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Onceavo

[ADVERTENCIA: Este capítulo contiene contenido sensible (Bullyng, Violencia) si no te gusta puedes ignorarlo.]

Las fuertes pisadas se podían escuchar desde afuera de la institución. Esa mañana había llovido, así que aún quedaban algunos charcos de agua en el patio que eran pisoteados por un niño que intentaba escapar.

El calzado desgastado ya se encontraba totalmente empapado de lodo y tenía mucho frío pero no podía dejar de correr. Si lo hacía Ellos lo alcanzarían.

— ¡Oso Pulgoso! ¡Ven aquí!

Exclamó un niño detrás de él, siendo seguido por otros tres más.
Era un grupo de chicos unos años mayor que el Híbrido y desde que lo conocieron habían tenido la idea de molestarlo sin cesar.

Porque él era un "Animal".

Una "Bestia".

Sus pulmones ya no le permitían tomar más aire del que quería pero no podía detenerse. Ya no podía, el daño estaba hecho.

De pronto, uno de los charcos que pisó resultó ser más hondo que los anteriores y ésto provocó que su pie se atorara, haciéndolo caer en el lodo.

No, tenía que levantarse. No podía quedarse ahí.

Apoyó ambas manos en la superficie resbaladiza y se impulsó hacia arriba.

¡LEVÁNTATE! Se animó mentalmente pero fue inútil.

— ¿Dónde crees que vas, Spreen?

La voz con leve acento lo hizo temblar e inesperadamente sintió como un pie se posaba en su espalda, acostandolo nuevamente en el suelo.

— Reb, por favor. Yo no hice nada-

Sus palabras fueron interrumpidas por su propio quejido de dolor cuando el nombrado dió una patada hacia el estómago del pobre niño.

— ¿Piensas que soy un estúpido? ¡Tu entraste a mi habitación y te comiste las galletas!

Spreen iba a pararse y objetar pero otro niño pisó una de sus manos, haciendo que mordiera su labio inferior para no soltar otro quejido del dolor.

— Mira, Reb. El Oso aún quiere levantarse.

Avisó el mismo niño mientras se reía de la humillación ajena.

— Pues hay que darle el gusto.

Dijo el mayor, tomando a Spreen por el cabello y elevándolo del suelo, solo dejando que sus rodillas tocaran el mismo.

El Híbrido aguantó el dolor pero no pudo evitar hacer una mueca por el mismo, mientras llevaba sus manos a la contraria en un intento en vano de que el otro niño lo soltara.

Era imposible, Reb era más grande por 4 años y él a penas tenía 11. Hasta físicamente Spreen era inferior, muy delgado y pequeño aún.

— ¡Confiesa! ¿Te comiste las galletas o no?

— ¡Yo no fui!

Escupió el más pequeño, devolviéndole la mirada de odio al mayor.

— Si no fuiste tú ¿Entonces quién?

— ¡No lo sé!

Entonces el niño lo soltó, dejándolo caer nuevamente en el lodo.

— ¡Eres un mentiroso! —Reb lo observó cómo si fuera una abominación pero de pronto algo más llamó su atención.— Oh ¿Que tenemos aquí?

Spreen vió como el chico se inclinaba cerca suyo para tomar algo del suelo pero no pudo distinguir que era.
Levantó su mirada y lo descubrió.

Reb tenía entre sus manos un pequeño gusano y Spreen tuvo miedo cuando la mirada de éste se posó sobre él.

Entonces el mayor se acercó, mostrándole lo que había conseguido para darle una orden.

— Cómetelo como te comiste las galletas.

Spreen hizo una mueca de asco y corrió su rostro hacia un lado.

— Andate a la mierda.

El más alto lo miró enfurecido y pudo escuchar como sus amigos soltaban un "Uhh" en unísono.

¿Ese Animal se creía Superior como para responder así?

Así que tomó el cuello de la camiseta del Híbrido con su mano y volvió a hablar.

— Cómetelo o te daremos una paliza.

Spreen puso una vez más sus ojos sobre el mayor, con el ceño fruncido y la boca formando una fina línea.

— Primero muerto antes que comerme eso.

Los ojos de Reb se abrieron de la sorpresa por el tono desafiante del más bajo pero pronto le devolvió la mirada de odio.

Debía ponerlo en su lugar.

— Chicos, agarrenlo fuerte.

Spreen al escuchar la orden cambió su semblante desafiante a uno de terror e intentó escapar pero era tarde, ya lo habían inmovilizado.
Sus brazos fueros tomados por detrás de su espalda, sus rodillas se mantuvieron firmes en el suelo y Reb tomó su rostro mientras le sonreía de forma burlona.

— Es tiempo de que sepas tu lugar...

El mayor levantó el gusano en el aire y Spreen supo lo que le esperaba.

— No, Reb, por favor. No lo hagas.

Comenzó a rogar, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas que no iba a soltar. No podía darle ese gusto.

— ¡Cállate! Eres un animal. —Exclamó con disgusto Reb, mientras con su mano libre sostenía con fuerza el mentón ajeno haciendo que abriera la boca.— Y los animales no hablan.

El Híbrido se desesperó e intentó safarse de los agarres pero ya era demasiado tarde.

Spreen no recuerda muy bien como sucedieron las cosas ya que su mente bloqueó ese momento. Solo recuerda que minutos después se encontraba vomitando mientras el grupo de chicos se alejaba entre risas.
Esa situación no era nada nuevo pero aún así ya no aguantaba.
Y si pedía ayuda a las cuidadores del Orfanato, nada más lo iban a ignorar como siempre lo hacían.

Odiaba ese lugar.

Pero aún así tenía algo que lo mantenía allí.

Spreen regresó a su habitación, ensuciando todo el camino a su paso porque seguía lleno de lodo.
Se acercó a su cama y tomó asiento sin preocuparse por manchar las sábanas. De todas formas ya estaban sucias, pensó.
Soltó un largo suspiro y dejó caer sus rodillas en el suelo para acercarse al hueco entre su cama y el piso.
Metió su mano bajo en el mismo y de allí sacó una caja de cartón algo rota, con algunas mantas dentro de ella.

— Está bien, ya podes salir.

Para cualquiera le resultaría raro hablarle a una caja, pero las cosas no eran así...

De entre las mantas se asomó una pequeña gatita blanca que al verlo soltó un maullido.

Spreen sonrío al escucharla y la tomó entre sus brazos, manchando un poco su pelaje.

— Hola Pelusa. —Saludó al pequeño animal mientras ésta ronroneaba entre sus brazos. Cuando la observaba distinguió algunas migajas en los bigotes de su mascota y soltó una pequeña risa al reconocer de que se trataba.— Sos una revoltosa.

Con ayuda del borde de su camiseta limpió los trozos restantes de galletas y luego se desplomó en la cama, dejando a la gatita encima de su pecho.
Ésta lo observó atenta mientras comenzaba a mover sus patitas delanteras como si estuviera amasando algo. Spreen se enterneció ante ésta acción y dejó una caricia sobre su pequeña cabeza.

Eso era.

Ella era lo único importante que tenía allí, y la cuidaría con su vida.

~ • ~

— Spreen... —Roier intentó llamar su atención luego de haberle soltado toda la información de golpe.— Spreen, di algo por favor...

El mayor no podía decir nada.

Se iba a morir. Así nada más.

Su aventura había acabado.

— Por favor...

Volvió a hablar el joven arácnido, con su voz entrecortada lo que ésta vez si se ganó la atención de Spreen del otro lado del portal.

Roier tenía sus ojos cristalizados por las lágrimas que estaba conteniendo, sus manos se encontraban posadas en el portal, encima de las suyas y a Spreen la imagen le hizo recordar a la vez que había lastimado sus sentimientos.

— Perdón.

Soltó repentinamente el mayor, descolocando a Roier el cual lo observó con confusión.

— ¿Qué?

Preguntó ya que no entendía a qué venía esa inesperada disculpa.

Pero Spreen sabía exactamente por qué se estaba disculpando.

— Perdón por... —"Por ser un pelotudo y no aceptar tus sentimientos." Pensó en decir, pero aún no podía hacerlo.— Por preocuparte así.

Roier volvió a mirarlo con la misma confusión.

¿Acaso ese era su Spreen? ¿Estaban seguros?

— Spreen, estás en peligro... ¿Y lo único que te preocupa es como me siento?

"Sí." Quiso responder pero se contuvo.

Ignoró la pregunta y se volteó hacia Juan que observaba todo sorprendido.
Se acercó a él y lo tomó por los hombros.

— Juan, tenés que hacerlo. —Spreen estaba desesperado por volver. Ya tenía sus ideas ordenadas y ahora solo necesitaba volver para hablar con Roier.— Tenés que hacer el cambio ahora.

— Y-yo no se-

— ¡Juan, vos podés! Yo sé que sí. —Insistió el Híbrido a la vez que sacudía el cuerpo del Hechicero.— Yo confío en vos.

Juan quedó boquiabierto por las palabras del menor y de repente quiso largarse a llorar en una mezcla de emoción y tristeza.

Que Un Spreen te diga que confía en ti es un milagro, pero que Dos Spreen lo hayan dicho ya era demasiado.

Juan tenía que hacerlo. Por ambos.

— ¡Che, anda sacándole las manos de encima a Juan o cuando te vea te voy a romper la cara!

Ambos chicos escucharon el grito del otro lado y voltearon a ver lo que pasaba, dónde el otro Spreen se encontraba totalmente violento queriendo romper el portal mientras Roier lo sostenía por la espalda.

— Capo, ¡¿Querés cerrar el orto?!

Contestó el Spreen del lado de Juan, acercándose al mismo lugar para enfrentar a su otro Yo.

— ¡¿Pero por qué no lo cerras vos, pelotudo?! A Juan me lo tratas bien ¿Me escuchaste?

— ¡¿Qué te haces el vivo, Gil?! Si no estuviera ésto de por medio ya te hubiese hecho mierda.

— A ver ¿Y por qué no lo intentas? ¡No te dan los huevos, boludito!

Juan vio como el Spreen al lado suyo respiraba hondo y comenzaba a acercarse al portal para golpear el mismo pero el Hechicero lo detuvo, y ambos fueron callados por una voz superior.

— ¡CALLENSE LOS DOS! ¡Están en riesgo sus vidas! ¡¿y lo único que hacen es pelear como un par de tontos para ver quién tiene la polla más grande?! —Exclamó Vegetta interponiendose en la discusión y ganándose la mirada asombrada de todos los presentes.— Ahora se callan y me dejan preparar todo con Juan. ¿Entendieron?

— Sí, perdón.

Dijeron ambas variantes en unísono, dando lugar a los dos Hechiceros.

— Bien, Juan. Es hora de hacerlo como te enseñé.

El nombrado aún no estaba muy seguro pero asintió y se volteó comenzando a formar el Pentagrama en el suelo.

— Spreen, al medio.

Indicó el mayor a lo que Spreen inmediatamente hizo caso, posicionandose en medio del dibujo, mirando hacia el portal donde desde ahí divisó la imagen de Roier, él cual lo observaba preocupado mordiendo sus uñas.

Spreen suspiró y desvió su mirada hacia el suelo.

Del otro lado, Vegetta se había encargado de hacer también el Pentagrama en el suelo, llamando la atención del otro Spreen.

— Tú también al medio.

Éste siguió la orden del Hechicero parándose en el lugar indicado. También mirando hacia el portal donde Juan le regaló una pequeña sonrisa antes de comenzar a recitar palabras en Latín.

Pronto todos los expectadores pudieron ver cómo al rededor de ambas variantes se comenzaban a escribir en el aire Runas desconocidas.
Ésto llamó la atención de Roier que no dudo en preguntar.

— Vegetta ¿Que es eso?

El nombrado se posicionó a un lado del menor y le susurró:

— Es el conjuro de protección antes del Hechizo de cambio de variantes. Eso puede evitar que las almas se pierdan en otras dimensiones o se mezclen con otras entidades.

Cuando las Runas se sellaron. Juan comenzó a elevarse haciendo que los pentagramas se iluminaran de un color verde fluor.

Roier quedó maravillado con la escena. Seguro luego le pediría clases a Vegetta también.

Un grito lo sacó de sus pensamientos.

— ¡Dioses de todo! ¡Les pido que perdonen mi deshonra hacia ustedes y me permitan realizar este Hechizo sin interrupciones! —Exclamó Juan, observando hacia arriba.— Por favor...

Lo último lo dijo casi en un susurro esperando que los Entes Superiores tengan un poco de compasión con él.

Y dió comienzo.

Los dos Híbridos se sintieron extraños de un momento a otro como si flotaran de sus propios cuerpos. Ambos se miraron entre sí con emoción, ya  que luego de eso no tendrían que soportar estar en la vida del otro nunca más.

Vegetta sonrío orgulloso cuando vio el avance del Hechizo pero todos sus sentidos se pusieron en alerta cuando tuvo un mal presentimiento.

— ¡Juan, espera!

Pidió acercándose al portal. Sabía lo que se venía pero el otro Hechicero no pudo escucharlo absorto en el proceso.

Entonces sucedió.

Las Runas comenzaron a desvanecerse en el aire, y el brillo de los pentagramas comenzó a centellar.

— Juan ¿Que sucede?

Preguntó Spreen, otra vez sintiéndose en su lugar y notando como las cosas a su al rededor fallaban.

Juan observó todo y el miedo inundó su cuerpo.

— No, no, no. No puede ser...

Murmuró intentando mantener el hechizo estable pero de pronto fue azotado por sus mismos poderes, haciéndolo chocar con el muro detrás suyo, cayendo al suelo sin fuerzas.

— ¡Juan!

Exclamaron ambas variantes en unísono y el Spreen que estaba en Tortilla intentó correr hacia donde estaba el Hechicero, queriendo salir del pentagrama en el proceso pero no logró hacerlo.

El conocido dolor de cabeza había regresado, provocando que cayera de rodillas al pavimento.

Soltó un quejido y volteó a ver hacia el portal donde el otro Spreen estaba de la misma manera que él.

— Ay no ¡Spreen!

Roier se acercó rápidamente pero antes de que pudiera llegar al Híbrido, Vegetta lo detuvo.

— ¡No, Roier! De ninguna manera invadas el Pentagrama.

Vegetta lo empujó hacia un lado.

— ¡Pero está sufriendo, Vegetta! ¿Qué quieres que haga?

— ¡Lo sé! Déjamelo a mí. —Respondió el mayor, llegando al límite de su paciencia.

Estaba desesperado.

Juan se encontraba intentando levantarse luego del ataque que recibió de sus propios poderes y los Spreen estaban gritando del dolor que sentían por la Fusión manifestandose.

Tenía que hacer algo ya.

— ¡Roier!

Exclamó el Hechicero Supremo, llamando la atención del menor para tirarle su capa.
Roier lo observó asombrado, sosteniendo la prenda.

— Vegetta ¿Que haces?

El mayor peinó sus cabellos azabache hacia atrás y lo miró.

— Lo haré yo mismo.

El menor tragó en seco y observó cómo Vegetta se posicionaba detrás del Pentagrama, comenzando a recitar las mismas palabras que había dicho Juan minutos antes.

Entonces las Runas se formaron nuevamente, y los Pentagramas en el suelo brillaron pero ésta vez de un color morado.

— ¡Vegetta, no!

Se escuchó el grito de Juan del otro lado, quien aún estaba intentando recomponerse, sosteniendo su abdomen donde sentía todo el dolor del ataque.

Si a Juan lo habían castigado de esa manera por romper las leyes del Multiverso, ¿Que le harían a Vegetta entonces?

Si mal no recuerda, él ya había sido castigado.

El mayor lo ignoró, comenzando con el hechizo.
Él no necesitaba hacer uso de la ayuda de Los Dioses, él podía hacerlo solo pues tuvo mucho tiempo de práctica, demasiado, y eso enfurecía más a las Entidades Superiores.

Vegetta se elevó en el aire bajo la anonadada mirada de Roier y todo en la torre había empezado a temblar.

Ambos Híbridos olvidaron por completo el dolor que sentían y también se elevaron con temor en medio de los Pentagramas.
El Híbrido que se encontraba en el Universo de Vegetta lo volteó a ver como pudo.

— Fue un gusto, muchacho.

Spreen escuchó claramente las palabras que le dijo Vegetta antes de que sintiera un fuerte tirón en su pecho.

Entonces repentinamente comenzó a ver muchos colores, sintiéndose arrastrado como si estuviera en un gran tobogán. Quería gritar pero no podía hacerlo y no sabía por qué.
Pero antes de que pudiera distinguir más de su entorno, cayó.

Y cayó.

Y cayó.

Y siguió cayendo a un lugar oscuro hasta que sintió una superficie dura debajo suyo.












¡Sorpresa!

Me fui a la verga no es cierto? Es que tuve un Buff de creatividad y debía hacerlo antes de dar los últimos parciales porque, debo avisarles que...

Ya estamos en el último tramo porque no pensaba hacer muy largo mi primer fic. Así que solo falta un poquito más y ya le daremos fin.

Igual no se preocupen, es el primer fic pero no el último. Tengo miles de ideas para explotar y además estoy haciendo otro Fic OsoAraña basado en un Manga que lo pueden encontrar en mi perfil y leer mientras esperan el final de éste. A penas va en el cuarto cap pero algo es algo equis de. Y pues nada, eso. Los tkm <3.

Estén atentos al siguiente cap.

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