Me senté en la hoguera junto a Percy y la que decía ser Artemisa y me prestaron una chaqueta. Me dieron algo de comer y ropa para cambiarme. Una vez limpia y cambiada, salí junto a Percy y a mí supuesta madre a una hoguera para hablar.

-Entonces, ¿soy hija de una diosa?- pregunté.

-Sí, querida mía. Eres la hija de una de las deidades más importantes.- asentí.

-Al ser hija únicamente de una diosa, ¿no me haría a mí también una diosa?- dije mirando a Percy, el palideció.

-Y lo eres, querida. Lo eres.

-¿Y exactamente de qué?- dije entre risas sin creer que fuera cierto.

-Eres la diosa del orden y el caos.- se me cayó la taza.

-Explícate.- dijo Percy interesado.

-Ella es el orden y el caso en una sola persona. Representas el orden dentro del caos y viceversa.

-¿Cómo funciona eso?

-¿Siempre que planeas algo, no te sale bien aunque haya sido un camino muy difícil y con muchos baches?

-Sí. El orden y el caos...

-Ahora, ya sabes lo que eres. Siempre tendrás una puerta abierta para ti en el olimpo. O puedes quedarte como semidiosa, con la gente y tendrías una parte de tus poderes.

-¿Que son?- pregunté.

-Puedes hacer que a tu enemigo se le frustren todos los planes, con cierto margen de error o puedes hacer que tus aliados triunfen, con el mismo margen de error.- Percy y yo nos miramos y cuando volvimos la vista, mi madre había desaparecido.

-¡Semidiosa, quiero ser una semidiosa!- grité al cielo. Un rayo cayó a mi lado y Percy me apartó.- Gracias. ¡¿Qué narices ha sido eso?!

-Zeus. Tu deseo se ha consentido.- asentí.- Ahora, déjame llevarte a tu cabaña.