XXVI
Regresó del hospital a las casi doce de la noche.
Se quedó quieto en la entrada.
Bajó su mano que iba directo a poner la llave en la cerradura para abrír.
Había reconocido la voz de su padre y la verdad, no quería verlo.
Guardó sus manos en la comodidad de sus bolsillos y comenzó a caminar por la acera.
De camino hacia un parque cercano no podía evitar recordar todo lo que sus cercanos le habían dicho respecto a Erick cuando este cayó en coma.
"Pobre chico, luce casi como un muerto".
"Sería mejor que dejes de verlo, vas a hacerte daño"
"No pierdas más tu tiempo, estarías mejor solo".
"Busca a alguien más y haz tu vida. Sólo es una persona más del montón"
"Deja de querer hacerte el bueno de la historia yéndolo a ver todos los malditos días".
"Ese muchacho ya está muerto y tú estás muriéndote con él".
"No lo necesitas en tu vida".
"Seguramente si fuera al revés, él te hubiera abandonado hace mucho tiempo".
Presionó sus párpados con fuerza para despejar esos recuerdos y aumentó su paso.
Para toda esa gente era fácil decirle aquellas cosas, nadie estaba en su lugar y nunca habían amado igual que él a Erick.
Y es que, de sólo recordar la cálida sonrisa que Erick le entregaba deseaba volver a tenerlo de esa forma cueste lo que cueste.
Sólo una sonrisa más.
Una risa más.
Un abrazo más.
Un beso más, por favor.
No te lo lleves, Dios, no a él.
17 de diciembre, 2016.
Erick salió de la ducha lentamente.
Tomó una toalla y comenzó a secarse con cuidado.
Hasta el más mínimo tacto le dolía como infierno.
Retiró la toalla y se miró frente al espejo.
Inmediatamente sintió un agrio nudo formarse en su garganta. Sus ojos no tardaron en llenarse de lágrimas.
Su cuerpo estaba delgadísimo. Podía notar algunos huesos con facilidad.
Y también, las marcas.
Todo su abdomen se encontraba morado por la junta de moretones, sus piernas y brazos tenían varios hematomas.
Llevó una mano a su cabello y lo sujetó levemente.
Rompió en un silencioso llanto al ver su mano y encontrarse con una considerada cantidad de cabello.
Miró su cuello, recordando como una semana atrás su padrastro lo había acorralado contra la pared y lo había amenazado con matarlo nuevamente, esta vez, junto a un filoso cuchillo reposando levemente sobre su cuello.
Un día antes, su padrastro lo golpeó de tal forma que se desmayó.
Y para colmo, no hizo nada.
Sólo lo dejó tirado en el suelo del living, como si fuera cualquier cosa.
Daysi sintió morir al llegar a su hogar y encontrarse con el delgado cuerpo de su hijo en el suelo del living, con moretones en su rostro y seguro muchos otros debajo de su ropa.
Erick sentía que llegó a su límite.
No quedaba más tiempo.
Respiró enrecortadamente en busca de calmarse. Terminó de arreglarse y salió rumbo a su habitación.
Tomó su celular y entró al chat con Christopher.
Erick 11:36PM
Hola, amor.
¿Podemos vernos mañana?
Christopher 11:38PM
Hola, cariño.
Claro, ¿Pasa algo?
Erick 11:38PM
Te extraño.
Christopher 11:38PM
Yo también.
Pasaré a buscarte a las 4.
Erick 11:39PM
¿Podemos vernos en la mañana?
Quiero pasar contigo el mayor tiempo posible.
Christopher 11:39PM
Erick, ¿Estás bien?
Erick 11:40PM
Sí.
¿Puedes?
Christopher 11:40PM
Sí. ¿A las 7 está bien?
Erick 11:40PM
Sip.
Nos vemos mañana, te amo.
Christopher 11:40PM
Yo también.
Guardó su celular debajo de su almohada.
Abrió el primer cajón de su mesita de luz tomando la tablita de pastillas que había comprado un mes atrás.
Tomó dos pastillas para los dolores y se acostó dispuesto a dormír.
Despertó sintiendo grandes molestias en su cuerpo, aunque en este punto, era una costumbre.
Tomó una campera y salió con su pijama, no tenía fuerza de voluntad para cambiarse.
Se sentó en la entrada de su casa y se dedicó a mirar la calle en silencio mientras esperaba a su amado.
Tenía miedo de no volver a vivir otra mañana tan fría y tranquila como esta.
Vio una bicicleta a lo lejos e inmediatamente divisó a Christopher.
Se puso de pie y se acercó a la acera.
—Hola, amor —saludó Erick con un tono amoroso y depositó un pequeño beso en sus labios.
—Hola, Erick. ¿A dónde quiéres que vayamos?
—A cualquier lado. Me da igual.
—Eso no me ayuda —Erick sonrió ante su comentario mientras se subía al cañito del transporte.
—Me gustaría ir a un lugar como la vez de la pequeña colina. ¿Vamos?
—¿Contigo en pijama?
—Es un buen outfit.
—En ti se ve maravilloso —dejó un rápido besito en la mejilla lastimada de su chico.
—Gracias.
—No hay por qué, es la verdad. Sujétate que nos vamos a la colina otra vez.
—Okey.
En el trayecto fueron jugando al veo veo, Chris notaba que Erick estaba extraño. Más allá de los dos pequeños moretones en su rostro, Erick actuaba distinto.
Aún con la vista en la calle notaba como de momentos su chico se perdía en sus pensamientos para luego girarse a verlo y sonreírle cariñosamente.
Luego de casi una hora llegaron a su destino. Se metieron entre los árboles para subir a la colina y admirar el paisaje.
—Está tan hermoso el día ahora, qué suerte —comentó Erick mirando a su alrededor con admiración.
—¿Por qué la suerte?
—Porque justo estamos aquí.
—Puedo traerte más seguido si quieres.
Erick se volteó al oírlo.
Sonrió tierno al ver la despreocupada expresión de Christopher, él en verdad no estaba al tanto de la situación.
El chico sonrió y tomó el rostro del contrario, acercó sus labios dando inicio a un lento beso lleno de sentimientos.
Pasaron el resto de la mañana y tarde sentados en la colina, comiendo galletas y charlando.
Erick trataba de lucir de la mejor forma posible, quería disfrutar a pleno la cita con su chico, no sabía si volvería a estar de esta forma con él, si quiera si estaría.
—Gogo está muy inquieta, apenas nos deja dormír —su acompañante rió ligero.
—Deja en paz a mi consentida.
—Cuídala entonces, si tan consentida es.
—Si pudiera lo haría.
—Mmm, es difícil creerte.
—Qué malo —hizo un ademán y Chris sonrió ampliamente.
Y fue en ese momento que Erick realmente sintió temor.
Faltaba poco para que vuelvan a sus hogares y no quería dejar a Christopher.
Le transmitía tantas cosas estar con él y él en sí que sólo quería abrazarlo fuertemente y decirle todo lo que sentía en ese momento, pero no podía.
En esos meses Chris estuvo obteniendo importantes oportunidades con su arte y Erick sabía que si llegara a decirle lo que le pasaba sería capaz de dejarlo todo para centrarse en él, no quería eso, definitivamente no.
Al ver la triste facción del contrario Chris alzó una ceja confundido y preocupado.
—¿Estás bien, cariño?
Y esa fue la pregunta que cayó como gota, inundando el balde donde contenía sus emociones.
Erick rompió el llanto y al instante de sentír como sus emociones iban a salír a flote acercó a Christopher rápidamente para abrazarlo con fuerza. No quería soltarlo.
—... ¿Erick? —consultó inseguro subiendo sus manos a la espalda del contrario, dejando leves caricias.
—Te amo, te amo como jamás he amado a nadie. Eres el amor de mi vida, nunca lo olvides, por favor —pidió dolorosamente.
. . .
Christopher recordaba aquel día y quería golpearse de sólo pensar en por qué no insistió en saber qué le sucedía.
Erick no estaba bien y Chris no fue capaz de preguntarle ya que Erick siempre lo esquivó.
Y efectivamente, esa fue la última vez que se vieron, al menos estando ambos conscientes.
Dos días después de ese día Christopher resivió una llamada de una Daysi desesperada contándole entre lágrimas que Erick fue asaltado y lo golpearon hasta casi morír. Dijo que su hijo estaba insconsciente y que aún no sabía que pasaba.
¿Lo raro? El último mensaje que le envió Erick una hora antes de lo sucedido y que luego de enviar ese mensaje no volvió a conectarse, ni si quiera contestó sus mensajes y llamadas.
Erick 1:56AM
Perdóname, Christopher.
Nunca quise mentirte y te juro
que siempre te amé.
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