Cass
Así no soy ni tonta, ni mala, después de todo lo que se merece realmente es un cero. Finjo culminar a las ocho y media, calculando que ya debió concluir la formación nocturna, rio al pensar que me he librado de dos plantones, dos formaciones y unas cuarenta vueltas al patio principal. Pase el día en la oficina con paredes de vidrio que separa el ambiente donde están nuestras literas y el camarote de Cass.
Vi a las aspirantes correr, con segundos contados para ducharse, cambiarse, volver a cambiarse, seguir corriendo, sus caras de frustración, entrando a la habitación, conscientes de que solo tienen unos minutos antes de un plantón nuevo coordinado por Tabita.
No puedo evitar pensar en que esa niña tiene la resistencia más grande del mundo, los instructores constantemente están sobre ella, haciendo sufrir mucho más que al resto y dejando grandes esfuerzos en que sus compañeros nos enfademos tanto que seamos nosotros quienes quebremos su espíritu, groso error.
Aquí todos vinimos a lo mismo y son pocos los que están dispuestos a colaborar para destruir los sueños que compartimos, además, mientras estén enfocados en ella, el resto de nosotros es prácticamente invisible.
Efectivamente, no recibo ni las gracias, le explico un poco el tema a Cass para liberarla de su ignorancia y cuando mis compañeras aparecen por la puerta, me dispongo a salir para aprovechar mis horas de sueño, sin contratiempos.
Inicio del mes cinco, no he visto mucho a Blacwood y cuando lo veo, conmigo es hostil, a pesar de que cumplo con todas sus exigencias, tras observar mis logros veo respeto y reconocimiento en sus ojos, pero eso dura solo unos segundos, su sonrisa se convirtió en un lejano recuerdo, mientras Tobías se ha convertido en mi instructor—guardián, siempre está pendiente de todo lo que hago y digo, me salva de cualquier regaño, incluso de uno que otro plantón que no guie él, evita que oficiales me pidan favores, por supuesto me los pide él.
Algo bastante peculiar que noto es como el teniente Alfonso, desde que regreso, parece evitarme, ya no me grita, no me busca, ni me reclama, por el contrario, cuando en público cuando se me acerca, se ríe solo, es como si aparentara que nos llevamos bien, que somos amigos, aunque literalmente habla solo.
El ambiente del curso comienza a sentirse pesado para mí...
Es martes, segunda semana de nuestro quinto mes y no logro conciliar el sueño, son las once y media, pero no dejo de dar vueltas en la cama de arriba de la litera, no estoy pendiente de mi entorno, estoy sumida en mis propios pensamientos, cuando un fuerte ruido llama mi atención.
Algo, ¿se ha caído? Me siento en la cama, estoy absolutamente segura del ruido, fue demasiado fuerte como para que este solo en mi cabeza, miro a todos lados, pero todo está en paz, miro el inicio del pasillo que lleva a la puerta de salida y al baño compartido, tal vez fue la muchacha que está de guardia, que no aguanto y fue al baño.
Estoy a punto de volver acostarme cuando, nuevamente ruidos extraños, vienen del baño y como buena gata que soy, voy directo a morir ante la curiosidad.
Mis pasos son lentos, pero seguros, no quiero hacer ruido, quiero más bien descubrir lo que los causa, estoy cansada de los cuentos espectrales de las instalaciones, no creo en eso, para mí si el alma de un muerto pudiera hacerse presente o quedarse en este plano, no habría tantos asesinos, tantos psicópatas, para mí todo radica en el poder de tu mente, en la conciencia, que te acompaña toda tu vida sin control.
Llego al umbral del baño sin puerta, está muy oscuro, las luces están prohibidas después de las nueve, los lavamanos quedan a mi derecha, en ellos no hay nada, me asumo para revisar con calma el pasillo de las duchas... nada...
Camino por el pasillo principal hacia los sanitarios, las hileras donde se ubican los cubículos, son la parte más oscura del lugar... nuevamente el ruido, esta vez logro ubicar que viene del fondo y el sonido es de la placa de aluminio de alguno de los sanitarios, acelero el paso, pero con cuidado de no hacer ruido, me asomo en la primera hilera, nada... como imagine es al final, me queda solo la última hilera, nuevamente me asomo con cuidado y ahí está.
Son dos chicas, no logro ver quienes, se están besando con desenfreno, con la más pura de las pasiones, observo como mueven las manos frenéticamente por sobre la otra, poco a poco llegan al piso, no son delgadas, su silueta lo dice...
Pienso en ¡Tabita!
De pronto las luces se encienden, volteo y me encuentro con quien se supone está de guardia en el edificio.
—Aspirante ¿Qué haces aquí? Deberías estar acostada —dice notoriamente molesta.
Es una sargento antigua.
—Lo siento —digo con calma.
Cuando llevo mi vista atrás nuevamente veo lo que ya comenzaba a imaginar Tabita y Gabriela están en el suelo una sobre la otra, petrificadas y desnudas.
—Necesitaba utilizar el sanitario, pero está tan oscuro que no veía bien, me he tropezado y soy consciente de que he generado mucho ruido —digo mientras camino hacia ella— me siento tan torpe.
—Estos baños de noche son una pesadilla —me responde con empatía— pero deberías aprovechar las horas de sueño.
—Por supuesto tiene toda la razón, mejor me acuesto ya —digo finalmente pasando por lado izquierdo.
—Bien —dice aun mirando hacia el pasillo, me da la impresión de que va a ir a revisar.
—Por cierto —voltea de inmediato para verme— ¿Qué tal va la guardia?, ¿es tranquila?
—Por lo general, sí, muy pronto, les asignarán algunas a ustedes, después de la clase de manejo de armamento.
—Eso escuché... estoy ansiosa por eso.
—Mejor no lo estés, después extrañarás el placer de una buena noche de sueño corrido.
—Si, seguramente es así, bueno, no te quito más tiempo, seguramente debes ir abajo por si pasan revista —digo alejándome— y gracias por venir a comprobar, lamento las molestias.
—No te preocupes —dice con una media sonrisa.
La sigo con la vista, hasta verla bajar por las escaleras, me quedo en el pasillo un momento mirando fijamente hacia el umbral del baño, Gabriela es la primera en aparecer, me mira fijamente.
—Gracias.
—No me lo agradezcas —veo a Tabita, viene con la mirada hacia el suelo, supongo que está avergonzada— lo que hacen es riesgoso, deberían tener más cuidado —digo seca.
—¿No vas a delatarnos entonces? —el orgullo de Gabriela nubla su inteligencia, en este instante debería cuidar su tono conmigo.
—¡Claro que no! —dice Tabita— si fuera a delatarnos, lo habría hecho con la de la guardia.
—¿Qué vas a pedirnos a cambio?
La miro curiosa, sigue sin gustarme su tono.
—Los favores como este nunca son gratis en la Naval —sentencia con experiencia.
—Addy no es así, ¡ya para Gaby! —dice Tabita sujetando el brazo de Gabriela y mirándola con súplica.
—Mejor hazle caso y no acabes con mi paciencia y tu buena suerte —digo seca, notoriamente molesta, más por su actitud que por otra cosa— tengan cuidado, la próxima vez no sea yo y no tengan tanta suerte.
Sin esperar respuesta me voy a dormir.
Finalmente, el fin de semana es sábado y gracias al teniente Tobías, no saldré, he sido la femenina afortunada de iniciar con las guardias, asignadas después de la clase de armamento que maravillosamente instruyo Antonio, debo reconocer su maestría con el desarme, arme y mantenimiento tanto del fusil como con la beretta, en mi caso jamás había manipulado un fusil, mi experiencia con armas se limitaba a pistolas y rifles, el masculino afortunado de acompañarme fui Mattiu.
A pesar de ello no se me hizo difícil, disfrute ampliamente la clase y obviamente Tobías se dio cuenta de que no era un tema nuevo para mí, se pasó la clase a mi lado, halagando mi destreza en tono bajo de vez en cuando.
Aun así, en el momento que recibí la primera guardia, a las nueve de la mañana, me sentí nerviosa, pensando en nuestra mala suerte... no pudieron empezarlas el lunes, ¡No! ¿Para qué?, si pueden arruinarnos las franquías. Fui con pereza hasta el parque, que es como llaman el lugar donde guardan todo el armamento.
Una vez ahí, me encontré frente a frente con Blacwood, se veía hermoso, uniformado, elimine cualquier pensamiento positivo hacia él, no sé qué rayos le pasa, pero se ha comportado como un tonto conmigo estos días, así que no seré linda con él, sin embargo, no pude evitar mirarlo, estaba disfrutando de la anchura de sus hombros cuando lo vi... un cordón azul ¡No!, está de guardia.
Dios mío por favor que esté soltándola, que no sea el nuestro oficial jefe de la guardia hoy, reflexioné.
Pero mi mala suerte no se hizo de esperar.
—Steele, tienes guardia conmigo —dijo sin gesto alguno.
Mátenme ahora.
—Qué honor mi teniente de Navío —dije intentando restarle importancia.
Debo admitir que la guardia era tranquila, simplemente tenía que recorrer las instalaciones, revisando que toda la rutina se llevara sin novedades, de hecho, Mattiu disfruto mucho supervisar la cocina, robando comida cada vez que iba, al parecer le cayó muy bien a los sargentos de la cocina.
De vez en cuando veía como Blacwood nos observaba a la distancia, eso comenzaba a excitarme, lo estaba mirando fijamente cuando a su lado apareció Alfonso, el sínico ese levanto la mano para saludarme con una sonrisa, nada más de verlo desaparecí del lugar, con un gesto de desagrado.
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