Octavian (HoO)
Octavian estaba caminando tranquilamente por Nueva Roma, quejándose de todo, de los legionarios débiles, de los pocos peluches que le quedaban, de la odiosa Reyna que no le dejaba declarar la guerra a los griegos...
Un día normal, pero lo que no esperaba, era que, en una cueva algo lejana, se encontraban todos los restos de los peluches que fue mutilando poco a poco, y una niña, de trece o catorce años a lo mucho, que removía un caldero burbujeante con un brebaje pastoso y de color indefinido.
-"Infelix Levante victimam homicidii."- recitó la pequeña con una voz demasiado grave para lo pequeña que parecía. De repente, un trueno salta a lo lejos, y del caldero sale un rayo que da de lleno en la montaña de peluches de felpa mutilados, que se levantan y se ponen en formación, como un pequeño ejército.
-"Cognatus occisi miseriae interfectoris inclinavere"- ordenó la pequeña, y el pequeño ejército de felpa desapareció en las sombras, mientras la niña sonreía como si le acabasen de prometer un dulce al final de una tarea -Que la desdicha te acompañe, legado de Apolo.-
Volvamos a Octavian, éste había oído el trueno, pero como no parecía llover simplemente siguió con su ruta.
Al final del trayecto, vio su casa, alejada del resto, y entró algo cansado. Dejó su capa en el perchero, su toga en la cama y pasó directamente al estudio, dónde tenía una montaña de peluches para sus tareas.
Cogió uno, y le clavó la daga en el estómago, podría haber jurado que al pequeño panda de felpa, le acababan de brillar los ojos, pero entonces empezó su visión, era un cíclope, grande y feo, pero era algo peculiar, ya que su único ojo estaba muy maltrecho, sugetaba un pequeño cuerpo ensangrentado, no tenía piel ni cabello, solo carne viva, y le pareció que le faltaba una extremidad, el cíclope lo miraba asqueado, y lo lanzó al mar, la criatura desconocida se retorció, y Octavian pudo sentir su agonía, y él mismo también se asustó, pues el no sabía nadar y le daba pavor pensar que eso pudiera ocurrirle a él le hacía temblar como cuando su mamá le contaba historias sobre los titanes.
De repente, volvía a estar en su casa, lejos de aquellas criaturas, y no pudo sentirse más a gusto. Miró el ámbito de relleno y felpa que tenía en la mano y lo tiró en la cesta, que luego vaciaba en una cueva lejana sin que nadie se diera cuenta.
Iba a tomar una ducha, cuando notó un movimiento tras él, se giró y vio con estupor como una gran cantidad de peluches mutilados y maltrechos se dirigían hacia él, inclusive el mismo oso que hacía segundos tenía entre sus manos ahora parecía regocijarse en su terror.
El grito que Octavian profirió, puede decirse que, no fue muy agradable para el oído de sus vecinos, fue más un chillido de gata en celo pariendo a un cerdo, así de desagradable sonó. Y eso sin mencionar que a partir de ese dia todos los habitantes de Nueva Roma decidieron exiliar a Octavian tras el susto que se llevaron al verlo acosado por una multitud de peluches zombies. Reyna estuvo más que encantada de echarle de su ciudad.
En el bosque, los peluches al fin se hartaron de él, y lo abandonaron a su suerte. Pero Octavian no tuvo tiempo de celebración, ya que pocos días después, una mantícora atraída por el olor a desesperación que emanaba, lo atacó, por suerte para él, pudo sobrevivir, no sin antes amputarse un brazo en el que la criatura le había picado con su veneno mortal, que pudo evitar que se expandiera.
Lamentablemente, no tuvo tranquilidad, pues unos centauros, que estaban en su época de caza, le encontraron, el chico les explicó de sus penurias, y, ellos, sabiamente, le prometieron llevarlo a un lugar donde sería bien recibido.
Octavian tomó la horrible decision de creerles. Así acabó en la isla de Polifemo, que agradeció a los centauros que le llevasen una presa en sus meses de penuria, y, confundiéndolo con un sátiro salvage, por su mal olor, lo despellejó e intentó meterlo en una olla, pero antes de ello, vio la poca carne que tenía, y lo examinó más a fondo, dándose cuenta de que ante el tenía a un mestizo escuchimizado y sin un brazo, que a penas conseguiría usar de palillo de dientes, y más que saciar su hambre, la aumentaría.
Así, maldiciendo a los centauros estafadores, lanzó a ese manojo de carne y hueso al mar. Dónde Octavian entendió su visión, y, sintiendo como toda su carne ardía por el contacto con el agua salada, notó su última burbuja de aire salir de sus pulmones.
Desde una cueva muy lejana de ahí, una niña se regocijaba, mientras Iris le permitía ver el transcurso de los hechos, de que su plan hubiera salido tan bien. Sólo salió para darles a los centauros que habían llevado a Octavian hasta Polifemo, el pago por sus servicios.
Luego entró nuevamente en la cueva y, mirando su correo se preguntó para sí misma
"¿A quien más toca matar?"
Infelix Levante victimam homicidii:
Levantaos, víctimas infelices del asesinato.
Cognatus occisi miseriae interfectoris inclinavere:
Llevad la miseria al asesino.
Hasta aquí la muerte de Octavian, muchos la querían así.
Poned en los comentarios cuál queréis que sea la siguiente muerte y de que serie, película, libro o saga es.
Hasta pronto!
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