THE EPILOGUE
"IN ANOTHER UNIVERSE"
En un mundo donde la paz finalmente se impuso, las heridas de la última gran guerra aún laten bajo la superficie de una sociedad que lucha por sanar. La desaparición de Shigaraki Tomura dejó una gran marca en la sociedad, y aunque All For One ya no es una amenaza, las cicatrices de su legado permanecen.
Los héroes lograron estabilizar a la sociedad, ajustando las reglas que alguna vez la oprimieron, permitiendo que la esperanza brote de las ruinas de un pasado oscuro.
En este nuevo universo, Tsuki Hirai, cuya vida estuvo marcada por la tragedia en otros mundos, logró encontrar una senda de luz.
Lejos de los abismos que alguna vez la amenazaron, sobrevivió para caminar junto a aquellos que alguna vez temió perder.
En la U.A, Tsuki encontró no solo la oportunidad de cumplir su sueño de convertirse en una pro-héroe, sino también la fuerza de la amistad que la sostuvo en los momentos más oscuros. A su lado siempre estuvo Shoto, cuya amistad aumentó de una tímida camaradería a un vínculo que nada ni nadie podría romper.
Durante los años de formación en la U.A., ambos se apoyaron mutuamente, encontrando en el otro el refugio que necesitaban para enfrentarse al mundo exterior, demostrando que su amistad siempre era lo más importante para ellos y aún más después de la guerra que en otros universos los marcó.
Sin embargo, al graduarse, la vida los llevó por caminos diferentes.
Ocho años han pasado desde entonces, y un nuevo capítulo se escribe con la llegada de una generación de héroes que se alza en un mundo que busca el cambio positivo para todos aquellos que sufrieron por la sociedad de héroes.
Ahora, como jóvenes adultos, Shoto y Tsuki viven vidas entrelazadas con el heroísmo, llenas de acción, de esfuerzo incansable y sueños que siguen creciendo. Ya no son los mismos estudiantes que compartían clases en la U.A.; han madurado, enfrentado pérdidas y superado desafíos que los han moldeado en quienes son hoy: héroes en todo el sentido de la palabra. Sin embargo, en la vorágine de misiones, responsabilidades y metas personales, aún hay un hilo invisible que conecta sus caminos, manteniendo viva la amistad que una vez construyeron.
Shoto Todoroki, ahora un héroe consagrado por su propio mérito, ya no vive bajo la sombra de su apellido. Ha demostrado una y otra vez que su llama arde con la intensidad de sus propios ideales, no con el peso de su legado. En medio de su ocupada rutina, cuando el mundo parece un torbellino de caos y deberes, a veces se detiene frente a las pantallas que muestran las noticias. Y allí, en la primera plana, suele aparecer la imagen de Tsuki Hirai. Siempre activa, siempre al frente, liderando operaciones de rescate en regiones lejanas. Ver su sonrisa determinada o la chispa de valentía en sus ojos le recuerda que no importa lo lejos que estén, ambos siguen recorriendo la misma senda.
Por otro lado, Tsuki, ahora una pro-héroe de renombre, ha hecho del peligro su hogar. Su fama crece con cada misión en la que extiende su mano para salvar a quienes están en necesidad. Es admirada, buscada por sus habilidades únicas, y conocida por su inquebrantable deseo de proteger. Pero cuando el cansancio se acumula o la presión se vuelve pesada, también busca consuelo en las noticias, buscando sin decirlo una mención de Shoto. Saber que él también está allí, luchando, le brinda una silenciosa tranquilidad, como si una parte de ella siempre estuviera cerca de él, incluso en la distancia.
Aunque sus caminos se bifurcaron tras la graduación, nunca dejaron de apoyarse, aunque lo hagan en silencio. Es un lazo tácito, forjado en los días compartidos en la U.A., que se mantiene a través de pequeñas acciones y miradas fugaces en las pantallas. Ninguno lo expresa abiertamente, pero ambos saben que, en sus corazones, siempre están pendientes de lo que el otro hace. Es un lazo hecho de respeto, de comprensión mutua y de una profunda confianza que ni el tiempo ni la distancia han podido debilitar.
En medio de la vorágine de un día más de trabajo, en el que cada misión y responsabilidad parecía no dar tregua, el teléfono de Shoto vibró con un sonido familiar, casi imperceptible en el caos de su rutina. Sin prestar demasiada atención al principio, tomó su móvil para revisar el mensaje. Sus ojos recorrieron la pantalla, pero al leer las primeras palabras, su corazón dio un vuelco inesperado.
"Hey, soy Tsuki."
Esas simples palabras lo sacaron momentáneamente de su concentración. No pudo evitar quedarse inmóvil, sus pensamientos entrelazados con recuerdos de su adolescencia. El número seguía siendo el mismo, una prueba silenciosa de que, a pesar del tiempo y la distancia, algunas cosas permanecían inmutables. Revisó su lista de contactos y allí estaba, el nombre de su vieja amiga aún guardado, como un eco del pasado.
"Hace mucho tiempo que no nos vemos, voy a estar por la ciudad unos días, ¿quieres que nos veamos?"
Ese mensaje había llegado hace unos días, y desde entonces, algo en su interior había estado expectante, como si esa pequeña chispa del pasado hubiera encendido una llama de emociones que había mantenido bajo control durante años. Ahora, Shoto se encontraba en la estación de tren, rodeado del bullicio de la gente que iba y venía, cada uno con sus propios destinos, pero él solo tenía un objetivo en mente: reencontrarse con Tsuki.
Acomodó su cabellera bicolor con un leve gesto nervioso, algo poco habitual en él. No era común verlo tan pendiente de detalles insignificantes, pero este encuentro lo hacía sentir diferente, como si volviera a ser aquel chico que intentaba encontrar su lugar en el mundo, alguien que encontró comprensión y amistad en la mirada de una compañera. En sus manos sostenía un pequeño ramo de lirios, flores que él sabía que ella amaba. Recordaba cómo, en uno de sus primeros encuentros en la U.A., ella había mencionado su fascinación por esas flores. Desde entonces, ese dato se había quedado grabado en la memoria de Shoto, como uno de esos detalles que, a pesar del tiempo, se niegan a desvanecerse.
El sonido del tren acercándose lo sacó de sus pensamientos. Su mirada se fijó en la multitud, buscando un rostro familiar entre los desconocidos. El ambiente de la estación se llenaba de voces, anuncios y pasos apresurados, pero para Shoto todo se silenciaba al pensar en ese reencuentro. No sabía exactamente cómo sería verla después de tanto tiempo, ni qué palabras surgirían al momento de estar frente a ella. Pero había algo reconfortante en saber que, a pesar de los caminos que ambos habían tomado, en ese instante, sus rutas se entrecruzaban una vez más.
Mientras esperaba, el joven héroe de hielo y fuego sostuvo los lirios con más firmeza, con la esperanza de que ese pequeño gesto hablara por todas las palabras que no se dijeron en todos estos años. Y mientras el tren llegaba y las puertas se abrían, supo que aquel instante marcaría un nuevo capítulo en la historia de una amistad que nunca dejó de florecer, incluso en la distancia.
Entre la multitud que descendía del tren, sus ojos la encontraron al instante, como si el tiempo y el bullicio se desvanecieran al verla. Su corazón, normalmente tan sereno en la calma y el caos de la batalla, comenzó a latir con fuerza, golpeando su pecho con una mezcla de emoción y nostalgia. Era ella, no había duda. Tsuki Hirai, aunque distinta, aún conservaba esa esencia que él siempre había admirado.
Su cabellera ahora caía hasta su cintura, ondeando con cada paso firme que daba. Las cicatrices que adornaban sus brazos y cuello contaban historias de batallas libradas, de desafíos que enfrentó y superó. No había ningún esfuerzo por ocultarlas; al contrario, las llevaba con orgullo, como símbolos de la fortaleza que había forjado con el paso de los años. La dulzura de la adolescente que Shoto una vez conoció había madurado en una mujer fuerte y segura de sí misma, alguien que había cruzado por el fuego y salió de él más resplandeciente que nunca.
Pero, a pesar de todo lo que había cambiado, había algo que permanecía intacto: la chispa en su mirada amatista. Esos ojos, siempre vibrantes y llenos de vida, brillaban con la misma calidez de antes, como si los años no hubieran sido más que un suspiro. Shoto pudo ver el reconocimiento y la alegría en ellos, la misma que solía encontrar cuando sus caminos se cruzaban en los pasillos de la U.A. Ahora, desde la distancia, esa mirada violeta lo envolvía nuevamente, iluminando la estación y reviviendo recuerdos que parecían lejanos.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Tsuki, suave pero llena de emoción. Sin dudarlo, apuró su paso, rompiendo la barrera invisible que el tiempo y la distancia habían impuesto entre ellos. Al acercarse, sus brazos se extendieron en un gesto natural, como si el tiempo jamás hubiera transcurrido. Y en un instante, ambos se encontraron envueltos en un abrazo fuerte, profundo, de esos que hablan más que cualquier palabra.
Shoto sintió la calidez y la fuerza de Tsuki, una mezcla de la guerrera en la que se había convertido y la amiga de siempre. Fue un reencuentro cargado de una conexión que nunca se rompió, incluso en la distancia. Y mientras se sostenían en ese abrazo, por un momento, el mundo a su alrededor desapareció, dejando solo a dos viejos amigos que, después de tanto tiempo y tantas batallas, finalmente estaban juntos de nuevo.
—¡Shoto! ¡En verdad eres tú! —exclamó Tsuki con una mezcla de sorpresa y alegría, separándose poco a poco de su amigo, aunque manteniendo esa sonrisa resplandeciente que iluminaba toda su expresión. Sus ojos amatistas brillaban con una calidez que parecía abrazarlo de nuevo, como si todo el tiempo que había pasado no fuera más que un suspiro perdido en el viento. —¡Mírate! Te ves espectacular.
Las palabras de Tsuki lograron algo inusual en Shoto: un leve rubor se asomó en sus mejillas. No era el tipo de persona que se dejaba llevar por halagos, pero viniendo de ella, la sensación era diferente, más genuina. Mientras su mente intentaba procesar el reencuentro, sus ojos no podían dejar de recorrer el rostro de Tsuki, captando cada detalle de los cambios que el tiempo había traído. Se veía más fuerte, más segura de sí misma, y, aunque la esencia de la chica que conoció seguía ahí, ahora había una madurez y una belleza que lo dejaban sin palabras.
—Podría decir lo mismo de ti —respondió Shoto, su voz cargada de una sincera admiración mientras sus ojos heterocromáticos la analizaban con una mezcla de asombro y ternura. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios—. Te dejaste crecer el cabello.
Tsuki soltó una pequeña risa, algo nerviosa, mientras jugaba con un mechón de su cabello, llevándolo detrás de su oreja con un gesto casual que parecía ocultar una ligera timidez por el cumplido. —Oh, sí… No es muy práctico para el trabajo, pero quería un cambio.
—Te queda hermoso —dijo Shoto, con una sinceridad tan natural que desarmó cualquier intento de Tsuki por mantener la compostura.
El rubor en sus mejillas se intensificó ligeramente, un suave color rosado que contrastaba con la firmeza de su carácter.
—Gracias —murmuró Tsuki, sintiendo cómo un calor agradable se esparcía por su pecho. Había pasado tanto tiempo desde que compartieron un momento así, y ahora, aquí estaban, ambos diferentes y a la vez iguales, encontrándose en un punto donde pasado y presente se mezclaban.
Por un instante, el bullicio de la estación se desvaneció, dejando solo a dos amigos que, a pesar de todo lo que habían vivido, aún podían reír y sonrojarse como si nunca se hubieran distanciado. La vida los había transformado, pero en ese preciso momento, era como si nada más importara que el simple hecho de estar ahí, juntos, listos para retomar una amistad que, a pesar del tiempo y la distancia, nunca había dejado de latir.
Tsuki bajó la mirada hacia el ramo de lirios que Shoto sostenía, una pequeña risa escapando de sus labios al ver las flores. Era un gesto tan simple y a la vez tan cargado de significado que el peso de los años y las distancias pareció desvanecerse por un momento.
—¿Y esas flores tan bonitas? —preguntó, su voz ligera y curiosa.
Shoto, con una expresión suave y una sonrisa disimulada, alzó lentamente el ramo frente a ella. Sus ojos reflejaban una ternura que solo se podía encontrar en los detalles más íntimos de una amistad verdadera.
—Pensé que sería un buen regalo de bienvenida —respondió, sus palabras llenas de una cálida intención que apenas ocultaba.
Tsuki tomó el ramo con delicadeza, posándolo en su pecho como si cada lirio contara una parte de la historia compartida entre ellos. Una sonrisa amplia se formó en sus labios, irradiando un contento genuino que parecía iluminar su rostro entero.
—Aún recuerdas que me encantan, eso es muy lindo de tu parte, Todoroki —dijo, con una gratitud palpable en su voz. La emoción en sus ojos y el color rosado en sus mejillas confirmaban que el gesto había tocado su corazón de una manera profunda.
El simple acto de entregar flores, un gesto que podría parecer trivial, llevaba consigo el peso de años de recuerdos y cariño. En el intercambio de esas palabras y miradas, ambos sentían cómo el pasado se entrelazaba con el presente, renovando una conexión que había soportado la prueba del tiempo y las distancias. En ese momento, la estación de tren, con su ruido y agitación, se convertía en un escenario perfecto para la celebración de una amistad que, a pesar de todo, seguía floreciendo.
Shoto, con una sonrisa cálida aún en sus labios, alzó su mano en un gesto educado, extendiéndola hacia Tsuki en un ofrecimiento silencioso. Era un acto simple, pero cargado de una elegancia que reflejaba su aprecio y el deseo de compartir ese momento con ella.
—Vamos, tenemos mucho de qué hablar —dijo el joven de hielo y fuego, su voz llena de una anticipación contenida y un afecto sincero.
Tsuki, con el ramo de lirios aún en sus manos, aceptó la invitación de inmediato. Su mirada brillaba con entusiasmo mientras tomaba la mano de Shoto, sintiendo la calidez de su contacto. Juntos, comenzaron a caminar, dejando atrás la estación y adentrándose en la ciudad que había sido testigo de sus vidas separadas.
Mientras avanzaban, la conversación fluía naturalmente, como si los años de separación se hubieran desvanecido en un suspiro. Los detalles de sus vidas, los recuerdos compartidos y las nuevas experiencias se entrelazaban en un diálogo que recuperaba el tiempo perdido. Cada palabra, cada risa, cada mirada era una reafirmación de la amistad que había sobrevivido a las pruebas del tiempo.
En ese momento, el bullicio de la ciudad y las preocupaciones del mundo heroico parecían distantes, reemplazados por la simple alegría de estar juntos nuevamente. La promesa de una conversación larga y sincera llenaba el aire, marcando el comienzo de un nuevo capítulo en su historia compartida, donde la amistad y la conexión seguían siendo el núcleo de todo lo que realmente importaba.
Era como si, a pesar de los años transcurridos y las vidas que habían llevado, aún llevasen consigo una chispa de su juventud, aquella que compartieron en los pasillos de la U.A. A pesar de sus logros y responsabilidades como jóvenes adultos, entre ellos nada había cambiado. La esencia de su amistad permanecía intacta, como un hilo invisible que los unía, sin importar la distancia o el tiempo.
Sentados en una acogedora mesa de restaurante, la conversación fluía como un río sereno, cargada de la familiaridad que solo el tiempo puede afianzar. Shoto estaba sumergido en relatar las diversas aventuras y desafíos que había enfrentado en su vida heroica, sus palabras llenas de entusiasmo y vivacidad. Cada anécdota que compartía estaba salpicada de risas y detalles que mostraban cuánto había crecido y aprendido en su camino como héroe.
Tsuki, con los codos apoyados en la mesa y una expresión suave en su rostro, escuchaba con atención. Su mirada, cargada de admiración y cariño, seguía cada palabra de Shoto. Era evidente el orgullo que sentía por él, un orgullo que resonaba en la forma en que sus ojos brillaban y en la sonrisa que se formaba en sus labios. Ver a Shoto crecer, enfrentarse a desafíos y convertirse en el héroe que era ahora, le llenaba de una profunda satisfacción.
El ambiente del restaurante, con su cálida iluminación y el suave murmullo de otras conversaciones, se convertía en un telón de fondo perfecto para su reencuentro. La comida y el bullicio externo se desvanecían, dando paso a una conexión pura y genuina. Mientras charlaban animadamente, el tiempo parecía detenerse, permitiéndoles disfrutar de la compañía del otro, saboreando cada palabra y cada risa compartida.
—En verdad te extrañé mucho —dijo Tsuki, sus palabras acompañadas de una dulce sonrisa que iluminaba su rostro. La sinceridad en su voz hizo que Shoto se quedara en silencio por un momento, el peso de aquellas palabras llenando el espacio entre ellos.
Shoto observó los ojos de Tsuki, notando la mezcla de melancolía y cariño que reflejaban, junto con un pequeño sonrojo que coloreaba sus mejillas. Era una emoción genuina, un vínculo que el tiempo no había podido deshacer.
—Verte en la televisión no es lo mismo —continuó la castaña, su tono lleno de nostalgia.
—¿Me veías en la televisión? —preguntó Shoto, sorprendido y ligeramente halagado.
—Por supuesto, ¿cómo no lo haría? Eres uno de los héroes más importantes actualmente, Todoroki. —Tsuki empezó a reír, un sonido alegre que contrastaba con la profundidad de sus palabras—. No te ves nada mal en la pantalla.
El cumplido hizo que el rubor se extendiera por las mejillas de Shoto, quien, sin darse cuenta, desvió la mirada con una pequeña sonrisa. Era un gesto involuntario, una respuesta natural a la halagadora observación de Tsuki. La risa y la mirada de ella, llena de complicidad, confirmaban que había notado su reacción.
—Tú tampoco te veías mal —dijo Shoto, con un tono que buscaba igualar el cumplido, aunque su sonrisa traicionaba su modestia.
—¿Tú también me veías en la televisión? —preguntó Tsuki, con un toque de sorpresa y curiosidad en su voz.
—Más bien en las redes sociales, pero es casi lo mismo —respondió Shoto, con un tono casual que contrastaba con la calidez de su sonrisa.
Ambos se rieron suavemente, compartiendo un momento de complicidad que reafirmaba el vínculo que nunca se había perdido. La conversación fluía con una naturalidad que parecía encajar perfectamente con el ambiente de su reencuentro.
—Y… yo también te extrañé mucho —confesó Shoto, sus palabras llenas de una sinceridad que parecía resonar en el aire entre ellos.
El efecto fue inmediato. Tsuki, sorprendida y conmovida, mostró una sonrisa tímida, su rostro adquiriendo un rubor que iluminaba sus mejillas. La transformación en su expresión no pasó desapercibida para Shoto, quien, en lo más profundo de su ser, sintió una satisfacción y un orgullo al ver cómo su cumplido había logrado tocar el corazón de alguien tan importante para él.
Era como un eco del pasado, un retorno a aquellos días de adolescencia cuando Tsuki solía lanzarle cumplidos y comentarios cariñosos. En aquellos tiempos, él solía encontrar la manera de ponerla nerviosa y hacer que su rostro se tiñera de rojo, disfrutando de la manera en que su amiga se sonrojaba y se volvía tímida. Ahora, al ver esa misma reacción en la mujer que había llegado a ser, Shoto sintió una mezcla de nostalgia y alegría.
La sensación de que, a pesar de todo lo que había cambiado, el cariño y la complicidad entre ellos seguían tan intactos como en aquellos días de juventud, le llenó de una profunda satisfacción. Era un recordatorio de que, aunque el tiempo había pasado y sus caminos se habían diversificado, el afecto y la conexión que compartían seguían siendo una constante en sus vidas. La satisfacción de ver a Tsuki reaccionar de esa manera le reafirmó que, a pesar de las distancias y los cambios, siempre habría un lugar especial en sus corazones para la amistad que habían cultivado desde sus años de estudiantes.
Después de una velada encantadora y una cena en la que compartieron cada detalle de sus vidas recientes, Shoto y Tsuki caminaban juntos hacia la estación de tren. La noche estrellada de verano envolvía el entorno con un manto de tranquilidad, el aire fresco y suave creando una atmósfera perfecta para un paseo nocturno.
Tsuki, abrazando el ramo de lirios contra su pecho, caminaba con una sonrisa serena, su rostro iluminado por el resplandor de las estrellas. La forma en que sostenía las flores, con una mezcla de ternura y gratitud, parecía encapsular la esencia del reencuentro y la conexión renovada entre ellos. Shoto, caminando a su lado, no podía evitar lanzarle miradas furtivas, observando la felicidad que emanaba de su amiga.
Mientras avanzaban por la calle tranquila, Shoto sintió un impulso que no pudo explicar del todo. Su mano, moviéndose lentamente y con una ligera vacilación, se acercó a la de Tsuki, buscando inconscientemente el contacto. El simple roce de sus manos, aunque aún no se había concretado, provocó un ligero estremecimiento en el joven héroe. Su corazón comenzó a acelerarse, un latido que parecía resonar en sus oídos, como si el mundo a su alrededor se redujera a ese momento íntimo.
Tsuki, sin parecer notar de inmediato la intención de Shoto, continuaba conversando con naturalidad, pero el acercamiento de la mano de Shoto no pasó desapercibido. La cercanía y el contacto esperado crearon una tensión suave en el aire, cargada de una emoción que ninguno de los dos había anticipado.
Cuando finalmente sus manos se tocaron, fue un momento de conexión pura, un contacto que parecía confirmar el vínculo especial que compartían. Shoto sintió un calor reconfortante recorrer su cuerpo, y el acelerado latido de su corazón se volvió más notorio, una respuesta visceral a la cercanía y al significado de ese simple gesto. Tsuki, al sentir la mano de Shoto junto a la suya, dejó escapar una pequeña sonrisa, un reflejo de la complicidad y el afecto que se mantenían vivos entre ellos.
Mientras se acercaban a la estación, el mundo continuaba girando a su alrededor, pero en ese instante, bajo la noche estrellada, parecía que solo existían ellos dos, compartiendo una conexión que trascendía las palabras y los años.
—Estaré en la ciudad por varios días más —dijo Tsuki, con un tono que trataba de ser casual, pero que no pudo ocultar el leve nerviosismo en sus palabras. Sus mejillas seguían rosadas, y la forma en que su mano no quería soltarse de la de Shoto denotaba una incomodidad y una esperanza compartidas. Algo dentro de Shoto sintió un cambio, una revelación sutil al observarla así.
—Quiero volver a verte pronto —respondió Shoto, su voz firme pero suavemente alentadora. Su mirada reflejaba un deseo genuino de mantener esa conexión que acababan de reavivar.
El tren llegó a la estación, el sonido de las puertas abriéndose y el bullicio de los pasajeros preparando su partida llenaron el ambiente. Tsuki, sin embargo, se quedó en su lugar, atrapada en la dificultad de separarse de Shoto. La indecisión y el deseo de alargar el momento se leían claramente en su expresión.
Finalmente, con un leve temblor en sus movimientos, Tsuki dio un paso hacia adelante. Se puso de puntillas, tratando de alcanzar la altura de Shoto, y depositó un suave beso en su mejilla derecha. El corazón de Shoto dio un vuelco ante el gesto inesperado, su pecho palpitando con una mezcla de sorpresa y anhelo.
Tsuki, sin dejar de mirarlo con una mezcla de ternura y ansiedad, comenzó a alejarse para subirse al tren. Sin embargo, en el último momento, Shoto, impulsado por una ola de emoción que no pudo contener, exclamó:
—Espera.
Tomó la mano de Tsuki con una determinación inesperada y, sin pensar más, la acercó a él. Sus labios encontraron los de ella en un beso suave pero lleno de una intensidad que parecía encapsular todo lo que no habían dicho en palabras. El breve toque de sus labios fue un cálido y electrizante confirmación de sus sentimientos.
Tsuki quedó sorprendida por el gesto, sus ojos ampliándose con una mezcla de sorpresa y emoción. Pero, sin perder ni un instante, volvió a acercarse a Shoto, ofreciendo un beso más profundo y cargado de sentimiento. Fue un beso que hablaba de los años perdidos, las emociones guardadas y el deseo de un futuro compartido.
Cuando finalmente se separaron, el último tren de la noche partió sin ella a bordo. Sin embargo, ni Tsuki ni Shoto prestaron atención a la partida del tren. En lugar de eso, se encontraron inmersos en un momento que trascendía el tiempo y el espacio, ambos inmersos en una conexión que, a pesar de las circunstancias, se sentía tan perfecta y eterna como la noche estrellada que los rodeaba.
—Ese era mi último tren… —dijo Tsuki, su voz teñida de una leve vergüenza mientras miraba a Shoto con una mezcla de ternura y diversión.
Shoto, consciente de la situación, se quedó pensativo durante unos segundos. Luego, una cálida sonrisa se formó en sus labios, reflejando una tranquilidad que rápidamente disipó cualquier preocupación.
—No te preocupes, puedes quedarte conmigo esta noche —sugirió, su tono tan casual como lleno de sinceridad.
Tsuki no pudo evitar soltar una pequeña risa tímida, ocultando su rostro tras el ramo de lirios. La reacción de Shoto fue instantánea; rodó los ojos con una mezcla de exasperación y afecto, entendiendo perfectamente lo que pasaba por la mente de su amiga.
—No es lo que piensas —dijo Shoto con una leve sonrisa, intentando disimular el rubor que comenzaba a teñir sus mejillas.
Aún sonriendo, Tsuki dejó caer el ramo ligeramente, permitiendo que sus ojos se encontraran con los de Shoto, llenos de confianza y calidez. Tomando su mano con suavidad, él la guió hacia la salida de la estación de tren, ambos caminando juntos bajo la luz suave de la noche de verano.
El ambiente alrededor de ellos parecía haberse transformado en un remanso de paz, donde el murmullo distante de la ciudad quedaba amortiguado por la magia del momento compartido. Sin necesidad de palabras, ambos entendían que el destino les había dado una noche más para redescubrirse y para revivir lo que había permanecido en sus corazones desde aquellos días de juventud. Mientras caminaban, el contacto de sus manos entrelazadas transmitía una promesa silenciosa de que, pasara lo que pasara, no importa donde estén, ni siquiera en cual universo, siempre se tendrían el uno al otro.
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