Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CHAPTER 2

ESPÍRITU DE TIGRE

( 1378 )

      Las puntas de sus pies, ligeramente abiertos, están alineados en una línea imaginaria con dirección al objetivo, uno que tiene un dibujo en rojo, vistoso para el ojo del tirador más diestro en el arte de la arquería. Su pequeña mano sostiene con firmeza el arco, relaja sus dedos al comenzar a temblar en su pulgar e índice, rozándose una vez hacer una nueva inspiración. En la cuerda, sujeta con la segunda falange de sus dedos, donde los primeros presionan la flecha. Estira el brazo, su codo va hacia afuera, a la misma altura y mantiene un segundo la respiración.

     Derecho. Relajado. Derecho.

     Lo repite como le había dicho su hermano mayor. En ese orden. Y le cuesta. Lo reza mentalmente mientras se asombra de la flexibilidad con la que maniobra su contrario, más enfocado que él. Lo contempla de reojo, advertido por estar a punto de salirse de la posición y romper la concentración obtenida.

    A su lado era tan pequeño e inexperto, que sonrío por cómo el sol refleja en la piel lozana de su mayor y le otorga ese aire heroico que le recuerda a su padre. Es de un porte tan digno y noble, que le brinda una pizca de envidia.

     El aire es cortado por su flecha en cuanto actúa, llega a clavarse exitosamente en el centro de la diana marcada con tinta roja. Uno exclama con la fuerza de sus pulmones: ¡Tiro al blanco! No hay espectadores como tal, solo un puñado de hombres que se mantienen impávidos, escuchándose ritmos presurosos de entrenamientos en la lejanía. Cuerpo a cuerpo y espadas chocando entre sí, exclamando gritos impiadosos que desgarraban sus gargantas.

     —¡Increíble, hermano!

     La exclamación y emoción provoca que suelte su flecha, queda la tensión torpe. Floja. Se dispara a cualquier dirección, arrastrándose en el viento hasta caer al suelo, lugar en que se mantiene camuflada entre la tierra y el césped.

    —Te dije que mantuvieras los ojos sobre el objetivo, Yoon Gi.

     El regaño de su hermano, le arranca de su joven boca una risa efímera, sin perder ese entusiasmo fresco y ansioso que solo un niño puede ofrecer. Solo cesa cuando escucha el trote de unos caballos que, está seguro de que pertenecen a su mayor ejemplo a seguir junto a los soldados que fielmente le siguen.

    La adrenalina corre furiosa en su sistema, es fuego puro quemándolo.

     —¡Padre ha vuelto, hermano Seok Jin! ¡Padre ha vuelto!

     El joven Yi Yoon Gi de once años, corrió a hacerle reverencias a su amado padre, abandonando la lección del día sobre no perder su enfoque, objetivo y una flecha. La seriedad del hombre no le quita la expresión risueña, impresionado por como se sumó a la práctica y rompió la primera flecha de su hermano Seok Jin a la mitad con semejante habilidad. La boca del niño se abre, exclamando orgulloso: ¡Tiro al blanco!

     —¿Por qué no estás estudiando?

     El general Seong Gye le da una contemplación severa. El niño sabe que es un amor paternal, que es grande, incluso su preocupación es genuina. Tanto se desborda como cuando había nacido, por eso para Yoon Gi, es imposible olvidarse de su aroma a esa inocente edad-. Deberías estar en casa, no aquí.

    —¡Quiero ser como tú, padre! —Confiesa animado—. Quiero aprender, quiero ser el mejor para acompañarlo en las guerras. Porque lo respetan en estas tierras, señor, y yo también deseo ser respetado como usted.

     —Las guerras... —Un suspiro tenue emana de sus labios—. Supongo que tendré que enseñarte mejor lo que significan, ¿no?

     Ante el sueño confesado de su hijo, el general lo invita a acompañarlo. Hay una mezcla de emociones díficiles de asimilar a simple vista, sin que su mente curiosa comprendiera el porqué es reacio y negado a verlo posicionarse junto a su lado. ¿Es malo soñar con grandeza? ¿Es malo anhelar ser el orgullo y la mano derecha del gran Yi Seong Gye? No entiende. Pero solo le queda entusiasmo, un ardor curioso, y las suplicas de que lo lleve o le enseñe que nunca faltan en cada encuentro.

     Su hermano no interrumpe, viendo a la distancia a un traidor ser arrastrado en cuerdas firmes, unas crueles que atientan contra su piel blanca, maltratada por el roce y la presión del nudo.

     La tarde se cae abrupta; en un suspiro, la noche es un manto negro contemplado de estrellas titilantes. Al rodear la base del ejército, un espacio ancho y repleto de carpas, se encuentran con los soldados que arrastran a quien tildan de traidor, atado, empujado cada cierta cantidad de pasoa y tratado como un animal. Un inferior aún si alguna vez fue un compañero de batalla.

     El aroma a sangre inunda el aire, entonces, es sorprendido el joven por el cuerpo magullado del hombre que es obligado a arrodillarse en el suelo. Pero aún contra su voluntad, lo hizo, se inclinó con ese respeto que muchos le entregan al general a diario. El silencio se vuelve como una mano que asfixia su garganta. Lo deja sin aire.

     Aquel sujeto estaba solo en paños menores, temblando por el frío, con cabellos desordenados de su moño, y una boca seca por la falta de hidratación después de un largo trayecto. Sus días de cautivo han sido torturantes. A cualquiera lo haría enloquecer por la agonía a la que es sometido.

     Un golpe llega, fue la mano del más servicial de los hombres que en su interrogación, no dudó en hostigar al acusado. Sin ápice de piedad. Aparentemente, una carta ha sido enviada a alguien de alto cargo, un ministro, un funcionaro cercano al rey, traicionando al mismísimo Seong Hye por avisar de sus movimientos. La irritación es compartida en el grupo, tanto exclamaciones como exigencias. El pequeño Yoon Gi solo puede quedarse tieso en su lugar cuando su padre interrumpe con su mera presencia. Todos se callan. Todos respetan su ferocidad.

    —No perdono las traiciones —declara frío, sosegado.

     Como un verdadero dokkaebi castigando a un mortal.

     Levanta su espada, la luz de la antorcha realza la belleza del filo; donde tiene los brazos alineados y una clara intención del siguiente paso. Es inquisidor, un verdugo que no anuncia el final de una vida. La cabeza ensangrentada se desprende una vez que corta a la altura del cuello. El cuerpo pierde de inmediato el color de la vida, regando la tierra con la sangre de quien ha faltado la lealtad. Ante tal espectáculo, la mejilla de Yoon Gi se empapa con pequeñas gotas, dejándolo impactado por la bestialidad y pulcritud con la que ejecuta su padre.

     Sus pupilas se dilatan, aterrado comprime su respiración para evitar soltar su grito. Hasta el aire parece temblar de miedo.

     Ha sido presuroso y directo. Templado y sin dudas. Es la primera vez que avista una escena tan terrorífica, demasiado cruel. ¿Tal vez justa? ¿Es justo? Lo único que tiene claro, es que su padre parecía actuar según las ordenes del oscuro dios Yeomra.

     Sus piernas flaquean, da un paso hacia atrás de manera temblorosa. Lamentablemente, descubre que a sus espaldas, su hermano está ahí. Le impide huir o escabullirse hacia cualquier parte de aquel terrible escenario. Si lo hiciera, sería una deshonra. Sería perjudicado por los testigos que de seguro, esperan de él las mismas habilidades en cuanto llegara a la edad adulta. Incluso sus hermanos desearían ver los mismos resultados.

     Así que estudia con temor, sin apartar la visita de la desgarradora imagen del hombre decapitado. Siente su propia sangre correr de forma vigorosa, un veneno en su pecho que no debe de estar. Pero está. Se vuelve pesado. El aliento se le corta, traga sudando al ver como los ojos de la cabeza están abiertos, con una mueca de horror que le hiela todo el cuerpo al creer que le observa. Un entumecimiento que siquiera, le ayuda a mover sus músculos

     Su progenitor se asoma hacia él, sin esmero porque sus piernas eran más largas y resistentes, mientras que su mano parece el de un tigre enorme, y este es pesado, tanto que atrapa su pequeño hombro. Se encoge de miedo. ¿Cómo no temerle al más respetado de los generales? ¿Cómo atreverse a mirarlo a los ojos fieros y penetrantes? Eso solo incrementa su respeto, su anhelo de seguir sus pasos.

     —Con nuestra espada debemos cortar la maleza que nos rodea. Asesinamos personas, Yoon Gi, estamos dispuestos a sobrevivir y luchar con la muerte. La guerra no son palabras. Esto no es un juego, ponemos en un hilo nuestras vidas.

     Esas palabras se quedan en su cabeza. Las escribe en su memoria con tinta. Su padre es más increíble que todas las lecciones de su libro. No quiere estudiar. Está más decidido a recorrer un sendero oscuro como ese, uno en el que el peligro lo llenaría de una adrenalina indescriptible. Se limpia las gotas, contempla el color. De algún modo, sin que sus dedos dejaran de temblar, cree conocer ese sentimiento reprimido en su pecho.

     ¿Por qué debería limitarse a cultivar la intelectualidad pudiendo ser también útil para su nación?

      Se imagina como un personaje importante en la historia al lanzar cortes en el aire. La espada es más grande y pesada qie él, la mueve con toda su energía en medio del terreno del cuartel.

     En pocos días, saldrían del campamento base, su padre irá nuevamente hacia las fronteras para combatir contra las fuerzas mongolas. ¡Qué valiente es!

     «Ojala pudiera verlo», pensó inflado en emoción.

     Mientras es atrapado en su imaginación, otra mano masculina se apoya en su hombro, esto le impide seguir su práctica. Desconcertado, sus ojos se destinan hacia la persona en cuestión. Rápido toma una postura respetuosa, reverenciando al mejor espadachín actual de Goryeo.

    —¿No es mejor que entrene con una espada de madera, jovencito?

    Sus ojos brillaron, vivaces, complacidos que el más capacitado para la lucha, le este dando algunos consejos.

    —¿Me enseñaría su arte de la guerra, señor? ¡Prometo ser su mejor alumno!

     La risa explosiva del hombre se desliza hasta sus oídos, arde en vergüenza por atreverse a pedirle que le enseñe. ¡Qué atrevido! Sin embargo, es el hijo del General, cree tener ese derecho. Debe ser así. Lo exige también su mirada, tornándose más altivo y orgulloso con su superior. Lo reitera porque el hombre le ofrece su espalda, camina adelante con aquella postura galante e imprevista de brusquedad.

     —No acepto díscipulos. —Corta tajante con sus espesa y afilada mirada, aunque divertido él añade: —Además, ya tengo uno en casa y es mi favorito.

     —¡Por favor, señor! ¡Enséñeme, enséñeme! Haga una excepción.

     Lo sigue a zancadas, eleva su espada con intención de atacarlo, no con el propósito de matarlo sino de que vea de lo que es capaz de hacer con tan pocas habilidades. ¿Pero quién sería tan loco como para retar al mejor del país? Solo él, Yi Yoon Gi. Que demuestra que puede ser tan valiente como cualquier otro soldado del ejército o probablemente, que es tan orgulloso como su padre. Él aprendería y aceptaría sus condiciones, o eso es lo que promete en voz alta. El agudo oído del contrario, logra interceptarlo con su espada. Retiene unos segundos hasta apartar el filo, soltando un suspiro tardío.

    —Que terco es... —Apresura a decirle, volviendo a darle la espalda—: Pero me gusta su osadía, joven Yi, tiene el espíritu del tigre tal como su padre. Mañana cuando el primer rayo del sol ascienda, estaré aquí. No se retrase o terminaré por rechazar su oferta.

     Pierde de vista su solemne figura. Su sonrisa se ensancha, así que festeja en solitario como si bailara un ritual íntimo, luego disimula limpiar el sudor de su frente en cuanto ve a su guardaespaldas acercarse. De él obtiene otra buena noticia: puede pasear por el mercado de la ciudad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro