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Capítulo I

Abrió sus ojos con pesar, se había dormido en una rama de un árbol con tranquilidad, el día, como lo llamaban los seres humanos, comenzaba bajo las primeras luces del alba. Rodó los ojos, usualmente se levantaba de noche, se sentía más cómodo sin tener que toparse directamente con las personas que deambulaban por la tierra.

Se bajó de la rama en la que estaba, la hierba debajo de sus pies no lo hizo experimentar nada, a pesar de que caminaba al lado de las personas, escuchando muchas de las pláticas que entre ellos tenían, estaba consiente que nunca podría comprender las sensaciones que ellos mencionaban, "El sol está quemándome" "El agua estaba demasiado fría esta mañana" "La brisa está soplando con fuerza" para él, las cosas solo tenían un fin, que no podía variar de ninguna forma distinta, al final del día, él, se habría llevado a muchas personas de ese mundo.

Caminaba con calma, sabía que mientras no tocará nada de más las cosas mantendrían su equilibrio. Recordó sus primeros pasos sobre la tierra, cuando aún no conocía bien el poder con el que había sido dotado, se había detenido frente a unas hermosas violetas, queriendo sentir su aroma, las rozó con la mano y de inmediato se marchitaron.

Le daba gracia que en ocasiones, las personas creyeran que era mujer, por su nombre, a veces pensaba que era absurdo, se detuvo en una de las aceras intentando no toparse con nadie, recordando como su padre el Tiempo hacía que las situaciones marcharán. De entre todos sus hermanos él, era el más solitario, prefería que así fuera, no tenía por qué dar explicaciones de lo que sucediera.

Una persona lo golpeó, traspasándolo de repente, cuando esto ocurría se asqueaba, sabía que no pasaría nada, era un simple roce que los humanos tenían con él. Hasta cierto punto disfrutaba lo que hacía, ver el último respiro de las personas era algo que Vida nunca iba a entender, ella los traía al mundo y él se los llevaba.

Suspiró, miraba hacia todos lados con aparente calma, hasta que lo sintió, en algún lado alguien ya se iba, su cuerpo vibraba, sus manos sudaban helado, era extraño que sintiera lo mismo que la persona que se estaba yendo, solamente ocurría cuando era antes de tiempo, casi siempre por accidentes o robos, la sangre inocente clamaba en su piel. Negó, mientras comenzaba a teletransportarse hacía donde su presencia era llamada.

Una casa de dos plantas, con una pintura ya desgastada por el tiempo, se presentó en los ojos heterocromáticos de Muerte, respiró, el característico olor de una casa a punto de perder a un pariente, sabía lo que era, se iba por enfermedad y no por su tiempo.

No le costó llegar la habitación, un hombre de 30 años, postrado en una cama demasiado grande para él sólo, sus ojos se fijaron en la mujer de al lado, "Su esposa" Pensó cuando notó que le tomaba la mano con delicadeza, y besaba con dolor.

—Te amo — Muerte rodó sus ojos, Amor nunca estaba presente en esos momentos, solamente cuando todo comenzaba, respiró profundo, exasperándose por llevarse al hombre.

—Yo más — Dijo con una tos saliendo como respuesta.

Soltó el aire que había tomado, se acercó al hombre de cabellera castaña y piel blanca, levantó su mano derecha para posarla con naturalidad sobre él, momentos después lo vio, el mismo espectáculo de siempre, la mirada fija en alguna parte, el pánico creciente en el pecho, la respiración comenzando a cortarse para después exhalar lo que mantenía con vida a los humanos.

De inmediato, tristeza apareció, fue como si ya estuviera esperando fuera de la casa, era su hermana menor y no podía negar que era la única con la que podía hablar de vez en cuando con normalidad.

— ¿Hace cuánto pasó? – Le preguntó, los seres humanos no los escuchaban a menos que ellos decidieran permitir que pudieran hacerlo o no, nunca se dejaban ver con los humanos, no pretendían que supieran cómo eran sino que supieran que estaban ahí.

— Unos minutos — Muerte se encogió de hombros — Pero, parece que llevas días aquí — Susurró mientras husmeaba la ropa del recién fallecido.

—Ella está sufriendo mucho — Dijo con la mirada indignada — es obvio que debía estar aquí — Bufó Tristeza mientras se ponía al lado de la esposa.

—Siempre he creído que Amor debería venir aquí, a estos momentos — Susurró Muerte llamando la atención de su hermana menor, Tristeza se limitó a ignorar el comentario.

—Vida ha preguntado por ti últimamente — Muerte paso una mano por su cabello azabache corto — dice que necesita verte.

— Puede buscarme cuando lo desee — Se alejó hacía la puerta — ella sabe que siempre estoy en tiempo muerto — Tristeza se rio levemente.

Muerte comenzaba su día viajando por todo el mundo, para él no existía la noche ni el día, simplemente intentaba acoplarse a lo que los humanos conocían. Para poder ser eficiente en su labor. En ocasiones, observaba el cielo nocturno de cualquier país, el silencio que inundaba algunas ciudades era reconfortante, casi como los primeros años de la tierra.

***

Vio el cielo de otoño oscurecerse, Londres tenía ráfagas de viento que cortaban el rostro de los transeúntes, Muerte caminaba por las mojadas calles sin ninguna intención, ya había acabado su trabajo podría irse a dormir o reunir con sus hermanos. Se detuvo frente a la universidad de Oxford, a pesar de no poder sentir, le gustaba admirar con detenimiento el paisaje que la Universidad permitía. Muerte, recordaba con nostalgia cuando esa infraestructura comenzaba, las primeras piedras habían sido ubicadas con la esperanza de que el alma mater quedara de la forma más sublime que se pudiera.

Una hoja de papel llamó su atención, iba volando con la brisa, momentos después un grito que solamente hubiese podido salir del Coco, llegó hasta sus oídos.

Tomó la página y la haló dejándola sujeta en el piso con su pie, momentos después se fijó de donde provenía tal grito, una chica con cabello ondulado de color rojizo, corrió veloz hasta donde la página estaba siendo pisada por Muerte. Él la observó.

— Ay Señor — Susurró, para luego comenzar a reírse, levantó la vista hacia el cielo y Muerte pudo ver unos ojos azules tan profundos como el firmamento — Casi se me pierde, me hubiera quedado sin nota — Él azabache soltó la página dejando que ella la recogiera.

Él se fijó que era una partitura, frunció su ceño, pensó que ya nadie estudiaba música. Se encogió de hombros, no tenía nada qué hacer así que comenzó a seguirla, su grupo de amigos parecía esperarla.

— ¿Qué hablan? — Preguntó al llegar en frente de sus amigos.

—Que casi llueve y tú buscando una página — Todos rieron por el comentario hasta la chica.

—Si fuera tu nota, la habrías ido a buscar — Dijo entre risas.

—Isla mañana debemos ir a clases más temprano, estudiaremos los compases — Ella asintió, "Isla — Pensó Muerte con la vista fija en ella — Que raro nombre" Los ojos de ella se voltearon quedando fijos en los de él.

— Su estómago dio un vuelco — ¿Me ves? — Preguntó.

—Creo que lloverá — Gritó haciendo que su grupo de amigos comenzará a caminar, se dio la vuelta y les siguió el paso — Vamos, hay que entrar.

Muerte frunció su ceño relajándose completamente, si ella lo hubiera visto, quizá él se habría asustado más que ella. Sacudió levemente su cabeza, decidió no tomarle importancia, hasta que escucho su nombre salir de los labios de uno de los chicos.

—Creo que la muerte es una ladrona — Lo observó, quizá tocarlo para que se fuera no hubiese sido tan malo.

— Creo que es algo un poco más relativo — Susurró una chica en medio de todos — Es una ladrona dependiendo el punto de vista, es filosofía... Lo es porque te quitó a alguien que amabas.

— Pero quién no quiere amor en su vida — Se encogió de hombros el mismo chico haciendo que Muerte rodará los ojos.

— No creo que la muerte sea una ladrona — Susurró Isla, llamando la atención de todos hasta de él — solemos creer que es malo partir, cuando en realidad debemos vivir el día a día, aferrarse a la vida creyendo que nunca tendremos un deceso, puede dañarnos más de lo usual, lo mejor, es estar conscientes de que va a pasar.

—Se nota que hiciste la tarea — Dijo uno de sus amigos, haciendo que todos rieran. Muerte la observó, no sentía miedo de lo que él pudiera hacer, tocarlo no era difícil, sin embargo, Vida se enojaría si se llevaba a alguien antes de tiempo.

Todos los jóvenes se empezaron a dispersar, Muerte respiró mirando que la chica llamada Isla se detuvo debajo de un árbol antes de entrar a su hermandad de la Universidad, sonrió viendo hacia el cielo. Llamando la atención del castaño.

Frunció su ceño, pocas personas de todas las que había visto a lo largo de su existencia, le llamaban la atención, el viento aullaba, cerró los ojos, y se manifestó, su cuerpo tomó forma tal y cómo él se imaginaba, más bien como Tiempo se lo imaginaba.

Unos ojos verdes por la luz, junto a un cabello castaño ondulado, una piel pálida y una altura de 1.85 era lo que el padre Tiempo le había otorgado. Siendo etéreo había lapsos en los que casi nunca podía verse en un espejo. Respiró tranquilo, se dio la vuelta y comenzó a caminar. Pudo ver como a la chica se le volvían a caer las cosas, "Vaya que es torpe — Se acercó levemente, quería observarla" Al fin y al cabo ella no creía que era un ladrón de almas hecho de pura maldad.

Una de las hojas se fue de nuevo, golpeando su pecho, pestañeó sorprendido, la tomó entre sus manos y la sostuvo unos segundos.

— Hey — La voz de Isla apareció en los oídos de Muerte — Gracias, esa hoja es mía — Iba a tocarlo, cuando retrocedió muy claramente del agarre de ella, a pesar de que era obvio que no era su tiempo, si lo tocaba demasiado podría hacer que su vida se acortara lentamente — Perdona, no quería incomodarte — Susurró bajando su mirada — Sólo devuélveme mi página y me iré.

— ¿Tú partitura? — Preguntó él, mientras ella asentía — Ten — Susurró, dándosela mientras agarraba con dos dedos el papel.

—Gracias — Contestó, mientras abrazaba la composición, pegada a su pecho — Nunca te había visto por acá ¿Qué estudias? — Él se rasco el cabello — Lo siento, ni siquiera me he presentado, me llamo Isla — Ella le tendió la mano, Muerte observó la delicada extremidad, era blanca y con dedos largos, justo como se esperaba de un músico, tenía pintadas las uñas de color azul haciendo que su mano se viese aún más pálida.

—Tienes el color de la muerte — Dijo haciendo que la chica abriese sus ojos de par en par — Me refiero a que, eres muy blanca.

— Ella bajo su mano y de inmediato la escondió — Gracias... Supongo — Isla miró hacia todos lados — Bueno debo irme, ya casi llueve, la brisa lo dice todo — Él no podía sentir la brisa que indicara que iba a llover, así que se limitó a asentir — ¿Cómo te llamas?

—Pensó un momento, nunca le habían preguntado un nombre de humanos así que dijo lo primero que se le vino — Arum.

—Un gusto — Sonrió levemente, mientras se sonrojaba — Arum... Te veo luego — Dijo mientras, se daba vuelta con el montón de papeles en sus manos y al fin entraba a su hermandad.

Muerte quedó extrañado, por qué se había sonrojado, usualmente Amor reconocía a todos los demás junto con Vida sin importar a donde fueran o corrieran ellas estaban seguras de que podrían brindar ese tipo de reacciones en las criaturas.

Respiró profundo, cuando su cuerpo tomaba forma, la conexión con su padre se intensifica, era la forma en la que Tiempo se permitía observar mejor las cosas. Por eso casi nunca dejaban su etéreo ser.

Muerte miró la dirección en la que Isla se había dirigido, la chica era extraña al igual que el resto de los humanos, pero era simple y práctica a la hora de pensar, todas las culturas lo miraban como algo destructivo, y cuando hallaba personas que pensaban diferente, se le hacía curioso e interesante intentar comprenderlos. Sólo necesitaba, observarla un poco más, negó debía trabajar, rodó los ojos y comenzó a caminar, intentando olvidar a la chica tan rara que acababa de conocer.

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Gueno les traigo una mini historia que espero les guste y que es diferente a lo que suelo escribir, es la primera vez que salgo de hacer un fanfic así que sorry si no es perfecto.

Por otro lado EstelaReid, gracias por todo 💕 Me ayudas mucho. Te quiero un montón.

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