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Un error.

Mi noche del sábado fue una de las más tranquilas de mi vida, solo cenar y dormir, pero ahora son las cinco de la mañana y es hora de salir a trotar, así que me arreglo con ropa deportiva, una cola alta en el cabello y salgo, solo para conseguirme con el idiota de Antonio, haciendo un desastre en la entrada porque no logra abrir la puerta principal para irse.

Por supuesto que durmió aquí, nada como que te paguen la habitación y de paso te den sexo, ¿no? 

Es un descarado. 

Me acerqué sin ocultar mi desagrado e indignación, él fue por unos días nuestro instructor y absolutamente todo el mundo sabe que es caso y que tiene un bebe.

Agarre mis llaves, su sonido, lo alerto de mi presencia, no parecía apenado... ¡Descarado!

—¿Qué haces despierta a esta hora? —dijo intrigado.

—Saldré a trotar —respondí con la voz más seca que me ha salido en mi vida.

Ni que fuera asunto de él, de paso metiche, abrí la puerta y le di paso para que saliera primero.

—Adelante.

—Muchas gracias —dijo saliendo.

—Ni lo mencione —por favor de verdad, jamás lo mencione, pensé.

—De verdad eres muy disciplinada —dijo mirándome mientras cerraba la puerta con llave.

—¿Sabe que yo? —dije mirándolo a los ojos— una amiga sobre protectora y con eso en cuenta, tenga siempre presente que hiere Agatha y —dije acercándome a él— lo patearé tan duro que las bolas le saldrán por la garganta ¿le queda claro? —estoy furiosa y él sorprendido.

—Vaya, vaya, si la gata tiene garras —me dice con cinismo, le respondo con una sonrisa amplia.

—Créame que mejor no averigua que más tengo —dije antes de colocarme los audífonos y comenzar a trotar.

El recorrido me tomo cuarenta y ocho minutos, nada mal, me siento orgullosa de mí, llego al departamento, desayuno, me ducho y me relajo en la cama con la música a todo volumen, el día transcurre sin novedades, hasta la noche, mi compañera de armas Dana me llama para invitarme un poco más tarde por unos tragos y a bailar, solo nosotras dos, me siento tan aburrida que, aunque no es que seamos las más cercanas me digo ¿Por qué no? Tengo mucho sin ir a bailar.

Dana es la típica chica que hace de todo para los superiores, suponiendo que con eso logrará beneficios, pero aún no termina de aprender que esa técnica no le está funcionando, lo único que ha logrado que sus compañeros hablen feo de ella, pero no es mi asunto, la verdad es que no es mala persona; me arreglo con mis pantalones ajustados al cuerpo azul eléctrico, con una blusa negra sin mangas, pero cuello alto, termino con el cabello suelto y zapatos de plataforma negros, no tengo un espejo cuerpo completo, pero sé que me veo impresionante.

Me llama para informarme que ya llego a buscarme, rápidamente me coloco labial rojo y salgo, a penas me ve abre los ojos de par en par.

—Madre mía niña, estás guapísima, por ti nos van a brindar los tragos hoy.

Simplemente, me rio, ella no está nada mal, viste con jeans claros y una blusa floreada, cabello suelto, con un maquillaje bastante simple y zapatillas bajas.

—También te veo muy guapa —dije cerrando la puerta con llave— ¿lista?

—Por supuesto —dijo tomándome del brazo— vámonos que la noche es joven.

Caminamos hasta un bar al aire libre, desde la calle se escuchaba la música a todo volumen, no tenía mucha iluminación, tampoco muchas mesas, las cuales no tenían sillas, pero no nos importó, nos ubicamos en la mesa de la esquina, Dana pidió un tobo de cerveza y yo una cuba libre.

—Qué exquisita amiga —me dijo en burla, al ver mi trago.

—Perdona es que realmente no me gusta la cerveza.

—No te preocupes —dijo entre risas— vamos a bailar —dijo halándome de la mano.

No, nos alejamos de la mesa, por razones obvias, con el pasar de los minutos Dana se había tenido que pedir otro tobo de cerveza y yo ya llevaba cuatro cubas libres, la música estaba excelente, no me impresione, mucho menos moleste cuando mi amiga comenzó a bailarme muy cerca, de forma provocativa, restregaba sus caderas contra mi abdomen, estoy segura de que en sus acciones no había malas intenciones, así que la deje, incluso estaba disfrutando, coloque mis manos sobre su cintura, acoplando mis movimientos a los de ella, parecía poseída.

Pero toda la magia murió cuando vi entrar al bar al teniente Alfonso, junto con el teniente Antonio y dos tenientes más, rápidamente me separe de Dana, justo a tiempo porque estos nos vieron, de hecho, juraría que entraron buscándonos, Alfonso fue el primero en llegar a nuestra mesa.

—Buenas noches, preciosas damas, ¿Qué hacen aquí tan solas? ¿Nos podemos unir a ustedes? —pregunto con gesto malicioso.

Quería decirle que no, que se largara, pero...

—Por supuesto que si mi teniente de Fragata, aquí afuera, somos amigos —dijo Dana contoneándose.

—Estoy de acuerdo —le respondió acariciando la cadera de mi amiga, notoriamente ebria.

—De hecho, creo que ya se nos hizo tarde, en unas horas tenemos que estar de vuelta en la unidad —dije bastante seria.

—No es en unas horas, recuerda que tenemos franquía hasta las cuatro de la tarde por el evento de los buques —dijo Dana casi a rastras.

—Mi teniente, esta chica es realmente disciplinada —comento el metiche de Antonio— ¿Sabía que incluso en sus días de franquía sale a trotar en las mañanas?

Impertinente...

—No lo sabía, pero... ¿Tú como lo sabes?

Perfecto Antonio, eres un verdadero imbécil ¿Cómo vas a explicar ahora que lo sabes porque te culeas a una aspirante cuyo departamento está en el mismo edificio que el mío? Por supuesto, aplico la táctica del "no escuche, me voy a bailar". Cuando desapareció de nuestras vistas, me miro y agrego.

—Al menos termina tu trago linda, no te preocupes.

Por supuesto que me preocupo, pero no iba a dejar a Dana sola, así que me escude tras la mesa y levante mi trago en señal de supuesta aprobación. Mi amiga y el teniente de Fragata bailaron demasiado juntos para mi gusto, yo, por otra parte, no volví a moverme de la mesa, pero uno de los otros dos tenientes que jamás se presentaron me invito otro trago, trate de rechazarlo con cortesía, pero me dijo que ya estaba pago, que si no lo tomaba sería un desperdicio, automáticamente pensé será un desperdicio por idiota, porque nadie te mando a comprarlo.

Realmente no iba a tomarlo, me importa madres si se ofende, pero el tiempo pasaba y estaba cada vez más aburrida, así que comencé a tomar sorbos del trago, poco a poco, por fin vi en la pantalla de mi celular que eran las dos de la mañana, ¡hora de irse Dana quiera o no!

Pero en lo que fui a moverme de la mesa, el mundo entero me dio vueltas, las fuerzas de mis piernas desaparecieron parcialmente y mis pensamientos eran lentos, carajos había bebido mucho sin moverme, no me di cuenta de que ya me estaban pegando.

De inmediato sentí unos brazos rodeando mi cintura y escuché una voz que sonaba a lo lejos.

—Tranquila mejor ya nos vamos a casa —carajos era Alonso, ¿verdad?

—¿Qué paso? —esta nueva voz era femenina... Dana.

—Parece que alguien bebió un poquito de más —risas— mejor nos vamos ya.

—Que lastima —nuevamente Dana.

—Tú también ya tomaste suficiente, las llevaré a sus casas.

No, no quiero que sepas donde vivo... no quiero, sentí como avanzaba, de vez en cuando lograba enfocar y ver el camino, efectivamente íbamos hacia la residencia ¿Cómo sabe dónde es? ¿Dónde está Dana? No la escucho.

Sé que Alfonso me habla, pero la verdad no comprendo sus palabras, siento ganas de reír, aunque no sé por qué.

—¿Dónde están tus llaves?

—¿Qué llaves? —pregunto.

—Las llaves de tu residencia preciosa.

—No me llames preciosa —digo sacándolas llaves de la parte de atrás de mi pantalón— ¿Dónde está Dana?

—En su casa, durmiendo —escucho la puerta abrirse.

—Ya puedes irte —digo empujándolo, me suelta levemente, pero me vuelve a llevar hasta su cuerpo, el mío se siente como una papeleta.

—No te puedo dejar así, te llevaré hasta tu cama.

—No quiero.

—Vamos, no seas necia —dijo haciendo más fuerza contra mí.

Escuche nuevamente una puerta, estábamos en mi departamento, rápidamente ubico la habitación y me soltó sobre la cama, caí desplomada.

—Ya puedes irte —repetí.

—¿En serio vas a botarme a la calle a esta hora, después de traerte?

—Sí —dije sin pensar.

—Vamos, no seas mala conmigo, dormiré a tu lado, ni siquiera me notarás.

—No, quiero que te marches.

Mis ojos no enfocaban del todo bien, mis pensamientos estaban aletargados, pero estoy segura de ver como se quitaba la camisa, dejando expuesta su barriga de cervecero, rápidamente intenté buscar mi celular, Agatha está en el piso de arriba, recordé, pero justo cuando lo sentí entre mis manos, él llegó hasta mí, quitándomelo.

—¿Qué haces preciosa?

—Ya te dije que no me llames así, mejor vete.

Demonios necesitaba enfocar la vista, necesitaba pensamientos coherentes, pero ni mis ojos ni mi cuerpo reaccionaban como yo deseaba. No puede ser, a este paso, este sujeto va a aprovecharse de mí.

Escuche otra puerta, ¿la del baño? ¡El baño esa puerta tiene seguro! Tengo que llegar a ella.

—Tengo que ir al baño —dije arrastrando las palabras.

—¿Si yo te ayudo? Dijo subiéndose a la cama conmigo— ven vamos a quitarte esto primero dijo desabrochando mi pantalón.

—Infeliz

—No seas grosera, mira que te estoy ayudando —dijo quitándome los zapatos y halando el pantalón por las piernas hasta quitármelo por completo, dejándome solo con las pantaletas.

Piensa en algo rápido mujer, piensa en cualquier cosa, logré a tropezones salir de la cama, aún no podía enfocarlo bien, pero sentí sus manos en mi cintura, deslizándose por mi abdomen.

Asco.

Me da asco, quiero vomitar. Siento la impotencia, el pánico y el miedo, todo junto, mezclado con todo el asco del mundo, mientras él toca mis muslos, es un tacto suave pero asqueroso.

—Muero por ver tus pechos, por saborearte toda, voy a poseerte como ningún otro hombre lo ha hecho —sus manos volvían hacia mis caderas— te han dicho que eres una mujer hermosa.

Hay un breve silencio, creo que me observa.

—Realmente eres muy hermosa, tan hermosa y mía.

—Jamás seré tuya — sentencié, no lo soporto más, creo que voy a...

—Vaya que eres mal agradecida.

De repente lo veo, si puedo verlo, mientras siento como mi cuerpo expulsa todo lo que hay en mi estómago.

Rápidamente, él me suelta mientas, grita improperios como un loco, veo la puerta, veo mi teléfono, solo fueron unos segundos, pero lo vi, él debe estar muy distraído, porque aun con todo mi letargo logro tomar el celular y entrar en el baño cerrando la puerta con el seguro que gracias al cielo es solo un botón a presión.

Rápidamente, siento el golpe en la puerta.

—¿Qué haces preciosa? Vamos, sal de ahí.

—¡Lárgate! —le grito.

—¿A caso estás loca? Ya estoy aquí, no me voy a ir.

—¡Llamaré a la policía! —le vuelvo a gritar.

—Perra, agarraste el celular —dice mientras vuelve a golpear la puerta una y otra vez— vale, está bien tú ganas —me grita— no me puedo ir así, me vomitaste la camisa, déjame entrar, me limpiaré y me iré ¿te parece?

—¡Lárgate! —grito una vez más.

Sé que no estoy pensando con claridad, comienzo a llorar, no puedo controlarlo, siento que se me tranca la respiración por el llanto, la habitación se llena de gimoteos incesantes, pero casi inaudibles... demonios ¿Cómo paso esto?, no sé cuánto tiempo tengo en el suelo, mis ojos se cierran solos, el frío del piso desaparece, cuando de pronto escucho una voz familiar ¿me quede dormida?

—¿Adelyn? ¡Adelyn! ¿Dónde estás?

La voz no me sale, es Agatha lo sé, pero ¿Qué hora es? Quería avisarle que tuviera cuidado, que él estaba ahí.

¿Estaré soñando?

—¡Adelyn! No me digas que te fuiste, ¡quedamos en desayunar juntas hoy!

—Aquí... —era imposible que escuchara mi voz...

Todo es su culpa, me las pagará, no tengo ni idea de cómo, pero esto no se quedará así.

Mis ojos se cerraron por completo, mi cuerpo fue arrasado por una fuerza intangible... el mundo desapareció.    

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