Final
— Spreen, llevamos media hora esperando. No va a salir.
— Confiá en mi. En algún momento va a salir.
Spreen y Roier estaban sobre el techo de la casa de Noni esperando a que éste saliera para gastarle una broma. Sin embargo, no tuvieron en cuenta el tiempo que debían esperar para que eso pasara.
— Tengo haaambre...
Se quejó Roier tomando asiento en el borde del techo y acariciando su abdomen.
— Solo unos minutos más.
Murmuró Spreen caminando de un lado a otro.
— Ya Spreen... Además tengo que ir a cuidar a Mariana. —Informó con un toque de resentimiento.— Te recuerdo que tú y tus amiguitos lo lastimaron bien feo con esa última broma.
El Híbrido de Oso suspiró y tomó asiento junto al menor.
— Ya te dije que yo no fui. Fueron Rubius y el Xokas.
"El común denominador" pensó Roier con recelo. Pero aún así seguía resentido con el Oso.
— Ah, sí claro. Porque tú no ayudaste a hacer la trampa ¿Verdad, pendejo? La misma en la que también me caí...
Spreen soltó un quejido mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás.
Sí, Spreen había ayudado a sus amigos a hacer la trampa pero nunca creyó que terminarían lastimando tan mal a Mariana. Y ahora Roier se lo recordaba cada vez que podía.
— Dejá de llorar ¿Querés?
Roier lo miró con su ceño fruncido y un puchero en sus labios.
Y Spreen quiso golpearse por pensar que eso le parecía tierno.
No era tierno, era ridículo. Sí, patético.
— Sigo teniendo hambre...
— Pero la puta madre.
Murmuró el mitad Oso en respuesta para luego tomar su mochila en busca de algo para comer. El chico arácnido lo observó atento mientras éste revolvía sus cosas.
Y en eso, Spreen encontró algo más.
Se detuvo y analizó bien lo que era.
Era una Amapola roja.
La había tomado en su camino al refugio de Roier para disculparse por la trampa en la que él y su amigo habían caído el día anterior. Pero nunca se la dió porque le había parecido vergonzoso.
Entonces, por alguna razón la sacó de su mochila dejándola a un lado y siguió buscando comida. Quizás la tiraría más tarde.
— ¿Y esa flor?
Preguntó Roier curioso. Estirándose para tomar dicha cosa y admirarla.
Era muy linda y encima de su color favorito.
— Ahh... No sé por qué la tenía guardada. —Respondió Spreen restándole importancia. Claramente nunca le diría que era para él.— Tirala por ahí.
— Ey, no. Está bonita.
El menor se negó y acarició los pétalos rojos. Era obvio que había sido tomada ese mismo día, sino no sabría cómo todavía se mantenía tan viva.
Ante la respuesta, Spreen volteó a verlo y por unos segundos no pudo despegar su mirada de él.
— Si te gusta tanto quedatela... —Habló nuevamente ganándose la atención del más joven.— Tomalo como una disculpa de mi parte.
Entonces Roier sonrió y llevó la flor a su cabello, acomodándola a un costado como una bonita decoración. Y Spreen observó cada movimiento.
— ¿Que te parece? ¿Me queda bien?
Roier posó hacia el mayor.
En ese momento Spreen se quedó sin palabras. Nunca se había puesto a pensar sobre el físico del menor a menos que sea para atacarlo pero como ahora eran "amigos" o algo así, ni siquiera pensaba en eso.
Y ahora Roier se veía... ¿Lindo?
Ante el largo silencio Roier lo miró confundido y ahí fue cuando Spreen se dió cuenta que aún estaba esperando su respuesta.
— Roier... No podes ser tan trolo.
Soltó y rápidamente corrió la mirada hacia otro lado. Pero aún así pudo escuchar la estruendosa carcajada del Mexicano.
Desde ese día Roier comenzaría a ver a las Amapolas de una forma más especial.
~ • ~
Esa mañana había sido algo confusa para Roier.
Al principio fue todo normal. Mariana lo obligó a darse una ducha y a desayunar como siempre. Pero mientras ambos comían, su amigo recibió una llamada que lo hizo ausentarse casi por dos horas.
Y cuando finalmente volvió, Roier lo acribilló con preguntas las cuales esquivó.
Luego, el chico de gafas lo obligó a salir de la casa con la excusa de que debían hacer algo.
Todo era muy raro.
— ¿Me recuerdas a dónde vamos?
Preguntó el menor mientras Mariana lo arrastraba hacia algún punto de la isla.
— Vamos a donde Foolish. —Respondió Mariana sin detener el paso. Justo en el momento dónde ambos comenzaron a distinguir la Gran Serpiente que era el refugio del nombrado.— Quiere que lo ayudemos urgentemente.
— ¿En... Qué?
Roier sospechaba. Oh, claro que lo hacía.
Su mejor amigo se estaba comportando muy extraño desde que se había ido a Quien Sabe Dónde esa mañana.
Contestaba lo mínimo.
Evitaba su mirada.
Y ni hablar sobre esa "urgencia" en ir a la casa de Foolish. Efectivamente algo sucedía.
— Hey there, my Amorcito.
Ambos chicos pudieron escuchar la voz del Angloparlante a lo lejos recibiendolos con una gran sonrisa.
Rápidamente Mariana soltó el brazo de Roier para acercarse a su pareja y plantarle un corto beso en los labios.
Roier corrió la mirada incómodo. Esto de ser la tercera rueda no era bonito.
— What are you doing here? (Qué hacen aquí?)
Preguntó Foolish confundido. Dejando aún más confundido a Roier.
— Tú nos llamaste para que te ayudaramos... ¿No?
Dijo Roier pasando su mirada de sospecha entre ambos chicos delante suyo. Y Mariana se puso nervioso.
— That I did what? (Que yo hice qué?)
Entonces Mariana le dió un golpe discreto a Foolish provocando que éste se encogiera en su lugar y ahogara un quejido.
— Sí, amorcito. ¿No recuerdas que me lo dijiste ésta mañana?
Habló Mariana brindándole una mirada amenazante a su novio sin que Roier lo notara.
Luego de un corto intercambio de miradas entre la pareja, El hombre dorado pareció comprender algo y finalmente volvió a sonreír.
— Ah, yeah... Of course. Sorry, I just forget it. (Ah, sí. Claro. Lo siento, yo lo olvidé) —Habló torpemente mientras acariciaba la parte posterior de su cabeza.— Come with me. (Vengan conmigo)
Los amigos siguieron al chico dentro del imponente refugio, dónde los llevó a un cuarto lleno de cofres.
— Here, I need help arranging things in the chests. Im very messy. (Aquí, necesito ayuda acomodando las cosas de los cofres. Soy muy desordenado)
Explicó el chico de apariencia de un Semi Dios señalando dichas cosas.
Roier procedió a abrir uno de los mismos para darse cuenta que ni siquiera estaban tan desordenados como deberían. Entonces volvió a mirar a su amigo con sospecha.
— Mariana ¿Ésto era lo "urgente"?
Su amigo le devolvió la mirada con una pequeña sonrisa nerviosa.
Algo andaba mal.
— Ey, no me mires así. Tener los cofres bien ordenados es algo muy importante. ¿Verdad, corazón?
Y ante la pregunta de su pareja, Foolish asintió energéticamente como un cachorro.
Bien, quizás Mariana solo quería una excusa para ver a su novio, pero ¿No era más fácil decírselo? Roier tampoco se iba a quejar si era así.
Aunque ¿Era realmente necesario que él estuviera allí? Porque ver a sus amigos tan amorosos entre ellos solo lo hacían sentirse peor.
Pero bueno, de todas formas se lo debía a Mariana por siempre estar para él. Así que sin decir nada más comenzó a ordenar las cosas de los cofres uno por uno.
Mariana hizo lo mismo pero desde otro extremo y Foolish los abandonó con la excusa de que "Tenía que terminar unos detalles en la cabeza de la Serpiente" porque según él, se veía como un "gusano".
Honestamente no era difícil ordenar los cofres, hasta era algo llevadero para Roier.
Ya llevaba algunas horas haciéndolo y hubiese seguido así si no hubiera notado algo raro al hablar con su mejor amigo.
— Mariana, déjamelo todo a mi y ve con tu novio. No tengo problema.
Dijo repentinamente Roier mientras separaba las cosas de un cofre.
— No, no. Tranquilo. Esto es pan comido.
Respondió su amigo dándole la espalda.
— En serio, wey. Se que esto es solo una excusa.
Entonces Mariana se tensó en su lugar y volteó a ver al castaño con miedo.
— ¿Ah, sí?
— Sí, pendejo. —Contestó con una leve risa por la reacción sorprendida de su amigo.— Es obvio que querías ver a tu novio y no tengo problema con eso. Es una perdida de tiempo que estés aquí ordenando conmigo.
Y Mariana soltó un largo suspiro finalmente relajándose. Casi había cometido un grave error.
— Sí, tienes razón Roier. No quería dejarte solo pero tenía muchas ganas de estar con él. ¿Me perdonas?
— Sí, bobo. No te preocupes, lo entiendo. Ahora ve...
Animó Roier con una sonrisa amable.
Sonrisa la cual se esfumó por unos segundos mientras tomaba algo del cofre que estaba acomodando.
— Perfecto, entonces nos vemos en un rato-
— Mariana.
Roier lo interrumpió antes de que se fuera y su amigo regresó en sus pasos para ver qué era lo que tenía que decirle ahora.
— ¿Que pasa, mien?
Entonces Roier levantó unas botellas de pociones vacías mostrandolas y Mariana lo miró confundido.
— No entiendo.
El menor prácticamente lo estaba matando con la mirada.
— Éstas cinco botellas las dejé en el cofre de allí hace unos minutos.
Roier señaló otro cofre y Mariana seguía sin entender.
— ¿Y...?
— Y ahora están aquí. No pudieron moverse solas, pendejo.
Entonces Mariana recordó lo que había estado haciendo todo el rato.
Porque Mariana nunca "ordenó".
— Quizás estás confundido, Roier.
— Te estoy diciendo la verdad. ¿Por qué están aquí?
Su amigo movió los hombros restándole importancia. Así que Roier bufó y se acercó al cofre que había señalado para llevar nuevamente las botellas. Pero cuando lo abrió se dió cuenta que éste mismo estaba totalmente desordenado.
¡Pero si lo había ordenado hace apenas unos minutos!
— ¡Está todo desordenado de vuelta! ¿Cómo es posib-
Iba a preguntar cómo había pasado eso pero se paró ya que la situación era un poco obvia.
¡Mariana había estado desordenando los cofres a propósito!
Roier volteó a ver al más alto con enojo y éste se hizo el desentendido mirando para otro lado.
— ¡Mariana!
— ¿Sabes qué? Creo que Foolish está llamando. Espera aquí, ya regreso.
Su mejor amigo escapó de él antes de que pudiera decir algo más y Roier dejó las cosas en el suelo con molestia.
Había estado horas allí acomodando ¿Para qué? Para nada.
Había perdido tiempo valioso de su vida que hubiese desperdiciado acostado en su cama viendo alguna comedia romántica para deprimirse más pero no.
El chico araña se levantó de su lugar y se dispuso a salir del refugio, dónde pudo ver cómo caía el atardecer delante de sus ojos.
Había perdido Horas allí.
Claramente no iba a esperar a Mariana, el pendejo podía quedarse con su novio Don Perfecto a hacer quien sabe qué.
Y así Roier se encaminó a su propio hogar.
Aunque en el transcurso se hizo nuevamente una pregunta: ¿Por qué Mariana estaba desordenando los cofres? ¿Solo lo hizo para molestarlo dándole más trabajo?
Pero entonces él también terminaba trabajando el doble.
Todo era demasiado raro.
~ • ~
— Mariana te lo pido por favor.
Intentó una vez más convencer al más alto pero parecía que era imposible.
— No, Spreen. Tú lastimaste a Roier mil veces y no voy a ayudarte para que lo hagas una vez más. Olvídalo.
Se negó nuevamente mientras seguía cruzado de brazos. Entonces una nueva voz se les unió.
— Mariana anda. Mira como está de desesperado el niño. —Intervino Quackity que estaba en una esquina viendo toda la escena.— Dale una oportunidad.
Lo que había pasado ese día era que Quackity había llamado a Mariana con una excusa muy tonta por pedido de Spreen. Porque el Oso creía que si lo llamaba él mismo, el chico se iba a negar en acercarse y ayudarlo... Como lo estaba haciendo ahora.
Pero Spreen lo entendía. Él solo estaba protegiendo a su amigo.
— No.
Ambos Híbridos se miraron entre sí con resignación.
— Mira, se que Spreen se comportó como un completo idiota, que no sabe expresar otra cosa que no sea odio y violencia y que no transmite mucha confianza... —Quackity estaba sacando sus dotes de abogado para defender a Spreen. Pero parecía todo lo contrario.— Pero él realmente está siendo sincero ésta vez. Está completamente arrepentido de sus actos y quiere resolver las cosas con Roier pero no puede hacerlo sin tu ayuda, Mariana.
Mariana rodó los ojos ya harto de la situación y miró nuevamente a Spreen.
— Si está realmente arrepentido... Entonces quiero que lo pida de rodillas.
— ¿Qué?
Soltó el mitad Oso confundido y algo indignado por lo que el chico de gafas estaba pidiendo.
— Lo que escuchaste. Pide mi ayuda de rodillas y lo pensaré.
Repitió seriamente Mariana provocando que Spreen se indignara aún más.
— Spreen puede hacer eso. Sí, sí.
Contestó Quackity antes de que el Argentino pudiera negarse. Y éste lo miró sintiéndose traicionado pero el Híbrido de Pato le devolvió la mirada señalando el suelo.
— No voy a hacer eso.
— ¡Spreen!
— ¡No!
— Entonces no los ayudaré, lo siento.
Dijo Mariana volteandose para acercarse a la puerta de salida.
Y Spreen sabía que el chico lo estaba haciendo a propósito, era obvio.
— Spreen ¿Quieres recuperar a Roier o no?
Preguntó firmemente Quackity.
— ... Sí.
— Entonces hazlo.
Mariana se giró curioso y divertido, entonces Spreen tuvo que tragarse su orgullo y acercarse al más alto a regañadientes.
Y lo hizo. Lentamente se puso de rodillas frente al joven de gafas y habló:
— Mariana, por favor. Necesito que me ayudes en esto y no te volveré a pedir nada más.
El chico lo miró atento pero aún desconfiado.
— ¿Cuáles son tus intenciones con Roier?
Spreen respiró profundamente preparando sus siguientes palabras.
— Quiero disculparme con él por todo lo que hice. Nunca quise que se sintiera así, yo solo... No lo sé. No sabía cómo manejar estos sentimientos. Vos me conoces bien.
— Ajá ¿Y ahora sí sabes cómo manejarlos?
La pregunta hizo que Spreen bajara su mirada con pena.
— La verdad no estoy seguro... —Mariana soltó una risa agria pero el Híbrido lo interrumpió.— Pero de lo que sí estoy seguro es que... Estoy enamorado de él y no quiero perderlo ahora. Se que aún tengo que aprender algunas cosas sobre el amor y esas boludeces pero no estoy mintiendo cuando digo que realmente lo quiero. Por favor, Mariana. Necesito tu ayuda...
Rogó aún arrodillado. Y honestamente Mariana nunca imaginó tener al loco, psicópata y asesino de Spreen arrastrándose delante suyo por su ayuda. Se sentía privilegiado y obviamente lo estaba disfrutando.
Además el pendejo se lo merecía luego de haber hecho llorar a Roier.
Pero en parte, que estuviera haciendo aquello ignorando su dignidad también le dejaba en claro que realmente le importaba su amigo. Y esperaba no equivocarse en eso...
— Está bien. Voy a ayudarte. —Respondió el más alto provocando que Spreen levantara la mirada para observarlo con ilusión, pero antes de que dijera algo, el chico lo paró.— Pero es la única y última vez que lo hago. Y si algo sale mal, yo mismo me ocuparé de que no vuelvas a ver a Roier.
Y Spreen sabía que Mariana lo estaba diciendo en serio. Pero su ayuda en estos momentos era todo lo que necesitaba.
— Gracias.
— No, no quiero tus pinches "gracias", porque no lo hago por ti, lo hago por él. —Aclaró el joven de gafas para luego mirar a ambos chicos frente suyo.— ¿Y bien? ¿Qué tenemos que hacer?
Ante la pregunta Spreen se recompuso, agradeciendo que ya no tenía que estar aplastando su orgullo en el suelo.
— Bueno, para empezar: Quackity y yo estaremos en la casa de Roier. Quackity estará vigilando que nadie se acerque mientras yo preparo todo.
Explicó brevemente señalando al Híbrido de Pato.
Entonces Mariana los miró con confusión.
— ¿Y yo que vergas hago?
Entonces Spreen contestó sin dar más información:
— Lo más importante.
~ • ~
Roier se encontraba a pocos metros de su hogar. Cada paso lo hacía enojarse aún peor con su amigo por haberlo hecho perder el tiempo en la casa de Foolish, además, porque Mariana ahora no paraba de intentar contactarlo con su comunicador pero Roier no atendía ninguna de las llamadas. Y tampoco lo iba a hacer.
Al estar tan cerca, ya sentía la satisfacción de volver a la cama y hundirse en su miseria recordando que su vida amorosa era un completo desastre.
Y cuando ya podía distinguir el segundo piso de su hogar entre los arboles, escuchó un llamado.
— ¡Roier! ¡¿Dónde te habías metido, cabrón?!
El chico volteó hacia el lugar de la voz encontrándose con su amigo de Beanie y sudadera azul.
Mierda, había estado tan cerca de volver a esconderse del mundo.
— ¿Qué haces aquí?
Preguntó Quackity cuando llegó junto al menor.
— Estoy regresando a mi casa... —Respondió el castaño con obviedad.— En realidad, debería preguntarte lo mismo a ti.
— ¿A mí? ¿Qué acaso no puedo venir a verte?
Roier se sintió un poco culpable por la pregunta porque llevaba días sin ver a Quackity y ahora le hablaba de esa manera.
Quackity no tenía la culpa de que cierto Híbrido de Oso le haya roto el corazón.
— Es verdad, lo siento.
— Tranquilo mi buen. No te me agüites. —El Híbrido de Pato posó su brazo sobre los hombros ajenos a pesar de la diferencia de altura y comenzó a guiarlo hacia el lado contrario de la casa.— En realidad, ya que llevas encerrado en esa cueva. Pensé en venir a buscarte para que respires algo de aire libre, salgas a tocar pasto y socialices un poco aunque sea conmigo. ¿Qué dices?
Aunque la última pregunta fue en modo de invitación, el mayor ya lo estaba llevando hacia algún lugar sin esperar su respuesta. Y Roier había dudado pero teniendo en cuenta que prácticamente lo estaba obligando, prefirió negarse.
Además de que estar mucho tiempo afuera significaba más probabilidades de ver a Spreen (sumándole que él y Quackity eran mejores amigos). Y Roier no quería verlo.
— Quackity, es lindo de tu parte preocuparte por mi... —Comenzó a hablar a la vez que detenía el paso de ambos.— Pero aún no me siento muy bien como para estar mucho tiempo afuera.
Roier no tenía ganas de hablar sobre su discusión con el mayor, aunque tenía la leve sospecha de que Spreen ya se lo había contado todo.
— Entonces vamos a mi casa. No es necesario estar afuera. —Insistió el chico mitad pato, tomando al más alto por los hombros.— O aún mejor: Vamos a la casa de Luzu, a molestarlo y dejarle minas. Suena divertido ¿No? Ya dejé varias en la puerta de Vegetta.
Su amigo tomó su mano y comenzó a guiarlo nuevamente entre los arboles pero con destino al refugio del español.
— Quackity, espera-
Intentó detener al mayor pero a unos metros de ellos se pudo distinguir la silueta de alguien corriendo hacia su posición.
Cuando finalmente llegó hasta ellos, Mariana se apoyó en sus rodillas intentando recomponerse como si hubiese corrido una maratón.
— ¡Roier! ¡¿Por qué te fuiste así?!
Preguntó cuando recuperó el aliento.
— Pendejo ¿Por qué corres así? —El nombrado le respondió con otra pregunta.— No iba a quedarme acomodando todo el día los cofres mientras tú los desorganizabas. ¿Quien me crees? ¿Tu pinche cenicienta o qué?
Se escuchó una pequeña risa entre ambos la cual fue soltada por el chico con alas.
— ¿Ordenando cofres? Wow, que idea tan divertida.
Habló Quackity con cierto tono de ironía dirigiéndose al más alto de los tres, el cuál le respondió con una mala mirada que rápidamente se disipó.
— ¿Y ustedes qué? ¿Dónde van?
Volvió a preguntar Mariana, ignorando la burla de Quackity y las quejas de Roier.
El castaño iba a responder que "a ningún lado" pero el Híbrido fue más rápido.
— Vamos a molestar a Luzu. ¿Nos acompañas?
— Claro ¿Por qué no?
Mariana no dudo en aceptar y también tomó el brazo libre de Roier para arrastrarlo junto a Quackity. Y esa extraña reacción hizo que el castaño sospechara que había una complicidad entre ambos chicos.
— Esperen, ¡Esperen, pendejos!
Roier se soltó de ambos agarres y obtuvo la atención de los dos amigos.
— Yo nunca acepté nada, solo quiero volver a mi casa y ya. Ustedes si quieren vayan. Yo no.
Dijo para luego darse la vuelta y retomar el camino hacia su refugio pero fue detenido una vez más.
— ¡Pero Roier! ¿Por qué te pones así? —Comenzó a quejarse Mariana caminando a su lado.— Solo queremos pasar tiempo contigo y ayudarte a distraerte ¿Eso está mal?
Y Roier volvía a sentirse culpable por las palabras de su mejor amigo. Ahora entendía la insistencia de ambos chicos. Era solo para ayudarlo y Roier estaba siendo egoísta con ellos.
Entonces soltó un suspiro y nuevamente se volteó para enfrentarlos.
— Se que quieren ayudarme y se los agradezco mucho. Son los mejores... pero obligarme a hacer cosas que no quiero no me hace sentir mejor. —Explicó con delicadeza tomando las manos de ambos chicos, los cuales lo observaron con pena.— Hoy solo quiero estar en casa. Mañana podremos salir ¿Sí?
Tanto Quackity como Mariana asintieron rendidos mientras Roier les sonreía suavemente. Pero cuando volvió a darse la vuelta, Mariana tomó su brazo.
— ¿Y si mejor te quedas en la casa de Quackity?
Roier pensó que los chicos finalmente lo habían entendido pero parecía que no. O que en realidad había otra razón...
— ¿Por qué?
— Pues... Porque...
Entonces Mariana miro de reojo a Quackity y le dió un pequeño golpe en el brazo disimuladamente. Y el chico Híbrido le siguió el juego.
— Porque... ¡Porque tu casa explotó!
Respondió el chico de Beanie asustando a Roier y a Mariana en el proceso pero por diferentes motivos.
— ¡¿QUÉ?!
Dijeron ambos muchachos en unisono. Roier de forma totalmente preocupada y Mariana... Mariana algo enojado.
— Sí, pasó hace apenas unos segundos. Había un Creeper en tu puerta e intenté luchar con él pero explotó y dejó un gran hoyo en tu casa. Sí, sí. —Explicó Quackity bajo la asustada mirada de Roier.— Por eso ahora tienes que quedarte en la mía.
Y el Pato pensaba que esa era una gran excusa para evitar que Roier regresara a su refugio pero claramente no.
— ¡¿Estás loco?! No mames, Quackity. Tengo que ir a repararlo.
— ¡No! ¡Espera!
Mariana intentó detenerlo pero Roier ya había emprendido camino a su hogar.
— Mariana ¿Qué te pasa? ¡Es nuestro hogar!
Roier no entendía como a su amigo no le preocupaba lo que le había pasado a la casa. Y tampoco entendía por qué Quackity había tardado tanto en decírselo.
Ahora que lo pensaba, de camino a su refugio no había escuchado ninguna explosión. ¿Acaso era cierto?
Esperaba que no.
No solo por el hecho de que tendría que ponerse a reparar cada parte destruida de la entrada sino también porque... Era la casa que había construido Spreen para ellos. Si bien, ahora estaba renovada y algunos ya no vivían allí. Los cimientos seguían siendo los que colocó el Oso el primer día con la idea de que todos vivieran juntos.
Ese día en el cual, a la noche todo el grupo hizo bromas sucias sobre dormir juntos y nadie se imaginaba que iba a ser verdad. Y Roier mucho menos hubiese pensado terminar hablando hasta la madrugada con Spreen porque ambas bolsas de dormir estaban una junto a la otra.
Roier mentiría si dijera que no se resintió su corazón al recordar ese momento pero todo pensamiento se esfumó de su mente cuando dió los últimos pasos entre los arboles para ver al fin su hogar.
Se detuvo abruptamente.
Mariana y Quackity ya no lo llamaban.
Y parecía que todo sonido se había silenciado al ver la escena que tenía en frente suyo:
Rojo era el color que predominaba.
Su color favorito.
Rojo alrededor de su casa.
Pero no era cualquier rojo, era ese color intenso que portaban aquellos pétalos que se balanceaban con la brisa.
Amapolas rojas
Se encontraban rodeando su hogar en grandes cantidades. Y por la tierra removida bajo ellas, Roier podía deducir que habían sido plantadas con apuro ese mismo día.
Y además... Porque Spreen estaba de espaldas plantando una flor más.
~ • ~
Spreen llevaba horas cavando y plantando sin parar.
Tenía una pala para hacer los hoyos pero ésta ya se había estropeado porque también la había usado para extraer las Amapolas intactas hace unas cuantas horas antes. El Híbrido había usado su noche de insomnio para buscar cada flor en la isla, pero no cualquier flor. Estrictamente debían ser Amapolas Rojas.
En fin, había terminado haciendo los hoyos con sus garras. Manchando de tierra no solo sus manos, sino también su ropa y un poco su rostro.
Si solo hubiese traído una pala de más pero Spreen no era la persona más ordenada en momentos como esos y menos la más calmada porque tenía que aprovechar todo el tiempo posible para llenar la casa del menor con aquellas flores antes de que volviera.
Y cuando terminó de hacer un nuevo agujero en la tierra, acercó la maceta con la flor para colocar la número... ¿noventa y cinco?
No lo sabía, ya había perdido la cuenta.
Pero cuando estaba apunto de quitarla del recipiente, una abeja se paseó cerca de una de sus orejas con su característico sonido vibrante, asustandolo y provocando que dejara caer la flor quebrando la maceta en el proceso.
— ¡Hija de puta! —Insultó al insecto mientras veía como se alejaba. Luego se dispuso a alejar los trozos rotos de la maceta para rescatar a la flor.— No, no...
Murmuró tomando la Amapola dañada. No quería desperdiciar ninguna. Todas eran importantes.
Pero su preocupación desapareció.
— ¿Spreen?
El mitad Oso se paralizó en su lugar al reconocer la voz. No podía ser de otra persona más que Él.
Roier.
Y Spreen maldijo mentalmente a Mariana y Quackity por no hacer bien la única cosa que les pidió.
No respondió al llamado, en cambio, se levantó lentamente de su lugar aún con la flor en mano y se volteó a duras penas. Encontrándose con la mirada sorprendida del chico arácnido que lo volvía loco.
— ¿Qué es todo esto?
Por unos segundos Spreen no pudo decir ninguna palabra y simplemente bajó la mirada a sus manos sucias avergonzado. Sus felpudas orejas hicieron la misma acción tímida.
— Se suponía que no estarías en casa...
— Eso no es lo que pregunté.
La voz de Roier sonaba firme, haciendo que volviera a levantar la mirada para intentar descifrar alguna emoción en el rostro del menor pero fue imposible.
Antes le era fácil descubrir como se sentía Roier. Pero ahora no podía hacerlo y eso lo frustraba más.
— Puedo explicarlo.
— Te escucho.
Eso solo aumentó el nerviosismo en el mayor, el cual movió sus manos para intentar limpiarlas en su overol celeste antes de hablar.
Tenía que hacerlo. Ya no había marcha atrás.
Así que se armó de valentía, tomó una gran bocanada de aire y comenzó.
— Soy un cobarde.
Aceptó, mirando fijamente al chico delante suyo quien le devolvió la mirada con un pequeño destello de confusión.
— ¿Qué?
Entonces Spreen prosiguió.
— Tenías razón. Soy un cobarde. Esa vez que discutimos dijiste que si realmente te quería sería capaz de demostrarlo. En su momento no lo hice... Pero ahora es diferente. —Roier sintió como su aliento se detenía al escuchar lo que decía Spreen. Y quería huir pero muy dentro suyo quería quedarse y perdonarle todo al chico de ojos morados. Roier tenía que ser más firme.— También dijiste que estaba jugando con vos, pero eso no es verdad. Nunca jugué con tus sentimientos y nunca lo haría. Solo estaba... Estaba confundido y no sabía que hacer. Era la primera vez que le importaba tanto a alguien de esa manera y era abrumador.
Al principio creí que en algún punto te cansarías pero nunca te cansaste de mi... Hasta ahora.
La última oración fue dicha con una sonrisa melancólica y el mitad Oso había vuelto a mirar la flor en su mano.
Roier quiso contradecirlo, decirle que realmente nunca se cansaría de él pero debía dejar que terminara de hablar. Necesitaba escuchar todo.
— Aunque eso realmente no es tu culpa. ¿Por qué lo sería? —Dijo seguido de una leve risa opaca.— No es tu culpa que yo arruine todo. Y tampoco es tu culpa que yo no haya sido capaz de darte lo que necesitabas.
Roier, vos sos perfecto y yo... Solo soy yo, Spreen. El tipo que asusta a todos y no puede tener aunque sea una relación amistosa sin cagarla... O eso es lo que dicen todos. Y tienen razón.
— Spreen...
Intentó detenerlo pero no se lo permitió.
— Pero no estoy acá para victimizarme o darte excusas mediocres. Yo vine a disculparme.
Entonces el más alto dió unos pasos acercándose al castaño. El cual no intentó alejarse.
Roier sintió como una de sus manos era tomada por Spreen. Manchando ésta también con tierra.
El menor levantó las cejas con curiosidad y Spreen solo soltó una risa nerviosa.
— Ésta no era la manera en la que quería hacerlo y podés juzgarme por todo este desastre. —Agregó provocando que las comisuras del castaño se elevaran discretamente porque el Oso tenía razón. Estaba hecho un desastre. Su cabello revuelto, su ropa manchada, no llevaba sus anteojos oscuros y hasta tenía una pequeña mancha de tierra en la mejilla.— Pero... Perdón, Roier. Perdón por lastimarte. Perdón por ignorar tus sentimientos. Perdón por no saber expresarte los míos. Perdón por ser un desquiciado que mataría a cualquiera que se atreva a tocarte un pelo... Y perdón por no amarte como lo mereces.
En ese punto, Roier ya no podía sostenerle la mirada. Ya había perdido todo rasgo de firmeza. Su labio inferior había comenzado a temblar y sus ojos se cristalizaron pero aún evitando que alguna lágrima rebelde se abriera paso entre sus pestañas.
Spreen estaba disculpándose con él. Pero no solo eso. Estaba hablando de forma tan clara y madura que lo asombraba... ¿Aún seguía siendo su Spreen, cierto?
— Y aún faltan muchas más disculpas. Por eso hice esto. —Confesó el joven Argentino viendo a su alrededor. Invitando a Roier para que hiciera lo mismo y observara una vez más las Amapolas.— La primera vez que arranqué una de estas para regalartela lo hice pensando en disculparme contigo en ese estúpido Evento. Y vos la aceptaste sin tener idea de eso... Y por eso mismo, estos días pensé que debía darte una por cada disculpa que te debía pero ni siquiera son suficientes porque soy un pelotudo y cometí muchos errores.
Roier soltó una pequeña risa. Pero no porque le pareciese ridículo. Bueno, en realidad, le parecía lo más ridículamente cursi que alguien ha hecho por él en su vida. Y era hermoso.
Y entonces Spreen le extendió la flor que aún tenía en su mano, esperando que Roier la aceptara y con eso también sus disculpas.
Y Roier la aceptó.
Pero había algo más que se moría por escuchar.
— Entonces... ¿Todo esto fue solo para disculparte?
Ambos chicos aún mantenían sus manos unidas y ninguno hizo algo para separarlas.
Roier observó atentamente al mayor descubriendo el leve rubor que comenzaba a verse en sus mejillas mientras esperaba la respuesta.
— En realidad... También quería ser honesto con vos.
Nuevamente comenzó a hablar el Híbrido pero ahora parecía más nervioso. Al principio estaba haciendo contacto visual con Roier pero ahora había desviado la mirada detrás de él.
Dónde se encontraban dos chicos, para ser más exactos: Mariana y Quackity. Que estaban moviéndose frenéticamente entre los arbustos para animar a Spreen e intentar decirle algo.
Algo que entendió a la perfección.
"CON FIE SA TE" "HAZLO PENDEJO"
— Roier, se que ya lo sabes pero vos mereces que te lo diga correctamente. —Quien imaginaría que el temerario Spreen estaría allí, frente a Roier, con voz temblorosa a punto de confesar de forma clara sus sentimientos.— No sabría decir si fue cuando nos hicimos amigos o cuando te molestaba sin parar... Pero realmente, desde el primer momento en que te vi llamaste mi atención y nunca más saliste de mi mente. Y luego me di cuenta de lo mucho que me gustaba pasar tiempo con vos, hablar con vos, tus bromas, tus locuras, toda tu forma de ser... Porque me gustas demasiado y ya no puedo ocultarlo. Creí que si lo ignoraba simplemente desaparecería de mi sistema porque... No soy lo que te mereces.
Y la primer lágrima rodó por la mejilla del castaño sin aviso alguno, siendo limpiada al instante por una mano ajena.
— Yo soy horrible para el amor y creo que ya lo he demostrado... Pero si me das una oportunidad... Solo algo de tiempo. Entonces puedo aprender a ser la persona que realmente te mereces...
Las palabras que había dicho no habían sido preparadas con anterioridad. Spreen estaba siendo completamente honesto, sin excusas y sin mentiras, porque en esos pocos días había experimentado lo que era una vida sin Roier.
Y era una pesadilla.
Entonces ahora haría cualquier cosa por mantener al chico a su lado. Y si eso significaba cambiar su persona, entonces iba a hacerlo sin dudar.
Pero Roier no pensaba lo mismo.
— ¿Por qué querría eso?
Habló entrecortadamente el menor sorprendiendo al Híbrido.
— ¿Qué?
Preguntó confundido, entonces Roier volvió a repetirlo.
— ¿Por qué querría que cambiaras algo? Hablas mucho de merecer y no merecer ¿Y sabes qué? Me vale verga, Spreen.
Roier aún tenía lágrimas en sus ojos pero se veía inesperadamente molesto. Y Spreen lo escuchó atentamente con una mirada de entre confusión y dolor porque no sabía si Roier lo estaba rechazando o no. El chico no estaba siendo muy claro.
— No entiendo...
Murmuró el Argentino. Y Roier solo soltó su mano, y bufó entre lágrimas para luego propinarle un golpe en el pecho, uno que ni siquiera tenía fuerza.
— Eres un pendejo. ¿No entiendes que me gustas así tal cual? ¿Todo apendejado? No tienes que cambiar nada de ti porque me gusta todo. Y me vale verga lo que tú creas que me merezco o no. Yo te quiero a ti.
Y el menor volvió a darle otro golpe que Spreen ni siquiera intentó esquivar porque estaba muy ocupado sonriendo como idiota.
Pero era verdad. Se sentía muy mal luego de aquel fatídico día pero nada lo hacía olvidar del amor que sentía por Spreen.
Ni siquiera los regaños de Mariana.
Porque nadie había tenido la oportunidad para conocer a Spreen tan bien como él. Porque Spreen le había mostrado su peor lado pero también su lado más hermoso.
Ese lado que a penas se veía cuando Spreen se sentía culpable por las cosas que hacía y quería remendarlas. Cuando quería proteger a sus amigos. Cuando le traía objetos a Roier como si fueran una especie de trofeos. O su parte favorita, cuando Spreen volvía de sus aventuras y le narraba cada momento a Roier de forma emocionada. Tan entusiasmado como un niño pequeño.
Esas y muchas más eran las razones que lo enamoraban.
— Solo quería que te disculparas y te confieses. Solo quería eso porque te comportaste como un imbécil. Pero por más imbécil que fueras, en ninguno de estos días dejé de amarte.
— ¿Me amas?
Roier instintivamente se calló de forma abrupta al escuchar la pregunta de Spreen. Pero no debía avergonzarse de algo que era tan obvio.
Y Spreen simplemente quería que lo repitiese.
— Sí, te amo.
El corazón del Híbrido se estremeció al escucharlo, y se acercó un poco más quedando a centímetros del más bajo provocandole nervios.
— Yo también te amo.
Y ese era el momento más feliz para Roier. Ya no importaba nada más. Solo ellos dos.
Pero aún así quiso preguntar algo.
— ¿Y no vas a arrepentirte?
Spreen tomó un largo respiro antes de responder:
— No puedo arrepentirme de lo mejor que me pasó en la vida.
Y eso fue suficiente para que Roier sonriera como nunca y se lanzara a los brazos del mayor, atrapando sus labios en un fugaz beso.
Spreen lo sostuvo por la cintura mientras el más joven envolvía sus brazos por encima de los hombros ajenos.
Pero el beso no duró mucho cuando dos chicos llegaron vitoreando por el logro de ambos.
— ¡Por fin! Pensé que nunca pasaría.
Habló Mariana, provocando que los amantes se separaran entre risas.
— Ya ¿Y pa' cuando los anillos?
Preguntó ésta vez Quackity mirando a sus dos amigos.
— Tranquilo, Patito. Despacio. —Respondió Roier aún abrazado a Spreen, y volteó a ver al mismo para decir lo siguiente.— Iremos lento... ¿Verdad?
Spreen asintió en respuesta, soltando un suspiro al pensar que tenía a la mejor persona a su lado.
Y claro que irían despacio. Roier esperaría pacientemente a que Spreen se acostumbre a cada paso. Porque sabía que todo esto era muy nuevo para él y no quería agobiarlo, ni mucho menos arruinarlo.
— ¿Cómo se te ocurrió lo de las flores?
Consultó Mariana, observando todas las Amapolas que los rodeaban.
Spreen iba a contestar pero Quackity lo interrumpió.
— Fue gracias a mi. Lo sé, soy el mejor.
Roier y Mariana rieron por la respuesta mientras el Híbrido de Oso puso los ojos en blanco.
— En realidad sí, fue gracias a Quackity y también a Juan.
— ¿Le pediste ayuda a Juan?
Preguntó Roier sorprendido de pensar que había tenido que contactarse nuevamente con el Hechicero solo por él.
— Sí, estaba desesperado.
Ambos chicos rieron pero fueron vistos por dos miradas confundidas.
— ¿Y quién vergas es Juan?
El mitad Oso abrió la boca a punto de responder la pregunta de Quackity cuando cayó en cuenta de lo que realmente había hecho. Entonces volteó a ver a Roier con una mirada de terror buscando ayuda, pero éste lo miró de la misma manera.
Esa iba a ser una larga historia...
THE END (?)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro