Quinceavo
Habían pasado algunos días luego de la discusión del Oso y la Araña.
Días en los cuales ninguno de los dos fue visto cerca del otro. Ni mucho menos por lo alrededores de la isla.
Spreen no era una persona que socializara mucho con los integrantes de QSMP. Así que su falta de presencia no era tan inusual.
En cambio, la ausencia de Roier era demasiado obvia.
El chico no salía del refugio. En realidad, apenas salía de su habitación y esas pocas veces lo hacía porque Mariana, quien ya había vuelto a la casa, lo obligaba a hacerlo.
En ese tiempo el joven arácnido había descuidado hasta su apariencia. Su amigo había notado como en el rostro de Roier comenzaba a divisarse la sombra de una barba, y ni hablar de las bolsas oscuras bajo sus ojos por el insomnio que estaba padeciendo.
— ¡Roier, no me hagas entrar allí para llevarte a desayunar a puro madrazo!
Exclamó el Mariana desde el otro lado de la puerta. Ya llevaba varios minutos insistiendo en entrar a la habitación del menor pero éste simplemente no se lo permitía.
Y ante su grito no hubo respuesta alguna.
— ¡Roier! —Intentó una vez más el mayor mientras golpeaba la puerta.— Hijo de la chingada...
Lo último lo dijo más en un susurro al nuevamente no obtener respuesta.
Sabía que estaba ahí, e incluso sospechaba que el pobre chico estaba en su cama, envuelto en mantas, ropa y quizás envoltorios de alguna que otra comida chatarra.
Era inútil tratar de ayudarlo y hacerlo recapacitar en esos momentos.
Pero su mejor amigo no se iba a rendir.
— Roier, escucha... —Mariana iba a intentarlo una última vez siendo sincero con el menor.— Se que no quieres contarme que sucedió pero realmente no importa que es lo que pasó. No es necesario que me digas. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti y que no voy a dejarte decaer así.
El chico de gafas habló mas calmado contra la puerta, dejando de lado las bromas e insultos porque él genuinamente estaba preocupado por Roier.
— Eres mi amigo y me preocupo mucho por ti. Así que, ahora mismo tú puedes abrirme la puerta para que yo pueda intentar hacerte sentir mejor, O simplemente puedes ignorarme y no volveré a molestar. ¿Que dices?
Cuando terminó de hablar solo se quedó esperando en un largo silencio por alguna señal de vida por parte de Roier.
Pasaron unos minutos y Mariana estuvo a punto de darse por vencido hasta que escuchó movimiento del otro lado y finalmente la puerta se abrió dejando ver al joven castaño.
— Oh mien...
Roier estaba cabizbajo, envuelto en una manta, con todo su cabello despeinado y ni siquiera llevaba su inigualable bandana azul.
Mariana podía jurar que su mejor amigo se veía peor que el día anterior.
El castaño se hizo a un lado, dejando pasar a su amigo al cuarto. El cual también era un completo desastre porque si Roier había descuidado su imagen, también lo había hecho tres veces peor con su habitación.
— Esto es un asco...
Murmuró el más alto mientras intentaba no tropezarse con las cosas que habían en el suelo.
Roier solo murmuró palabras innentendibles, volviendo a acostarse en la cama mientras se ponía los auriculares que estaban conectados a un MP3.
¿De dónde vergas había sacado un MP3?... En fin, no importa.
— Roier ¿Que vergas? —Preguntó Mariana confundido, para luego acercarse al menor y quitarle uno de los audífonos así saber que escuchaba.— ¡¿Estás escuchando Taylor Swift?!
— ¡¿Eso en que te afecta a ti, culero?!
Habló por primera vez Roier, robándole el audífono a Mariana para volver a colocarselo y proceder a esconder su rostro bajo las mantas.
Mariana no podía creer hasta que punto de depresión había llegado su amigo. Oh, pero tenía una clara sospecha de a qué se debía.
Ya que Taylor Swift es para personas amorosamente tristes o gays.
O ambos.
— Ya basta, Roier. Esto es una intervención.
No, Mariana no iba a dejar que su amigo siguiera llorando por un pendejo. Claro que no. Por eso tenía que intervenir así que despojó a Roier de sus mantas haciendo que éste se quejara al instante.
— ¡Ey Pendejo!
— Nada de "Pendejo".
Detuvo sus berrinches antes de que comenzaran y tomó el dichoso MP3 desconectando los audífonos, provocando que en toda la habitación se escuchara "Enchanted".
Mariana apagó el reproductor y miro con reproche a Roier.
— Todo esto es por el pendejo de Spreen ¿Cierto?
Le recriminó. Y cuando Roier escuchó el nombre del Híbrido, su semblante enojado cambió a uno de tristeza esquivando la mirada del mayor.
— N-no. ¿Qué te hace pensar eso?
Dijo en un hilo de voz.
Mariana suspiró y tomó asiento al borde de la cama para poder dialogar mejor con su mejor amigo.
— Roier, no se que sucede pero esto no es bueno para ti. —Dijo señalando a su alrededor.— No puedes estar aquí encerrado para siempre, desperdiciando tu vida llorando por alguien que no lo vale.
— Es que no lo entiendes...
— Sí, obviamente no entiendo cómo te puede gustar ese loco.
Esa fue la primera vez en días que Roier pudo reírse aunque durara solo unos pocos segundos.
— Él no está loco... Bueno, un poco. Pero no lo conoces tan bien como yo. Él es... Perfecto.—Intentó defender al Híbrido ausente.— Todos lo ven como un pinche violento loco de remate, pero eso es porque no se dan la oportunidad para conocerlo mejor. Spreen nunca atacó a alguien sin razón alguna, por ejemplo ¿Recuerdas cuando atacó al equipo de Ocho? Él lo hizo porque ellos lastimaron a Missa y se burlaron de él, entonces Spreen lo protegió.
Contó recordando ese momento dónde, al principio Roier creyó que Spreen los había atacado por pura diversión pero cuando habló con Missa por primera vez y éste le contó cada detalle de ese día, pensó que al final Spreen no era tan malo como lo pintaban.
Spreen era justo y si tenía que defender a sus amigos lo hacía sin rechistar. Oh, Roier amaba eso de él.
— Sí, quizás ese día pudo tener una razón... ¿Pero que opinas sobre el trauma que le dejó a Noni?
Preguntó Mariana, reviviendo los tiempos en que el Hibrido de Vaca gritaba de terror cada vez que veía al Oso cerca.
Roier rodó los ojos y volvió a hablar.
— Bueno, Spreen pudo haberse metido con Noni por diversión al principio... Pero él no fue quien lo lastimó. Noni se hirió a si mismo con la teletransportación. —Lo defendió nuevamente.— Además cuando Spreen se enteró de que Noni estaba herido por su culpa fue a disculparse con él y nunca más volvió a atacarlo.
Con esas anécdotas era claro que Spreen no era un Villano como todos decían. Quizás solo era un simple Anti-Heroe. Pero para los ojos de Roier solo era una persona que escondía sus verdaderas intenciones detrás de una máscara de "Asesino".
O solo estaba totalmente equivocado...
— Mariana, no puedes culparlo. Él hasta hizo esta casa para nosotros cuando llegamos aquí.
— Roier, basta. ¿No ves lo que haces? Lo estás idealizando.
¿Idealizando? ¿Roier realmente estaba viendo en Spreen lo que él quería?
El chico araña nunca se había puesto a pensar en eso. ¿Y si quizás Mariana tenía razón? Roier posiblemente solo estaba idealizando a una persona que era todo lo contrario...
Pero entonces ¿Qué sucedió cuando Spreen se "confesó"? Porque eso no había sido obra de su imaginación.
— No lo estoy haciendo. Él realmente es bueno y gentil y...
"Él nunca me lastimaría" estuvo a punto de decir pero eso era una completa mentira.
Spreen ya lo había lastimado tanto física como emocionalmente. Y a pesar de que se disculpara una y otra vez, el daño estaba hecho.
Los ojos de Roier comenzaron a picar por las lágrimas que se estaban acumulando en ellos y Mariana lo notó.
Él había entrado para hacerlo sentir mejor, no para deprimirlo aún más.
— Oye, no. No llores, mien. —El más alto se movió en la cama hasta llegar al menor para poder abrazarlo.— Él no merece tus lágrimas ¿Me oyes? Es un pendejo. No importa cuántas veces se disculpe e intente esconder sus sentimientos. Él sigue siendo un pendejo.
Roier correspondió el abrazo y comenzó a llorar en el hombro ajeno.
Mariana tenía razón. Él era un pendejo. Un pendejo que escondía sus... Esperen.
El menor se separó abruptamente y miró con sorpresa a su amigo.
— ¿Tú lo sabías?
La pregunta rompió el ambiente emocional y Mariana lo observó cómo si realmente hubiera metido la pata para luego soltar una risa nerviosa.
— ¿De que hablas, Roiler? ¿Saber qué?
Entonces Roier jadeó del asombro e indignación porque su mejor amigo era un pésimo mentiroso.
— ¡Tú lo sabías! ¡Sabías que le gustaba a Spreen! —El castaño tomó lo primero que encontró (en este caso una almohada) y comenzó a golpear al más alto.— ¡¿Por qué nunca dijiste nada?!
— ¡Espera! ¡Puedo explicarlo!
Mariana levantó sus brazos intentando detener los golpes en vano. Pero por suerte Roier se detuvo para escuchar lo que su amigo tenía para decir.
— Explícate. Ahora.
— Ok, ok. Mira Roier, eres mi mejor amigo y no quiero ofenderte pero... Eres muy pendejo. —Confesó Mariana ganándose otro almohadazo.— ¡Ya, Para wey! ¡Lo digo en serio! Media isla sabe que le gustas a ese imbécil.
— ¡¿PERO POR QUÉ NADIE ME DIJO NADA?!
— ¡ESTAMOS HABLANDO DE SPREEN! —Exclamó con obviedad.— Imagina si decíamos algo y él se enteraba. Spreen nos iba a chacalear.
Mariana tenía un punto. Pero aún algo inquietaba a Roier y ese algo era la razón por la cual todos se habían dado cuenta menos él. ¿Cómo era eso posible? ¿Había cosas que no vió?
— ¿Pero cómo, wey?
Ante la pregunta recibió una mirada estresada de su amigo, ya que Mariana tenía muchas ganas de golpear al más bajo por lo ciego que podía llegar a ser. Pero se contuvo, respiró hondo y decidió comenzar con la explicación.
— Roier, era más que obvio.
— ¡¿Desde cuándo?!
— Desde el Evento Extremo.
Roier volvió a jadear de sorpresa porque ni siquiera esperaba que los sentimientos del Híbrido hubieran surgido en ese tiempo.
O sea que, ¿había una pequeña posibilidad de que... Spreen se haya fijado en él primero?
No, imposible.
— Mariana, eso no puede ser. Él quería matarme.
— Pero nunca lo hizo, siempre tenía algún impedimento. ¿O no? —Le respondió su amigo provocando que Roier comenzara a recordar desde los primeros momentos con Spreen hasta los últimos en MC Extremo.— ¿Nunca te preguntaste por qué con otros no se contenía y contigo sí? Por favor, Roier. ¡Hasta discutió con sus amigos para que no te hicieran nada!
El menor estaba sin palabras, tratando de encontrar alguna razón para debatir en contra de lo que decía Mariana pero no había nada.
¿Entonces por eso Spreen había peleado con sus amigos aquella vez que Shadoune lo hirió?
— Por eso Rubius, Shadoune y Quackity fueron los primeros en darse cuenta que le gustabas e intentaron convencer a Missa de que era así pero al parecer es igual de pendejo que tú.
— ¡Oye!
El más alto lo ignoró y siguió.
— Incluso fue aún más obvio cuando se hicieron mejores amigos y llegamos a esta Isla. ¿Te acuerdas cuando Wilbur intentó acercarse a ti el primer día?
Roier lo miró cohibido y negó ganándose otro suspiro cansado.
— ¡Spreen lo atacó! Y cuando Wilbur se interesó por ti, Spreen perdió la cabeza. Estaba completamente celoso.
Por lo menos esa parte ya la sabía porque Wilbur se lo había confesado antes de la discusión con Spreen pero todavía seguía sorprendido por como no había notado nada.
Desde la perspectiva de Roier parecía que estaba desbloqueando recuerdos nuevos. Pero no, esos eran momentos que había vivido pero nunca había tomado en cuenta hasta ahora.
Siempre estuvo allí, en frente de sus ojos.
— No puedo creerlo...
— Imagínate cuando me lo dijeron. Dije "Imposible, ese pendejo no tiene sentimientos" y míralo ahí, todo bien enculado.
Roier se rió por las palabras de su amigo y le dió un pequeño empujón con su hombro.
— ¿Acaso miento? Spreen es un asco demostrando cariño. ¿Por qué crees que siempre te animé para que te confesaras? Porque sabía que ese pendejo nunca lo iba a hacer ni siquiera por un evento místico en el espacio tiempo.
Bueno... En esa parte Mariana se equivocaba. Así que era buen momento para contarle lo sucedido. (Evitando las partes que incluían el "Multiverso")
— En realidad...
Su amigo lo observó confundido pero en lo que tardó en hablar, ya Mariana se había dado cuenta de a dónde iba la conversación.
— No mames, Boiler. ¿Se te confesó?
El castaño se mordió el labio inferior y asintió con pena.
— ¡A la verga, Roier! ¡Que bueno!
Dijo animadamente su mejor amigo. Pero Roier bajó la mirada con tristeza.
— Ouh... Espera. ¿Entonces por qué estás así, mien?
— Porque luego se arrepintió.
Mariana abrió la boca sorprendido y la cubrió con su mano.
— Ese imbécil... ¿Ves porque no se puede confiar en los Argentinos? Son todos unos pinches mentirosos.
Las palabras de su amigo lo hicieron reír una vez más a pesar de sentirse mal por recordar la discusión.
— ¿Sabes qué, Roier? Déjalo. Luego se dará cuenta de su error. —Dijo Mariana, acariciando el cabello ajeno.— Y ya será demasiado tarde porque tú estarás mamadisimo, todo empoderado y un día lo mirarás desde arriba, dirás "¿Que pasa, papi?" y lo escupirás ¿Sí? Le harás así, mira.
Y el más alto procedió a fingir un escupitajo al suelo haciendo que Roier soltara otra carcajada.
— Mariana, estás bien pendejo.
— Ey, pero mírale el lado bueno: Ahora soy tu pendejo número uno.
Ahora fue el turno de Roier para abrir la boca soprendido por el chiste pesado. Entonces éste agarró nuevamente su almohada para intentar "ahogar" a su mejor amigo mientras él gritaba.
— ¡No, Roier! ¡Para! ¡No me quieras chupar el pene!
— ¡Vete a la verga!
En algún punto ambos chicos comenzaron a pelear entre risas hasta que terminaron tirados boca arriba en la cama.
En esos momentos Roier pensaba: ¿Que haría sin Mariana en su vida?
Roier pudo haber cometido muchos errores pero conocer a su mejor amigo no era uno de ellos.
— Oye, le robé unas cuantas cosas a Foolish cuando me quedé en su mansión con forma de pito. Y adivina quién tiene los ingredientes para hacer unos taquitos...
— No mames, ¿En serio?
Mariana asintió con una gran sonrisa y se levantó de la cama.
— Te haré unos, mi amor. —Dijo dirigiéndose hacia la puerta de la habitación, pero antes de abrirla se volteó.— Pero primero ordena ésta chingadera o te quedas sin tacos de tripita.
Roier volvió a mirarlo indignado y tomó la almohada para lanzarla a dónde estaba su amigo. Pero no llegó a golpearlo porque éste ya había cerrado la puerta detrás de él.
Pero tenía razón. Roier tenía que ordenar su habitación, darse un baño y dejar de escuchar Taylor Swift.
Aunque realmente, aún no se sentía del todo bien para hacerlo pero haría el esfuerzo solo por su amigo.
Y los taquitos. Claro.
~ • ~
Por otro lado, teníamos a Spreen.
Para ser honestos, no se sentía mejor que Roier. En realidad, siendo breves, Spreen quería matarse por ser tan imbécil.
Desde el momento en que dejó la casa de Roier hasta ahora, no había podido parar de pensar en él. Ni siquiera en las noches ya que no podía pegar un ojo sin ver el rostro decepcionado de su mejor amigo (el cual ahora ya no sabía si seguían siendo aunque sea "amigos").
Porque Spreen se sentía como basura por todo lo que le dijo Roier, y esas palabras giraban una y otra vez en su mente atormentandolo.
Pero no era lo único que lo atormentaba.
También estaba el hecho de que confesarse a él y haberlo besado como lo hizo, para el mitad Oso fue como tocar el cielo y ahora había vuelto al infierno. Todo por sus estúpidas inseguridades.
Y en este momento estaba en una disputa consigo mismo.
Porque quería recuperar a Roier, quería demostrarle cuánto lo necesitaba en su vida. Quería amarlo como lo merecía.
¿Pero cómo?
No sabía que hacer para que lo perdone, no sabía cómo demostrar emociones de forma normal y, más importante, no sabía cómo amar.
Porque una cosa era estar enamorado de alguien y otra muy diferente era amarlo como se debe. Una podía llegar a la obsesión y otra podía ser algo mutuo que daría inicio a una especie de relación.
Pero entonces, esa sería su primera relación...
¿Por qué estaba pensando en una relación? Si Roier ni siquiera lo había perdonado aún y Spreen no había hecho mucho para lograrlo.
El amor era un asco. Y Spreen lo era el doble.
— ¿Que tal si... levantas el culo de una vez por todas y lo invitas a una cita?
Si no estuviera el portal de por medio, seguramente el Híbrido estaría intentando golpear a Juan por no ayudarlo en nada. Pero bueno, él era la opción más viable para resolver su situación amorosa... Supuestamente.
— ¿Te parece tan fácil? Roier me odia.
Respondió el Híbrido de Oso exhausto.
Éste se encontraba acostado en el sofá de la Torre de Vegetta. El mayor lo había dejado pasar esos días y abrió el portal con la única condición de que le contara todo.
Vegetta era un chismoso de primeras.
— Estoy seguro de que no te odia. Eres un exagerado.
— Ah, claro. Sí, tenés razón. —Habló sarcásticamente con una sonrisa amargada en su rostro.— Tengo que ir a la casa de Roier y decirle "Che, Ro. Se que peleamos la última vez y prácticamente me mandaste a la mierda pero ¿Querés salir conmigo?" Y así mágicamente se va a solucionar todo ¿No?
El Hechicero puso los ojos en blanco pero no se apresuró a responder el ataque sarcástico del menor. En cambio, tomó una gran cucharada de helado y se la llevó a la boca.
— En serio, no estás ayudándome.
— Es que no me escuchas. ¿Por qué me pides ayuda si no vas a escuchar?
— Quizás te escucharía si tuvieras una buena idea.
Juan clavó la cuchara en el helado y miró a Spreen con odio.
— Quizás no tendríamos que buscar una "buena idea" si no la hubieses cagado. ¿Que te parece?
Spreen gruñó en respuesta y llevó sus manos a su rostro con frustración.
— Muchacho, creo que deberías escucharlo... De todas formas ya no tienes nada que perder.
Habló Vegetta integrándose solo a la conversación.
Y tenía razón.
— Está bien... —Murmuró soltando todo el aire que había retenido en sus pulmones, relajando sus músculos al mismo tiempo. Estaba demasiado tenso.— Perdón, Juan.
— Te perdono. ¿Ves que es fácil?
El Hechicero habló de forma burlona haciendo que Spreen vuelva a suspirar negando con la cabeza.
— Bien. Lo que tienes que hacer antes que nada es disculparte con él.
— Eso ya lo hice.
Habló el Argentino pero Juan lo interrumpió con un siseo.
— Déjame hablar.
Spreen nuevamente giró sus ojos y decidió que no volvería a hablar hasta que Juan terminara.
— No vas a ir y decirle un simple "Perdón por ser idiota.". Tienes que ser más creativo y detallista. —Comenzó a explicar el mayor.— Tienes que preparar algo que realmente llame su atención. Algo que diga "Ésto es Especial y lo hice pensando en Ti". Entonces cuando ya lo haz sorprendido, ahí haces tus disculpas.
Y no solo te disculparas por la discusión. Tienes que disculparte por todas y cada una de las pendejadas que hiciste hasta este momento.
Terminó de hablar el menor dejando al Oso pensativo. En realidad tenía razón, era una buena idea.
¿Pero qué haría para llamar su atención?
— ¿Qué crees que debería hacer para sorprenderlo?
— No lo sé, eso ya es asunto tuyo.
Spreen lo miró con su ceño fruncido y Juan levantó los hombros sin verse afectado por la mirada del otro.
— Tampoco voy a hacer todo tu pinche trabajo. No soy Doctor Corazón. —Se quejó el chico de gafas mientras volvía a tomar la cuchara.— Además no conozco bien a Roier, no puedo saber que le gusta y que no.
Y nuevamente, Juan tenía razón.
Ya era momento de dejar de holgazanear. Tenía que pensar en algo basado en la idea que le propuso el Hechicero.
— Gafotas ¿Por qué tardas tanto? —Una nueva persona apareció en la imagen junto a Juan. Era el otro Hibrido de Oso, el cual luego miró al portal sin ninguna pizca de simpatía.— Ah, es el boludo éste.
Spreen le sacó el dedo medio a su copia de Tortillaland y volvió su mirada hacia Juan.
— ¿Cómo te puede gustar éste pelotudo?
Esos días en los que Spreen no volvió a ver a Roier, se la había pasado yendo y viniendo de su refugio a la torre de Vegetta para buscar ayuda en Juan. Y fue inevitable para el menor conocer y acostumbrarse a la dinámica que tenía esa pareja.
Para Spreen, ellos eran polos totalmente opuestos. Y además ¡Casi siempre discutían por la más mínima estupidez!
Pero de alguna forma... Funcionaban.
Y eso le daba esperanzas.
— Le preguntaría lo mismo a Roier.
Contestó de mala gana el Argentino del otro lado del portal, ganándose un suspiro de su gemelo y una pequeña risa por parte de Juan.
— Ya, déjalo. Lo estoy ayudando con sus problemas amorosos.
Dijo Juan defendiendolo (o intentando hacerlo).
— ¿Ah, sí? ¿Que pasó? ¿La cagó de vuelta? —Preguntó su pareja en tono burlón ganándose una queja del otro Spreen.— La verdad no me sorprende.
Y el hombre comenzó a reírse en la cara de su copia de QSMP.
— ¡¿Podés cerrar el orto?!
Exclamó Spreen ya cansado de las burlas. Pero Juan le hizo una pequeña seña para que se calmara.
— Sí, amor. Al parecer no es tan diferente a ti después de todo...
Dijo el Hechicero a su pareja con un tono de diversión.
Entonces Spreen automáticamente dejó de reírse, volteando a ver a su prometido con una expresión ofendida.
Juan le sonrío y éste solo se volteó de vuelta alejándose de la imagen.
— Me voy.
Anunció el Argentino del otro lado, provocando que Juan rápidamente dejara el helado de lado y se levantara de su lugar para seguir a su pareja.
— ¡Espera! —Pidió el Hechicero para luego enfocarse en el portal.— Nos vemos, Spreen. ¡Suerte!
— Pero-
Spreen iba a volver a hablar pero Juan ya había cerrado dicho objeto mágico para poder comunicarse.
Bueno, de todas formas ya no tenía nada más que hacer.
De pronto sintió un leve peso en su hombro.
— Spreen, ve a descansar. Haz estado todo el día aquí.
Vegetta se había acercado al Híbrido palpando su hombro.
Le daba mucha lástima la situación del chico pero él no podía hacer nada. Ya era hora de que Spreen se volviera hombrecito y resolviera sus propios asuntos.
Pero era divertido saber cada parte del chisme. Era como su novela de la tarde.
— Sí... Tenés razón. —Respondió Spreen viendo por una de las ventanas la noche estrellada.— Gracias Vegetta. Te debo uno.
— En realidad me debes unas cuantas pero en algún momento te las cobraré, no te preocupes.
El menor no quiso saber cómo se las cobraría el Hechicero Supremo así que nada más asintió y se despidieron.
Mientras Spreen se encaminaba al refugio, en el transcurso seguía pensando en que hacer para que Roier lo perdonara o por lo menos lo tomara en cuenta.
Y parecía que tenía la mente en blanco porque nada se le ocurría.
¿Debía hacerle un regalo? ¿Pero que podría regalarle que le gustara tanto?
¿Una mascota quizás? ¿Un Cachorro? No, eso era una perdida de tiempo.
Ah, a Roier le había gustado su Globo Terráqueo. Quizás debería regalarselo... Pero no. Era ridículo.
Debía darle algo que fuera especial. Algo que tuviera un significado.
¿Pero por qué necesariamente tenía que ser un objeto?
Mientras estaba perdido en sus pensamientos no notó que tan cerca estaba de su hogar y que una persona lo estaba viendo llegar.
— ¡Spreen!
Exclamó la persona acercándose al nombrado.
— Quackity, buenas... noches.
Saludó el más alto, pasando por al lado del Híbrido de Pato para adentrarse en su casa.
— ¡Ey! ¡No me ignores, culero!
Se quejó el más bajo, siguiendo a Spreen hasta la entrada de su hogar.
Spreen no quería ignorar a Quackity pero en estos momentos no tenía ganas de hablar con nadie. Solo quería pensar en que hacer para poder recuperar al chico araña que ponía su mundo de cabeza.
— ¿Qué querés?
El Argentino estuvo a punto de cerrar la puerta pero el Mexicano lo detuvo.
— Llevas desaparecido por una semana- ¡Más de una semana! —Se corrigió a si mismo.— ¿Dónde te metiste?
— Voy a ser honesto. —Habló Spreen con total seriedad, ganándose toda la atención del chico con alas.— Estuve con tu vieja y la pasamos re bien. Preguntale sino.
Quackity se quejó por la broma y levantó su mano para darle un golpe al Oso, olvidando que ésta estaba ocupada.
— Eh, ¿Que es eso?
Preguntó el mitad Oso viendo el ramo de flores que Quackity llevaba en su mano.
El contrario al notar esto rápidamente escondió su mano con timidez.
— N-nada.
Spreen se rió por la reacción ajena y se cruzó de brazos apoyadose en el umbral de la puerta. Se iba a aprovechar de la situación para evitar tener que hablar de su extraña desaparición.
— ¿Son para mí? Fua, Quackity. No pensé que te gustaba de esa manera.
— ¡Cállate!
El rostro del chico de Beanie comenzó a pintarse de color rojo a medida que Spreen hablaba.
— Igual perdón. Sinceramente no me gustan los patos.
Quackity levantó su mano libre y golpeó el hombro de su amigo que ahora se reía a carcajadas.
— No son para ti ¡Son para mí!
Confesó esquivando la mirada ajena.
— Ahh, eso tiene más sentido. —Contestó Spreen, pero la broma no había acabado ahí.— ¿Pero por qué te regalas flores a vos mismo? Eso es muy triste, bro.
— No me las regalé yo, menso... Fue alguien más.
— ¿Quién?
Entonces ahora fue turno de Quackity para cruzarse de brazos.
— Te digo si me dices dónde vergas estuviste.
— En casa de Vegetta.
"Ah, eso fue muy fácil."
— ¿Qué? ¿Y que hacías allí?
— Vos preguntaste Dónde estuve, no Qué Hice.
Quackity quedó algo confundido por la respuesta entonces tardó unos minutos en hablar. Al parecer conectó algunos cables en su cerebro y abrió la boca con asombro.
— ¿Te lo estás cogiendo?
Al escuchar la pregunta el rostro de Spreen se volvió un poema porque ¿Cómo carajos había llegado a esa conclusión?
— ¡¿Qué?! ¡No, Pelotudo!
— ¿Entonces qué o qué?
— ¡¿Qué te importa a vos?! —Exclamó estresado y luego se alejó para poder cerrarle la puerta en la cara.— Andá con tu nuevo novio y no me rompas las bolas.
Empujó la puerta de hierro pero antes de cerrarla escuchó el grito del otro lado.
— ¡Luzu no es mi novio!
Entonces la puerta volvió a abrirse dejando ver el rostro de sorpresa de Spreen.
— ¿Así que... Luzu?
Quackity quiso golpearse mentalmente pero en cambio cerró los ojos y tomó una larga bocanada de aire.
— Es una larga historia... —Murmuró con pena. Pero al ver que el otro lo observaba con completa intriga suspiró.— ¿Puedo quedarme hoy?
— ¿No tenes casa o qué?
— No seas así... Te recuerdo que en MC Extremo dormíamos todos pegaditos y bien que querías ser la cuchara pequeña, pendejo.
Al recordar esos momentos el mayor hizo una mueca pero se dió por vencido. Suspiró y se hizo a un lado para que el más bajo pudiera pasar. Y éste obviamente lo hizo con una gran sonrisa.
— Entonces... ¿Por qué Luzu te dió flores?
— Ah eres bien pinche chismoson Spreen.
Dijo Quackity entre risas, mientras caminaba por la casa como si fuera suya. Se adentró a la zona de los cofres en busca de algo específico hasta que lo encontró.
Un jarrón con agua.
— Si te vas a quedar al menos contame que tenes con el tipo Emo.
El Pato tomó las flores y las colocó en el jarrón para ralentizar su inevitable muerte.
— No somos nada... Solo tuvimos una pequeña discusión y ésta es su forma de pedir disculpas. —Explicó viendo cómo la boca de Spreen terminaba formando una pequeña "o" al ya saber el contexto.— Igual es un pendejo. Me dijo que no sabía que flores me gustaban así que eligió todas diferentes... Mira éste ramo todo feo.
Spreen analizó mejor el conjunto de flores y efectivamente eran todas de diferentes formas y colores. Pero a pesar de las palabras bruscas del menor, Spreen pudo distinguir como éste miraba el ramo con un pequeño brillo en los ojos.
— Pero aún así te gustó...
Quackity sonrío al ser descubierto admirando las flores.
— Sí, pero eso no le quita lo feo. —Respondió haciendo que ambos compartieran algunas risas.— Estoy seguro que se puso a arrancar cada flor que vió en el suelo, para después atarlas todas de esta forma desastrosa y entregarmelas. ¿Pero sabes que lo hace Especial?
Entonces Quackity se ganó toda la atención de Spreen al escuchar esa palabra. Quizás era la respuesta que estaba buscando.
— ¿Qué?
El menor sacó una flor del jarrón para acariciar sus pétalos y sonreír como tonto.
— Que me lo dió él.
Spreen frunció el ceño confundido y lo miró sin entenderlo.
— ¿Y eso es todo?
Preguntó sonando algo bruto y ganándose una mirada de reproche del contrario.
— Sí, Spreen. Porque no importa si es la pendejada más grande y fea que hayas visto... Lo único que importa y te hace sentir feliz es saber que esa persona se tomó el tiempo para pensar en ti, asumir su error y hacer algo al respecto. —Sonaba ridículo pero Quackity quizás tenía razón.— Porque peor es no hacer nada. Ver cómo se queda allí sin hacer nada por ti es horrible. Te hace sentir como... Como si no le importaras.
Uff, y eso fue como una daga clavándose en el pecho de Spreen. Pero no era culpa de Quackity, él no sabía nada. Pero tenía razón.
Spreen tenía que hacer algo por Roier ya, porque si se tardaba más terminaría lastimando aún más al menor y eso no era lo que quería.
Y ahora Spreen tenía la idea perfecta gracias a un Hechicero y un Pato.
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