasta la enfermería del Mundinogtum, tan sólo sé que acabé despertándome en aquel flemático, albugíneo e inmaculado lugar, aunque eso no era raro, no recordaba nada de antes del Mundinogtum, y no sabía si era por el trauma que me ocasionó que mis propios padres me abandonasen o que mi propio subconsciente paralizaba las imágenes que intentaban fluir sobre los hijos de puta a los que no les importó si acababa muriendo en mi desventura. Era como si me hubiesen borrado la memoria, ni si quiera recordaba mi jodido nombre, aunque, para mi suerte-o mi desgracia-cuando un Ignotum cualquiera llega al Mundignotum, varios médicos te hacen un chequeo para saber cómo es tu condición física y qué tipo de habilidad tienes, para apodarte-o etiquetarte, como si fueras ganado-con uno de sus estúpidos nombrecitos en latín.

Los más avispados se habrán dado cuenta de que en esta institución tienen un maldito y muy serio problema con el latín.

A mí me dotaron como: "Shapeshifter" o lo que es lo mismo, "cambia forma".

De nuevo, los más perspicaces se habrán percatado de que aquí, en el Mundinogtum; la sutileza-y la originalidad-brillan por su ausencia.

Cuando comencé a hablar, no conseguía pronunciar mi nombre al completo, ni siquiera podía deletrearlo correctamente, y aunque mis tutores se empeñaran en llamarme de esa manera, e dedicaron todos sus esfuerzos hasta caer en el agotamiento en intentar que lo aprendiese, les fue inútil, o así fue como ellos me hicieron sentir, por lo que dejé de hablar durante todo el año siguiente. Enmudecí. Los paramédicos desconocían el porqué de mi estado, pensando ellos torpemente que había construido alguna especie de extraña enfermedad. Decidí continuar con mi voto de silencio hasta que cierta niña rubia llegó al Mundinogtum 13 meses después, y decidió pegarse a mi como las moscas a la miel, al ver que yo estaba tan sólo como ella, aunque en mi caso era tanto por mi propia elección como por la desfachatez del resto de "alumnus", que huían al oler mi efluvio, y evitaban si quiera mantener el contacto visual al saber mi condición, cosa que yo no había elegido. Cosa que a mí también me repugnaba.

No hacía falta que me recordasen que yo era un monstruo, yo lo mantenía bien presente.

La chica no tardó mucho en enterarse de mi singular apelativo, y cuando lo hizo, con el descaro y la arrogancia que sólo ella podía tener, dejo: "...te llamaré... Shaper".

Me quedé asombrado ante el descaro de la pequeña, que no terminaba de ser de mi agrado, y nunca jamás llegó a serlo del todo, aunque eso es otra historia.

Al principio los tutores, profesores, vigilantes de pasillo, en general los dominus, compañeros de habitación y de clase, al igual que yo mismo, estuvieron algo confusos, pero no pasó mucho tiempo antes de que todos empezara a nombrarme de aquel modo, gracias a la niña rubia, ya que era mucho más fácil decir eso, que aquel extraño nombre procedente del latín que los estúpidos historiadores de la academia me pretendieron dar el primer día que vine a Mundinogtum. Los profesores comentaban que se seguían utilizando estas traducciones literales procedentes de ese ancestral idioma para recordar de dónde venimos y quiénes eran nuestros predecesores y ancestros, ya que todos estos parecieron quedar olvidados, antes de la llegada de personas como nosotros y de la creación del Nuevo Mundo.

"Como si esa mierda le importase a alguien más que a ellos."

Acababa de cumplir la friolera de 23 años, y aunque podría haber elegido mi destino sobre si quedarme en la academia o intentar adaptarme al mundo que habitan los homis, empezaba a sentir que, pasaran los años que pasasen no lograba jamás avanzar en nada de lo que me propusiese. Ni en lo referente a mis estudios, ni a mis habilidades... ni si quiera a mí mismo.

Había perdido la esperanza hacía bastante de salir de aquella cárcel en la que vivía.

Por aquel entonces, y a pesar de mi avanzada edad, me encontraba dos curso por debajo del último, lo que causaba bastantes cuchicheos por parte del resto de alumnus, quienes, una vez que empezaban El Primer Nivel, que comenzaban con sólo 6 años, solían avanzar sin problemas (cada uno de los diferentes niveles duraban 2 años), pasando por todos los cursos hasta llegar al Sexto Nivel, el último, donde la mayoría elegía abandonar el Mundinogtum para acoplarse a la vida fuera de la escuela, cosa que me causaba una terrible aflicción.

>>Yo sólo pasé varios años con los homis, viviendo bajo sus reglas, y sólo recibí castigos y fuertes abusos, para acabar abandonado en un frondoso bosque cualquiera con la esperanza de que la muerte me estuviera esperando tras cada árbol que pasaba.

>>Los ignotums no sabían lo que se hacían. Aunque a decir verdad, nadie sabía lo que yo pensaba al respecto, ya que prácticamente nadie me daba la oportunidad de hablar con ellos y expresar mis ideas, y por otro lado, tampoco quería hablar con esa tropa de hipócritas que me tachaban de torpe, de inepto, y un sin fin de cosas más, sin ni siquiera llegar a conocer la gravedad y el verdadero esfuerzo que costaba manejar mis habilidades con cierta destreza, pero debo de admitir, que todos sus ánimos de crítica se reducían a cero en cuanto admiran cómo el cabreo se hacía visible en mis ojos, y todos ellos se dispersaban como cucarachas asustadas a la velocidad del rayo, porque es así, de forma literal; al yo ser un metamorfo, tengo una característica especial que me diferencia del resto de personas y hacía que te dieras cuenta de cuándo estás frente a uno, y cuándo este está usando su apariencia real, y es que el color de los ojos de un metamorfo era tan anti-natural y fosforescente, que podrías reconocerlo desde incluso la distancia, añadiendo a lo anterior, que se dotaban de ciertos tonos, pasando desde el rojo al violeta, para representar cuál era nuestro actual estado de ánimo.

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(COLOR DE OJOS SEGÚN EL ESTADO DE ÁNIMO DE UN METAMORFO)

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Lo cierto es que no me agradaba la idea de admitir que soy temido por el resto del habitantes del Mundinogtum , pero, desde que existen los seres especiales, o "ignotums", los metamorfos hemos sido seres bastante incomprendidos por el resto, manteniendo con nosotros una gran dificultad en el manejo de nuestros poderes, cosa que compensábamos con nuestros extensos años de vida para aprender a manejarlos; claro que también es bastante oportuno poder cambiar la forma de tu cuerpo a la que más desees, de personas vivas o muertas, a todas clase de especies de animales del mundo, incluido los extintos, con la gran ventaja de que incluso puedes copiar sus huellas dactilares y ADN (y su color de ojos, por cierto), así pasaba de mi yo natural a mujer, de mujer a animal, de grande a pequeño... o eso era lo que se suponía.

Era bastante irritante reconocer que apenas podía cambiar mi cuerpo aún en nada, ya que por aquellos momentos no había conseguido adaptarme bien a ellos, aunque no por eso que la gran mayoría nos teme-como si todo lo que acabo de confesar fuera poca cosa-el miedo es debido a que todas las personas ocultan secretos y mantienen una serie de principios que esperan seguir, sin embargo, los metamorfos éramos capaces de acceder a la mente y a los pensamientos de cualquiera, sin cambiarlos o interferir en ellos, una vez que nos transformásemos en ella-siempre y cuando esa persona esté viva(si la persona en la que nos cambiamos está muerta, ésta no tendrá consciencia, así que será imposible mirar dentro de sus pensamientos)- y así y mientras que estemos cambiados, podíamos saber cada cosa que pasa por las cabecitas de estos seres, aparte de que nos resultaba increíblemente fácil dominar la voluntad de los homis (no tanto la de los ignotums, pero también éramos capaces...con práctica y habilidad... cosa que yo no tenía).

Existía una gran desventaja para todo esto, y es que no podía hablar con nadie acerca de nada de lo que me ocurriese, ni podía pedirle consejos a ningún otro ser viviente sobre cómo mejorar en el manejo de mis poderes, ya que como los de mi especie vivimos durante siglos-a no ser que nos asesinen de forma cruel y violenta cortándonos la cabeza (de otra forma, solemos recuperarnos muy fácilmente) o quemarnos-los metamorfos solían nacer con bastante separación en el tiempo; como 1 cada 2 o 3 siglos. Con suerte dos metamorfos se encontraban durante el lapso de vida de ambos.

Aparte del enorme contra que llevo implícito conmigo, que son las cientos de preguntas y pruebas a los que los tutores me sometían cada mes para ver qué cambios había sufrido mi cuerpo y cómo mejoré con respecto al período anterior, ya que dependiendo-o eso es lo que dicen ellos-de mi madurez, de mi cansancio físico y emocional, psíquico y la energía que tenga en ese momento, puedo transformarme en una serie de cosas u en otras, varios minutos, o varias horas, porque; "¡claro!, no es lo mismo cambiar tu cuerpo a algo que tenga tú mismo tamaño, que adquirir la pequeña forma de un colibrí y mantenerlo así por 30 minutos". A mí todo eso me parecía la misma gilipollez, ya que seguía sin poder transformare en nada, tuviera o no mi tamaño.

Los más sagaces se habrán dado cuenta de que si en mi no hay nada "normal", en el puñetero y jodido Mundinogtum, muchísimo menos.

...

Yo siempre vi el Mundinogtum más como un centro de contención de personas especiales a pesar de que insistieran en llamarlo instituto o escuela, sino, ¿por qué los dichosos muros?, aunque, por muy grande que fueran, no podían contener a aquellos que tenían alas en alguna parte de su cuerpo o sencillamente, tenían la capacidad de volar; para ellos, simplemente, aguardaban otros planes...

Ajeno a todo esto, podría haberme desenvuelto con facilidad y a mi propia manera en este Nuevo Mundo, consiguiendo lo que hubiera querido, utilizando sólo la mínima parte de mis habilidades-aquellas que sí dominaba; como la de hacer que a los demás les fuera más fácil ceder ante mi voluntad-, sin embargo, ya que pasado allí toda mi vida y los tutores se encargaron de mi manutención, crianza y educación, intentaba no causar muchos problemas, aunque a veces eso me sea casi imposible debido a las numerosas ocasiones que los demás ignotums, los más gallitos, o aquellos que constan de un menor coeficiente intelectual que el resto, tratan de atacarme para provocarme la muerte, para ver si así "se extingue de una vez mi puta especie", sin embargo, aunque no supiera transformarme en un dragón y achicharrares la cara a los idiotas que osan amenazarme, tenía mucha más experiencia que el resto-ya que llevo aquí mucho más tiempo, de hecho, soy el mayor de los alumnus en toda la escuela- en otro tipo de habilidades que tratamos en el Mundinogtum, como por ejemplo; en peleas cuerpo a cuerpo, o en manejo de armas blancas, por lo que por ahora, nadie había conseguido vencerme.

Trataba de no perderme ninguna clase para optar por aprender todo lo que pudiese de quien quiera que me enseñase lo más rápido posible y poder salir del Mundinogtum de una buena vez. Mi plan era vivir de la naturaleza transformándome en animales una vez que saliera de allí y me alojase en el territorio de los homis. Sin molestar a nadie. Sin llamar la atención. Sólo. Como siempre había estado. El hacer amigos hacía tiempo que había quedado descartado.

Lo que nunca supuse es que mi futuro ya estaba decidido mucho antes de que éste llegase.

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AMANECE EN EL MUNDINOGTUM:

Esa madrugada me levanté mucho antes de lo previsto. Cosa rara, ya que aunque me encantaba alargar mi estadía entre las mantas todo lo que pudiera, pero era demasiado consciente de la lucha y las colas que se formaban en el baño cuando esto pasaba, por lo que simplemente, peleaba contra Morfeo para despertarme media hora antes que el resto, que lo hacían a las 7:15 a.m., ante el primer toque de campana, pero un escalofrío causado por el repentino aire fresco que emanaba de la habitación, a pesar de compartirla con otros 5 chicos sudorosos y hormonales que se encontraban esparcidos por el resto de las literas, y de los cuales no me había molestado en si quiera aprenderme sus nombres, excepto el de uno; Noah, persona que llegó al dormitorio hacía ya un año, con el que también compartía algunas clases, ya que ambos estábamos en el mismo Nivel. Nivel que yo repetía por quinto año consecutivo. Aunque los motivos que Noah tenía para acecharme no tenían mucho que ver conmigo, sino con cierta chica rubia que no se rendía en su esfuerzo por perseguirme.

Que hiciera frío en el Mundinogtum no era del todo normal, ya que a pesar del gélido clima que siempre concurría en el exterior por haber destrozado la atmósfera muchos siglos atrás, aquí dentro gozábamos de una buena calefacción con la que podíamos mantenernos calientes, y sin seguir jodiendo al planeta. Para eso contábamos con Flammae, un ignotum que trabajaba en las calderas; el motivo pasaba a ser obvio cuando observabas cómo envolvía su cuerpo en llamas y las destinaba por las diferentes tuberías que llegaban a toda la institución para envolver a cada una de las personas que allí habitaban en una temperatura estable.

Me revolví sobre el colchón y rehuí de la posibilidad de quedarme en la litera que compartía con el corpulento Noah, por lo que me levanté de un bote y entré dando tumbos y medio dormido al baño, para poder ser el primero en ducharme y evitar las discusiones con otros 5 adolescentes envueltos en una densa capa de sudor y con un aliento apestoso tan temprano en la mañana.

Odiaba compartir habitación, pero después de tanto tiempo conviviendo conmigo mismo, me había acostumbrado a la sensación de frustración que pululaba por mi organismo en cualquier momento del día y ante cualquier cosa que quizás, el resto del mundo tacharían de insignificantes.

Pensé en el tiempo que llevaba haciendo lo mismo, tanto que simplemente se había convertido en parte de la rutina, y recordé con exasperación que aún me faltaba un año para terminar el Nivel o curso en el cual me encontraba en ese momento, y esa vez, esperaba que me aceptaran en el próximo, en el Quinto, de una buena vez, ya que odiaba la posibilidad de tener que quedarme otros dos años más en el Mundinogtum porque, contando con el año restante que me quedaba en el Cuarto Nivel; el Rojo Carmesí, más los otros dos años establecidos a cumplir en cada uno de los dos últimos cursos restantes para completar mi enseñanza, aún tenía que permanecer encerrado en esa cárcel hasta mis 28 años.

Suspiré mientras negaba con la cabeza y cerraba los ojos con fuerza.

"Menuda mierda."

El aseo no podía evitar desprender un olor extraño, por lo que arrugué la nariz y decidí que pasar el menor tiempo posible encerrado en esa fiambrera con hedor a queso suizo.

Al desnudarme no pude evitar mirar mi reflejo en el espejo, así que observé cómo las heridas que los infames de mis oponentes de la última clase que tuve ayer sobre: "desarrollo y manejo de armas blancas" me ocasionaron; los malditos cobardes, no siendo capaces de enfrentarse a mí en una batalla justa de 1 contra 1, vinieron en panda a atacarme, y como siempre, el entrenador Abadie hizo caso omiso al considerar él, que yo disponía de cierta ventaja al haber asistido un mayor número de veces a estas clases y por tener más y mejores habilidades que ellos.

"Menudo imbécil petulante."

Apoyé mis brazos contra el lavamanos y agaché mi cabeza para clavar mi vista en los azulejos que lo componían.

El bastardo de Abadie no era más que uno de mis antiguos compañeros, de los que al llegar a la mayoría de edad decidieron quedarse a profundizar sus conocimientos-no lo culpaba por eso, la mayoría de ignotums lo acababan eligiendo, ya que; ¿quién querría comenzar una vida en la que no tienes nada y tienes que ingeniártelas de la mejor manera posible para que los inhóspitos homis te aceptaran en su cruel sociedad?-Abadie podía materializar la energía de su cuerpo y darle forma, normalmente, de arma blanca y dirigirla hasta que impactara en el lugar que él creyera conveniente, aunque Abadie nunca llegó a aceptar que pudiera desenvolverme mejor que él tanto aquí, como en el resto de las clases, por lo que cuando consiguió convertirse en un dominu, desató una política de odio contra mí que inculcaba con extrema destreza al resto de los alumnus que participaban en su clase.

Las heridas ya estaban sanando, normalmente mi cuerpo sanaba a más velocidad que el del resto de ignotums-a no ser que tuvieran una habilidad específica que se centrara en la recuperación de las heridas-formando una costra rojiza alrededor de ellas. Los dominus, o maestros, profesores, mis profesores y mi tutor particular; el señor Elio, que no paraba de decir que para él, "todos los pupilos que tenía encargados eran como sus hijos"(aunque después, supongo que por su edad, o por la gran cantidad de alumnus puestos bajo su supervisión, no recordaba la mayoría de nuestros nombres), no paraban de ofrecerme tubos de crema "sanitatis", que curaban al instante heridas pequeñas o que no fueran muy graves, creadas gracias a los científicos contratados por Los Nuevos Padres Fundadores, inspirándose en una de las habilidades de un ignotum específico. Los hijos de puta decían que ellos se encargarían de ofrecernos ciertas becas y oportunidades laborales para que consiguiéramos adaptarnos a El Nuevo Mundo, pero lo único que hacían era utilizarnos como cobayas, tal y como hacían en antaño.

Por eso yo quería abandonar cuanto antes la cárcel en la que me encontraba y no volver a caer en otra, y si eso significaba tener que vivir el resto de mis días como un animal salvaje correteando por los bosques de El Nuevo Mundo; así lo haría.

Nunca había cuestionado los horarios, las clases, las comidas que me imponen cada día-que por cierto, son un auténtico bodrio-ni si quiera ponía quejas cuando cierto profesor inútil cometía negligencia y favoritismos al dejar que un grupo de 6 alumnus luchasen a la vez contra mí, pero no consentía ponerme esa crema, y aunque el resto de las personas no lo consideraban razonables, yo tenía mis razones; podría ser cierto el que por aquel entonces aun no hubiera conseguido transformarme en nada, pero sí había estudiado en las clases que impartía el Mundinogtum, y había investigado por mi cuenta sobre ellas, y me había hecho demasiado consciente de que los ignotums de mi condición acaban por terminar pasando muy poco tiempo en su forma natural, ya que pueden conseguir muchas más cosas tanto del entorno, como del resto de las personas, cambiando su aspecto por eso, en cuanto tuve la mayoría de edad, dejé de aceptar las decisiones que el señor Elio tomaba por mí, considerando que eran las adecuadas y empecé a dejar que mi cuerpo quedara expuesto y marcado, para que así, fueran precisamente esas marcas, las que me distinguieran a mí mismo del resto de seres en las que me transformaría y me caracterizasen de una forma especial. Al cabo del tiempo, y debido a la facilidad que mi cuerpo tenía para cicatrizar y curarse, ésta excusa acabó por parecerme insuficiente, por lo que comencé a perforar varias partes de mi cuerpo y a colocar ostentosos abalorios en ellos antes de que los agujeros se cerrasen y la piel empezara a cicatrizar alrededor de éstos y después, terminé por acudir a Artifex, un ignotum que tenía la habilidad de plasmar sobre todo tipo de superficie cualquier cosa que se llegase a imaginar, terminando así por ser capaz de, cada vez más, dibujar mi piel hasta que esta fuera siendo cada vez menos visible desde cualquier ángulo.

Quería dejar marca, quería que mi "yo-real" destacara de cierta forma y que una vez que fuera visto, aunque sólo fuera por un segundo, fuera recordado y mi imagen se guardara en la retina de quien quiera que fuese. Me gustaba la idea de que cuando alguien escuchase mi nombre, se acordase de mí, y no que no pudieran si quiera rememorar mi rostro.

Y aquellas fueron las mejores formas que se me ocurrieron para hacerlo.

A decir verdad; mi apariencia no me ayudaba a calmar los temores y la fragilidad que el resto de ignotums sentían hacia mí, sino que más bien lo acrecentaba, pero de igual forma, ellos iban a odiarme por mi condición, sin ni siquiera darme la oportunidad de presentarme, y yo odiaba a cualquiera que juzgase primero y preguntase después, así que por eso acabó por darme igual el "hacer amigos" o cualquier otra cosa referente a eso.

Levanté la cara soltando un gran suspiro y aproveché para hacerme un profundo reconocimiento en el espejo: mis profundos ojos de color verde brillante me estaban observando desde el otro lado del espejo, parecían cansados, y como muestra de ello, podían verse unas profundas y oscuras ojeras bajo ellos. Mi pelo era moreno, prácticamente lucía negro, asemejándose así a la tinta que bordeaba mi cuerpo, y estaba rasurado por ambos lados de la cabeza, exceptuando la parte de superior y trasera, que se distinguían por estar más largas, haciendo que cayesen sobre mi frente varios rizos rebeldes.

>>Mi piel pálida ahora apenas quedaba expuesta por la tinta negra y las partes que estaban en un enfermo color rosado, aun en carne viva por las cicatrices, o las zonas encostradas, dejando el cutis levantado, como si estuviera hinchado y ocasionando un tacto rugoso sobre esta.

No me di cuenta de todo el tiempo que había desperdiciado pensado desnudo frente al espejo del baño hasta que observé un cierto tono morado en mis labios y fui consciente del frío que estaba sintiendo en aquel momento. Decidí ducharme con rapidez, pero disfruté enormemente del agua que caía sin ningún pudor sobre mi trabajado cuerpo-aunque eso no era ninguna noticia; aquí todos estábamos iguales, incluso las chicas, por las extenuantes horas de trabajo físico que procesábamos durante todo el día-.

Recogí de mi taquilla el uniforme del instituto y me vestí con él, dándome un segundo para observar el conjunto constaba de camiseta de manga corta de licra ajustada rojo carmesí apagado, con un pantalón "jumpsuit" algo abombado para facilitarnos el movimiento-al menos a los hombres, ya que el uniforme de las chicas está compuesto por un mono de cuerpo entero del mismo material que el de nuestra camiseta, ya que es la tela que más se ajusta al cuerpo, y no limita de ninguna manera la celeridad, aunque sólo lo usaban mientras entrenaban. Cuando éstas paseaban por las zonas comunas también se ponían unos pantalones del mismo tipo que el nuestro, pero mucho más abombados, de forma que adquirían cierto parecido a una falda. Los tutores evitaban que las mujeres vistieran con ropas demasiado apretadas dada la precariedad de convivir con adolescentes machos recién entrados en la pubertad-de color gris oscuro, y unas botas militares negras, con una sudadera abierta, sin cremallera, larga, y del mismo color.

>>Tenía el logo de la escuela bordado en el lado derecho de la camiseta, que había pasado ya por varios colores: blanco, verde oscuro, naranja apagado y ahora rojo carmesí. Me faltaban El azul oscuro y el negro para completar mis enseñanzas, cuyos colores simbolizaban el curso en el que te encontrabas en ese momento, habiendo 6 Niveles diferentes y comenzando tu educación a partir de que cumplías los 6 años, ya que-según los tutores-"era el momento en el que aún eras un niño, pero ya sabías diferenciar el bien del mal, también socializar, canalizar tus emociones... empezar a aprender de tus errores..."

"Una sarta de bobadas, vaya."

Salí del baño cuando fui consciente del toque de la campana que avisaba que teníamos que levantarnos y prepararnos para el comienzo de las clases. El griterío empezó a formarse en la habitación con el particular estilo de unas horribles quejas de mis compañeros sobre las horas a las que nos hacían levantarnos.

Intenté no crisparme por el barullo y abandoné la habitación.

-Ya estabas tardando-sentenció una voz familiar. -Normalmente sueles salir quince minutos antes, ¿qué ha pasado?, ¿a mi Shaper se le han pegado las sábanas?

Gruñí.

Elevé la mirada para ver a Kaylea sobre la pared del estrecho pasillo, con una pierna sobre esta y los brazos cruzados y el rostro ladeado, para dar aspecto amenazante.

No lo consiguió en absoluto. Ella no tenía ese efecto sobre mí. De hecho, el único efecto que Kaylea tenía sobre mí era al fin y al cabo el mismo que podría tener al ver contornearse a cualquier otra chica y si me dejaba llevar solamente por mis instintos más oscuros.

Por lo pronto, emití un gran suspiro que provocó que bajara la pierna de la pared y girara la cabeza para mirarme. Me masajeé la frente.

"Joder, ¿no me iba a dejar tranquilo nunca?"

- ¿Qué haces tú en el ala oeste? -pregunté sin mirarla directamente a la cara.

-Querrás decir en el ala de los cerdos que hace más de un mes que no se duchan...-elevó sus manos para entrecomillar sus palabras.

-Y pensar que hay gente que llega a considerarte graciosa-espeté ahora mirándola.

Kaylea frunció el gesto.

-Vaya, vaya...buenos días Umani, ¿qué tal si luego te pasas por mi habitación? -le preguntó alguno de los muchos muchachos de los que ni si quiera recortaba su nombre, que dormitaban en esta zona del edificio, que acababa de salir de su habitación y se había encontrado como si de un milagro se tratara, con el costado de una radiante chica, y nada menos que el de Kaylea.

-O el ala de los sucios pervertidos-concedió ella encogiéndose de hombros y señalando al moreno que le propuso una tan digna manera de pasar la tarde.

-Es tu culpa por venir aquí-volví a suspirar con pesadez-de hecho, sigo sin saber qué cojones pretendes-contesté reacio-las chicas tienen prohibido entrar la entrada a esta zona.

-Vamos, Shaper, no seas así de duro con nuestra Remedium-Anima. -Me riñó Noah, cerrando la puerta de la habitación que ambos compartíamos tras de sí, apagando el griterío de los otros 4 chavales que se quejaban por el frío.

Tenía el cabello aún mojado, por lo que me imaginé que acababa de salir de la ducha, y al haber escuchado la voz de Kaylea, decidió salir corriendo para hacer su primer intento-del día-por llevarse a la despampanante rubia detrás de los helechos del jardín.

-Él nunca me llama así-explicó ella, dándole a Noah una mirada de suficiencia. Considerándose de alguna manera especial por mi gesto.

- ¿Por qué no, se siente inferior a ti, Umani? -Preguntó Noah.

Le faltaba menear el jodido rabo.

Observé la situación como si yo mismo fuera un mero espectador, y me pregunté cuántas veces había tenido que aguantar situaciones parecidas.

Llegué a preguntarme si debía advertirle a Noah sobre la verdadera naturaleza de aquella a la que intentaba ligarse, pero mis esfuerzos se veían eclipsados ante la exagerada actuación que éste tenía ante ella. Pero, es que cuando yo decía que Kaylea era una chica aterradora, era porque verdaderamente cojeaba de ese pie.

>>De forma literal, aquella rubia que no dejaba de perseguirme era una Bruja-blanca, sí, vale-, aunque a ella le pegaba mucho mejor el hacer uso de la magia negra. Debido a su personalidad cargante, y a su parloteo hilarante, había conseguido hacerse con el mando del Mundinogtum, pisoteando y pasando por encima de muchas otras chicas para destacar entre ellas. Aun así, como ingresó en el Mundinogtum a los 7 años, y estaba demasiado asustada del mundo por haber sido reclutada a una muy temprana edad, y se encontraba sola, encontró en mi un punto de apoyo, un pilar, y a un igual, ya que de la misma manera que ella, también me encontraba sólo, y descubrió gracias a mí que a pesar de todas las consecuencias se podía sobrevivir entre estas paredes.

>>Eso fue lo que ayudó a la joven niña a adaptarse, pero, de qué manera...

>>A pesar de todo esto, y por mucho que me jodiera admitirlo, Kaylea era una joven de 15 años guapa y muy, muy atractiva, además de rubia como nadie más en la escuela, y, por si fuera poco, debido a los largos y duros entrenamientos, pero al poco tiempo que llevaba con ellos, su cuerpo aún no se encontraba demasiado fornido, sino que lucía sano y atlético, manteniendo aun todas las curvas que destacan la figura de una mujer. Muchas veces me reprendía a mí mismo por encontrarme mirándola con unos ojos excesivamente descarados cuando la observaba desenvolverse dentro de su mono de licra, meneando las caderas con furor de un lado a otro, dejando muy poco a la imaginación, pero lo suficiente para querer acercarme a ella y arrancarle el uniforme para ver qué es lo que escondía debajo.

Remedium-Anima se puede traducir como "la que trae paz", o "la que cura las almas", y eso era precisamente lo que la habilidad de Kaylea concedía a las personas; concentrándose mucho, y usando su fuerza y parte de su energía vital, era capaz de curar las heridas de cualquier herido en guerra, o cualquier enfermedad grave, dependiendo ésta de su posterior desgaste tanto psíquico como psíquico. Lo único que no podía remediar ella era la muerte.

Tanto Kaylea, como el resto de los alumnus, usando como ejemplo lo que hizo la rubia con el apodo con el que me bautizó, acortaron sus alias, ya que éstos eran demasiado complicados de recordar y difíciles de pronunciar, así que, Remedium-Anima, quedaba como Umani, y "Caelium", que conformaba una mezcla entre "coelum" y "caeli"-del latín: "cielo" y "aire"-, que era el seudónimo de Noah, unas de las pocas personas que aguantaban mi constante mal humor y se atrevían a dirigirme la palabra-aunque era obvio que me soportaba por creer que tenía cierta amistad con Kaylea y que así ganaría puntos que se sumarían en la relación que tenía para con ella-a pesar de saber acerca de mi condición, aunque los más vagos, simplemente lo nombraban "Cae". Cada cual peor.

Miré de refilón mientras aquellos dos seguían conversando, cómo las enormes alas doradas de Noah, que medían aproximadamente 2 metros y medio, que se hallaban recogidas por cadenas de hierro que debía de colocarse siempre que saliese de la habitación, o cuando dejase de tener que utilizarlas para alguna clase y evitar así que éste pudiese volar a sus anchas al rededor del muro, se meneaban ligeramente como si fuese el rabo de un perro, alegrándose enormemente de que su dueña le prestara algo atención. Quizás debería de sugerirle a Kaylea que le rascase la panza.

A mí todo aquello de los alias me parecía una verdadera tontería. Si bien yo usaba el sobrenombre que me dieron en el Mundinogtum era porque ni si quiera recordaba el que mis padres me dieron cuando nací.

De repente noté cómo la ira se iba paseando a sus anchas por mi cuerpo. Cerré los puños y los apreté cada uno alrededor de mi cintura.

Veía tan patético todo eso... "¿a quién le importa los nombrecitos curiosos y los apodos estúpidos en el maldito latín que nos clasifican por categorías?" ... Por eso odiaba el Mundinogtum y todo lo relacionado con ello, aunque eso supusiera tener que odiarme a mí mismo. Lo único que traía la condenada institución era odio y repulsión; de los homis hacia los que allí vivían, y entre las mismas criaturas que la habitaban.

>>Seres-especiales, nos llamaban. Y un cuerno.

>>Por ser un detestable ignotum fui abandonado, desechado... condenado... y aquí estaban Kaylea y Noah, bromeando sobre los apodos que les habían dado en el Mundinogtum destacando sus habilidades, ¿se creían que aquello era un juego?, ¿por qué les era tan fácil el aceptar todo aquello que giraba en torno a nuestras vidas?

"Que les jodan."-Pensé mientras intentaba calmar mi respiración torpemente.

>> ¿Por qué una simple-o no tan simple-habilidad tenía que ser la que te describiese y te coartase al completo?, como si Shapeshifter describiera quién era, cómo era, qué sentía... como si pudiera analizarme, como si pudiera ver a través de mí, de mis ojos, de mi pelo oscuro, de mis cicatrices, de mis piercings y tatuajes... no.... simplemente era una manera de poner en sobre aviso a los homis para que, a la hora de la verdad, supieran contra qué se estaban enfrentando. y supieran a qué se enfrentaban cuando quisieran aniquilarnos. Por eso yo no solía llamar a nadie que tuviera la suerte de tener un "nombre real" como una simple característica traducida al latín para crear un "rollo vintage" que los profesores y tutores nos dieron para etiquetarnos.

Asombrado por el mal humor que me había causado la lamentable situación, puse los ojos en blanco, me coloqué la sudadera negra abierta por encima, en la que aproveché sus bolsillos para meter las manos, y empecé a caminar por el pasillo sin hacer caso al despliegue de testosterona que dejaba a mis espaldas para dirigirme al comedor.


-Pero... ¡Shaper...oye!, ¿dónde vas?, ¡he venido a recogerte...! -se quejó Kaylea, echando a caminar por el pasillo y agarrándome del brazo.

- ¿Y no podías esperarme fuera del ala en la que tienes prohibido entrar, tal y como haces cada-uno-de-cada-puto-día? -Le pregunté altanero-quizás así podría haber evitado la vergüenza de ver a Noah intentando coquetear contigo.

-Qué poco considerado...-Kaylea frenó en seco- ¿eso es que estás celoso, Shaper? -elevó su voz 8 octavas.

-No me hagas reír, Kaylea.

-Pues sería la primera vez que te vería haciéndolo...-Murmuró más para sí misma que para continuar con la conversación. -Por cierto, ¿no hace hoy aquí mucho frío? -Preguntó después de varios minutos en los que disfruté de un apacible silencio, cambiando de conversación e intentando calmar el ambiente.

-Quizás Flammae está ocupado. -Dije sin darle mucha importancia al tema.

Anduve por todos los regios y austeros pasillos en dirección al comedor con Kaylea pisándome los talones, hasta que consiguió engancharse de uno de mis brazos, retrasando mis andares considerablemente.

Al llegar; tuve que esperar una enorme fila hasta que llegara mi turno para recoger la ficha envuelta en plástico duro que me habían hecho para hoy lunes. Las placas eran únicas para cada ignotum, y cada día los tutores se encargaban de rehacerlas y colocarlas en tu propio casillero del comedor, para que cuando fueras a recoger tu desayuno temprano en la mañana, fueras consciente de tus horarios, clases y la dieta específica para aquel día, que variaba en función de las habilidades de cada uno.

Odiaba esperar. Normalmente evitaba hacerlo al levantarme antes, sin embargo, al haber perdido el tiempo de manera considerable aquella mañana, allí me encontraba, a las espaldas de un centenar de seres hambrientos y escandalosos.

>>La cola parecía que no iba a llegar a desvanecerse nunca y mis tripas empezaron a protestar, tal y como la del resto de los ineptos que quedaban por delante de mí. Odiaba el poder compararme de alguna manera a ellos.

>>En realidad, había pocas cosas que me agradasen.

La zona donde debían de recogerse las cédulas de identidad se encontraban en un gigantesco vestíbulo que solamente constaba con innumerables casilleros hechos en madera de haya, en las que a pesar de la amplitud del espacio, a veces era imposible el no tener que esperar para recoger la tuya, ya que había tantos buzones, que habían tenido que instalar más estantes que estos acabaron por llegar al techo de la habitación, teniendo que contar con las ayuda de los vigilantes de pasillos que gozaban de alas o habilidades para volar. También se tuvieron que colocar varias fichas en un mismo casillero, por lo que cada mañana, se armaba un alboroto y una confusión que resultaban lógicas.

Cuando terminé de recoger mi ficha, giré hacia mi izquierda y observé el comedor con detenimiento: en el centro de la sala, la cual constaba con 9 pisos diferentes, para intentar acoger a todos los ignotums que allí nos alojábamos-aunque debía de admitir que últimamente estábamos demasiado apretados, por lo que las comida se llevaban a cabo en diferentes turnos-, se encontraban de forma predispuesta, formando un enorme rectángulo en donde podías vislumbrar unas grandes urnas de cristal en las cuales, al pasar la tarjeta que te habían dado en ese día, varios robots comenzaban a moverse dentro del limitado espacio que poseían, siendo ellos los encargados de racionar la comida que te tocaba ese día, dependiendo de tu proporción, tu peso y tu condición física, cosas que venían en la placa que les mostrabas y ellos leían, y por último, te la colocaba en una bandeja de forma pulcra para después entregártela.

>>El comedor tenía el suelo de la misma madera que los casilleros, manteniendo así ambas salas un estilo parecido. Las paredes estaban pintadas del color de las rocas, con unos toques finos, delicados y perfectamente calculados en negro, y para terminar, el resto de los muebles, de cada uno de los pisos, tanto de las mesas, sillas, como la de las barras contaban con un tono blanco bastante enfermizo. Mirar durante mucho tiempo los enseres me terminaba produciendo un agudo dolor de cabeza.

Justo cuando me puse en la fila para recibir los asquerosos copos de avena que me tocaban, las puertas de la sala se abrieron, y ya eso, pese al lugar donde me encontraba, destacaba por su anormalidad, o quizás, de lo rutinario, ya que los turnos del desayuno, y de la comida, en general, estaban perfectamente acondicionados y cerrados a unos horarios bastante estrictos, y si no llegabas al a la cafetería a tu hora... mala suerte, ya que no dejaban pasar a los alumnus que arribaban tarde.

>>Pero ese día, hubo una excepción, la excepción más rara de todas:

>>Acompañada por 7 monitores de pasillo, que la bordeaban por todos sus flancos, llegó al comedor una mujer que parecía, para mi sorpresa, de mi edad, aunque de esto me di cuenta más tarde, porque su aspecto aniñado engañaba bastante; era baja (o al menos, más que yo), extremadamente delgada, su figura no se mostraba fuerte, y mucho menos, tenía el aspecto de parecer saludable, con los cabellos negros azabache recientemente tintados, era visible por el singular brillo de este, y recién cortados, por los trozos que aún quedaban sobre su rostro y uniforme, por encima de los hombros, ondulado, y despeinado.

>>Sus ojos tan azules obtenían el matiz del mar cuando estaba revuelto, y en su interior, acompañando a una mirada impasible, aunque fría y serena, desataban en su interior una imponente tormenta. No parecía inmutarse de que los 9 pisos del comedor habían guardado silencio al verla entrar, por lo que se hacía obvio que estaba acostumbrada a ser tratada como de esa manera, era como si ya supiera que sólo el hecho de entrar en una sala provocaría los cuchicheos y las miradas indiscretas. No se avergonzó, no intentó aplacar los murmurios que había causado simplemente, lo dejó ser...

>>Había algo que me llamó aún más la atención en ella, y fue su uniforme de licra, rojo carmesí, que lucía pegado a su cuerpo sin dejar ver un sólo centímetro de piel, más que la de su cara, ya que la tela le cubría desde el borde de la mandíbula, pasando por las orejas, los dedos de las manos, hasta, lo que supuse, la punta de los pies, que no podía ver, pues estaban ocultadas por las botas que portaba las cuales, extrañamente parecían mucho más pesadas que las de cualquiera del resto de seres que en el comedor nos encontrábamos.

En silencio, se dirigió con su séquito a recoger la ficha del casillero que la informaría de cada uno de los detalles que tendría que tener en cuenta para ese día.

Caí entonces en la cuenta de que teníamos el mismo color de uniforme; no estaba seguro de si aquello podía ser posible.

Sin prestar atención a nada en especial, divagó hasta ponerse al final de la cola, en la que casualmente nos encontrábamos Kaylea y yo.

Todos tardamos un poco más de la cuenta en recobrar la compostura y en volver a actuar con normalidad. Sobre todo, yo.

La chica no mostraba ninguna emoción ni muestra de interés ante la incómoda bienvenida que los alumnus del Mundinogtum le habíamos ofrecido, aunque tampoco parecía importarte. Por un momento, creí que noté algo de tristeza recorrer su semblante, aunque creo que fue producto de haber reconocido que esta situación le resultaba familiar.

"¿Cuántas veces habrá tenido que pasar por esto?"

Lo que me llevó a hacerme varias preguntas que nunca antes me había formulado:

"¿Es la primera vez que viene a un centro de contención?, ¿o es que hay más construidos alrededor de El Nuevo Mundo?"

La chica seguía sin dejar que nadie la perturbase.

"¿Por qué tanta protección?, ¿qué pasaba con aquella muchacha?, ¿era por contaba con alguna debilidad que la hacía inútil frente a cualquier criatura que decidiera enfrentarla?, ¿o por un poder totalmente descomunal y desconocido hasta la fecha?"-Observé su famélico cuerpo, descartando la última opción.

Se estaba volviendo insoportable tanta curiosidad insana y descarada hacia la nueva chica.

Intenté buscar sus ojos por un momento para deleitarme en el azul de su mirada, y ella me la devolvió sin cambiar un ápice de su expresión, y en ese momento sentí que quería besar el suelo que sostenía mis pies por no dejar que me desvaneciese bajo él; en esa mirada vi y sentí mucho más de lo que esperaba. Me vi a mi mismo, reflejado en una joven que nunca se había visto capaz de ser capaz de relacionarse con alguien debido a algo que afectaba a su condición. Vi pena, rigor, tenacidad, valentía, odio, disciplina, severidad, rigidez; el eco de una historia que no paraba de repetirse para ella.

No supe cómo, pero me di cuenta de que me había empezado a acercar a su imponente figura para acortar las distancias que nos separaban hasta que uno de los monitores de pasillo se interpuso entre nosotros e impacté contra su pecho.

"Gran presentación la tuya, Shaper, dejar que la impresionante chica que acaba de llegar, la cual es la persona que más ha llamado tu atención hasta el momento, te vea dejando un rastro de babas hasta llegar a ella. ¡Qué vergüenza me haces pasar, Shaper!"

- ¿Có...cómo te llamas? -Pregunté tartamudeando, ante la mirada atónita de Kaylea, ladeando la cabeza para evitar toparme con los cuerpos de los monitores que la protegían.

>>Aunque por el ambiente que se tornaba a su alrededor, no estaba seguro si la protegían del resto, o si protegían al resto de ella.

La joven torció la cabeza y sonrió con aspereza, mostrándome unos dientes casi más blancos que los muebles del comedor.

Los monitores de pasillo se miraron entre ellos, preguntándose los unos a los otros si estaba bien que yo me estuviese dirigiendo directamente a ella.

-No tengo nombre. -murmuró ella, entrecerrando los ojos al contestarme, pero sin moverse del centro de la cárcel circular a la que la habían sometido los monitores, pero su voz fue tan limpia, clara... tan directa... que parecía que me estuviera confesando un oscuro secreto. -Sólo un alias. -Confesó entonces, aumentando así mi curiosidad por ella.

- ¿Y cuál es? -Insistí.

-Miss. -Dijo en un susurro, alargando las consonantes. Los pelos de mis antebrazos se me erizaron en ese momento.

- ¿Miss?-Pregunté bajito, no sabía cuándo me había intentado volver a colocar frente a ella, dándole la espalda a Kaylea totalmente, pero uno de los monitores me empujó fuerte por el pecho hacia atrás, por lo que supuse que me había acercado demasiado pero, si a ellos no les pasaba nada, ¿por qué no dejaban que yo acortara las distancias con la chica de apariencia frágil?, le regalé una mirada inquisitiva-¿por qué Miss?

Y entonces, aquella criatura de fachada endeble y quebradiza que nunca antes había visto, sin dejar de sonreír y adquiriendo un matiz oscuro tanto en la mirada como en la voz que estaba dedicando, y añadió:

-Porque, bombón, si te pegas mucho a mi...-dejó escapar una leve risita antes de continuar-soy capaz de hacer que eches de menos los más execrables, terroríficos y monstruosos trances por los que has pasado en toda tu tremebunda y miserable vida. -Miss empezó a reír con soltura, y fui capaz de ver cómo esa vez la emoción le llegaba a los ojos, consiguiendo provocarme un escalofrío que me recorrió toda la espalda.

Era incapaz de moverme mientras veía a aquella hermosa y débil chica reírse como si dentro de su pequeño cuerpo tuviera encerrado al mismísimo Lucifer y en ese preciso momento, una parte de él se hubiese mostrado a través de ella.

Por primera vez en toda mi existencia, la cual estaba marcaba por el temor que había provocado sobre los demás, sentí como el miedo se apoderaba de mi cuerpo y me impedía actuar de otra forma en ese momento que no fuera temblando.

O

_____

¡Buenas-noches!👀

¡Al teclado Redbird!

Son las 1:38 de la madrugada y acabo de reeditar el primer capítulo de esta emocionante saga que espero que disfruten 😋😘

No se olviden de dejarme vuestros comentarios y votos en forma de estrellas ⭐🌟, ni de compartir esta historia, si os gusta, con vuestros amigos 🔄.

#APOYAELFEEDBACK 🔁

·ANTES DE QUE SE ME OLVIDE: ¡Quiero que me pongáis en los comentarios a las personas que queréis como protagonistas!

PD: Como ahora soy una mujer ocupada (?) y llevo dos novelas😅, me he vuelto más exigente, y subiré El Segundo capítulo sólo cuando éste llegue a 10 votos 😁

¡UN BESO Y GRACIAS POR LEERME!🤗❤

PD*: Sé que en la descripción de Shaper digo que tiene los ojos verdes, aunque el modelo los tengo de un azul claro que sean para OIEHFPOQHFIWEJPIFUEQGFOPWH *-*, pero recordad que el protagonista es un metamorfo, que gozan de poderes sobrehumanos y muy fuertes, con sólo una desventaja: se los puede reconocer cuando no están transformados por su anti-natural color de ojos.

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Por si alguien tenía alguna duda, los pantalones estilo "jumpsuit" son así:


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