Una madre y su hija entraron al metro. La madre iba cargada con la bolsa de la compra y yo me levanté para que se sentaran. Peter les agarró las bolsas para ayudarlas y nos agradecieron el gesto.

-Os han educado bien.- dijo la madre.

-Eres muy guapa.- comentó la niña mirándome.

-Gracias tesoro.

-Ah, cuando te lo dice ella, es un encanto, cuando te lo digo yo, soy muy pesado.

-Vale cariño, es una... Peter, a tus tres, un hombre acaba de dejar una mochila y se ha ido.

Ambos caminamos hacia la mochila y Peter la abrió. El hombre de su lado le preguntó si era lo que parecía y ambos asentimos.

-¿Pueden desactivarla?

-Ella sí.

-Necesito tiempo y no sé cuánto tenemos.

-Agárrate.- Peter tiró del freno de emergencia.

-Somos del FBI, la agente Monroe y Sutherland, por favor, salgan del metro con calma.

-¡Una bomba!- gritó el hombre y cundió el pánico.

-¡Mantengan la calma!- elevé mi voz para hacerme oír.

Peter y yo fuimos a ayudar a la madre y a la niña y cuando agarré a la niña entre mis brazos para salir fuera, la bomba explotó, tirándome contra la pared.

Peter se llevó la peor parte. Estaba sangrando y tenía la cara llena de heridas. Me acerqué a él y le agarré la cara. La madre me preguntó si necesitaba ayuda y yo le dije que se marcharan con la ambulancia.

-Pete, venga, no me dejes ahora.- dije al borde del llanto.- Vamos cariño, nos hemos enfrentado a cosas peores.

-Cassandra...

-Sí, soy yo. Vamos, la ambulancia está en camino.

-Eres muy guapa.- reí entre lágrimas.

-Idiota.

La ambulancia llegó y me dijeron que mi pareja no tendría ningún problema más allá de recuperarse de las heridas.