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Coqueto.

No sé cómo lo hizo, pero verdaderamente, el teniente de Navío cumplió con su palabra, tuve tres horas completas para revisar y reparar los dos helicópteros, después de eso me enteré de que se había llevado a su oficina a tres compañeros de mi curso a quienes coloco en lugares diferentes durante las mismas tres horas, tantas molestias para guardar mi secreto.

Siendo cualquier otro oficial, se habría forrado cualquier petición de mi parte, aunque estoy segura de que, si el Contralmirante le pregunta, me entregará, no podría culparlo por eso siendo sincera.

Esto me pasa por bocona, por más nada, por estar alumbrando, pero solo Dios sabe cuánto bien me han hecho estas tres horas, sin gritos, ni ordenes, tocar las piezas, sentir el interior de esta máquina, es indescriptible, estaba terminando cuando escuche una de las puertas abrirse, tras de mí.

—Te traje agua, no has tomado nada desde que comenzaste —dijo acercándose a mí con un termo.

—Muchas gracias —dije aceptándolo y bebiendo un buen trago de una vez.

El agua estaba fría, sentí como recorría mi faringe hasta llegar a mi estómago, era una sensación extremadamente placentera, Blacwood no me quitaba los ojos de encima, estaba horrible, me había quitado la guerrera, que es la chaqueta del uniforme diario, estaba toda sucia y sudada.

—Cuando termines puedes utilizar el baño de mi oficina para bañarte antes de volver al soñado, si no se darán cuenta de quién es el mecánico nuevo —dijo esto último en tono jocoso— y no queremos que eso ocurra.

—Muchas gracias.

—No tienes nada que agradecer, vería darte las gracias, al parecer has salvado mi evento preferido del año, mañana se exponen los nuevos buques asignados y se hace un pequeño espectáculo con estas bellezas —dijo mirando y tocando el helicóptero donde yo estaba recostada.

—Son máquinas magníficas, realmente —dije mirando lo mismo que él.

—Pero hay cosas mucho más hermosas —cuando voltee para mirarlo note que me estaba mirando a mí, acaso... ¿Me está coqueteando?

—¿Cómo qué? —dijo con los ojos clavados en los suyos.

Y hay estaba una vez más esa maravillosa sonrisa, decorada por dientes perfectos, con labios carnosos, me recosté contra el helicóptero, sintiendo el calor del motor bajo mi espalda, era como si estuviéramos creando nuestra propia burbuja de complicidad a escondidas del mundo.

Dicen que las cosas prohibidas son mejores y eso de admitir es completamente real, este hombre es la viva imagen del diablo, la reencarnación del pecado y que bueno que no le temo al fuego eterno, ardería por más de mil años solo por una probada. Su mirada intensa y las insinuaciones en sus palabras me hicieron temblar ligeramente.

—Entonces ¿Cosas más hermosas? —repetí, tratando de mantener la compostura y jugar su juego— Supongo que depende de cómo definas la belleza.

Él sonrió, ahora con un gesto que destilaba picardía.

—La belleza está en los ojos del que mira —respondió, acercándose un poco más a mí— Y en este momento, mis ojos solo pueden ver una cosa.

Mi corazón dio un vuelco ante sus palabras y la tensión en el aire se hizo palpable, sentí un cosquilleo en mi piel mientras nuestras miradas se encontraban, había una electricidad entre nosotros que no podía ignorar.

—teniente, ¿insinúa lo que creo? —dije con picardía.

—No insinuó nada, señorita Steele.

—¿Así que ya no soy la aspirante? —dije con una sonrisa amplia.

—Por supuesto que lo eres —dijo endureciendo un poco el gesto y alejándose...

«Que lastima», pensé.

—Parece que prefieres que nos mantengamos profesionales —dijo, tratando de resistir la tentación— tiene razón, probablemente sea lo mejor.

—Aunque es tentador dejarse llevar, somos militares y debemos seguir las normas —dije elevando un poco los hombros, con gesto inocente— aunque mañana temprano saldré franca y que bueno que en la calle este tipo de normas no existen, ¿o me equivoco?

Él asintió, pero el brillo travieso en sus ojos no desapareció.

—Tienes razón, aspirante. Las normas son importantes —dijo en tono conspirador—, pero a veces, es divertido jugar al límite.

Una sonrisa traviesa se formó en mis labios, sabía exactamente a qué se refería, indudablemente ambos estábamos disfrutando de ese juego de seducción, de la tensión palpable, aunque no soy tonta, no puedo arriesgarme a cruzar la línea y hacer algo íntimo, después de todo, solo yo tengo las de perder, podrían expulsarme del curso y perder todo lo logrado en estos meses, el máximo recibiría una sanción y como si nada, sin embargo, estoy más que dispuesta a disfrutar de la complicidad y la atracción que se generaba entre nosotros.

Continuamos charlando y coqueteando, compartiendo risas y miradas cómplices. Cada gesto y cada palabra alimentaban esa chispa que se había encendido entre nosotros, era una danza peligrosa, pero también emocionante.

Finalmente, el teniente de Navío se alejó, rompiendo momentáneamente la tensión.

—Debo ocuparme de algunas tareas pendientes —dijo, pero su mirada sugerente dejó claro que esto no había terminado —Así que, aspirante, la veré mañana en la exhibición de los nuevos buques.

—Los aspirantes no estamos invitados, mi teniente de Navío —dije con una voz más dulce de lo que pretendía.

—Ahora sí —agregó, guiñándome un ojo antes de alejarse.

Quedé allí, apoyada en el helicóptero, con la adrenalina corriendo por mis venas, aquel encuentro había dejado una marca imborrable en mi mente. La pasión y la atracción seguían vibrando en el aire, y aunque no pudimos dar un paso más allá, sabía que esta historia estaba lejos de terminar.

Media hora después culminé mi trabajo, realmente estaba hecha un asco. La noche envuelve la base militar con su manto oscuro, el viento helado azota mi rostro mientras avanzo, iba a escondidas hacia las oficinas de Blacwood para limpiarme cuando...

—¡Oye aspirante! —por supuesto que era conmigo, no había nadie más en esta área desértica, ya era tarde, seguramente era uno de los instructores buscando a los extraviados

Aunque por la hora, ¿no deberían estar todos en formación? ¿Quién demonios está fuera de la formación nocturna?, gire para ver quién me hablaba, más vale que no sea un subalterno queriendo dárselas de gracioso conmigo, hay poca luz, por lo que puedo notar la silueta, pero jamás ver su rostro a la distancia.

—Ordené —dije tratando de verle.

Camino hasta mí, con paso lento, pero seguro, cuando estuvo lo suficientemente cerca para que la luz me ayudara, descubrí que era el teniente que estaba pilotando el helicóptero hoy durante el pequeño incidente del día, apostaría un brazo a que no está en formación gracias al susto.

—Quería agradecerte personalmente por lo de hoy, siento que de alguna forma salvaste mi vida —dijo en un tono muy bajo, al parecer no quiere que nadie se entere, la verdad yo tampoco.

—No tiene nada que agradecer mi teniente.

—Joseph, soy Joseph.

—Mucho gusto —dije con una pequeña sonrisa, no es feo, pero tampoco me atrevería a decir que es atractivo.

—¿Puedo saber tu nombre?

—Aspirante Steele —dije con seguridad.

—No, no, me gustaría saber tu nombre, no tu apellido... bueno tu apellido también... por cierto es muy lindo.

¡Ay no! Se las está dando de coqueto conmigo, aquí y ahora, yo debería estar corriendo para ducharme a escondidas aprovechando la formación nocturna para encontrarme con los tres compañeros que el teniente de Navío escondió para cubrirme y luego irnos a dormir, después de todo estoy segura de que nadie estaba en esta unidad tan cansada como yo hoy.

—Adelyn Steele —dije tratando de cortar este mal rollo lo antes posible—, disculpe mi teniente, no deseo ser descortés, pero debo retirarme.

—Por supuesto, lo entiendo, disculpa por robar tu tiempo, solo quería agradecerte personalmente y decirte que si no digo todo lo que hiciste hoy es porque el teniente de Navío ha dado la orden de que...

—Lo sé —dije cortándole— no se preocupe el teniente de Navío, se lo ha pedido por mí, la verdad prefiero que nadie lo sepa y agradecería muchísimo que guarde el secreto.

—Por supuesto, si eso deseas —dijo un poco descolocado.

—Ha sido todo un placer, pero realmente debo marcharme ya, buenas noches —dije volteándome para correr.

—Hasta luego —dijo un poco más alto.

Corrí con todas mis fuerzas, llegue a las oficinas, ubique el pequeño baño y descubrí con sorpresa que Blacwood me había dejado toalla y una franela nueva, eso me hizo sonreír, me bañe a toda prisa, sin mojarme el cabello, lo peine con los dedos y me vestí a la velocidad de la luz, para cuando salí el silencio reinaba en el lugar, mire la hora, tal parece que la formación nocturna se ha extendido.

Una hora después apareció Blacwood en la puerta, me miró fijamente.

—Vamos por tus compañeros —dijo secamente.

—¿Se encuentra bien mi teniente? — pregunté curiosa.

—Odio, recibir halagos que no son míos, espero sinceramente que no se repita.

—Muchas gracias —dije un poco apenada.

—No te preocupes. No es tan grave, solo es un poco desagradable, ahora resolvamos esto, sin que ustedes terminen en problemas.

—De acuerdo —dije con una leve sonrisa.

El teniente abrió las tres puertas y mis compañeros Díaz, Romero y Sosa salieron, ninguno dijo nada, Blacwood nos agradeció a los cuatro por la ayuda y el mismo nos acompañó a los respectivos sollados, la teniente Cass no estaba nada contenta conmigo se le notaba, pero lo confirme cuando la escuche decirme.

—¿Disfrutaste tu día? Qué buena escapada te has dado, ¿no? Tienes dos minutos, en ese tiempo subiré y más vale que ya estés acostada.

—Entendido mi teniente.

No iba a discutir por esta mujer, no valía la pena y ya quería dormir. 

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