Tu secreto, mi juego.
Fue al salir que comprendí que no veía a Tabita por ella, ya está afuera del agua con morral, mientras a Mattiu le gritaba el Capitán de Fragata, le reclamaba que la ayudo, lo habían visto y era mi culpa porque después de todo yo se lo pedí, dudo que él solo pensara en algo así, gritaba sobre expulsarlos a los dos cuando Blacwood hablo.
—Mi Capitán de Fragata, disculpe, pero ninguna regla prohibía lo que él hizo y fue una buena manera de demostrar compañerismo, creo que permitirlo solo por esta vez, no sería grave.
El Capitán parecía meditar sus palabras.
—Lo pensaré, mientras Batista harás flexiones hasta que finalice la prueba —sentencio— y para quien intente lo mismo de ahora en adelante, garantizo su expulsión también —grito, mientras el teniente Blacwood me miro con atención.
—Entendido mi Capitán de Fragata —Mattiu lucia tranquilo, regio, no estaba preocupado.
La prueba culminó con dieciocho aspirantes expulsados.
—Batista, tú y tu compañera están a salvo solo por eta ocasión —dijo antes de irse.
El día fue largo, intenso... se sintió interminables, estábamos en hora libre, los expulsados ya habían comenzado a marcharse, muchas lágrimas y demasiado drama para mi gusto, Agatha preparaba café a escondidas, cuando me acerque a Mattiu.
—¿Estás bien? — pregunté con sincero interés.
—Por supuesto, solo con los brazos un poco adormecidos, la verdad —tenía la vista perdida en el océano— muchos aquí sueñan con estar ahí.
—No creo, somos profesionales, terminaremos en áreas administrativas, si quisieran estar allá, debieron ir a la academia Naval.
—Vaya, tú si estás clara —parecía sorprendido.
—Investigué la teoría antes de entrar —dije mirando el mar.
—Muchos tratarán de especializarse en cursos para no ser administrativos.
—Es posible.
—¿Qué harás tú?
—Aún lo estoy pensando —dije mientras pensaba en que podría especializarme en pilotaje.
—¿Alguien va a querer café? —pregunto Agatha, no demasiado duro.
—¡Yo! —gritamos Mattiu y yo al mismo tiempo.
—Addy ¿tomas café? —dijo sorprendido, mirándome.
—No —respondí entre risas— pero tengo una deuda que pienso saldar con esa taza.
—Entiendo —dijo riéndose— afortunado —susurro.
No quise prestarle atención a ese último comentario, tomé la taza y con paso rápido me dirigí a una de las oficinas más grandes de la base, en la puerta una placa dorada señala que estoy en Commander, U.S. Pacific Fleet, lo que quiere decir Oficina del comandante de la Flota del Pacífico.
Aquí se supervisan las operaciones navales en el área del Pacífico y el Índico, tienen responsabilidades sobre una gran cantidad de activos navales, incluyendo buques de guerra, submarinos, aviones y fuerzas anfibias. Su función principal es asegurar la preparación y la capacidad operativa de las fuerzas navales asignadas a la Flota del Pacífico, así como garantizar la seguridad y el cumplimiento de las misiones asignadas en el área de su jurisdicción.
Toque la puerta y un sargento me abrió.
—Buenas, busco al teniente de Navío, me han ordenado traerle esto —dije tranquilamente.
—Claro mi aspirante, su oficina está al final de este pasillo —dijo señalándome el camino.
—Muchas gracias.
A medida que avanzaba, comenzaba a sentir que me estaba metiendo en camisa de once balas, sensación que se evaporó cuando lo vi, imponente, majestuoso, tenía la mirada perdida entre una gran cantidad de papeles.
—Buenas tardes —dije en tono coqueto.
De inmediato levanto la vista y me sonrió, dándome a entender qué podía pasar.
—Buenas tardes, aspirante, ¿a qué debo el honor de su visita? —pregunto mientras soltaba los papeles.
—Me tomé el atrevimiento de traerle esta taza de café, creo que se la debemos por lo de hoy —digo acercándome a su escritorio.
—Muchas gracias, a ti te acepto lo que sea —dijo rozando mis dedos con los suyos al tomar la taza caliente.
—Cuidado con lo que dice mi teniente de Navío porque podría creerle —mi coquetería se está saliendo de control.
—Eso, deseo... que me creas —dijo con una sonrisa, pero repentinamente su gesto cambio— fue bastante arriesgado lo que hiciste hoy, debes quererla mucho.
—Así es —dije con la voz baja.
—¿Tanto para arriesgar tu carrera?
—Al parecer —dije restándole importancia.
—Así que ¿este café es tu manera de comprar mi silencio?
—No necesito comprar tal cosa, si fuese a delatarme, ya lo habría hecho —sentencio.
—Ciertamente, aunque todavía estoy a tiempo —dijo con una sonrisa maliciosa.
—¿Esa es su manera de pedir más café o de decirme que desea que compre su silencio? —dije apoyándome sobre el escritorio.
—¿Crees poder comprar tal cosa? —dice levantándose de su silla y acercándose a mí.
—No sé si pueda, pero sé que podría intentarlo —confieso mientras muerdo sutilmente mi labio inferior.
—Oh, Addy parece que buscar subir la temperatura de mi oficina —dice sin quitarme la vista de encima.
—Estoy dispuesta a aceptar el desafío, mi teniente.
Me acerco más lentamente a Liam, disfrutando de una tensión palpable entre nosotros, sintiendo su respiración en mi rostro, la electricidad recorre mi cuerpo y culmina en mi vientre. Él se inclina hacia mí, susurrándome al oído.
—Interesante, creo que tienes potencial para lograrlo —su mirada está cargada de picardía, acaricia suavemente mi mejilla y continua— tal vez podríamos disfrutar de un pequeño desvío del deber, después de todo ¿Quién soportaría tantas reglas cuando hay tanta química?
Liam se acerca aún más, sus labios rozando ligeramente la mejilla.
—Ah, Addy, sabes cómo hacer que el trabajo sea mucho más emocionante, pero recuerda, este juego tiene sus límites... al menos por ahora.
—¿Límites? No sé de qué hablas —le susurro con una sonrisa traviesa— solo estoy interesada en explorar hasta dónde podemos llegar antes de que...
No pude terminar la frase porque sus labios se apoderaron de los míos, no era un beso suave, delicado, mucho menos romántico, todo lo contrario, desbordaba pasión, deseo y lujuria, el condenado escritorio sobraba entre nosotros, estaba a punto de subirme a él cuando... escuchamos la voz del teniente Tobías.
—Buenas, busco al teniente de Navío Blacwood.
«Demonios, yo no debería estar aquí.»
Nos separamos de inmediato y viendo mi cara de terror, dijo.
—No te preocupes, sal de aquí en diez minutos, con calma —mientras le daba la vuelta al escritorio, con una gran sonrisa —por cierto, espero verte libre este sábado en la franquía, creo recordar que hablamos de un helado— dijo antes de salir, dejándome estática.
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