XXIX
Las esperanzas de un despertar junto a su amado decaían con cada día.
Y hoy era una uno de esos días en los que ni siquiera podía ir a verlo.
Se quedó en su cama, cubierto y recostado en forma de bolita, como si estuviera refugiándose en sí mismo.
Traía en manos su celular, el cual miraba fijamente con dolor, pero por fuera, traía una expresión triste y seria a la vez, no lograba dejar salír esas emociones que lo destruían.
Veía la fotografía junto a Erick que se tomaron años atrás y de sólo ver la sonrisa de este su corazón se estrujaba dentro suyo, doliéndole hasta el alma.
Ese pequeño Erick de 16 años, no debió haber vivido todo lo que sufrió.
Ahora con 19 años, sólo quería tomar a ese Erick y abrazarlo fuertemente, prometerle que todo estaría bien y que no se apartaría ni un segundo.
Velaría su sueño todas las noches y en el día lo acompañaría a donde fuera, jamás se alejaría.
Llevó su celular a su pecho, cerró los ojos con presión, apretó sus labios y abrazó el aparato como si no quedara más que eso.
—No creo poder seguír, ya estoy en mi límite, Erick —susurró.
Sus párpados se relajaron manteniéndolos cerrados, pronto cayó en un sueño largo y triste.
{. . .}
Su cuerpo se sobresaltó y abrió los ojos asustado, mas apenas quizo ver se vio obligado a cubrir su visión con su mano. Había mucha luz que lo cegaba.
Aquella luz blanca disminuyó de a poco.
Sintió a alguien tomar su mano y miró con miedo, no sabía dónde estaba.
—Chris, despertaste —oyó una suave y dulce voz, no la conocía.
—¿Quién... ? —soltó su mano y refregó sus ojos, se puso de pie y observó a su alredor.
¿En qué momento llegó a un campo extenso, verdoso y lleno de distintas flores?
—¿Estás bien?
Llevó su mirada a quien le hablaba.
Abrió los ojos impresionado.
—¿E- Er...?
—¿Chris?
No pudo ni acabar su nombre porque ya estaba de regreso en el suelo, esta vez llorando fuertemente.
—¿Qué pasa? —Una delicada mano fue a su espalda, dejando pequeñas caricias.
—N-No es verdad. Estoy soñando, estoy soñando —se repetía apretando sus oídos con sus manos.
—Amor...
—No, no. Estoy soñando, yo estoy-
—Conmigo.
Lo siguiente fue un largo silencio donde sólo se dejaban oír los llantos de Chris que con el paso del tiempo fueron cesando.
Alzó la mirada, aún seguía en ese lugar.
Miró a su lado y él aún seguía ahí, sentado y viéndolo con preocupación.
No recordaba lo intensos que eran sus ojos verdes.
—Lo siento si te lastimé —habló Erick y el contrario lo vio con atención—. Hace mucho no te veía, sólo podía oírte así que me emocioné un poco la verdad —rió ligero.
—¿Eres real?
—¿Tú que crees? —dijo irónico y se tomó el atrevimiento de tomar su mano para guiarla a su pecho.
Su corazón latía y podía sentirlo bien.
—Y... ¿Dónde estoy?
—No lo sé, yo he estado aquí desde hace mucho tiempo. No está tan mal pero... me hacía falta un poco de compañía, sobre todo tú.
—¿Recuerdas cómo llegaste a aquí?
—Los recuerdos son borrosos.
—Entiendo... —miró a su alrededor esta vez más tranquilo, parecía un cuento de hadas, el típico paraíso.
—Sé que estás mal.
—¿Eh? —regresó a verlo.
—Veo en tus ojos lo mal que estás, quieres rendirte, ¿No es así?
Erick lo veía con tristeza, y entonces, ese sentimiento regresó.
—Sí —respondió.
—Es difícil para ti.
—Claro que sí, cómo no va a serlo.
—Lo siento.
—No fue tu culpa.
—Tampoco tuya.
Conectaron miradas, ambos se notaban tristes con la situación.
—¿Sabes... cómo estás ahora?
—¿A qué te refieres?
—¿Sabes que esto no es real, verdad?
—Sí.
Los ojos de Erick se cristalizaron.
—Nunca quise mentirte, lo juro, te juro que jamás quise hacerlo.
—Lo sé —lo abrazó inseguro, pero, Erick se sentía completamente real.
—Perdóname, por favor.
—No tienes que disculparte —sentír el cuerpo de Erick nuevamente le dolía.
Era el mismo Erick de hace 2 años, no se veía como el Erick actual.
Al rato, comenzaron a dar vueltas por el lugar mientras recordaban los ratos juntos.
—Extraño andar en bicicleta contigo —confesó Christopher y al sentír a su pareja apretar el agarre de sus manos hizo una pequeña mueca.
—Yo igual... extraño todo lo que hacíamos, e incluso me he quedado con la ilusión de más momentos que no vivimos.
—Podemos hacerlo, todavía podemos... si tan sólo —Erick detuvo su paso de repente.
—No puedes quedarte aquí.
—No me refiero a eso.
Erick miró sus pies unos segundos y al levantar la mirada sonrió.
—Ven, quiero enseñarte algo —exclamó con emoción y comenzó a correr llevándolo de la mano.
Subieron por una colina, Chris estaba exhausto mas su pareja le insistía para seguír.
—¡Ta- rán! ¿Es mucho mejor que el otro, verdad? —enseñó.
Era la misma colina a la que habían ido años atrás, sólo que estaba más verdosa y el paisaje era más hermoso.
Erick se sentó y llamó a su chico para que se ubicara a su lado.
—Es bellísimo.
—Lo sé.
Guardaron silencio para apreciar el paisaje.
Y tal como aquella vez, Chris se volteó a verlo, dejando de lado la divina naturaleza para admirar a su mejor paisaje; Erick.
—Ya es hora... —susurró el ojiverde y miró a su pareja de regreso.
—¿Hora de qué?
—Debes irte ya.
—Pero... ¿Y qué hay de ti?
—Yo también debo irme, ¿No crees? —la expresión de Christopher se volvió de confusión.
—¿De qué hablas?
Erick suspiró y se puso de pie seguido de su acompañante.
—Christopher... tienes que dejarme ir.
El corazón del nombrado se detuvo por un momento, hasta que el dolor en su pecho comenzó a crecer y crecer.
—N-No...
—Chris.
—P-Puedes hacerlo, yo sé que tú puedes con esto, vamos a salír adelante juntos —Erick lo veía con cariño a un lado, le causaba tristeza verlo tan desesperado.
—Yo ya no tengo nada que hacer aquí.
—Eso no es cierto —se negó. Comenzó a llorar y llevó sus manos a su rostro, su cuerpo empezaba a temblar.
—Mírame, amor —con cuidado, Erick posó sus manos en las del contrario—. Díme, ¿Encuentras algo naranja por aquí?
Algo dudoso, Chris buscó algo naranja cerca suyo.
—¿El atardecer vale? —preguntó más calmado, Erick asintió.
—¿Mejor?
—Un poco.
—Necesito que me escuches.
El otro no dio respuesta, sólo lo veía completamente perdido.
—No es fácil para mí tampoco. No quiero dejarte, intenté volver pero yo... no puedo.
—Pero yo te amo...
—Yo también —acarició su mejilla lentamente, insistiéndole para que no quite sus ojos de los suyos—. Si me amas... déjame ir.
—¿En verdad no hay nada más que hacer?
—... Lo siento.
Erick abrazó a Christopher, dejando que este lo abrazara con fuerza y llorara en su hombro.
—Voy a estar bien. Ya no estaré en esa cama incómoda y horrible, tampoco tendré cosas raras pegadas a mi cuerpo. Voy a ser feliz, te prometo que siempre te acompañaré a donde quieras.
—No creo poder lidiar con esto.
—Sí podrás. Vas a salír adelante, cumplirás tu sueño de ser un artista reconocido y yo estaré ahí para acompañarte... además, Richard también estará contigo.
—No quiero dejarte ir.
—Tienes que hacerlo.
No dijeron nada más por unos momentos.
—¿Vas a estar bien?
—Sí.
—Bien... —lo alejó con cuidado—. Voy a creerte.
—Gracias por quedarte conmigo hasta el final.
—Eres el amor de mi vida, no podía dejarte.
—Yo tampoco —sonrió ligeramente—. Me hiciste más feliz que nadie. Estoy seguro que volveré a verte en otra vida —tocó la punta de su nariz en un rápido movimiento.
—Te amo.
—No es necesario que me lo digas —se acercó a abrazarlo nuevamente.
—Cuídate.
—Lo haré tan bien como lo hiciste conmigo, tú también cuídate y también consiente a Gogo por mí.
—Está bien.
Ese abrazo era tan cálido que confirmaba una vez más que eso no era algo real.
—Gracias por todo, amor —Erick se alejó y lo miró a los ojos, lo veía con tanto cariño.
—Lo mismo digo.
—... ¿Un último beso?
—Sí, por favor —Erick sonrió animadamente y antes de dar paso a un beso habló por última vez.
—Todo estará bien.
Acercó el rostro de Erick al suyo con lentitud.
Estaban cada vez más cerca.
Apenas cerró sus párpados y sus labios se rozaron todo desapareció.
{. . .}
Despertó llorando en su cuarto.
Se sentó en su cama tratando de procesar lo que había pasado.
¿Lo había soñado?
Sueño o no, todo se sentía diferente.
Estaba llorando, pero se sentía feliz.
Ese vacío en su pecho se sentía lleno.
No podía creerlo, vio a su Erick sonreír nuevamente.
Se quedó sentado pensando en lo sucedido hasta que su celular comenzó a sonar.
Lo tomó viendo una llamada entrante de Richard.
—Hola —saludó.
—Hola, Chris. ¿Vendrás al hospital hoy?
—Sí. Nos vemos allá.
—Ok, ven con cuidado.
—Lo haré. Adiós.
Cortó, se puso de pie y se colocó su campera.
Salió de su cuarto y fue al hospital montando su bicicleta que hacía años no usaba.
Llegó con el corazón latiendo con fuerza pero sumamente decidido.
Subió al cuarto de Erick impaciente.
Entró y se encontró con Richard junto al Doctor, el primero se veía enojado.
—¿Qué sucede?
—Dice que ya es hora de desconectar a Erick.
—Se acabó el tiempo que le di, Christopher.
—Usted no puede hacer es-
—Entiendo... —habló ocasionando que Richard lo mirara confundido—. ¿Podría darnos tiempo para despedirnos?
—Por supuesto. Regresaré en una hora.
—Está bien, muchas gracias.
—No hay de qué —el doctor abandonó el cuarto dejándolos a solas.
—¿Christopher... estás seguro?
—Sí... Erick está sufriendo en este lugar... en esta vida.
—Y-Yo... no sé qué decír.
—¿Quiéres despedirte primero?
—Ok, gracias.
—No hay de qué, esperaré afuera.
A los minutos Richard salió llorando, Christopher lo consoló unos momentos para luego ingresar.
Por primera vez, entró a ese cuarto sin sentirlo frío y desolado.
Había algo en el ambiente que lo hacía sentír cálido y acompañado.
Se sentó a un lado de Erick.
—Hola, amor —saludó y tomó su mano—. Ya es hora, ¿Verdad? —le dio leves caricias.
Dedicó unos segundos a verlo en el silencio.
—No estoy seguro de cómo viviré sin ti, pero te prometo que daré lo mejor de mí para salír adelante. Tú ya no puedes quedarte aquí y lo entiendo, me costó mucho hacerlo pero... ahora sé que debo dejarte ir. Después de todo, seguirás estando conmigo, lo nuestro no es algo que se acabe así como así, nada ni nadie puede hacer que deje de amarte, y por eso mismo, quiero que seas feliz —habló con cariño, dejando que las lágrimas salieran.
Respiró entrecortado.
—Te amo tanto, Erick. Agradezco enormemente haberte conocido, eres lo mejor que me pasó —se inclinó y dejó un casto besito en su mejilla—. Sé que volveremos a vernos.
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