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Bienvenidos. Peter Pevensie ✓

Debido a la guerra los niños menores de 18 años debían irse de sus ciudades natales. En mi caso, cuatro hermano vendrían a vivir a casa de mi tío y mía. Recuerdo que se apellidaban Pevensie. Eran dos chicas y dos chicos.

Me encontraba sujetando una espada en una mano y con la otra un escudo con un león en el medio. A mí lado había un chico rubio sujetando unas armas similares, yo estaba subida en un caballo marrón. Acaricié su crin para calmarle. Miré al rubio y sonreí.

-Por Narnia.- dije. ¿Qué era Narnia?

-Por Narnia.- repitió él.

-Hannah, si algo sale mal, cuida a Lucy por mí.- dijo.

-Peter, no te atrevas a decir eso.- le regañe. En ese momento desperté de mi sueño, más que un sueño parecía una premonición del futuro.

Desperté ese día muy emocionada ya que era cuando vendrían los hermanos. Me levanté y me lavé los dientes. Me peine y me vestí.

Mi tío me pidió que les recibiera junto a la señora Macready. Ella se fue hacía ya una hora. Me senté en las escaleras esperándoles. Cuando entraron por la puerta me levanté y me alisé la camiseta. Se me cortó el aliento al ver a las personas que entraron. Un niño con el pelo negro, no tenía más de 15 años, una niña pequeña con el pelo corto de alrededor de 10 años. Una chica muy guapa con el pelo también negro de 16 años y un chico rubio. El mismo chico rubio de mi sueño. Tendría más o menos 17 años, mi edad. Él no apartó su mirada de mí.

-Hola, soy Hannah.- me presenté.

-Eres muy guapa.- dijo la niña pequeña. Yo reí.- Me gusta tu pelo rojo.

-Gracias. A mí me gustan tus pecas.- la niña se puso roja de vergüenza.

-Hola, soy Susan, esta es Lucy y él es Edmund.- dijo la chica más mayor. Yo estreché su mano.

-Yo soy Peter. Pevensie.- dijo.

-Un placer, bienvenidos a la casa Kirke. Donde no se puede tocar nada o la señorita Macready os amputa la mano.- dije.

-¿Nos va a cortar la mano?- preguntó asustado Edmund.

-No, no, no, no, nunca haría algo así.- dije negando con las manos. Me puse nerviosa y las palabras empezaron a amontonarse en mi garganta. Peter río y eso me calmó.

-Lo siento.- me tapé la cara con mis manos.

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