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Luego de media hora sin poder dormír, pudo conciliar el sueño nuevamente.
Despertó a las ocho de la mañana, se sentía cansado y pesado. O dormía mucho, poco o nada. Sus horarios de sueño estaban en constante cambio, eso solía agobiarlo mucho.
Decidió bajar al primer piso del hospital para comprar una barrita en alguna máquina expendedora.
Al salír del ascensor y llegar hasta la recepción se encontró con el padre de Erick.
—Hey, Christopher. Qué agradable sorpresa. No esperaba verte por aquí.
—Hola, Erito —saludó suave y sin darle un contacto visual extenso ni fijo.
Siguió de largo hacia la máquina expendedora más cercana, consiguió su barrita e iba de regreso al cuarto pero primero debía saber si Erito quería pasar un rato a solas con su hijo.
—Disculpe. ¿Va a ir a ver a Erick?
—No en realidad. Vengo una vez a la semana antes de irme al trabajo para averigüar si hay noticias. No puedo verlo después de todo lo que pasó.
—No lo ha visto desde que nos informaron que cayó en coma. Hace dos años —Erito bajó la mirada.
—Bueno, chico. Tú sabes muy bien el daño que el he ocasionado a Erick, que en parte es mi culpa que él esté aquí y, siéndote sincero, no puedo mirarlo sin sentirme una mierda. Nunca lo valoré ni estuve para él cuando vivió conmigo.
Christopher se quedó en silencio, abrió su barrita con tranquilidad y comió un poco.
—Erick seguro te habló muy mal de mí y no lo juzgo, fui un asco con él.
—Erick siempre habló con respeto, incluso hacia usted. Le dolía que lo abandonara durante mucho tiempo, que desaparezca por semanas y luego tener que ir a la comisaría a buscarlo. Le dolía no tener el amor de un padre, pero jamás lo insultó —contó luego de unos segundos dónde sólo se oyeron a las demás personas en el hospital.
—... Daysi habló conmigo, brevemente. Dijo que se fue a vivir a otro lugar y, quería dejarle esto a Erick —tomó una llave de su bolsillo—. Me comentó acerca de la charla que tuvieron, piensa que, Erick no despertará y que pierdes tu tiempo esperándolo. Aún así, valora que estés para él, que puedas hacer lo que ella y yo no podemos, no ausentarte ningún día y verlo ahí, casi muerto —miró el objeto en sus manos—. Es la llave de su antigüa casa. No hay muebles ni nada, está vacía. Si Erick llega a despertar, tiene un lugar para estar. Y en todo caso, te la obsequia. Dijo que hagas lo que quieras, es toda tuya —le entregó las llaves—. Cuídalo mucho, cuída a Erick. Eres el único que verdaderamente está para él. Adiós, Christopher. Nos vemos luego —terminó de hablar y se marchó por la entrada principal.
Chris se quedó anonado viendo la llave en sus manos.
¿Qué se supone que haga con una casa?
1 de junio, 2016.
Eran las nueve de la noche, Christopher salió de su casa con el corazón en la mano, este latía con rapidez.
Erick le había enviado un mensaje pidiéndole si podía ir a verlo, estaba mal.
Y sin dudarlo, su amigo salió de su hogar apenas leyó el mensaje.
Llegó y vio a Erick en la entrada, se veía nervioso.
—Erick, ¿Qué sucede? —dejó que la bicicleta cayera al suelo y fue hasta el nombrado para abrazarlo.
—M-Mi papá tiene droga —habló tembloroso abrazando a Christopher con fuerza.
—¿Qué?
—Mi papá fuma, Christopher. N-No sé si es fuerte pero fuma y si la policía se entera, si cae preso no sé que van a hacerle, yo, no lo sé —comenzó a llorar.
—Sh, tranquilo, Erick. Respira, estoy aquí para ti —calmó con cuidado acariciando ligeramente su cabello, dándole seguridad al contrario.
—Si mi mamá se entera hará que vaya a vivirme con ella y, sabes que no tenemos una buena relación y mucho menos me llevo bien con mi padrastro.
—Lo sé. Trata de pensar con calma. Estás pensando muy a futuro, vayamos por partes. ¿Cómo sabes que es droga? —Erick se apartó y secó su rostro.
—Es igual a uno de los tipos de droga que me mostraron en la preparatoria. Además de que, mi papá es alcohólico y mi mamá no sabe que él se va todas las noches, que apenas está en casa y que algunas veces desaparece por días. Odio todo esto, Christopher. En verdad lo odio —rompió en un pequeño llanto—. No sé que haría sin ti. Eres todo lo que tengo —cruzaron miradas.
—Ven, Erick —lo acogió en un cálido abrazo—. No te preocupes en qué sería de ti sin mi porque, eso jamás pasará. Siempre estaré.
Se quedaron un momento en silencio, Erick fue recuperando su estado de calma y ya estaba mejor. Estuvieron un rato sentados afuera de la casa de Erick charlando hasta que Chris recordó la hora que era.
—¿Tu papá no está?
—No. Se fue a las ocho, aún no he cenado. Con esto de la droga se me fue la cabeza a otro lado. Entré en pánico y no sabía si llamarte o no, opté por enviarte un mensaje, aunque me daba miedo molestarte.
—Hiciste bien, Erick. ¿Crees que tu papá vuelva en la mañana?
—Lo dudo. Seguramente no pasará por aquí y se irá directo al trabajo. ¿Por qué?
—Ven a mi casa y mañana te alcanzo a tu preparatoria. No quiero dejarte solo.
—Está bien. Voy a recojer mi mochila y mi ropa.
—Te espero.
Se encontraban ambos en la bicicleta de camino al hogar de Christopher.
—¿Crees que tu mamá se moleste?
—No. Ella te quiere mucho y, desde que mi papá la abandonó al descubrir su embarazo, la casa se siente muy vacía y triste. No es por nada pero, cuando cenamos contigo o estás en casa, se siente cálido —Erick sonrió.
—Gracias, Chris.
—De nada, Erick —dejó un rápido besito en su mejilla.
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