Capítulo III
Muerte se había quedado dormido en el suelo de la habitación de Isla, hasta que un ruido lo despertó. Se levantó fijando su vista en la chica que caminaba desnuda por la habitación, quería apartar su vista, quitarla de ella, sin embargo, sus ojos admiraban la figura de Isla. Clavó su mirada en unos lunares en su espalda, se levantó del suelo para observarla mejor, su cuerpo era la obra humana, arte plasmado en la tierra. Quisiera aceptarlo o no, la miraba sublime, tanto como cuando los primeros humanos pisaron la tierra. Tiró ropa por ahí y por allá, hasta que se vistió.
Muerte ladeo su cabeza cuando ella se detuvo frente al espejo, entonces lo sintió debía trabajar todo lo que había acumulado por estar observando a la chica. Suspiró, cansado, la vio salir de su cuarto a gran velocidad, y desaparecer de su vista. Se fue de ahí, estaba consiente de todo lo que debía hacer y que si seguía retrasando las cosas Tiempo llegaría por él para darle un sermón.
Se detuvo en algunas casas, de las que salía sin mucha emoción, llegó a varios países y se centró en terminar la cuota del día. Frunció el ceño justo cuando sintió un último llamado, sonrió, había esperado a esa persona durante mucho tiempo, y saber qué ya se iba lo llenaba de emoción. Se movió hasta un antiguo palacio chino, un santuario para todas las dinastías anteriores, lo observó, un monje muy anciano yacía acostado en una cama de bambú, arreglada con mantas blancas de lino y aromas especiales para brindarle paz. Muerte se acercó, lo miró, cuando ese hombre había sido un niño sus ojos lograron verlo con total naturalidad.
—120 años — Susurró Muerte, sentándose cerca de él — Pasaste de la media de vida, sobreviviste a muchas cosas, ya es hora, Yatso — El monje abrió sus ya cansados ojos, y fijó su vista en él.
—Pensé que no vendrías — Susurró — algo te retraso, casi 30 años — Muerte sonrió, no a todos les era concedido ver a la muerte — ya es hora de irme — El anciano tendió su mano, entonces Muerte lo observó.
—Antes que te vayas, tienes algo más que decir — Yatso levantó su mirada, sus dos ojos negros como el carbón se clavaron en Muerte — Creo que quieren oírte.
—Yatso miró a los otros ancianos que lo observaban con serenidad, con un dificultoso susurró dictó — La muerte no es mala, si sabes recibirla bien — Muerte lo observó con el ceño levemente fruncido, tomó la mano de Yatso, y lo sintió, la paz que inundaba al monje lo lleno a él para luego ver ir su alma al más allá.
—¿Qué hice para que yo... te pareciera bueno? — Susurró mientras se levantaba, viendo cómo hacían preparativos con el cuerpo de Yatso.
***
Se materializó justo en frente de la Universidad, teniendo el cuidado de que nadie lo viera. Respiró profundo intentando visualizar a Isla por algún lugar, en su mente sólo pasaban los grandes ojos de la chica y un hostigante deseo de poder encontrársela.
Camino un rato por el campus con tranquilidad, algunas personas iban de allá para acá con carpetas y libros, otros simplemente cargaban un bolsón grande que parecía que su casa llevaban dentro. Se sentó en el árbol grande donde se había encontrado con Isla la primera vez, entonces sus ojos encontraron a Isla corriendo de nuevo por el campus, puso sus ojos en blanco mientras negaba divertido.
Se limitó a verla de lejos mientras recogía algunas cosas de la grama. Después de levantar todo del suelo comenzó a caminar hacia su pupilaje, y mientras giraba la cabeza sus ojos lo encontraron, Muerte trago grueso al verla caminar hacia donde él.
— Hey — Dijo cuando comenzó a llegar abajo de la copa del árbol — Qué tal — Se miraba sonrojada por haber corrido.
—Bien, disfrutando de la brisa — Isla se sentó al lado de él, mirando hacia arriba — Te vi corriendo de nuevo — Ella comenzó a reírse — por qué te ríes.
—Mi vida es un chiste — Muerte la observó — siempre me pasan cosas así — Ella sonrió mientras lo miraba directo a sus ojos, Muerte sintió que algo lo inundaba y comenzó a respirar un poco más rápido, hasta que comenzó a ver lo que iba a pasar en la vida de Isla, apartó la mirada — Y tú qué haces aquí.
—Y-Yo, solamente vine aquí a verte, a ver el árbol, ya sabes es lo que me trae — Se rio de la nada haciendo que ella lo observará — siempre aquí, no sé por qué estoy nervioso — La miro de nuevo, y ella ya no estaba sonriendo sino un semblante decaído.
—Creo que te estoy incomodando — Sonrió un poco nerviosa — Mejor te dejo solo — Isla se levantó con lo que Muerte pudo identificar como tristeza.
—Isla espera — Dijo levantándose y caminando hasta el lado de ella — no me incómodas — Ella lo miró — es solo que casi nunca hablo con nadie — La pelirroja frunció su ceño — Soy un poco amargado — Una risa salió de la pecosa chica haciendo que Muerte sonreirá de lado — No te rías es en serio — Ella siguió caminando con él de un lado.
— ¿Quieres un té? — Muerte asintió, tenía dos siglos de no tomar té — Vamos entonces.
—Tu pupilaje es bastante acogedor — Recordó el cuarto de ella — Se ve desde afuera.
—El tuyo debe serlo también o ¿no? — Él se encogió de hombros.
—Parezco un salvaje — Ella se rio.
—Te gusta bastante el negro por lo que he visto — Muerte se observó su vestimenta — ¿Te gusta el rock? O ¿algo así?
—No — Se rio un poco — quizá es el género que menos me gusta — La observó para luego tomar todas las cosas que llevaba en las manos, ella comenzó a abrir la puerta de su casa — yo prefiero lo clásico, lo de antaño — Isla lo observó prestándole toda su atención, sintiendo que era alguien reservado e interesante — Además la música es uno de los pilares de la cultura.
—Es fascinante — La pecosa entró siendo seguida por Muerte — De qué te gusta el té
— ¿Tienes de manzanilla? — Isla sonrió mostrándole sus dientes y asintió.
—Pon las cosas en la mesa y siéntate donde quieras — Muerte vio un sillón color morado bastante acolchado, se sentó esperando a que la chica de ojos azules le llevara el té.
La maraña de cabellos apareció de repente, con un juego de té de color blanco con flores rojas pintadas a mano, los ojos de Muerte se fijaron en las tazas.
—Espero lo disfrutes — Se lo entregó mientras él miraba fijamente el color rojo de las tazas.
—Qué hermosas tazas — Susurró — es arte —Alzó la mirada notando como Isla se había puesto completamente roja — Qué te paso
— ¿En serio te parece arte? — Ella se sentó abrazando su taza.
—Sí, es sublime — Ladeo su cabeza — quién es el artista.
—Yo lo hice — Entonces Muerte detuvo su atención en ella completamente — practiqué cerámica cuando iba al colegio — Él sentía interés de más pero ya no podía detenerlo — y quería hacer mi juego de té.
—Tus manos son creadoras de arte — Él no pudo evitar sonreír — Eres un pedazo de Vida en este mundo — Y bajó la mirada, habían personas que eran destinadas a repartir vida o muerte, no las escogían ellos como hermanos, sino Tiempo decidía quien iba a hacer una labor particular, usualmente Vida tenía personas como Isla, un poco de su luz radicaba en su pecho haciéndolos que fueran más espontáneos para hacer las cosas, y en su caso, la mayoría decidía hacer cosas grotescas pero algunos eran buenos — El té está muy rico — Dijo intentando cambiar un poco lo que estaba experimentado.
—Me alegra que te gustara — Lo observo— Por cierto — Ella carraspeo.
— ¿Si? — Levantó una ceja.
—Pasado mañana daré un recital — Muerte la miró — Si no tienes nada qué hacer, será en el campus en frente de la cátedra de Música.
—Espero poder llegar — Respondió él con un nerviosismo — Debo irme — Se levantó del sillón dejando la taza en la mesita, y luego caminar hasta la puerta. Seguido por Isla — Gracias por todo — La miró a los ojos y ella lo atravesó con los suyos, haciendo que suspirara con solo sentir la mirada de la pelirroja sobre él.
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